Capítulo 8
Dejo caer delicadamente el vestido hasta rozar mis pies. Delante del espejo, volteo haciéndolo volar como un pájaro deslizándose con el viento, tocando el cielo. Es maravilloso, me encanta y estoy feliz.
Después de semanas ayudando a mis amigos con los preparativos de la boda, por fin, ha llegado el gran día. Si yo estoy emocionada, no puedo imaginar cómo se sentirán ellos. Debe ser una sensación increíble con todas esas emociones a flor de piel y el corazón galopando sin control a una felicidad infinita. Ellos son el claro ejemplo del amor y la amistad. Unos amigos que se aman con locura.
Jeff acaricia mis brazos como si de seda se tratase. Besa mi hombro derecho y recorre con calma con la yema de sus dedos mi espalda desnuda hasta llegar al hombro izquierdo, al cual, también le regala otro de sus besos.
Me es difícil no estar sonriente y llena de alegría. Él se encarga de recordarme, todos los días, lo bonita que es la vida a mi lado, y lo mucho que le gusta escuchar los latidos de mi corazón al descansar sobre mi pecho cada noche.
Me doy la vuelta para poder acariciar su cara todavía un tanto adormilada, después de la siesta de dos horas y media que se ha pegado el chaval. Beso con suavidad sus labios y nuestras lenguas se encuentran, una vez más, para bailar su danza ansiada. Sonrisas de nuevo, al tomar un poco de aire y terminar de arreglar la corbata que nos conjunta. Nuestro color, morado. ¡Está guapísimo!
Da un par de pasos hacia atrás y abre los brazos dando una vuelta sobre sí mismo.
—¿Cómo me veo?
—Precioso.
—Tú sí que estás preciosa.
Me coge de sorpresa, me eleva con sus fuertes brazos y nos voltea a ambos mientras sus labios se posan sobre los míos, haciéndome sentir como una auténtica princesa de cuento.
—Deberíamos irnos —dice mirando el reloj—. Si llegamos tarde, Theo me mata y luego a ti.
—Quizás nos perdone, somos los encargados de cuidar a Toby —su perro—, y también su casa.
—No lo tengo yo tan claro.
Su tono gracioso calma mis nervios.
Decidimos que es hora de marcharnos después de comernos un poco más a besos. Theo y Eli no querían hacer la típica boda de todos van a sus casas y amigos y amigas se separan para acompañar al novio o a la novia hasta la iglesia. Únicamente la familia es la que los acompaña, los demás, los recibimos en la iglesia, abarrotada, a decir verdad.
No parecían tanto los tarjetones mientras les ayudaba a poner los nombres. Jeff acelera su paso para llegar antes que una mujer que parece haber visto las intenciones de mi chico; aunque por fortuna, él ha sido el vencedor de este duelo y ella, ha tenido que buscar asiento en bancos más alejados al altar.
—¿Haciendo amigas?
—Más bien, enemigas.
https://youtu.be/QgaTQ5-XfMM
Reímos hasta ponernos de pie. Theo entra de la mano de su madre. Sabía que no sería un traje de alta costura, se conformaba con ir elegante, pero sea de donde sea, está estupendo y radiante. Traje negro, camisa blanca, pajarita rosa claro —me ha sorprendido ese detalle— y una pequeña flor en el bolsillo de la chaqueta también del mismo color. Debe tener algún significado para llevarlo y, al ver a Eli entrar con su hermano, me doy cuenta del por qué. Ella tan elegante y brillante, luce un vestido sencillo rosado de palabra de honor. Su medio recogido le queda fantástico, igual que el maquilla natural. Es preciosa se pinte o no, puesto que la belleza de la cual se compone la transmite en cualquiera de sus palabras o acciones. Todo se refleja en su exterior.
Jeff me tiende un pañuelo de papel y, con cuidado, limpio las lágrimas que he ido dejando liberadas y que se han dispuesto a empapar mi cara. Siento sus brazos rodearme y sus labios besar mi cabeza. Veo brillo en sus ojos, también se ha emocionado, aunque no lo reconozca.
El cura hace una preciosa ceremonia, sin embargo, más bonitas son las miradas que se regalan entre ellos, las caricias de sus manos al unirse y sus palabras deleitándose un amor eterno. Amor del que nunca muerte. Amor del bueno. Sellan sus palabras con un beso y un abrazo, al que todos respondemos con un inmenso aplauso.
Todos corren a felicitar a los recién casados, excepto nosotros, que decidimos esperar a que toda la gente vaya desalojando la zona. Es de las pocas cosas que no me gustan de las bodas, que todos se abalanzan de golpe. A mí, me asfixia. Cuando solo quedan dos parejas, nos acercamos y Eli se me echa encima y hace que de nuevo comience a llorar.
—Voy a cobrar por cada pañuelo que dé. Me voy a hacer rico.
—Cállate —digo cogiendo de nuevo el que me tiende—. Bonita boda, me ha emocionado mucho.
—Ven aquí.
Theo me arrastra hacia sus brazos. Su corazón va acelerado y sus manos tiemblan como un flan.
—Venga, poneros, nos hacen una foto.
El fotógrafo nos indica cómo ponernos y nos hace varias.
—Quiero una de recuerdo.
—¿Tendré que verle todos los días? —dice Jeff, empujando gracioso a Theo.
—Es para que te acuerdes de mí. Me quieres y lo sabes.
—Vamos parejita, alguien debe llenarse de arroz.
La mirada de Jeff no me pasa desapercibida. Nada más salir de la iglesia, un chico le da una bolsa enorme llena de arroz y se pone al lado de la puerta, donde no consiguen verle. Al cruzarla, éste les deja caer todo el arroz que había dentro de ella. Algo me decía que haría alguna trastada de las suyas, en cuento yo me conforme con la pequeña bolista que daban a la salida.
Una vez llenos de arroz, vamos a la parada del autobús, en la cual, nos espera el bus que nos llevará al banquete. Es una idea fantástica, puesto que así podemos beber sin correr el riesgo de que nos pare la policía.
Theo y Eli irán en limusina para ir hasta allí y, luego, vendrán con nosotros. Miraron en alquilar habitaciones en un hostal que hay cerca, pero se les salía del presupuesto. Ya han pagado muchísimo; han gastado todos sus ahorros en la boda porque el viaje de novios ha sido una ganga.
Nos sentamos en los primeros asientos. Les dejamos a los más jóvenes disfrutar del privilegio de ir detrás. Nunca he sido de esa clase de joven. En varias ocasiones me he mareado y mejor estar delante, ya que las bolsas las tenemos más cerca.
Jeff me entretiene contándome batallitas de cuando era más niño e iba con los malotes en los últimos asientos. Mi chico rebelde. En verdad tengo un poco de miedo. Sus amigos son divertidos y muy campechanos, pero la mayoría consumen droga y no me gustaría que Jeff lo hiciera. No quiero que estropeé su vida y lo eche todo a perder por unas pastillas de mierda.
—Soy el maduro del grupo si te compensa.
—¿Enserio? —digo incrédula y juguetona.
—Que graciosa —dice con sorna—. Mira, ya hemos llegado.
El trayecto a su lado se ha hecho muy corto, tanto que casi se me olvida que íbamos en autobús. Al bajar, algunos investigan la zona y otros, esperamos la llegada de los novios mientras comemos del tentempié que han contratado.
Jeff se acerca a la lista de las mesas y rápido viene a contarme dónde y con quién nos han puesto. Es una maruja, como yo. A la mayoría los conocemos, puesto que venían al mismo curso que nosotros. Así que será una cena llena de recuerdos. Disfruté mucho del curso y, además, encontré a dos personas maravillosas que me llenan de amor; aunque sean la noche y el día.
La limusina para enfrente de nosotros y todos comenzamos a aplaudir ante su llegada. Los camareros nos invitan a entrar y sentarnos en nuestras respectivas mesas para estar listos para su entrada.
—Coge la servilleta.
Jeff se queda mirándome extrañado. Todos se preparan y de la nada escuchamos la música —a todo volumen— que han elegido. Los invitados nos levantamos y giramos la servilleta celebrando y dando comienzo de la gran noche que nos espera. Jeff, que nos ha seguido a todos, ha movido la servilleta al ritmo de Don't stop the party.
Nada más sentarse, los camareros comienzan a servirnos los primeros platos y, a su vez, se escucha a viva voz el típico "¡qué se besen!". Frase que se repite durante toda la cena. Exquisita, con sus entrantes ibéricos. Después, el marisco, ¡fabuloso! De tercero, entrecot a la piedra con guarnición y sorbete. Y, por último, el postre. Llevaba diferentes cosas, pero lo que más me ha encantado ha sido el helado. ¡Delicioso! Y, por supuesto y como en toda boda, no solo hay un postre, sino dos: el del menú y la tarta nupcial. Pero ésta última no la reparten hasta que los novios no la cortan primero.
Mientras esperamos a que todos terminen, Jeff le pide al camarero que nos traigan un licor para hacernos un par de chupitos e ir calentando y preparando el cuerpo para la fiesta. Han contratado a un DJ actual que tiene mucho ritmo. Nosotros hemos ido a varias fiestas dónde él estaba y, la verdad, es muy bueno en su trabajo.
—Aquí está.
El camarero nos sirve dos chupitos, sin embargo, Jeff insiste en que deje la botella para que el resto pueda beber también. Eso no es del todo cierto, pero termina ganándole la pequeña batalla por la botella.
—Nada se me resiste, hermosa.
Me da un vaso y brindamos por nosotros. Nada más tragarlo siento mi garganta arder. No puedo evitar poner la misma cara que la de un niño pequeño chupando el limón. Esto es algo parecido, aunque termina dejándote un buen sabor a leche con canela.
—Bueno, ¿eh?, ¿otro?
—Mejor dentro de un rato.
—Vamos cariño, si no es nada.
Jeff está en su salsa y termina convenciéndome no solo de beber uno más, sino tres. Antes de poner el quinto, vemos como las luces se atenúan dejando un ambiente cálido y romántico; perfecto para coger a Eli como una princesa y llevarla delante de la tarta. Esta vez, el que se besen no funciona; solo sus miradas hablan. Hemos desaparecido para ellos. Eli coge el pequeño muñeco que hay arriba de la torre y Theo, después de dejarla en el suelo, coge la otra figura que quedaba. Ambos lamen el dulce que ha quedado pegado en la base de los muñecos y sonríen cómplices de amor. Unen sus manos a la espada de plata y cortan todas las bases de tarta que construye su castillo.
Qué momento tan simple, pero maravilloso.
Después de comer esta deliciosa tarta, los camareros nos invitan a pasar a una zona tipo chillo ut con fotos, mesas dulces, photocall y barra libre. Jeff me arrastra hacia la barra y pide dos cubatas de ginebra rosa y limón. Es lo que siempre tomamos y está buenísimo.
Comenzamos a bailar y hacernos muchas fotos. El chico del photocall está cansado de vernos posar tontamente, pero es que a nosotros nos encanta. Theo y Eli se unen a la diversión y también comienzan a hacer de las suyas. Un dron lo va grabando todo y, por poco no nos come de lo cerca que lo teníamos. Debería controlarle el fotógrafo. No dudo que quiera los mejores momentos del día, pero que lo haga con cuidado.
Eli me da un ticket en el que pone que debo besar a la persona que tengo a mi derecha y Jeff sonríe triunfador al verlo. Solo por chincharle, me pongo a bailar con Eli, recorriendo todo el lugar hasta llegar a la barra donde dos brazos me rodean, acorralándome entre su cuerpo y ésta. El camarero nos mira pervertido y siento mis mejillas arder; no sé si por la situación o por el bulto que noto en mi trasero. Me doy la vuelta y Jeff se lanza a mis labios, devorándolos, bebiendo de ellos hasta saciarse.
—Te quiero —dice, posando sus manos en mi culo—. No sabes lo que sexy que estás cuando bailas de esa manera.
—Creo que sí lo sé... lo he notado.
—No puedo disculparme, si me pones, me pones.
No tiene pelos en la lengua y es una de las cosas que más me gustan de él. A veces las formas las pierde, pero lo que tiene que decir, lo dice.
https://youtu.be/UgH7EytRVHI
—Siento estropear vuestro momento, parejita, pero el DJ va a poner nuestra canción.
Me tiende la mano y Jeff afloja su agarre para que pueda ir con Theo. Beso su mejilla y le susurro un "esta noche no escaparás", tal y como dice una de las canciones que nos gustan.
Nos pasamos horas bailando, riendo, bebiendo. Somos los cuatro más festeros de todos los que quedamos. La mayoría están sentados en las sillas y sofás; tomándose tranquilamente el último cubata, puesto que el autobús no tardará en llegar. El chico del photocall ha terminado de recoger y le ha entregado un USB a Theo y nos lo enseña con cara maligna.
—Seré el primero en ver todas las fotos y, si hay alguna en la que salgáis mal, no dudéis en que os felicitaré con ella.
Ahora sí se ríe como la reina malvada del cuento de hadas hasta que Eli le da un pellizco en el culo y salta del susto. No puedo parar de reír, sobre todo ahora, después de no sé cuántas copas de más.
El DJ desconecta la música y felicita, una vez más, a los novios antes de recogerlo todo. Ellos le abrazan y le agradecen el buen trabajo que ha hecho. Yo, de mientras, me pego como una lapa a Jeff. El rocío cae sobre nosotros, acariciando nuestra piel; dejándome helada. Jeff se quita la chaqueta y me la pone sobre los hombros, para luego abrazarme por la espalda y repartir pequeños besos en mi cuello y nuca.
El autobús llega y todos comenzamos a subir. Nosotros, como cuando venimos, nos sentamos delante. Jugueteo con el pelo de Jeff y él se relaja como tantas veces hace cuando lo hago en su casa.
Theo sube el último y lo ve con los ojos cerrados. Su sonrisa ya me avisa de que va a hacer algo malvada para hacerle rabiar. Aunque le suplico con la mirada, no me hace caso. Besa su mejilla y nariz. Jeff sonríe. Y luego, con una dulce caricia, pasa su mano por su torso hasta llegar al botón de su pantalón. Abre los ojos de golpe y le encuentra haciéndole morritos.
—Yo también te quiero, Jeff.
—Yo también, pero bien muerto.
Theo se carcajea y Eli lo arrastra hasta su asiento.
—Tendrás que pagármelas muy bien...
—No lo dudes —digo, para luego comérmelo a besos.
Quiero mover mi brazo adormecido, pero no puedo. Intento cerrar la mano, pero me cuesta millones. Abro un ojo con pereza, viendo a Jeff completamente desnudo, boca abajo y con mi brazo atrapado bajo el suyo. E ahí la razón de que no pueda moverlo. Con lentitud consigo liberar e ir al baño con los ojos medio cerrados todavía. Me lavo la cara un par de veces, quitándome resto del maquillaje del día anterior. La noche fue especial, única y muy movida, literalmente hablando. Creo que fue la noche más fogosa de nuestra relación. Caí exhausta y todavía siento mis piernas temblar.
Decido darme una ducha hasta que me doy cuenta que en una hora debemos acompañar a Theo y Eli al aeropuerto. Rápida y con el agua cayendo por mi piel, le grito a Jeff desde allí. Le escucho maldecir a la decena vez un "ya va". Abre la puerta del baño y se mete directo conmigo.
—Cinco minutos más —dice apoyando su cabeza en mi hombro y escondiendo su cara en mi cuello—. ¿Por qué te duchas con agua fría? Está helada.
—¡No me digas! —Estallo a carcajadas—. Date prisa, en menos de diez minutos debemos estar en casa de los recién casados.
—¿No pueden llamar a un taxi?
—Te recuerdo que fuiste tú el que te ofreciste.
—Claro, porque pensé que lo rechazarían, pero nos odian.
—¡Exagerado! Date prisa.
Levanta las manos en son de paz, pero hasta cinco minutos después no decide comenzar a fregar su cuerpo con mi gel de almendras de leche. No le digo nada porque sé que no se ha dado ni cuenta. Sigue frotando su cuerpo con los ojos cerrados. No lleva muy bien lo de no dormir sus nueve horas.
Una vez duchado y con más de veinte mensajes de Theo, llegamos a su casa. Ya están los dos esperándonos en la puerta y nos reniegan por haber llegado tarde. Jeff me echa la culpa de que he sido yo la que ha tardado en levantarse y se lleva un puñetazo en el brazo de regalo. Los otros dos se ríen de la escena y le piden al conductor que le chafe un poco más al pedal. Si pierden el avión por nuestra culpa, nos matan.
Dejamos el coche en el parking del aeropuerto y subimos corriendo. Entregan los billetes y facturan las maletas. La chica les dice que quedan diez minutos hasta cerrar las puertas. Deben estar dentro todos los demás, pero ellos deciden esperar con nosotros hasta consumir el tiempo.
—Pasadlo genial, haceros muchas fotos y, tranquilos, os cuidaremos a Toby y la casa muy bien.
—Lo sabemos.
Eli me abraza y luego Theo, recordándome que tenga cuidado. Le doy otro abrazo y un gran beso en la mejilla. Les quiero mucho y les voy a echar mucho de menos.
—Cuídala o te mato cuando llegue.
Se dan un abrazo amistoso y nos sonríen.
—¿Qué clase de despedida es esa? —pregunto.
—La de dos amigos que se quieren —dice Eli entrerisas, mientras abraza a Jeff.
Terminan yéndose por esa larga pasarela y Jeff me abraza al ver que no puedo evitar llorar. Estoy muy feliz por ellos y me gustaría saber cómo se siente, aunque no sea muy fanática de ser el centro de atención. Prefiero algo íntimo.
—Deberíamos casarnos —dice, como si estuviera leyéndome la mente.
Le mira desconcertada al escucharle y él levanta los hombros restándole importancia.
—¿Lo estás diciendo enserio?
—Vámonos a las vegas, disfrutemos de la noche y hagamos locuras.
—Estás de broma...
—Marilyn, cásate conmigo.
*** Mil gracias por leer, comentar, votar y seguir apoyándome de manera incondicional. ¡Os quiero! ***
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro