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CAPITULO 8: LARA

LARA KAYSER

Las horas de clases son entretenidas cuando el/la maestro/a no asiste, pero este no es el caso. Tuvimos hora libre, pero al culminar el día escolar me junté con las chicas.

Estoy de buen humor, de verdad que sí lo estoy, creo que Ximena se ha dado cuenta. Aunque Laia lo hizo desde que llegué y no se aguantó a preguntar, cosa que hizo que saltara de alegría y le contara que mi abuela viene de visita por un tiempo indefinido.

¿Qué sucede con eso? Mi madre le tiene tanto miedo que no me pone un dedo encima, y, ni siquiera se atreve a respirar como toro endemoniado.

Laia y Magda toman el camino hacia sus hogares, mientras charlan, pero, sin embargo, yo me mantengo quieta, esperando que mi madre llegue a buscarme con el auto que compró.

Ximena inquieta decide acercarse, quedando a una distancia prudente, pero lo bastante para que su olor a perfume llegue a mis fosas nasales.

— ¿Te llevo a casa?

— No, mi madre está por venir —asiente y luce incómoda, mientras de vez en cuando observa hacia atrás, creo que la emoción de mi abuela venir ha despertado mi curiosidad y que el nerviosismo no esté tan latente— ¿Estás bien?

— Sí, sí, todo bien —traga, fuertemente saliva, volviendo la mirada hacia atrás, parece como si hubiera visto a un muerto y ahora está en busca de ella.

— ¿Segura?

— Sí —niega con la cabeza, demonios, parece el chavo del 8. Ella al ver lo que ha hecho resopla—. Mi padre ha llegado, perdón, debo irme.

Y corre como alma que lleva el diablo, subiendo a un carro y este arrancando como si fuera Toreto. La gente anda loca.

🦖🦖🦖

Mi madre muerde su uña por décima vez y yo, abro la puerta del auto en un intento de bajar corriendo al ver a mi abuela.

— Quédate ahí —mi alegría va disipando y, cierro la puerta nuevamente, ella se mantiene mordiendo su uña y yo, con ganas de correr hacia donde mi abuela y decirle que huíamos del país.

Mi abuela viene con maletas en mano, mi madre le toca bocina y ella se asusta, su rostro se torna pálido y creo que el bocinazo la dejó loca.

Bajo del auto y, la saludo con emoción, ella vuelve a su color y me abraza depositando besos en mis mejillas. La ayudo con las maletas y ella se adentra en el copiloto.

— ¡¿Pensabas matarme por la bocina?!

— Cálmate, mamá, no fue mi intención.

— Vamos hacia la casa, quiero comer algo —dijo, cruzando sus brazos. Mi abuela es de carácter fuerte y la mínima cosa hace que la irrite.

El camino ella se mantuvo preguntando acerca de cómo me va en el colegio, sí tengo más amigos aparte de Ted, y, si he comenzado a salir más.

Había preguntas que decidía no responder, a lo cual, mi abuela a través del retrovisor me observaba y asentía.

Hubo instantes donde le preguntaba a mi madre cómo le ha ido en la vida, si ya lo ha dejado —esa parte no la entendí muy bien—, y sí le ha ido bien en el trabajo. Ensamblaron una conversación, no tan larga, que me hizo hacerme muchas preguntas.

Llegar a casa y mi madre casi choca a Laia, mi corazón late como loco y bajo como si mi vida dependiera de eso. Un día de estos ella se cobrará todas. Laia por el susto se llevó una mano al pecho, tratando de tranquilizarse, y sus cabellos alborotados dándole afianzamiento al pequeño incidente.

— ¡Lo siento, no fue mi intención! —gritó mi madre, luego de estacionarse en la cochera y salir para decir aquello, trató de acercarse, pero mi abuela la tomó del brazo y la llevó dentro de casa.

Levanto mi mano y con delicadeza retiro los mechones de cabello del rostro de la rubia, acomodo su cabello y me doy cuenta ahora más de cerca de que ella es hermosa.

— Perdón por lo que iba a ocurrir —ella alza la cabeza y asiente. Es raro no verla alegre, y obvio no lo iba a estar, casi la matan.

— No es tu culpa, no debes disculparte —indicó, frunciendo levemente el rostro. Dos chicos salen de su casa, con ropa de ejercicio y trotan hacia donde estamos—. Debo irme, cuídate, Schmetterling.

— ¿Sch... qué? —mi rostro de confusión es palpable, ella ríe, dándome un leve abrazo y luego, en compañía a los dos chicos que parecen sacados de una revista. Son casi iguales, lo que me llega a la conclusión de que son hermanos.

Pero ahora, mi duda es saber qué fue lo que ella me quiso decir.

Camino hacia mi casa y dentro de ella, percibo una energía diferente. Mi abuela está cambiando las cortinas para colocarlas coloridas, al igual que mi madre está acomodando los muebles.

Intenté ayudar, pero mi mochila se enreda con un jarrón y cae al suelo, destruyéndose en mil pedazos. Mi madre, me observa alzando dos de sus dedos y mi corazón se comprime.

— Ve a ducharte, Lara, para cuando termines comamos entre las tres —indicó mi abuela, sonriéndome como si no acaba de romperse aquel jarrón.

Mi madre despega su vista de mí para ir tras el recogedor de basura. Subo las escaleras con miedo, no quiero que venga y me golpeé, o una gran diferencia: que me clave los trozos del jarrón en mi piel.

¿Y sí sucede?

Imaginarlo me hace estremecer, dejo la mochila en su lugar y, dejo la puerta abierta. Aunque tenga miedo, sería peor si le coloco pestillo.

Voy al baño de mi habitación y, despejo mis prendas de mi cuerpo. El uniforme lo dejo a un lado, sin embargo, me detengo a observarme frente al espejo. Las marcas están ahí, presentes como si fue hace cinco minutos que sucedió. Mordisqueo mi labio y recuerdo mi piercing lo cual hace que libere el labio.

Una, dos, tres, cuatros lágrimas descienden a través de mis ojos. Esas horribles marcas me hacen querer intentar aquellos pensamientos que abundan en mi cabeza, o quizás aprender a defenderme. Tantas cosas y al momento no realizo ningunas.

Me adentro a la ducha y dejo que finalmente, el agua artificial golpeé mi delgado cuerpo. Cierro los ojos y es como tener una película con sucesos terroríficos que yo paso día a día.

La puerta del baño es abierta y me espanto, con temor abro lentamente los ojos y observo la cara roja de mi madre.

— Perdón por dañar tu jarrón, no fue mi intención, lo juro, sólo quería ayudar y...

— No tardes, saldremos a comer algo al restaurante favorito de tu abuela. Escogí tu ropa —camina apresurada hasta que frena en la puerta y me observa—. Olvida el jarrón, es material y se puede reemplazar.

¿Qué mierda?

🦖🦖🦖

La ropa que mi madre ha escogido son unos pantalones holgados con una blusa ajustada con una chaqueta, acompañada de unas botas de cuero. Observarme al espejo con esto puesto es como ver a la Lara de hace un tiempo.

Mi cabello trenzado de lado y lado, y un labial ahondar mis labios. Perfume se esparce por mi cuerpo y finalmente bajo con celular en mano.

Ambas mujeres están charlando bajito, mi madre al verme se coloca los lentes de sol y se levanta, yéndose al garaje. Mi abuela me sonríe y pasa un brazo por mi cintura.

— Quizás pasan preguntas por tu cabeza, hoy serán resueltas, pero mi niña, tranquila y respira hondo —¿A qué se refiere mi abuela? Ella me indica el camino, cerrando la puerta tras de sí y subiendo en el copiloto como le mencioné. Al todo estar cerrado y yo estar dentro del auto, decido navegar en mi celular, ver algunos estados de Laia entrenando en un gimnasio junto a aquellos chicos y el estado de Ximena en una foto grupal de su padre, una mujer y un chico moreno.

Bloqueo el celular al ver por el retrovisor como mi madre me examina, ella suspira y presta atención en el camino, el trayecto es mi abuela peleando con el radio porque no salen canciones de su esposo.

Ella dice que su esposo es Chayanne, no la culpen, el mío es Shawn Méndez.

El lugar se presenta frente a nosotras, el rostro lleno de felicidad de mi abuela me da ternura y el de mi madre nostalgia. Es como un vaivén de emociones mezcladas que si explotan no sería bonito, retener emociones no es lo correcto.

Bajamos y mi madre se mantiene pensativa, mientras que, mi abuela parece una niña pequeña queriendo un juguete. Mi sonrisa se agranda y decido seguirle la corriente, a lo que ella aplaude eufórica y entra al lugar.

Cuando lo iba a hacer siento como retienen mi brazo, analizo la mano fijándome en que es mi madre.

— Mira allá la chica unicornio —giro mi cabeza encontrando a Ximena caminando junto con el chico moreno de la foto— y del otro lado está la amiga de las hormigas —giro nuevamente la cabeza, encontrando a Laia con los chicos y unas toallas colocadas en sus cuellos.

— Que bien —finjo que no quiero ir a saludarlas, aunque ya nos hemos visto por hoy, mi madre palmea mi hombro y entra al lugar, quedo ahí, indecisa, pero decido entrar y buscar con la mirada a donde estarán sentadas. Me fijo en que estaremos cerca de las ventanas al fondo del lugar.

Camino y tomo el menú que está arriba de la mesa, unos tacos es lo único que llama la atención por el momento, son tres bien rellenos, hace un tiempo los probé y quise besarle las manos a la persona que los realizó.

Mi madre no ha retirado sus gafas de sol, lo que me inquieta, ella, por lo tanto, pasa su mano por la frente y suspira.

Y tengo miedo de lo que se va a debatir en este lugar, una angustia impresionante. Que en el momento de tener los tacos frente a mí los veo con preocupación.

¿Y sí me venderán a una mafia y terminaré muerta? No, no, no, ella no haría eso... ¿o sí?

¿Y sí soy adoptada? No, físicamente nos parecemos un montón.

Tantas dudas que se van esparciendo por cada bocado que les doy a los tacos. Pasan minutos y al terminar de comer me siento muy llena, mi madre fue la primera en terminar, ella observa como mi abuela come tranquilamente de su plato.

— Empieza a hablar, que a mí todavía me faltan chismes —le da un trago al vaso que tiene frente de ella, luego, mi madre finalmente retira sus lentes y puedo notarlos rojos, como si no ha descansado en días y tiene que dormir urgentemente—. Pareces mapache drogado. ¿Spoiler? Perdón, empieza.

¿De qué me estoy perdiendo?

— Cuando tu padre murió en aquel accidente me llegaron a decir que iba hablando por teléfono con una chica agendada como: Lara hija. Escucharon la conversación, y no encontraron nada raro —me tenso completamente, si mi padre no murió devolveré los tacos y me desapareceré de PhennyCity—. Todo bien hasta ahí, el enterarme también que eres lesbiana impactó más en mí en ese momento. Caí en un lugar donde de joven decía que nunca iba a probar eso.

Mis piernas empiezan a temblar, siento que lo que vendrá no será nada bueno y eso detonará una crisis en mí.

— Caí en la adición de las drogas. Quiero, anhelo ir, salir y probar un poco nuevamente, así mi vida no se ve tan trágica, pero poco a poco me he dado cuenta de que te estoy haciendo daño. Te estoy arrastrando hacía mi infierno —mis manos viajan a mi cabeza, y mis codos se colocan en la mesa, dándome fuerza para no decaer, mi abuela ha terminado de comer y ha estado todo el momento callada—. Quiero dejarlas, pero no es tan fácil. Por eso mi madre ha venido, ayudará en todo el proceso para yo librarme de las drogas.

— No podrás —dije, con la voz entre cortada y, aunque, se escuchó egoísta, puede ser verdad, sus palabras no me convencen y su manera de decirlo es como si no estuviera presente—. Estás drogada en este momento. Mierda, ¿Por qué no me di cuenta?

— Sólo... perdóname por lo que te he hecho.

Como si de un chiste se tratase me levanté de la silla y casi a tropezones indiqué que iba afuera a tomar aire fresco, no me siguieron y lo agradecí. Mi vista cada vez más se nublaba, las marcas ardían como si estuviesen recién hechas y los recuerdos aparecían como si de un flashback se tratase.

El aire impactó en mi rostro, no sabía que hacer, huir me pareció buena idea, pero el tener en cuenta de que no iba a tener ropa, ni dinero, ni refugio me mantenía casi al borde del colapso.

No fue hasta visualizar por un callejón unos asientos que casi corrí para sentarme, mi corazón latiendo a mil y las lágrimas a punto de salir. La primera cabellera conocida que vi sólo la llamé.

— Laia —ella, casi al instante giró y al ver mi rostro borró su sonrisa y se acercó corriendo, sentándose a mi lado.

— ¿Qué sucede, Schmetterling? —y me desbordo, esto me pasará facturas, pero en este momento sólo necesito un abrazo de alguien que no acaba de escuchar de la persona que más le ha estado haciendo daño que está bajo una adición y que le perdone como si con eso basta, ella lo dijo: me arrastró hacía su infierno.

Laia pasa sus brazos por mi cuerpo y deja que coloque mi cabeza en su hombro, se mantiene callada, sólo dejando que me desahogue, con una mano acaricia mis cabellos y con la otra acaricia mi espalda.

Cuando creo que me he desbordado llorando comienzo a detenerme y me alejo al paso, ella me pasa un pañuelo que le había pedido al chico parecido a ella y hasta este momento me doy cuenta de su existencia.

— No te conozco, pero si alguien te hizo daño me dices quien fue y yo le parto algo —la voz del chico más alto hace eco en mi cabeza, quisiera decirle: no, no creo que vayas a golpear a la mujer que me dio la vida y por sus golpes me la va a quitar.

— ¡Luis! —lo reprende Laia, se gira nuevamente hacia mí— Aunque concuerdo con mi hermano, que esté enferma no me quita que puedo agarrar un bate y pegárselo.

Iba a reír por lo que ha dicho, pero el otro chico comienza a hablar.

— No creo que la violencia resuelva las cosas, pero, sin embargo, verte llorar me dieron ganas de cuidarte —se coloca a mi lado—. Si quieres desahogarte aquí estaremos para escucharte.

— Gracias a los tres —Laia sigue con su semblante preocupado, suspiro y me encojo en mi lugar—. Perdón por amargarte la tarde, quizás y estabas feliz.

— No, en realidad estuve a punto de buscar un puente y tirarme —esta chica necesita terapia al igual que yo—. Tranquila, no amargaste mi tarde, Schmetterling.

— O sea, ¿Qué no hay nombre de la persona? —niego, el chico de nombre Luis hace una mueca y el otro chico se levanta de mi lado, tomándolo del hombro.

— Nosotros avanzaremos a la casa, ¿Se quedan o vienen?

No tengo las llaves para abrir.

— Me quedaré con Lara, vayan a casa.

La observo e internamente le agradezco un montón, sin saber la situación se mantuvo ahí y es algo que agradezco con todo el corazón.

— Bien, cualquier urgencia nos llaman y llegaremos corriendo, tendremos los bates listos.

Y marchan, recuesto mi cabeza en el hombro de Laia y ella, pasa su brazo por detrás de mí. El silencio aparece y quisiera no haberme enterado de nada, aunque el enterarme de que sus actitudes son por las drogas no es que me deje tranquila.

— ¿Lara?

— ¿Sí?

— Tú madre viene hacía acá —y me tenso, ella parece notarlo que, me abraza aún más fuerte—. No me separaré, estoy aquí.

Mi madre aparece frente a nosotras, sus lentes de sol puestos y su cinturón semiretirado de su pantalón.

Me tenso aún más, va a suceder y Laia presenciará todo.

— Vamos a casa, Lara.

No puedo refutar, pero a la vez estoy sin habla.

— Nos colocaron un trabajo acerca de hacerles preguntas de su posible profesión a tu compañero del lado, la haremos juntas —indicó Laia, hablando rápido y al final no entendí una mierda porque empezó a hablar alemán, y lo que dijo del trabajo es real—. Perdón.

— ¿Trabajo del colegio? Claro, no hay problema, pero marchemos a casa, allá será más sencillo realizarlas.

— Déjalas que hablen aquí sí lo desean, vamos, Arlenne —mi abuela ha perdido la amabilidad de su rostro. La toma del brazo y la lleva con ella. Ellas dos son unas bombas explosivas juntas.

Al irse lo primero que dice Laia es: — Tú madre me da malas vibras.

——————————

Holi, Holi.

¿Cómo les va? Espero que súper.

Quiero decirles que los siguientes capítulos son tranquilos, creo.

Disfruten la tranquilidad mis amores, es bueno.

Bien, ¿Qué opinan acerca del capítulo?

¿Acerca de la abuela de Lara?

¿Los hermanos de Laia queriendo golpear a alguien sin conocer a Lara?

Sólo me toca decir que: Arlenne sanará, ¿O no?

Cómo se sentía Lara al final del capítulo:

Lo que iba a pasar si Lara le decía el nombre a los hermanos Müller:

Bien, hasta aquí mi reporte.

Con amor: Lis🦖🖤🦖

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