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✶ 𝒊𝒕𝒔 𝒏𝒐𝒕 𝒔𝒖𝒎𝒎𝒆𝒓 𝒂𝒏𝒚𝒎𝒐𝒓𝒆

༉‧☀️˚El sol brillaba en lo alto del cielo azul, reflejándose en el mar de Cousins. Sam podía sentir la arena cálida bajo sus pies mientras las olas rompían suavemente en la orilla. 

A su lado, Conrad la tomaba de la mano, entrelazando sus dedos con los suyos. Su piel estaba tibia bajo el sol, y su sonrisa—esa sonrisa que ella tanto amaba—era tranquila, serena. 

—Te amo, zanahoria —susurró él, su voz llevada por la brisa salada. 

El corazón de Sam se llenó de esa felicidad pura y sencilla que solo existía en Cousins. 

Detrás de ellos, en el porche de la casa de los Fisher, estaban todos. Jeremiah reía con Belly, lanzándole agua con una pistola de juguete. Steven se quejaba porque alguien le había ganado en una partida de cartas. Cassie miraba el mar en silencio, como si estuviera guardando cada momento en su memoria.

Y en la cocina, con su vestido veraniego y su risa suave,estaba Susannah. Viva.

—Chicos, entren, hice limonada —los llamó ella con una calidez que lo envolvía todo. 

Sam miró a Conrad con una sonrisa, sintiendo cómo su corazón se hinchaba de amor. 

—Vamos, antes de que Jere se la tome toda —dijo ella, riendo. 

Conrad asintió y la jaló suavemente de la mano, pero antes de que pudieran moverse, todo se desvaneció.

El sol se apagó. 

Las voces se desvanecieron. 

El calor de la arena desapareció. 

Y de repente… todo era frío, vacío.

Sam despertó de golpe.

El aula estaba en completo silencio. La pizarra al frente tenía ecuaciones que no entendía, y su profesor la miraba con impaciencia. 

—Señorita, ¿está con nosotros? 

Sam parpadeó, tratando de ubicarse. Ya no estaba en Cousins. Ya no estaba con Conrad. 

Y lo peor de todo… Susannah estaba muerta. 

La realidad la golpeó como un balde de agua fría. 

Cousins era un recuerdo.
Su amor con Conrad era un recuerdo.
Y Susannah… nunca volvería.

Sintió el nudo en su garganta volverse insoportable. 

—Sí, lo siento —murmuró, mirando sus apuntes sin realmente verlos. 

El profesor siguió con la clase, pero Sam ya no escuchaba nada. Su mente estaba atrapada en ese sueño que la había hecho sentir, por un momento, que todo estaba bien. 

Pero la realidad era diferente.

Y dolía demasiado. 

Pero podía sumergirse en sus recuerdos entonces antes todo era perfecto

El camino de regreso a Cousins estaba envuelto en una brisa fresca y en un silencio cómodo. Sam y Conrad iban en su auto, con las ventanillas abiertas, dejando que el aire del mar les despeinara el cabello. El atardecer pintaba el cielo de tonos dorados y naranjas, y el sonido de las olas se hacía más fuerte a medida que se acercaban a la casa de los Fisher. 

Sam miró a Conrad de reojo. Su perfil se veía relajado, aunque sus manos seguían firmes en el volante. Había algo diferente en él… por primera vez en mucho tiempo, parecía estar en paz. 

Ella extendió su mano y la posó suavemente sobre la suya. 

Conrad bajó la vista un segundo, y una sonrisa apareció en sus labios. Entretejió sus dedos con los de Sam y, sin apartar la vista del camino, llevó sus manos entrelazadas hasta su boca, dejando un beso sobre la piel de ella. 

—No puedo creer que realmente estemos juntos —susurró Sam. 

Conrad la miró por un momento antes de estacionar el auto en la entrada de la casa. Apoyó su frente contra la de ella y cerró los ojos.

—Siempre quise que pasara —admitió en voz baja—. Pero ahora que estás aquí conmigo, siento que no quiero que esto termine nunca. 

Sam sintió su corazón derretirse. Levantó la mano y le acarició el rostro, trazando con sus dedos la línea de su mandíbula. 

—Entonces no dejemos que termine. 

Conrad no respondió con palabras. Simplemente la besó, despacio, como si estuviera grabando ese momento en su memoria.

La puerta de la casa se abrió de golpe, interrumpiéndolos. 

—¡Oh, por Dios! —la voz de Susannah resonó con alegría. 

Sam y Conrad se separaron de inmediato, con las mejillas encendidas. Susannah Fisher los miraba desde el porche con una sonrisa radiante y los ojos llenos de emoción.

—Mamá… —murmuró Conrad, pero su madre lo ignoró por completo. 

—¡Sabía que esto pasaría! —exclamó Susannah, bajando las escaleras del porche con una energía contagiosa—. Sabía que terminarían juntos. ¡Oh, esto es perfecto! 

Antes de que Sam pudiera reaccionar, Susannah la envolvió en un abrazo cálido y suave, con el aroma de su perfume flotando en el aire.

—Siempre has sido oficialmente de la familia, cariño. 

Sam rió contra su hombro, sintiéndose en casa. 

Cuando Susannah se separó, miró a Conrad con dulzura y le revolvió el cabello. 

—Cuídala bien, ¿sí? 

—Siempre —prometió Conrad, mirando a Sam con esa intensidad que hacía que su mundo entero se detuviera. 

Y en ese momento, bajo la luz del atardecer y con Susannah sonriendo a su lado, Sam pensó que el verano nunca terminaría.

—¡Sam! —La voz de Steven la sacó de sus pensamientos.

Se giró y lo vio acercarse con una sonrisa despreocupada, como si el mundo no se sintiera tan pesado como ella lo sentía. Siempre Steven trataba de sacarle una sonrisa. Tenía esa energía que la hacía sentir cómoda, como un hermano mayor caótico pero divertido uno que había perdido.

—Mañana después de la graduación haré una fiesta —dijo sin rodeos—. Tienes que venir.

—¿Mañana? —Sam arqueó una ceja.

—Sí, ya sabes, una última gran noche antes de que todos vayamos a la universidad o lo que sea. Además, sería un crimen que no estuvieras ahí.

Sam dudó. No era que no quisiera ir, pero últimamente las fiestas la agotaban más de lo normal. Sabía que Conrad probablemente estaría ahí, y la idea de verlo después de tanto tiempo… la asustaba un poco.

—¿Y quién más va? —preguntó con cautela.

—Los de siempre. Belly, Taylor, Milo… —Steven hizo una pausa antes de agregar con confianza—: Seguro que los Fisher también viene.

Sam sintió su estómago tensarse.

—¿Ah, sí?

—Sí, seguro. Es una fiesta después de nuestra graduación, ¿por qué no vendría? —Steven sonrió sin notar su incomodidad.

—Vamos, será divertido —insistió Steven—. Prometo que no dejaré que te aburras.

Sam soltó una risa suave y rodó los ojos.

—Está bien, iré.

Steven sonrió con satisfacción y le dio un golpe amistoso en el brazo.

—Sabía que dirías que sí. Nos vemos mañana.

༉‧☀️˚Sam se sentó entre los demás estudiantes en sus togas y birretes, sintiendo una mezcla de emoción y nostalgia. La ceremonia de graduación avanzaba lentamente, con discursos y aplausos que se sentían lejanos.

Cuando su nombre fue llamado, se puso de pie, cruzó el escenario con una sonrisa ensayada y tomó su diploma. Desde el podio, echó un vistazo a las gradas, buscando a su familia. 

Sus padres estaban allí, sonriéndole con orgullo. Su madre tenía los ojos llenos de lágrimas, y su padre levantó una mano en un discreto aplauso. Pero cuando miró hacia los asientos donde esperaba ver a los Fisher, su pecho se encogió.

Los lugares estaban vacíos.

Por un momento, Sam dejó de escuchar el bullicio de la ceremonia. No debía sorprenderse. Sabía que Conrad estaba en la universidad que Jeremiah estaba ocupado con la escuela … pero aun así, ver los asientos vacíos dolía más de lo que quería admitir.

—¡Sam! ¡Baja ya del escenario! —susurró Steven, dándole un codazo cuando ella se quedó quieta demasiado tiempo. 

Sam parpadeó y sonrió rápidamente, bajando las escaleras y regresando a su asiento. 

El vacío en su pecho se quedó con ella el resto de la tarde 

La música resonaba en la casa de los Conklin mientras la fiesta de graduación de Steven se llenaba de gente. Sam se apoyó contra una pared, observando el alboroto a su alrededor. Chicos bailando, risas mezclándose con el sonido de los vasos chocando, Steven disfrutando su momento de gloria. 

Se giró al escuchar su nombre y sonrió al ver a Cassie acercándose con un par de bebidas en la mano.

—Sabía que estarías escondida en una esquina. —Cassie le pasó un vaso y le dio un leve empujón en el hombro—. Vamos, al menos finge que te estás divirtiendo. 

Sam soltó una risa, pero no pudo evitar mirar una vez más hacia la puerta, como si esperara que alguien más entrara.

Cassie siguió su mirada y suspiró. 

—No van a venir, Sam me lo dijeron. 

—Lo sé —dijo ella rápidamente, pero el nudo en su garganta decía lo contrario. 

Cassie le dio una mirada comprensiva antes de rodearla con un brazo. 

—Lo que necesitas es un trago y olvidar a mis hermanos por una noche. 

Sam asintió, tomando un sorbo de su bebida. Pero en el fondo, sabía que olvidarlos no era tan fácil.

༉‧☀️˚Sam estaba acostada en su cama, mirando el techo de su habitación, cuando su teléfono vibró sobre la mesita de noche. Al ver el nombre en la pantalla, su corazón dio un vuelco.

Conrad.

Se apresuró a contestar, tratando de sonar casual. 

—¿Hola? 

—Hey, zanahoria —la voz de Conrad sonó cálida, pero con ese tono tranquilo que siempre la hacía sentirse en casa—. ¿Te desperté? 

—No, estaba despierta —mintió. 

Él rio suavemente. 

—Mentira. Tienes voz de dormida. 

Sam sonrió y se acomodó mejor en la cama. 

—Está bien, me atrapaste. ¿Por qué me llamas tan tarde? ¿No tienes clases mañana? 

Hubo una breve pausa antes de que Conrad respondiera: 

—Solo quería escucharte. 

El pecho de Sam se llenó de una calidez familiar. 

—¿Cómo va todo? —preguntó, abrazando su almohada. 

—Bien, supongo. Las clases son intensas, el clima es horrible y mi compañero de cuarto ronca como un tractor.

Sam soltó una risa. 

—Pobre de ti. 

—Sí, muy trágico. Pero lo peor es que… no estás aquí. 

El corazón de Sam se apretó. Desde que Conrad se había ido a la universidad, las llamadas y mensajes se habían vuelto menos frecuentes. Pero en momentos como este, cuando hablaban en la oscuridad de sus habitaciones, todo se sentía como antes. 

—Yo también te extraño —admitió en voz baja. 

—Ven a visitarme zanahoria. 

Sam se mordió el labio. 

—Ya sabes que no es tan fácil. 

—Lo sé, pero… —Conrad suspiró—. Desearía que lo fuera. 

Se quedaron en silencio por un momento, disfrutando simplemente de la presencia del otro a través del teléfono. 

—Cuéntame algo —pidió Conrad—. Lo que sea. 

—Mmm… —Sam pensó por un segundo—. Belly está convencida de que el chico que le gusta en la escuela es su alma gemela, pero todavía no se atreve a hablarle. 

Conrad rio. 

—¿Belly, sin palabras? Eso sí que es raro. 

—Lo sé. Estoy considerando tomar medidas drásticas. 

—Dale un empujón de mi parte. 

Sam sonrió. 

—Lo haré. 

—Oye, Sam… —Conrad dudó un momento antes de continuar—. No importa lo que pase, ¿seguiremos llamándonos así? 

Sam tragó saliva. 

—Claro que sí. 

—Bien —susurró él, y ella pudo escuchar la sonrisa en su voz. 

Se quedaron hablando hasta que sus voces se volvieron pesadas por el sueño. Y cuando finalmente colgaron, Sam se quedó abrazando su almohada, deseando que la distancia entre ellos desapareciera.

Sam apenas había estado en la fiesta de Steven una hora antes de darse por vencida. Se sentía fuera de lugar. Sin los Fisher allí, sin Conrad... todo se sentía diferente.

Así que se fue

No llores.

Pero el peso de la tristeza la golpeó de lleno en cuanto cruzó la puerta.

Subió las escaleras apresuradamente, sin detenerse en la sala vacía, y se dejó caer en su cama, abrazando una almohada. Había sido un día largo, un día que debería haber sido feliz, pero solo se sentía como un recordatorio de todo lo que había cambiado.

Y luego, las lágrimas llegaron.

Se las limpió con la manga de su suéter, pero no pudo contenerlas. Todo era demasiado: la distancia, los recuerdos, la falta de Conrad, la ausencia de Susannah.

Su teléfono comenzó a sonar, iluminando la habitación oscura.

Jeremiah.

Respiró hondo antes de contestar.

—¿Jere?

—Sam —la voz de Jeremiah sonaba tensa, diferente a su tono usualmente relajado—. ¿Conrad está contigo?

El corazón de Sam se detuvo.

—¿Qué? No… ¿Por qué?

—No lo encuentro en ninguna parte. No contesta el teléfono, su compañero de cuarto dice que no ha regresado, y dejó sus cosas en la residencia.

Sam se sentó de golpe en la cama.

—¿Desapareció?

—No sé… —Jeremiah suspiró—. Solo… tenía la sensación de que, si estuviera en algún lugar, sería contigo.

Sam tragó saliva, sintiendo un nudo en el estómago.

—No está aquí.

Pero si Conrad no estaba en la universidad ¿dónde demonios estaba? Por lo que tomo una decisión iría a buscar a Conrad con Jere

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