Capítulo 5: La Piscina
Como si fuésemos niños de tres años, le preguntamos a los mayores si podemos salir al jardín a jugar con el balón, y mientras Laura se queda con sus padres preparando la cena, Pablo y yo salimos al exterior. La noche empieza a refrescar y el sol está oculto completamente, así que él enciende las luces de fuera.
Después de nuestra conversación en mi habitación, no hemos hablado más del tema, pero el resto de la tarde ha estado incordiándome para que saliésemos a jugar.
Literalmente como un niño pequeño.
Y bueno, yo no me he resistido, a quién voy a engañar. Esos ojitos marrones podrían convencerme de cualquier cosa.
Él coge un balón y empieza a darle toques con los pies, fanfarroneando sobre lo bueno que es y enseñándome esos trucos tontos que se cree que me sorprenden.
- ¡Me aburro! - Declaro haciendo aspavientos con las manos.
- ¿Sabes jugar al fútbol? - Inquiere en respuesta.
- No creo que sea tan difícil patear un balón - respondo tratando de chincharlo.
Se pica fácilmente, así que me voy a desvivir por hacerlo rabiar. Y por su ceño fruncido sé que esta vez lo he logrado.
- Vale, ¿empezamos con unos pases? - Dice tratando de evadir el tema.
Asiento y él le da una patadita. La pelota rueda hasta mis pies y yo me quedo mirándola. No debe de ser tan complicado. Es darle y ya está. Luego irá a sus pies y fin.
- Dale fuerte, sin miedo - me reta él con una sonrisilla.
Yo lo miro y luego la balón. Vale. Fuerte.
Cojo carrerilla y...
Él estalla en carcajadas y yo lo fulmino con la mirada. No he calculado demasiado bien y ni siquiera he tocado la pelota.
- ¡Deja de reírte, idiota! - Gruño agarrando el balón con las manos y lanzándolo, dándole de lleno en el pecho.
No deja de reírse y yo me enfado más. Maldito imbécil.
- ¿Nunca has jugado con un balón? - Se parte de risa y yo frunzo el ceño.
- Siempre suspendía educación física. Recuperaba haciendo trabajos escritos - admito haciéndole reír más. - ¡Yo al menos he acabado el instituto, pedazo de burro!
- Ya, y ahora te estresas por la universidad mientras yo gano un pastón - se burla con prepotencia.
Le voy a dar un guantazo.
- Corriendo detrás de un balón - bufo cruzándome de brazos. - El fútbol es muy tonto, ¿sabes? Un puñado de tíos peleándose por un balón cuando tenéis dinero suficiente para compraros uno cada uno.
Sonrío triunfalmente y él se ríe más. No sé de qué se ríe tanto. Mi teoría no es tan mala.
- Eres muy graciosa cuando te lo propones - comenta entre risas incontrolables.
- ¿Vamos a jugar o no? - Digo empezando a hartarme.
Quería molestarlo y al final la que se está enfadando soy yo.
- Vale, vale.
Se acerca a la pelota y empieza a darle toques otra vez.
- Quítamela - ordena con tranquilidad.
- ¿Vale morder o dar patadas? - Pregunto haciéndolo reír.
- Sin trampas. Intenta quitármela - insiste paseándose con la pelota de un lado a otro.
Me acerco y hago el amago de meter el pie, pero no sé qué lío forma con sus pies que se libra de mí fácilmente. Vuelvo a acercarme, y vuelve a librarse y a alejarse. Intento atacar con más brusquedad y rapidez, pero parece que el balón tiene un imán que lo mantiene pegado a él.
- Venga, si no es tan difícil - se burla él.
- Calla - gruño estando muy concentrada, sin alzar la vista del balón.
Su risa vuelve a sonar y yo meto el pie entre los suyos, mandando el balón lejos, y ambos corremos a por él. Pero, cómo no, el señorito llega antes y le da un toque que la manda por encima de mi cabeza y se aleja de nuevo.
- ¡Eso no vale!
- ¿El qué?
- No sé, ¡lo que sea!
Los dos nos reímos y me acerco de nuevo. Pienso quitarle ese balón. Aunque tarde diez horas. Soy muy mala perdedora, lo admito ya.
Él sigue mareándome y yo sigo intentándolo insistentemente. No me pienso rendir. Empiezo a sentir calor y a jadear, y él sigue como si nada. Pero no me detengo, sigo probando formas de quitarle la esfera. Veo que nos acercamos peligrosamente a la piscina, y no hago caso, siguiendo con mi misión bastante clara: conseguir ese balón. Cueste lo que cueste. Hago otro intento, y la pelota cae al agua. En el centro de la piscina.
- Mierda - bufo acercándome al borde. - ¿Y ahora q...?
Cuando me giro para mirarlo, me empuja, y siento que me voy directa al agua, así que me agarro a lo primero que pillo, que resulta ser él, llevándolo conmigo al agua.
Está helada, y enseguida siento cómo me cala la ropa y luego los huesos. Por reflejo me agarro con más fuerza a él. Pero peor es cuando emerjo del agua, sintiendo el aire frío golpearme la cara. Creo que mi cuerpo está a -50°C ahora mismo.
- ¡Idiota! - Le regaño, aún agarrada de su brazo.
Él no deja de reírse, y yo lo miro mal. ¿Es que nada le afecta o qué?
- Deja de reírte, estúpido - le salpico agua en la cara y me sonríe.
Tiene todo el pelo mojado y pegado a la frente, y me acabo de dar cuenta de que estoy encaramada a él como un koala se engancha de un eucalipto. Y, lo que me produce un escalofrío (que no tiene que ver con el frío que tengo) es el darme cuenta de que sus manos están en mis muslos, agarrándolos con firmeza.
- Eh... - aflojo la fuerza con la que mis piernas están enredadas alrededor de su cintura y siento mi cara arder a pesar de lo helada que estoy.
Mi cabeza, entre el frío y los nervios, termina de cortocircuitar cuando mis dedos sienten lo musculoso de su brazo.
- Estás muy guapa sonrojada - murmura él acariciando mis muslos.
Padre nuestro, que estás en el cielo...
Eso, tú reza.
- Hace frío - respondo sin saber qué hacer.
Qué genia.
Déjame, estoy nerviosa.
Su sonrisa se amplía y me doy cuenta de cómo mira mis labios, que a este ritmo se estarán poniendo morados. Vuelve a mirarme a los ojos y se me corta la respiración.
Es que joder, no puede ser tan guapo. No es justo.
- Si te beso ahora, ¿me pegarás? - Pregunta entonces.
Creo que voy a colapsar. Entre sus ojos brillantes, sus labios carnosos, su pelo mojado y sus mejillas sonrosadas, me va a dar un parraque aquí mismo.
- Si me besas ahora, te pegaré - asiento haciéndome la dura.
Su sonrisa se amplía.
- No esperaba otra respuesta - murmura antes de cubrir mi boca con la suya.
Todo en mí sufre un pequeño espasmo, pero dónde lo siento más fuerte es en mi vientre. Aprieto mis piernas entorno a su cintura y mis manos se aferran más fuertemente sobre su brazo. Sus labios hacen que sienta un cosquilleo agradable en los míos, y cuando creo que se va a separar, coge aire vuelve al ataque.
Siento que el corazón se me va a salir del pecho, literalmente.
Un gemido se me escapa cuando sus manos van a parar directamente a mi culo.
Ave María, madre de Dios...
Mis manos van a parar a su nuca, enredando los dedos en su húmedo cabello y profundizando el beso. Su lengua delinea la forma de mis labios y yo vuelvo a gemir. Siento el caos de sensaciones que es mi cuerpo y casi me cuesta pensar.
Miriam, respira.
- Gavi - jadeo contra sus labios, separándome un poco.
Sus pupilas dilatadas y sus labios hinchados me tientan a volver a besarle, pero no me lo puedo permitir.
- Has dicho que me pegarías - susurra sonriente, y yo sonrío.
- Digo y hago muchas tonterías a lo largo del día - respondo separándome de él, poniendo una distancia prudencial entre nosotros.
Me abrazo a mí misma, y me doy cuenta de lo duros que están mis pezones. No sé si por él o por el frío. Una mezcla de ambos, creo.
- Y esta es una de esas muchas tonterías - añado mordiéndome el labio y agarrando la pelota para salir de la piscina. - Gané - señalo lanzándole el balón y sonriendo un poco.
Él agarra el balón, y por su expresión, parece confuso.
- ¿Te ha molestado? - Inquiere con el ceño fruncido.
- No - niego rápidamente.
El problema es lo contrario.
Nos ha gustado demasiado.
- Tengo frío - repito caminando hacia la casa.
Le escucho salir del agua y ni lo miro. Mi corazón sigue atacado, bombeando la sangre demasiado deprisa. Y no me gusta. No me gusta porque esto no es simple excitación. Es algo más y no quiero cruzar esa barrera.
Llamo a Laura, que cuando sale y nos ve mojados nos dice lo tontos que somos y luego va a por toallas para que nos sequemos. Yo le echo la culpa a él, tratando de quitar un poco la tensión que se ha creado, pero sólo funciona mientras ella está delante, porque en cuanto se va noto como sus ojos se clavan en mí, y de reojo veo la preocupación y la confusión plasmados en su rostro.
Mi cambio ha sido bastante repentino, de modo que lo entiendo, pero el miedo me ha atacado enseguida.
Esto es sólo un juego, recuerda.
Lo sé, lo sé...
Sólo es un juego.
★★★
Estoy mirando el móvil tranquilamente cuando Laura entra en la habitación sin tocar en la puerta ni nada. Cierra a su paso y yo la miro con el ceño fruncido.
- ¿Qué pasa? - Pregunto soltando el móvil.
- Tú y mi hermano, ¿de qué os conocéis? - Espeta sentándose y mirándome con seriedad.
- De nada - miento. - No lo había visto en mi vida.
- Mentira. Vuestras caras os delataron esta mañana. Y la confianza que os tenéis - señala cruzándose de brazos. - Dímelo.
- Nos conocimos en una fiesta, en Madrid - admito finalmente. - Pero no pasó nada, sólo hablamos - insisto tratando de que no se me note que sigo mintiendo.
- ¿Y lo de la piscina?
- Estábamos haciendo el gilipollas y nos hemos caído, nada más - aseguro con mi mejor cara de niña buena.
Ella me mira en silencio, estimando si miento o no, y suspira y asiente.
- Vale, te creo - se rinde finalmente.
Celebro interiormente que la mentira haya colado y sonrío un poco. Ella me da otra sonrisa y se levanta, dispuesta a irse. Pero antes de salir, teniendo el pomo de la puerta en su mano, se gira un poco y me mira.
- Pero por favor, no te acerques demasiado a él, ¿vale? - Su ruego me deja algo descuadrada.
- ¿Por?
Frunzo el ceño. Casi podría decir que me cabreo. ¿Quién es ella para decidir a quién me acerco y a quién no? Pero otra parte de mí entiende también su petición.
- La última vez que salió con una amiga mía, no salió bien - explica vagamente antes de salir y dejarme ahí pasmada, asimilando esa información.
Mi cabeza empieza a maquinar diversas posibilidades de lo que podría haber ocurrido, y las posibilidades van desde engaños hasta una muerte trágica. Me monto veinte películas distintas en la cabeza en cuestión de segundos y me obligo a dejar de pensar en eso.
No es como si yo fuese a salir con él, así que, ¿qué más me da?
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