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Capítulo 10: Odio Las Complicaciones

Maldigo cuando se parte la punta de mi lapicera y, cuando miro en el estuche, veo que no me quedan minas. Gruño frustrada y tiro la lapicera en el estuche de mala manera, con bastante mala hostia. En mi defensa diré que me ha bajado la regla y siempre me pongo de mal humor el primer día. Se me pasará. Espero. Por el bien de la paz mundial.

Le pido civilizadamente un lápiz a la chica que se sienta a mi lado y ella amablemente me deja uno. Le sonrío en muestra de agradecimiento y ella me sonríe de vuelta. Qué maja, oye.

Acaba la clase y yo suspiro. No tengo ganas de volver al apartamento. Ningunas ganas. Laura nunca está, y cuando está, la situación es algo incómoda. Después de que me contara lo que me contó...

Aprieto el agarre en las asas de mi mochila y me miro los pies mientras camino. Me ha escrito varias veces. Y no he respondido. No he podido hacerlo. Todo es demasiado confuso en este punto. Me muerdo el labio para evitar que las lágrimas que inexplicablemente quieren salir, no lo hagan. Ni siquiera entiendo por qué, pero tengo unas ganas de llorar impresionantes. Y en serio que no sé por qué.

Hace mucho tiempo que he dejado de entender qué le pasa a mi cuerpo cuando se trata de él. Y es frustrante. Sólo sé que es algo nuevo y que igual que a veces me hace sentir bien, ahora me duele. Me duele y no lo comprendo.

Me paso el dorso de la mano por debajo de los ojos y sorbo la nariz. Sólo son las hormonas que me genera la menstruación. Y nada más.

Empieza a llover y me meto debajo de un balcón para que no me llueva encima. No traigo paraguas y aún quedan un par de calles hasta casa. Cojo aire y me echo a correr. Me mojo bastante y cuando llego al portal ya estoy empapada, pero al menos se me ha hecho el tedioso camino más corto. Estoy entrando cuando me vibra el móvil en la mochila. Lo saco mientras subo las escaleras y respondo sin mirar quién es. Me arrepiento al pensar que podría ser él, pero respiro aliviada cuando escucho la familiar voz de Alicia.

- Hola, amor de mi vida - saluda ella, divertida.

- Hola, preciosa - saludo sonriendo. - ¿Pasa algo?

- Nada en especial - la escucho suspirar y cómo mueve algo. Una silla, quizá. - Sólo quería saber qué tal te va.

- Bueno... Un momento - abro la puerta del apartamento y voy hasta el cuarto para dejar la mochila. Cuando voy al salón y me siento en el sofá vuelvo a prestar atención a la llamada. - Ya estoy.

- ¿Acabas de salir de clases?

- Sí, tengo una hora de anatomía por la tarde - explico con bastante pereza.

- ¿Te va bien en la uni? - Sigue preguntando, bastante curiosa.

- Pues... Sí. Ya voy pillando el ritmo de las clases - sonrío y se me agria la sonrisa al pensar en el trabajo de fin de carrera.

- Me alegro - dice con sinceridad. - Te noto rara, ¿estás bien?

- Todo perfecto - miento mordiéndome la uña del dedo pulgar. - ¿Y tú?

- Bien, bien, como siempre - asegura tranquilamente. - Puedes contarme lo que sea, Miri - insiste ella.

Me quedo en silencio un buen rato. Perfectamente pueden pasar dos minutos hasta que mi amiga se da por vencida.

- ¿Miri? ¿Sigues ahí?

- Sí, claro - murmuro con las ganas de llorar volviendo. - Sólo tengo la regla.

- No me mientas que nos conocemos desde que los dinosaurios existían - exagera arrancándome una sonrisa. - ¿No te gusta la carrera? ¿Tu compañera de piso es mala? ¿Nos echas demasiado de menos?

- No, no, no... No es eso. Me encanta la carrera, Laura es increíble y, os echo de menos, pero sobrevivo - sonrío agriamente y me paso la mano libre por el rostro. - No sé qué me pasa, Alicia - confieso al fin.

- ¿Un chico?

- ¿Supongo?

Sé perfectamente que ahora mismo tiene una sonrisa en su rostro, pero que se contiene porque estoy mal y no quiere ofenderme. Si ella me conoce bien a mí, mejor la conozco yo a ella.

- Cuenta, cuenta - pide enseguida. - y dame detalles.

- Ali...

- Venga, que sino no puedo ayudarte - me ruega prácticamente.

- Preferiría hablarlo en persona - evado el tema y ella suspira exasperada.

- Sabes perfectamente que me puedo organizar para ir allí y pasar el fin de semana contigo - dice en tono serio. - Si me necesitas, sólo dime ven. Y si las demás pueden también estarán dispuestas a ir. Sólo dilo, preciosa.

Me muerdo el labio, de nuevo con intención de contener el llanto. Las quiero demasiado, joder. No sé qué haría sin ellas.

- Venid, por favor.

★★★

Me quedo parada delante del armario un rato, mirando fijamente las dos prendas que tanto me gustaría usar pero que por algún motivo me prohíbo hacerlo. No debería importar. No debería molestarme. Si sólo son regalos de un amigo a una amiga, ¿qué más da lo que hiciera antes con sus novias? Si ni siquiera me gusta, ¿por qué le doy tantas vueltas?

Porque a lo mejor...

No. Cállate.

Cierro el armario de mala manera y me dejo caer en la cama, cansada. Al menos sé que mis amigas vienen mañana a verme. Y la realidad es que las necesito más que nunca. Ellas son mayores y seguramente sepan mejor que yo lo que me pasa. Igual es una crisis existencial de esas. Una que tiene que ver con un culé demasiado guapo como para negarlo.

Me froto los ojos y hundo la cara en la almohada. Estoy hecha un lío, en serio. No sé qué siento ni qué pienso. Me siento como si dentro de mí hubiesen varias personas distintas discutiendo. Y sinceramente creo que me voy a volver loca a este ritmo. Porque dejarme a solas con mis pensamientos nunca había sido tan mala idea como últimamente.

Mi teléfono suena y lo miro, rezando para que sea alguna distracción oportuna. Pero no. Son más mensajes suyos. Que tampoco respondo y dejo en visto. Cuando esté preparada responderé. Sí, eso. No hay que preocuparse. Responderé.

Cobarde.

Déjame en paz. Le responderé, lo prometo. Bueno, no lo prometo. Pero tengo intención de responderle. Eso seguro.

Suspiro y niego con la cabeza. Sé que no lo haré. Por suerte, otro mensaje me llega, y no es suyo.

¿Vendrás a celebrar el cumpleaños de tu padre?

Sonrío algo triste. Es en tres semanas y yo no sé cómo apañármelas para poder ir. Supongo que tendré que coger un autobús. Sólo tengo que conseguir el dinero. No debe de ser tan complicado.

Iré. Aún no sé cómo, pero iré. No te preocupes mamá ;).

Dejo el móvil y bostezo. Puedo buscar algún trabajo puntual. Como hacer de niñera o algo así. Tampoco necesito mucho. Pero sea lo que sea, la semana que viene no puede ser porque estoy de exámenes hasta arriba. Así que ya veré cómo me organizo.

Apago la luz, dispuesta a dormirme. Las semanas venideras me agobian sólo de pensar en ellas. Entre el lío que yo sola me he montado y los líos en los que me meten los demás, sería un milagro que yo llegue a fin de año.

★★★

Cuando termino de contarles todo, tengo un desagradable nudo en la garganta. No sé qué me ocurre en serio. Y ellas no dicen nada, así que tampoco ayudan mucho. Pero es un alivio poder haberlo hablado con ellas, porque Laura no es la más indicada para contarle todo este drama.

- ¿Pero te gusta o no? - Quiere saber Lola.

- No lo sé - digo con frustración. - No entiendo nada - me quejo respirando hondo para no llorar.

Alicia y Ariadna comparten una mirada cómplice que no comprendo y que me pone nerviosa.

- Cariño, si dudas, es porque no te gusta - sigue hablando Lola.

- No tiene por qué - espeta Ariadna. - A ver - me coge las manos y las aprieta, - ¿tú qué crees?

- Que no... Sólo es mi amigo.

- Tu mente dice eso, pero, ¿qué dice tu corazón? - Murmura Ari con una sonrisa calmada en los labios.

Miro nuestras manos y suspiro. ¿Qué dice el corazón? No lo sé. Me cago en todo. Ya he dicho que no lo sé. Puede que me encante su sonrisa, que me flipen sus ojos, que esté súper cómoda con él, que confíe en él ciegamente sin saber por qué, que me ponga nerviosa con tonterías... Pero, ¿y eso qué significa? Porque no quiero confundir amistad con amor. No quiero y no debo. Porque si le hago daño por no saber distinguir me arrepentiré de por vida.

Y de todos modos, yo no le gusto. Así que prefiero no sentir nada. Así podremos seguir siendo amigos y ya está. Pero entonces, ¿por qué duele tanto lo que Laura me dijo?

"No eres la primera, Miriam". "Ya hizo esto una vez". "Se aburrirá, como se aburrió de mi ex amiga". "Es cuestión de tiempo...".

Cierro los ojos con fuerza. No voy a llorar. No. Sólo lloro por cosas importantes, y esto no lo es. Un puto chico no puede ser importante.

- ¿Miri?

La voz dulce de Alicia me trae de vuelta a la realidad, y cuando abro los ojos una lágrima me traiciona, escapándose. La limpio enseguida, procurando que no se den cuenta. Pero se dan cuenta.

- Ay, amor - suspira Lola abrazándome.

Y ahí me rompo. Ahí ya no aguanto más. Y cuando mis otras dos amigas se suman al abrazo, peor. Quiero saber qué me ocurre, que alguien me diga "es esto" y yo me las apañe para saber qué hacer. Pero no me entiendo y no lo soporto. Así que lloro. Aunque no me guste hacerlo. Aunque lleve días evitándolo. Lloro como hacía años que no lo hacía. Y se siente reconfortante de algún modo. Este abrazo se siente como el mejor del mundo.

No sé cuánto tiempo pasamos así, abrazadas. No sé cuánto tiempo me paso llorando. Pero cuando acabo, siento un peso mucho inferior en el pecho. Me cuesta menos pensar o respirar. Como si acabara de quitar un tapón que ha dejado salir lo que fuera que me tenía bloqueada. ¿La verdad? Me siento mucho mejor que antes.

Por un rato más no hablamos, nos quedamos calladas, cada una pensando, yo tratando de entender qué es esa cosa que se me mete en el pecho cuando hablo o pienso en él. En ese sevillano que me está descontrolando la vida de una forma que no habría imaginado jamás.

Ese que me duele pensar que sólo me ve como a un juguete más. Como una más. Y mientras mi mente está segura de que Laura tiene razón, mi corazón me dice "¿y si no?".

Pero, ¿y si no qué? ¿Qué quiero de Pablo? ¿Qué espero de él? ¿El qué?

Lo sabes. Lo sé. Lo sabemos.

¿Realmente lo sé? ¿Lo sé y no quiero verlo?

Miriam, reacciona.

- Os quiero muchísimo chicas - digo con voz queda. - Estaría perdida sin vosotras.

- Te amamos, pequeña - responde Ariadna besando mi cabeza. - Sea lo que sea que te pase, sea lo que sea lo que sientes, aquí estamos para ayudarte y aconsejarte.

Sonrío un poco y me limpio las lágrimas, sorbiendo los mocos y riéndome por lo ridícula que debo parecer ahora mismo. Por lo patética que probablemente me vea.

- Y si lloras por culpa del inútil ese, vamos y le damos una paliza - añade Lola haciéndome reír más.

- Lo castramos si hace falta - corrobora Alicia sonriendo de forma malévola.

- A mí me parece bien - asiente la más mayor, pellizcándome la mejilla. - Anda, no llores. Y menos por un hombre tonto...

- Bueno, según tú está bueno que te cagas, le da puntos - opina Lola. - Pero sigue siendo un hombre.

Me río junto con mis amigas y, extrañamente, duele menos. Reírme con ellas hace que todo se me olvide. Hace que piense: "a la mierda, las tengo a ellas". El problema es que luego se irán y me quedaré a solas con mis pensamientos.

- Vale, ya estoy bien - declaro levantándome del sofá. - Por favor salgamos de fiesta que no voy a una desde hace un mes y empiezo a tener los músculos oxidados.

Mis amigas se ríen y se levantan, todas felices y animadas. Nunca dicen que no a una buena fiesta. Y se lo agradezco. Es lo que necesito.

Son lo que necesito.

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