Retiro las sábanas mientras tiro la almohada de cualquier manera, escuchando aun la música de fondo que suena en el porche. La fiesta no se ha acabado ni mucho menos, pero me ha empezado a doler un poco la cabeza por tanto jaleo y me he subido a mi cuarto para acostarme. Claro que no he venido sola.
- Esta cama es muy pequeña - protesta el sevillano, que me mira con su característica mueca de asco.
Yo me río, porque con esa cara sólo me produce mucha ternura, y me encojo de hombros. No hay otra opción. Bueno, sí la hay.
- Puedes dormir en el sofá, o en el establo con los caballos - bromeo rodando los ojos y metiéndome bajo las mullidas mantas.
Él acaba acostándose a mi lado, y enseguida estamos los dos abrazados. El calor que emana su cuerpo es muy reconfortante, y el sentir sus brazos alrededor de mí me calma sobremanera. Rozo su nariz con la mía de forma cariñosa y él sonríe, dándome un pequeño beso.
- Seguimos teniendo que hablar de muchas cosas, señorita Miriam - murmura después de que yo lo bese.
- Tenemos tiempo - replico frunciendo el ceño, queriendo hacer de todo menos pensar.
Si me pongo a contarle todo lo que tengo en la cabeza, no dormimos. Y tampoco tengo ganas de hablar con él de nada, porque es probable que sea una conversación seria y no siento que sea el momento.
- Muñeca - susurra mientras acaricio su nuca y beso su mandíbula despacio. - No hagas eso.
- ¿No tienes ganas?
- Ese es el problema, que las tengo - responde haciéndome reír. - ¿Y si nos pilla alguien?
- Pues se quedará una anécdota bastante graciosa - replico metiendo mi otra mano por debajo de su camiseta para tocar su abdomen.
Parece darse por vencido, porque me busca la boca y me besa con ganas, poniendo sus manos en mis caderas y tirando de ellas para que me ponga sobre él. Echo a un lado las sábanas, que no me dejan moverme bien, y me saco la camiseta del pijama sin muchos miramientos, acomodándome a horcajadas sobre el estómago de Pablo. Sus ojos van directos a mis pechos, y siento cómo sus dedos se clavan en mi cintura. Me muerdo el labio y me inclino para besarlo de nuevo, mientras él aprovecha la cercanía para manosearme las tetas a su antojo. Gimo sobre su boca y empiezo a moverme en círculos sobre él, frotándome bien con el bulto que empieza a endurecerse en su pantalón.
- ¿Tienes condones? - Me pregunta cuando le ayudo a quitarse la camiseta.
Abro mucho los ojos y maldigo en voz baja.
Me cago en la puta.
Me tiro de los pelos y apoyo la cabeza en su pecho, queriéndome morir ahora mismo.
- Joder. No. Mierda - bufo frustrada. Él también dice alguna palabrota por lo bajo y suspira. - Espera - una idea me cruza la mente y me levanto de golpe, poniéndome lo primero que pillo para cubrirme el torso. - Ahora vengo.
Salgo del cuarto ignorando su ceño fruncido y corro escaleras abajo, sin hacer demasiado caso a la gente que me mira raro por ir en pijama y descalza. Me importa todo una mierda ahora mismo, y el calentón que tengo creo que es el culpable. Localizo a mi madre y voy hasta ella, que está hablando con una amiga suya.
- Mami - tiro de ella, que se gira para mirarme.
- ¿No estabas en la cama?
- Algo así - me río y me acerco más a ella para que nadie más escuche. - ¿Dónde hay preservativos? - Le susurro sin vergüenza alguna.
Ella rueda los ojos y suelta una risita. No es la primera vez que se da esta situación. Y las dos sabemos que probablemente no sea la última.
- En el baño, en el cajón, al fondo.
Le doy las gracias y ella me guiña un ojo mientras yo corro como alma que lleva el diablo hasta el baño. Entro sin preguntar siquiera si hay alguien dentro y, una vez tengo la caja delante de mí, la cojo entera y subo a mi habitación. Cuando entro, el sevillano sigue tal y como lo dejé, sólo que está mirando algo en el móvil.
- Dale gracias a tu suegra - canturreo lanzándole un condón, que atrapa al vuelo.
Él me mira muy sorprendido, e incluso avergonzado, y yo me río por la cara más mona que tiene.
- ¿Por qué debo darle las gracias? - Pregunta mientras me siento sobre su regazo y le quito el móvil para dejarlo en la mesita de noche.
- Pues por eso - señalo con la cabeza el preservativo que tiene en la mano y me río. - No pongas esa cara, a ella le da igual.
Me inclino para besarlo una vez más y él enseguida toma mis caderas de nuevo. Su lengua invade mi boca y yo le dejo hacer lo que le plazca conmigo. Una vez más, me quito la camiseta y él besa mis pechos con bastantes ganas, como si llevara deseando esto mucho tiempo. No lo culpo, en realidad.
Se me escapa un jadeo cuando una de sus manos se cuela por debajo de mis pantalones y empieza a acariciar mi intimidad por encima de las bragas, pasando su dedo alrededor de mi clítoris. Gruño en voz baja cuando hace a un lado mi ropa interior y sin avisar empuja uno de sus dedos en mí, comenzando a moverlo en círculos. Me froto contra su mano, gimiendo por la desesperación que siento ahora mismo, y él me besa con mucha hambre. Me muerde el labio y después pasa la lengua por ahí, consiguiendo que me estremezca.
- Otro - exijo de forma demandante, besando su cuello y chupando cada retazo de su piel. Él me hace caso y me mete otro dedo. Gimo con fuerza y me agarro a sus hombros. - Mierda, te quiero - bufo mientras sus dedos entran y salen de mí de forma rápida.
Su risa suena más ronca de lo habitual, y eso me pone bastante, no sé explicar muy bien por qué. Le quito los pantalones y lo obligo a parar de tocarme para poder desvestirme yo también. No dejo de besarlo, ya sea en el pecho, el cuello o la boca, pero es que necesito probarlo y sentirlo, sea como sea.
- ¿Te vas a quedar arriba? - Me pregunta entre jadeos cuando le quito el bóxer.
Asiento con la cabeza y él sonríe satisfecho, pasando sus manos de mis caderas a mi culo, el cual agarra de forma posesiva y aprieta mientras la lujuria brilla en sus ojos. Le devuelvo la sonrisa y le pongo el dichoso condón, sentándome sobre su miembro en cuanto lo hago. Hago que entre en mí poco a poco, dejando que ambos disfrutemos de esta sensación muy lentamente. Cuando siento que llega al fondo de mí, largo un suspiro de satisfacción, deleitándome con el gemido que se le escapa al sevillano.
- Dios, eres precioso - me quejo antes de besarlo de nuevo.
Gavi no responde, pero noto que sonríe contra mi boca y siento que sus dedos se clavan con más fuerza en mi culo, haciéndome gemir. Me empiezo a mover despacio, permitiéndome disfrutar de este placer lo máximo posible, sin dejar de besarlo y de tocarlo.
La sensación que tengo ahora mismo, de verdad que no la entiendo. He follado con muchos tíos, pero es que nada tiene que ver con esto, con este placer y esa calidez en el pecho que siento cuando lo hago con Pablo. Es como una conexión que va más allá de lo meramente físico, algo más profundo. Y es que, hostia, yo nunca he sido romántica, ¿por qué no puedo de dejar de pensar en eso? O más bien, de sentirlo.
Porque con él todo lo que hago y digo son más que palabras o actos, todo significa algo mucho más de lo que parece. Y eso no se compra ni se consigue con cualquiera, eso lo tengo claro.
★★★
Siento unas agradables caricias en mi vientre, y a pesar de que eso es lo que me despierta, no pierdo el tiempo en enfadarme, porque se siente tan bien que siento que me voy a derretir.
- Buenos días - susurro girándome para encarar a mi chico.
- Buenos días, muñeca - responde besando mi frente. - ¿Cómo has dormido?
- Bastante bien - admito abrazándolo por la cintura y apoyando la cabeza en su pecho. - ¿Y tú?
- Genial. Aunque tengo el miedo constante de que tu padre entre por la puerta, nos vea así, y me dé una paliza - bromea haciéndome reír.
- No le tengas miedo, en realidad es todo corazón. Pero está resentido por algunas cosillas - digo besando su mejilla. - Y si entrara y nos viera, se moriría, así que no te preocupes - añado consiguiendo que él se ría.
- ¿Y por qué está resentido?
Suspiro y me separo de él para levantarme de la cama y vestirme. El estómago me ruge y la verdad es que aunque me cuesta despertarme, cuando lo hago no aguanto mucho acostada sin hacer nada.
- Se lo cuento todo siempre, y... Digamos que últimamente guardo demasiados secretos - admito en voz baja, sin querer mirarlo.
- Si necesitas hablar...
- Lo sé. Cuando esté lista te lo contaré todo - le sonrío y él me dedica una sonrisa triste. - No hagas eso, Pablo. No quiero ver lástima en tus ojos cuando me mires.
- ¿Por qué eres así, Mimi? Eres humana, sufres, y a mí eso me da pena porque te quiero.
Nos quiere.
Yo también lo he escuchado.
- Es que no quiero que me veas y pienses "pobrecita" - bufo pasándome la mano por el pelo.
Me pongo la sudadera casi con furia, y siento que tengo el corazón acelerado. Procuro respirar hondo y serenarme, tratando de calmarme porque me conozco y últimamente estoy dando pasos hacia atrás constantemente.
- Antes de que bajemos, ¿podemos hablar? - Me pregunta con cuidado, intuyendo que me estoy enfadando. Asiento con la cabeza y me siento en la cama a su lado. - Lo que pasó en Barcelona...
- Lo siento, Gavi. Todo fue mi culpa.
- No, a ver, tampoco quiero cargarte a ti todo - me calla con suavidad, abrazándome de forma cariñosa. - No debí forzarte a venir conmigo, lo sé, pero no me arrepiento de haberte hecho feliz esos días. Aunque entiendo el por qué quisiste regresar luego y sé que no debí enfadarme.
- Pero yo tampoco debí actuar ni hablarte así. Lo siento.
- Yo también lo siento, muñeca - besa mi frente y yo hago un pequeño puchero con mis labios, los cuales él besa. - Eso queda zanjado, ¿no?
- Eso sí.
- Bueno, el dinero...
- Te lo voy a devolver.
- Ni de coña.
- ¡Gavi!
- Que no, tómatelo como un regalo - replica mirándome con esos adorables ojillos suyos.
Resoplo y no me queda otra que dar mi brazo a torcer, porque él no lo hará, al menos no con este tema.
- ¿Por qué te cabreaste tanto, Mimi? - Quiere saber él.
- El dinero es un tema delicado para mí, Pablo - respondo sin dar demasiados detalles, pero él insiste.
- ¿ Por qué?
Lo miro unos segundos, replanteándome si contárselo o no. Pero joder, es mi... bueno, algo así como mi novio. Merece saberlo y conocerme un poco más. No sería justo ni sano callármelo.
- Aquí el dinero nunca ha sobrado. Yo sé lo que es que en casa no haya dinero ni para llenar la nevera, que te tengas que ir con tus abuelos unos días porque en casa no hay ni luz ni agua. La granja es genial, pero cada vez hay que trabajar más y luego pagan menos... Le tengo mucho aprecio al dinero y al conseguirlo por mí misma, y que tú vayas soltando billetes por mí, simplemente, no me entra en la cabeza.
Respiro hondo cuando acabo y no me atrevo a mirarlo, porque sé que de nuevo veré que me mira con esa puta lástima que tanto coraje me da. Y sé que no es culpa suya, lo sé, pero es que no lo aguanto.
- Siento muchísimo que hayas tenido que pasar por todo eso - susurra él apenado. - Pero eso no va a impedir que yo te siga cuidando y mimando.
Me muerdo el labio y lo miro. ¿Cómo se puede querer matar y besar a alguien con tantas ganas a la vez? Tengo sentimientos encontrados respecto a este tema, y depende del momento me inclino hacia una opción u otra, pero no tengo absolutamente nada claro.
- Sé que no podré impedirte que hagas eso - reflexiono finalmente. - Sólo te pido que me perdones por ignorarte y tratarte tan mal cuando claramente no lo mereces.
- Estás más que perdonada, muñeca... No puedo permanecer ni dos segundos enfadado contigo, la verdad - protesta sonriendo y rodando los ojos. - Y ahora que todo está zanjado, tengo hambre - declara poniéndose en pie y terminando de vestirse.
Yo me río, aunque se me queda un leve remordimiento de conciencia por no contarle la idea que me lleva rondando la cabeza hace ya unos días. Pero no digo nada porque no quiero estropear esto otra vez, y antes de que él sepa nada quiero hablarlo con mis padres a solas y con tranquilidad.
No salgo de un lío cuando me meto en otro...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro