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07. you both are destined

—Por cierto, ¿Cómo sabes tanto de alimentación y eso? —preguntó intrigado Jungkook. Estaba haciéndose de noche y se dirigían a la salida del mercado.

—Estoy en el cuarto semestre de Nutrición, pero creo que me equivoqué de carrera. —dijo Hojung, bajando un poco la mirada.

—¿Por qué? Lo haces bastante bien, apartir de ahora comeré mango y kiwi —Jungkook y Hojung rieron un poco. La pelirosa balanceaba la bolsa en sus manos, al igual que Jungkook con las suyas. Jungkook estuvo a punto de hablar sin embargo una señora algo mayor de apariencia... extraña se acercó a ellos, deteniéndolos.

—¡Dios mío, que está ocurriendo aquí! —exclamó con fervor, haciendo a Jungkook bajar la mirada para cruzarla compartiendo el mismo sentimiento de extrañeza con la chica a su lado. —¡¡Unos destinados!! —gritó mucho más exaltada que antes.

—Señora, ¿desea que la acompañemos a casa? —dijo amablemente la de cabellos rosados, incluso encogiéndose frente a la mujer de pelo canoso y revuelto, casi despeinado.

—¡Min Hyorin y Min Sangho, son ustedes! —a Jungkook le extrañaron aquellos nombres, pero Hojung frunció su ceño, sintiendo su estómago revuelto al tales nombres ser mencionados y su garganta anudarse.

—Señora, nos está... confundiendo con mis padres. Ellos murieron hace veintidós años —ese detalle hizo a Jungkook sentir lástima por ella, por lo que quiso consolarla posando su mano en su hombro y masajeándolo un poco; brindándole apoyo a Hojung, quien agradeció con una efímera mirada aunque no necesitaba tal muestra, la apreciaba.

—¡Exactamente por eso! ¡Están destinados! —la señora no paraba de gritar aquello e incluso los invitó a su consultorio, diciendo que no los dejarí irse sin haberlos «diagnosticado», por lo que para no ser maleducados y causar escándalo, ambos jóvenes aceptaron. —Lo supe desde que los ví entrar.

Murmuró, sacando unas velas y unas hojas de unas gavetas. El lugar era el típico de las brujas; cortinas azules y un desordenado diseño de interiores con una mesa y un largo espacio en el suelo.

—Hojung —susurró disimuladamente Jungkook en el oído de la pelirosa que miraba también confundido el proceso que realizaba aquella señora. —Van a embrujarnos.

—Si no crees en ello, no tiene efecto —respondió de igual forma.

La bruja quemó el papel con el hechizo que había unido a esas almas durante tanto tiempo. Su aura les recitaba el mantra del amor eterno y una promesa en falso que fue interrumpida debido a una trágica muerte inesperada.

El papel se quemó en cuestión de segundos y ordenó a los jóvenes a recostarse con la cabeza en el piso, una junto a otra, obligándolos a mantener una incómoda cercanía para Jungkook y Hojung, quienes eran prácticamente desconocidos.

—Ya verán que no estoy loca.

Ambos se quejaron cuando las cenizas, todavía un poco calientes fueron trazadas en su frentes.

El sol brillaba con fuerza y los pies de Hyorin y Sangho se clavaban en la tierra con cada paso que daban. Esta estaba húmeda y fría.

Pero aun así nada igualaba a la calidez que el uno al otro sentían. La más pequeña giró su rostro, encontrándose con la mueca de desagrado de su amante.

—¿Por qué tenemos que quitarnos los zapatos, Rin? —preguntó en desacuerdo Sangho, sus pies estaban llenos de tierra y no disfrutaba caminar descalzo en ese bosque de cerezos.

Jungkook inclusive sintió la molestia en los pies y empezó a sacudirlos, inconsciente de sus acciones; embelesado por la visión que estaba teniendo, la cual era como la escena que se repetía en su sueño.

—Se llama «sentir la naturaleza», no puedes vivir todo el día con esos incómodos mocasines puestos, cariño.

Hojung y Jungkook tenían sus pupilas dilatadas y su vista fija en el techo, donde según sus visión estaba en el lugar de su madre, con el pecho apretado y un nudo en su garganta, completamente inmóvil, una lágrima corrió por su mejilla.

Era extraño, porque Hojung estuvo cerca de su madre únicamente sus primeros meses de vida por lo que no los recordaba sin embargo, se sentía como si la conociera a la perfección.

—Pero...-

—Nada. —Hyorin interrumpió la queja de su esposo con un casto beso en sus labios, dejándolo embobado. —¡Vamos!

Hyorin haló el brazo de Sangho arrastrándolo y mostrando el sueño que Jungkook había tenido desde que recordaba y Hojung esa noche, apenas.

Las morenas clavículas de Hyorin iban descubiertas y el vestido blanco se movía con el viento y su sonrisa brillaba más que el sol.

—Te amo, Sangho.

—Te amo, Min Hyorin. —contestó sonriendo como el tonto enamorado que era por la mujer. —Gracias por darme una familia y hacerme el hombre más feliz del mundo.

Hojung sentía una masiva nostalgia que la tenía llorando cataratas y apretaba la mano de Jungkook, inconscientemente.

—Espero que algún día nuestra Hojung tenga alguien que la ame como yo a ti.

La escena había cambiado repentinamente era de noche y llovía. Sangho manejaba sonriente mientras Hyorin tomaba su mano encima de la palanca.

—¿Hasta la eternidad? —preguntó Hyorin.

—Y en todas nuestras vidas. —Sangho sonrió volteando a su dirección, sin saber que aquellas palabras fueron una despedida. Esa promesa que los marcaría para toda la eternidad y en todas sus vidas; justo como lo profesaban.

Hojung se sentó de golpe, con esa sensación en su pecho que le pedía permiso para dominarla.

—Sangho —el alma de su madre llamó al cuerpo de Jungkook, que la miró con ese brillo con el que el amor de su vida solía mirarla.

—Rin —Jungkook le permitió a el alma y la voz de Sangho tomarlo por primera y última vez, para reencontrarse y despedirse de su amor.

Sangho acunó su rostro y atrajo a su rostro los labios de Hyorin, y Hyorin envolvió sus manos en los hombros de Jungkook, con olor a Sangho.

Aquello era el destino, y nada más que el destino.

Hojung no supo que hacer cuando volvió a la realidad. Era como aquellos sueños que sabes que tuviste pero no recuerdas con exactitud.

—Ella siempre vivió contigo, y apenas me vio, gritó su nombre pidiendo mi ayuda —la canosa mujer estaba hablando mucho más calmada que en los momentos anteriores, pero Hojung seguía sin reaccionar al igual que el pelinegro a su lado.

Ninguno podía describir a la perfección lo que habían sentido, visto y hecho, de hecho, no existía una expresión adecuada para describir lo que había ocurrido.

¿Una posesión? ¿Una epifanía? ¿Una ensoñación? No podrían explicar adecuadamente lo que había sucediendo ni el como unas almas que no pertenecían a un cuerpo pidieron permiso para tomar el control y despedirse adecuadamente.

—¿Q-q-que fue... —la pelirosa no podía ni hablar correctamente.

—Deberían empezar a unir sus almas para reencontrarse en sus otras vidas —aconsejó la mujer pero Hojung fue más rápida y en negaciones levantó de golpe, jalando a Jungkook con ella para huir de aquel lugar.

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