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Capítulo 19: Salimos De Titulares

Cuando al fin me puedo reunir con Pablo, estoy que doy saltos (literalmente). Ha sido un partidazo, han ganado y él se ha llevado el MVP.

- ¡Hemos ganado! - Grito abrazándolo con fuerza.

- ¿"Hemos"? - Dice riéndose.

- Sí - asiento riéndome también y mirándole los labios, con muchas ganas de besarlo. Pero hay otros jugadores a mi alrededor y no me atrevo.

- ¿Te lo has pasado bien? - Su pregunta me hace morderme los labios.

Es que estoy que chillo. No sé cómo responder esa pregunta sosegadamente. Así que respiro hondo y me preparo para zarandearlo cual olivo mientras le informo de qué tan bien me lo he pasado.

- ¡Ha sido el puto mejor día de mi vida! ¡He conocido a Iker! ¡A IKER CASILLAS! ¿Te lo puedes creer? Es mi ídolo de toda mi puta vida, Pablo. ¡Ha estado a mi puto lado viendo el puto partido!

Él se ríe mientras me escucha, disfrutando notoriamente de mi emoción y alegría.

- No te imaginas lo guapísima que estás así, tan feliz - murmura mirándome con los ojos brillantes.

Sonrío y, del subidón que me ha entrado en el cuerpo, lo beso. Lo beso porque se lo merece y he decidido que me importa un cojón que nos miren. Lo beso y pruebo su boca una vez más, sintiendo las ganas que él me tiene y demostrándole yo las que le tengo. Cuando nos separamos, yo jadeo y siento mi corazón a mil. Del éxtasis de haber conocido a mi rey de reyes y de la adrenalina después del partido.

Creía que jamás volvería a vivir un partido de esta manera después de lo que pasó, pero me equivocaba, porque Gavi está devolviéndome la pasión de una forma impresionante.

- Deberías darle las gracias a Xavi - comenta el sevillano acariciando mi mejilla. - Yo le dije lo mucho que admirabas a Iker, y él te consiguió un asiento cerca del suyo.

- Xavi es el puto amo - declaro sonriendo ampliamente. Del subidón que tengo, me da un bajón repentino, y me dan muchas ganas de llorar. - Gracias por todo, Pablo - murmuro abrazándolo con más fuerza. - Gracias, gracias, gracias... Esto es un sueño cumplido. Te quiero.

En cuanto las palabras salen de mis labios, se me corta la respiración y mi corazón se acelera de nuevo. Aunque tengo la cara escondida en su cuello, quiero creer que me ha escuchado bien y que está sonriendo.

- Yo también te quiero, muñeca - responde besando mi cabeza y suspirando. - Te mereces todo lo bueno del mundo, Mimi.

- Tú sí que te lo mereces todo - replico separándome un poco para poder verlo a los ojos.

- Tú eres ese todo, Miriam. Y creo que ya te tengo.

Me río nerviosamente y niego con la cabeza. Me encanta este chico, joder. Estoy completamente enamorada de él. Lo quiero. Y de verdad. Por primera vez quiero a alguien de esta manera.

- Me tienes, Red. Y yo te tengo a ti - susurro antes de darle un suave beso.

★★★

Salimos de la fiesta bastante pronto (en comparación con los demás). Miro el teléfono, donde marcan las tres de la madrugada. Me acerco más a Gavi, pues el frío arrecia, y él pasa su brazo por mis hombros. Caminamos muy pegados el uno al otro, bastante tranquilos y felices. Ha sido un gran día, sí señor.

- Se me ha ocurrido una locura - dice él mirando a lo lejos el Camp Nou.

- ¿El qué? - Quiero saber, divertida.

Apenas hemos bebido, sólo una o dos copas, pero yo me siento más envalentonada.

- ¿Y si entramos al estadio? - Propone sonriendo.

- ¿Para qué? - Pregunto riendo.

- No sé. ¿Te apuntas o eres demasiado cobarde? - Me reta haciendo que yo frunza el ceño.

- ¡Estás loco!

- Venga. No hay huevos - se burla él.

- ¿Que no? Vamos - acelero el paso y voy tirando de él con mucha intención.

Él se ríe y me sigue. Bromeamos y hacemos el tonto durante el camino, y al cabo de unos veinte minutos, estamos dentro. Recorriendo los pasillos. Salimos a la zona de fuera, y yo respiro profundamente el aire fresco. Esta sensación... No es algo que se sienta a menudo. El sentirte tan pequeño y a la vez tan grande. O al menos así me siento cuando veo la inmensidad del campo y la grandeza de las gradas. Es enorme, y nosotros somos tan chiquitos en comparación...

- Ya estamos aquí, listo - señalo nuestro alrededor y miro el cielo, que está estrellado y precioso. - ¿Ahora qué?

Lo miro y él se encoge de hombros.

- ¿Se te ocurre algo?

En cuanto la pregunta sale de sus labios, una sonrisa se forma en los míos. Una idea me viene a la mente y no puedo frenarla. Lo miro significativamente, y me muerdo el labio de forma coqueta.

- ¡Atrápame si puedes! - Exclamo echando a correr hacia el centro del campo, riéndome sin poder evitarlo mientras él me persigue.

No llego demasiado lejos porque él corre más que yo, y cuando me alcanza, me alza y me da un par de vueltas en el aire, agarrándome por la cintura con fuerza.

- Te atrapé, muñeca - susurra cuando me devuelve al suelo.

Mi espalda está pegada a su pecho, y sus labios en mi oreja. Su aliento me hace cosquillas y sonrío un poco cuando roza mi cintura con sutileza.

- Algún día, tú estarás viéndome jugar y marcaré, y lo haré sólo para ti, Mimi - vuelve a susurrar, besando mi cuello. - Porque desde que apareciste en mi vida todo lo que hago, es para ti. Para ti y por ti.

- Pablo... - murmuro emocionada, con los ojos llorosos. Me giro y envuelvo mis brazos en su cintura. Él hace lo mismo y yo cierro los ojos y rozo nuestras narices. - No me digas esas cosas tan bonitas porque entonces tendré que besarte.

- Es que quiero que lo hagas - replica acariciando mis labios con los suyos.

Sonrío y lo beso, tal y como él quiere. Lo beso despacio, lentamente y con mucho amor. Con calma, sin prisas pero sin pausa. Delineo la forma de sus labios con mi lengua, lo pruebo una vez más y dejo que su lengua juegue con la mía. Mis manos van a su cuello mientras las suyas siguen de mis caderas, y yo sólo quiero que no me suelte nunca.

- Gracias por no dejarme sola nunca, Gavi - digo cuando nos separamos para tomar aire. - Gracias por salvarme de todas las formas en las que alguien puede ser salvado.

La sonrisa que esboza es la más preciosa que yo haya visto jamás, y yo lo comprendo entonces; esa sonrisa, es mía, y de nadie más.

Cuando nuestras bocas vuelven a chocar, esta vez no es tierno ni romántico. Es brusco, es pasional, es fuego. Son nuestras ganas y nuestra desesperación mezcladas en un acalorado beso que nos roba el aliento y se convierte en una batalla por ver quién manda.

Sus manos viajan hasta mi culo, apretándolo y estrechándome contra él, y yo gimo sorprendida, agarrándome a sus hombros. Se me escapa una risita mientras mis manos se pasean por su pecho, bajando la cremallera de su chaqueta.

- Muñeca, ¿qué ha...?

- Shh - lo callo besándolo y me deshago de la primera capa de ropa que lo cubre.

La dejo caer al suelo y luego me separo de él para colocarla bien. Me siento sobre ella y me quedo mirándolo con una sonrisa coqueta.

- ¿A qué esperas?

- ¿Aquí? - Dice sorprendido. Alzo las cejas y él sonríe. - Joder, cómo me gustas - gruñe acercándose y agachándose.

Vuelve a besarme y me tumbo procurando que mi espalda esté sobre la chaqueta. Abro mis piernas permitiendo que él se coloque entre ellas y enseguida las enredo alrededor de su cintura, pegándolo aún más a mí. El calor que me da su cuerpo y su cercanía empieza a quemarme, así que me quito la chaqueta y la arrojo a un lado, mirando a Pablo a los ojos un momento antes de volver a besarlo.

- ¿Qué pasa? - Pregunta sonriendo y besando las comisuras de mis labios.

- Que te quiero - exhalo sin poder contenerme. - Te quiero muchísimo y te quiero de todas las formas posibles.

- Y yo te quiero a ti - corresponde besando mi cuello. - Deja que te lo demuestre - murmura mientras yo enredo mis dedos en su sedoso cabello.

- Adelante - lo consiento yo.

Sus manos son delicadas, y sus movimientos también. Me desviste despacio, acariciando y besando mi piel. Empieza por la camiseta y el sujetador, repartiendo besos por mi pecho y mi estómago, rozando mis costados con dulzura. Su boca llega a mis pantalones, los cuales desabrocha y quita con mi ayuda. Me observa durante unos segundos, admirando mi cuerpo casi completamente desnudo. Tiro de él para besarle la boca y él acuna uno de mis pechos, para luego llevárselo a la boca y hacer maravillas con él. Yo jadeo sin poder resistirme al placer que siento y que él me está provocando.

- Me encanta besarte - susurra él haciendo justo eso, descendiendo por mi vientre y quedándose al borde de mis bragas. - ¿Puedo?

- Haz lo que te dé la gana, pero haz algo - respondo desesperada.

Él sonríe y tira de mi ropa interior, deshaciéndose de ella con facilidad y dejando mi sexo delante de su cara. Afianza su agarre en mis muslos y los besa, acercándose peligrosamente al punto que a mí me interesa. Gimoteo sintiendo cómo mi clítoris palpita dolorosamente, rogando la atención del sevillano, y todo mi cuerpo se estremece cuando su lengua traza discretas caricias a su alrededor. Alzo las caderas, buscando la cercanía de su boca, y un ronco gemido sale de mi garganta cuando sus labios entran en contacto directo con la parte más sensible de mi cuerpo. Besa, chupa y lame haciendo que yo gima tan alto que cualquiera podría oírnos. Su lengua pasa por mis pliegues, y un gruñido se le escapa al hacerlo.

- Mierda, estás deliciosa, Miriam.

Sonrío, pero enseguida se me nubla la vista al sentir su lengua de nuevo, torturándome y complaciéndome a partes iguales. Me prueba una y otra vez, dejándome junto al abismo, y yo sólo puedo gemir su nombre y rogarle que siga. Mis muslos apresan su cabeza sin poder controlarlo yo, pues es el placer lo único que guía mis gestos, y no puedo evitar alzar mis caderas para sentir mejor cómo hunde su lengua en mí.

- Dios, Gavi - jadeo poniendo los ojos en blanco. - Sí, así...

No se detiene hasta que mis susurros se convierten casi en gritos, y cuando siento mis piernas temblar me doy cuenta de lo mucho que ansío ese orgasmo y de lo poco que me falta para conseguirlo. Sus manos aprietan mis muslos, clavando los dedos en ellos, y más que hacerme daño, eso no hace más que excitarme. Me llevo la mano a la boca para morderla y no gemir tan fuerte, sintiendo que por fin llego al clímax, que me golpea con fuerza y me deja atontada. Hacía meses que no tenía un buen orgasmo y gracias a Dios por cruzarme al sevillano por el camino.

Aunque respiro más tranquila y mis jadeos disminuyen, él sigue dejando suaves besos que me resultan bastante agradables.

- No aguantas nada - se burla él ganándose que le dé un golpe en la cabeza. - ¡Oye!

Nos reímos y él se pone bien sobre mí, con su cara a la altura de la mía. Le busco la boca y lo beso, con ganas de más.

- Tienes demasiada ropa - me quejo llevando mis manos al final de su camiseta y subiéndola poco a poco.

Él sonríe contra mis labios y se quita la camiseta, dejándome ver su musculoso y definido torso.

- ¿Mejor así? - Pregunta en voz baja, con una de sus manos acariciando mis pechos y pellizcando mis pezones.

- Fuera todo, Pablo - susurro coquetamente.

Se aparta de mí un momento, y se desabrocha el pantalón muy despacio. Yo lo miro con mucha atención, disfrutando del pequeño espectáculo que me está dando, y me muerdo los labios mientras se quita los pantalones.

- ¿Has traído condones? - Le pregunto sabiendo que después de esto ya no pienso parar.

- Sí, no te preocupes - afirma dejándome algo más tranquila.

Sonrío y me estremezco por culpa del frío. Mis pezones vuelven a ponerse erectos y eso parece gustarle bastante. Me río cuando maldice en voz baja y miro atenta cómo se quita el bóxer.

- ¿Eres consciente de lo preciosa que eres, Mimi? - Me pregunta poniéndose bien sobre mí de nuevo, tomando mi rostro con una de sus manos y acariciando mi mejilla. - Sabía que te quería para mí desde aquella maldita noche en Madrid - confiesa besando mis labios con dulzura mientras hacer un lento vaivén con sus caderas, restregando su erección contra mi entrepierna. Gruño por el placer y la angustia que eso me provoca, y él me calla con más besos. - Desde que tus ojos azules toparon conmigo, supe que quería que fueses mía - susurra pegado a mi boca. - Y supe que quería ser tuyo.

Sonrío al pensarlo. Yo suya. Él mío. Y joder, qué bien suena.

- Pues ya soy tuya, Pablo - murmuro mirándolo a los ojos. Gimo cuando su miembro se clava en mi sexo, sin entrar pero amenazando con hacerlo, y jadeo por la anticipación. - Y tú ya eres mío - añado sonriendo.

Él sonríe también, y es esa sonrisa la que me mata, la que me ilumina la vida por muy mal que esté. Esa es la sonrisa que me hará perder la cordura si es que no la he perdido ya.

Su boca toma la mía sin previo aviso, besándome con brusquedad y con hambre. Me chupa y me muerde la boca, probando, tentando y degustando todo lo que él quiere, y yo dejo que lo haga. Me agarro a sus hombros y abrazo su cintura con mis piernas, queriendo tenerlo ya dentro, ansiando que me folle de una vez por todas. Mi cuerpo entero tiembla mientras él busca el condón y se lo coloca, y las ganas tan desesperadas que le tengo ahora mismo son un castigo.

Cuando sus labios vuelven a estar en contacto con los míos, el fuego de mi vientre se aviva de inmediato. Siento mi clítoris palpitar de nuevo y noto cómo mi vagina se contrae alrededor de la nada, igual de necesitada que el resto de mi cuerpo. Cada célula que me compone lo reclama, y tiemblo al ver que por fin va a ser real, que esto que estamos haciendo es muy real.

Maldigo cuando veo que lleva su mano al punto que nos separa y alinea la punta de su pene con mi entrada. El infierno se desata en mi cuerpo cuando entra en mí de una estocada, sin avisos. Clavo mis uñas en sus hombros por la sensación y por el placer, sintiendo lo mucho que me llena y lo bien que se resbala en mi interior, porque es que estoy tan mojada que no le cuesta nada empezar a moverse dentro de mí. Sus movimientos primero son lentos y suaves, y un gemido o un jadeo se nos escapa por cada embestida, pero en cuanto empieza a acelerar el ritmo, siendo más brusco y haciendo temblar las paredes de mi cavidad, es cuando pierdo el norte por completo. Besarlo es mi única forma de acallar mis gemidos, y cuando siento sus manos en mi trasero, levantándolo para poder penetrarme mejor y más profundo, no puedo evitar arañar su espalda y gemir su nombre.

- Así me gusta, muñeca - jadea él en mi oído. - Di cómo me llamo - me alienta con clara lujuria en su tono.

Le doy lo que me pide igual que él me da lo que yo quiero. Su ritmo aumenta y mi desesperación también. El volumen de mis gemidos no disminuye y el calor de mi vientre tampoco. Cada choque de nuestras caderas es como un latigazo placentero que me arde en el mejor sentido de la palabra, y cada beso que me roba es un regalo que me da.

No puedo evitarlo y, por la adrenalina y las ganas, lo empujo para que nos demos la vuelta. Me acomodo sobre su regazo, sentándome sobre su polla para empezar a moverme de nuevo, regresando al desenfreno y la ambición de antes sólo que, esta vez, conmigo encima. Sus dedos se clavan en mi cintura y la empuja para ayudarme a moverme más rápido, cosa que nos está llevando al borde de la consciencia a los dos.

- ¿Sabes cuánto tiempo llevo esperando esto? - Jadeo sonriendo de forma pícara y mirándolo detenidamente. Es que es precioso el hijo de puta.

- No tanto como yo - responde alzando sus caderas.

- Eso es discutible - murmuro besándolo mientras siento que el segundo orgasmo ya casi me alcanza.

Él gruñe en voz baja cuando le muerdo el labio y yo me río, pero enseguida se me quita la risa cuando me pellizca el culo, haciéndome gemir. Estoy por quejarme cuando lleva su mano a la unión de nuestros dos cuerpos y empieza a masajear mi clítoris, añadiendo eso a la ecuación y haciéndome estallar una vez más. Le aprieto sin pretenderlo y él gime con fuerza, viniéndose conmigo.

Mis movimientos cesan, y lo único que se oye son nuestras respiraciones entrecortadas y nuestros jadeos, además del exagerado latir frenético de nuestros corazones.

- Hostia puta - murmura él abrazándome con fuerza. - Ha sido el puto mejor polvo de mi vida.

Me río y lo miro, besando la comisura de sus labios.

- Habrá más y mejores - le advierto.

- Ya lo sé - asiente burlonamente. - No sabes cuánto te quiero - añade suspirando.

- Sí que lo sé - replico frunciendo el ceño. - Me quieres casi tanto como yo a ti.

Los dos sonreímos como idiotas y yo me quedo flipando conmigo misma. Jamás me vi diciendo este tipo de cursilerías, y aquí estoy, desnuda en mitad del Camp Nou después de haber follado con un jugador del Barça y diciéndole que lo quiero.

¿En qué me está convirtiendo Pablo?

No sé, pero me gusta.

A mí también. Me gusta muchísimo.

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