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Status: nervous.

Cassie, a pesar de estar en su clase de historia, rodeada de treinta y un personas, o mas bien monos subnormales que solo iban a la clase a respirar, comer y usar sus teléfonos, se sentía más sola que nunca. La chica rubia cursaba décimo grado y sentía que iba a estallar en una bomba de estrés, pese a sus dieciséis años, y con el que algunos dirían "tu única obligación es estudiar" al llegar a su casa se encargaba de las estupideces que hacía su padre.

Deja esas latas baratas y asquerosas de cerveza regadas en el suelo como si fuera la basura, tenía que encargarse de becarse para largarse de ese país y estudiar en otro, tal vez tener un apartamento y un gato que lo nombraría pelusa.

Jugaba con sus manos inquietamente pensando en cuán ridículo podría ser su maestro de historia al no darles clases. Literalmente les regalaba la puta nota.

Recostó su cabeza en el duro pupitre y esperó que el mundo se acabara para estar feliz.

— ¡Levántate, Kingston! — exclama una chica de cabello negro, un grado mayor que ella pero por alguna extraña razón estaba en su salón.

Cassiopeia se levantó exasperada, miró hacia todos lados observando como el salón ya estaba vacío, a excepción de aquella chica de cabello negro y curiosamente hermosa.

Cassie juro que la estaba mirando con el mayor afán del mundo, que solo observaba sus facciones, pero al notar como la chica apretaba sus labios incómodamente, ella supuso que la miraba con una cara de reverendo troll.

— Perdón. — murmuró Cassiopeia restregándose uno de sus ojos y suspirando. No se había acabado el mundo. Pues ella buscará la forma de acabarlo. Ella recogió sus cosas y las acomodó en su mochila, a quien engañamos, solo había sacado su cuaderno para escribir cualquier cosa que no tuviera sentido. Pero al levantar su vista nuevamente, la chica de cabello negro aún estaba ahí, parada y mirándola con atención. — Uhm...¿Gracias?

— ¿Te conozco? — pregunta la chica peli negra al entrecerrar sus ojos, inconscientemente Cassie se sonrojó, era la primera vez que convivía con una persona de su edad... o algunos años mayor que ella. — Siento que te he visto en algún lado.

— Y-yo... — Cassiopeia trago saliva y miro hacia la puerta queriendo escapar de esa situación, no por la incomodidad, si no por la maldita tensión que tenía sobre sus hombros. — Será por qué compartimos clases...

Ella ladeó su cabeza, dejando que su cabello cayera por su hombro, no era peli negra, era una hermosa castaña. Su mirada reflejaba duda y luego una sonrisa se asomó desde sus labios.

— Tal vez. Me llamo Cara Ward. — dijo la chica castaña con una sonrisa encantadora y Cassie juro que se iba a desmayar de los nervios.

— Mm... Cassiopeia Kingston. — murmuró como si la garganta le quemara al hablar. Cara le sonrió en grande. — Perdona... debo irme a clases.

— Pero ya nos vamos. — informó Cara con tanta obviedad, y Cassie sintió sus mejillas arder de vergüenza.

— Yo voy a la biblioteca... estudiar. — al ver como Cara asentía algo confundida, ella comenzó a caminar hasta la puerta. — Debo irme. Cuídate, Cara.

— Tu igual, Kingston.

[...]

Se iba a morir, se quería matar. ¿Alguien se une?

Estaba casi tan segura que al llegar a su casa, su papá tendría el desastre de cuatro demonios, cinco catástrofes mundiales y como si peruanos vivieran ahí. Una vez leyó que los hispanos son unos desordenados.

Estaba en la biblioteca, conviviendo con su presencia, estaba en lo más lejos de todo, metida en una esquina donde había una mesa que la señorita Clide se encargó de poner ahí solo para ella. Era como la abuelita que jamás tuvo por qué murió antes de que cumpliera los cinco años.

Leía un libro y hacía su tarea a la vez, sintiendo como los ojos de alguien le perforaba la nuca. Su pie se movía con inquietud y creía que la iban a secuestrar, le sacarían sus riñones y la dejarían podrirse debajo de un puente. Al pasar la hora, ignoró la penetrante mirada y cuando caminaba a dejar el libro en su lugar, tropezó con el cuerpo de una persona.

Cuando cayó al suelo, el libro que devolvería le cayó en la cara y su nariz ardió. Sostuvo su nariz pensando que sería la muerte más patética y dolorosa posible, pero al alzar su mirada se quedó tan tiesa como una estatua griega.

La chica se levantó de prisa y miró a Cassie sostenerse la nariz y mirarla com pánico.

— ¡Perdón! — se disculpó la chica tan rápido como pudo sin saber que hacer, agarró el libro que le había caído en la nariz, sintiendo cuán pesado es y lo dejó en un lugar cualquiera, giró sobre sus pies y aún sin saber que hacer, se acercó a Cassie con las piernas como gelatina. Sostuvo la cintura de la chica y esperó a que le ofreciera su brazo. No lo hizo. Entonces sin su permiso solo tomó su brazo y apretó su agarre en la cintura de Cassie y la levantó. — ¿Estás bien?

Cassiopeia quería insultarla en cinco idiomas pero solo sabía tres.

Ella estaba en Shock, pero no lo suficiente para fulminar a la chica de pelo corto con la mirada. Su mano estaba en su nariz, sentía como si agujas se estuviera clavando dentro de sus fosas nasales, y ignorando la presencia de la chica desconocida, apartó su mano al sentir un líquido caliente deslizarse entre sus dedos.

Estaba sangrado.

— Oh no, eso se ve mal. — dijo la castaña mostrándose asustada y preocupada, miró hacia todos lados y localizó el baño. — ¡Quédate aquí!

Algunas personas le ordenaron a la chica que se callara con el típico "Sh", ella se ruborizó y corrió al baño, a los segundos, salió con rollos de papel en sus manos. Se acercó a Cassiopeia y le extendió con algo de timidez.

Cassiopeia no quería aceptarlo, pero era eso o desangrarse.

— ¿Gracias? — se quiso morir. Cassie estuvo tan segura que le respondió con el peor tono posible y se regañó internamente.

Mientras Cassiopeia apretaba su nariz y siseaba con molestia, un silencio abrazo a ambas chicas, sin contar el hecho de que Cassie estuvo a nada de insultarla, eso sería peor.

— B-Bueno... yo me debo de ir. Te veo por ahí.

Se quiso morir por quinta vez en el día. No le pregunto si quiera su nombre, pero estaba casi tan segura que la había visto en algún lugar, pero no se molestó en deter a la castaña de cabello corto. Solo soltó un suspiro con frustración.

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