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CAPITULO 3: LAIA

LAIA MÜLLER

Camino a casa después de una larga jornada escolar, siento como si quinientos elefantes estuvieran dentro de mi cabeza, martilleándola, con intenciones de matarme del dolor.

Los rayos de sol tampoco ayudan a mi jaqueca, agacho levemente la cabeza sin fijarme bien en el camino. Cuando estaba en medio de la calle escucho el sonido de un auto aproximándose, no jodas, ¿Tan rápido voy a morir?

Cierro los ojos, esperando el merecido golpe, pero, sin embargo, siento como me halan hasta una parte segura. Mi cabello queda enmarañado por la acción, mi corazón se acelera y creo que este es uno de los primeros momentos donde me vi casi en el más allá.

Me fijo en la figura imponente a mi lado, su rostro está inexpresivo obviando su ceja arqueada, mientras sus brazos están cruzados, y, la forma de estar parada me indica que es superior a mí. Me refiero en tamaño.

Sus ojos son marrones oscuros, mientras que, su cabello es mitad morado y mitad negro, dándole un contraste hermoso a su rostro inexpresivo. El delineado está bien hecho, y su uniforme de ejercicio del colegio bien colocado, su labial es casi inexistente, aunque da remarque a qué está ahí.

Un piercings en su nariz en forma de toro, uno en su labio inferior y cuando chasquea la lengua para sacarme de mi ensimismamiento me doy cuenta de que tiene uno en ese lugar.

— ¿Tienes pensamientos suicidas?

— ¿Perdón? —«espera, me deleito con tu belleza, chica».

— Al parecer tenías ganas de que el carro te pasara por encima —descruza sus brazos y observa el cielo.

— La verdad es que sí —«mentira, todavía no».

Se fija en mí unos breves segundos, y en su mirada se muestra... ni idea, no sé leer a las personas. Menos a ella que parece que no tiene nada de querer mostrar.

— Es broma, es broma, todavía no me quiero morir —rasco mi nuca y me muevo a ambos lado, la verdad es que ese susto que pasé intensificó mi dolor de cabeza.

— Generación z, check.

Y ríe por lo comentado, me extiende su mano y sonríe. Tiene una bonita sonrisa, al parecer llevar a cualquier lado una cara de culo es para que te tenga miedo y no te roben. Palabras de mi madre, no mías.

— Mi nombre es Ximena, ¿Y el tuyo?

— Laia —sonríe.

— Un gusto hablarte, Laia —comienza a alejarse un poco después de haber mirado por encima de mi cabeza, o sea, todos pueden hacer eso, soy un pitufo andante—. Cuidado con los carros.

🦖🦖🦖

Entro a Instagram, en persona soy bien... ¿Vergonzosa? Pero por chat soy bien loca y extrovertida. Activando doble vida.

Ahí hablo con una chica que conocí, es buena onda y las dos parecemos hermanas. Tenemos tantas cosas parecidas.

Por si se lo pregunta, no, no me hablo a mí misma.

@QuierosalirdeLATAMMagda: Holi, se reporta Magda.

@NecesitoaprenderinglésLaia: Holi, se reporta Laia.

@QuierosalirdeLATAMMagda: ¡Adivina quién saldrá de LATAM!

@NecesitoaprenderinglésLaia: ¡¿Tú?!

@QuierosalirdeLATAMMagda: Nope, mi primito de cinco, la vida es triste.

Lo diré siempre, esta chica que está a través de la pantalla es buena onda, incluso me hace reír. Pasamos charlando un largo momento hasta que mi madre llega a la casa y viene directo a mi habitación.

— ¿Cómo te fue hoy?

— Bien... aunque me duele la cabeza como si estuvieras dentro gritándome que arregle la casa.

— Oye, nunca grito —alzo una ceja retándola, ella ríe, lanzándose a mi lado—. Traje unas pizzas, está en la cocina, después de que comas te tomas una pastilla.

— De acuerdo —asiente, antes de verme con el celular en la mano.

— Deja el celular que es peor, oh, también te traje tus lentes recetados, úsalos que mayormente es por eso los dolores.

Asiento, yendo junto con ella a la cocina y colocándome los lentes. Estoy viendo bien, la verdad es que ahora puedo ver hasta lo inexistente. Como mi altura, así de inexistente.

— Hoy casi me atropella un auto —ella deja el trozo de pizza que intentaba llevar a su boca—, pero hey, estoy bien, por desgracia.

— Por ahí hay un dicho de que: yerba mala nunca muere. Tienen razón —en vez de preocuparse hace eso, esta mujer es loca—. La próxima vez ten cuidado, no quiero que quedes ahí toda tiesa y yo no tenga con quién estar.

— No habrá próxima vez —asiente un poco calmada—. La próxima no aviso y puf, me aviento.

— ¡Laia!

— Okay, Okay.

— Cambiando de tema, tú tía Piedad viene para la casa —«ay, no, cada vez que viene me pregunta si tengo pareja»—. Recuerda dejar lo sarcástico cuando hace sus preguntas.

— Si me pregunta si tengo pareja, saldré a la calle y pum... que llegue el carro.

— A la próxima te llevaré con la psicóloga.

— Sí, por favor, me urge.

Niega con la cabeza, mientras continuamos comiendo. Varias escenas pasan por mi cabeza: casi siendo atropellada, la chica que me "salvó", el dolor de cabeza, mi tía Piedad viniendo para la casa, y, por último, pero no menos importante: los gritos de alguien como si estuviera siendo maltratado.

Sólo llego a ingerir tres pedazos de pizza cuando el timbre suena, mi madre se levanta, limpiándose las manos y la boca con una servilleta. Por los ruidos de alegría me percato de algo: llegó tía Piedad.

El sonido de los tacones me avisa que se acerca a gran velocidad, y la forma en que su aroma azota mi nariz es impresionante. Giro mi cabeza hacía el marco de la puerta de la cocina para poder apreciarla.

Lleva una camisa ajustada de color blanca, en conjunto a una falda negra, bastante arreglada, sus tacones que habitualmente lleva consigo. El cabello ondulado recogido en una coleta alta, y su maquillaje sencillo impregnado en sí misma.

Sus dientes siendo adueñados de unos brackets, y sus labios pintados de un rojo intenso.

— Tía Piedad —se acerca más, abrazándome por fin y dándome un beso en la mejilla. Quien nos ve salir juntas pensaría que somos hermanas.

Su edad técnicamente es de treinta, mi madre le lleva siete años.

— Mi sobrina hermosa, cada día más chiquita —mi mamá muerde su labio y observa el techo.

— Así es la vida.

— ¿Cómo te va en el colegio? Sí me dices que mal te saco de PhennyCity y te llevo conmigo a Inglaterra.

— Uff, me va pésimo.

— ¡Laia! —mi madre me reprende, yo simplemente me hago la inocente. Piedad ríe.

Lo que resta de la tarde nos la pasamos conversando, hasta que llegó el momento donde más detesto: irme a dormir porque al día siguiente hay colegio.

Con mi pijama holgada puesta me lanzo a la cama, buscando la posición perfecta para dormir.

🦖🦖🦖

El colegio aparece en mi campo de visión, mi tía Piedad retira sus lentes de sol y me observa con una mueca de desaprobación.

— Siento que este lugar es colorido por fuera y negro por dentro —la observo sin entender—. No me da confianza el lugar. Ve a clases, cariño.

Me despido de mi tía Piedad y camino hacia el interior con mi uniforme de deporte colocado y los lentes haciendo que pueda ver mejor, de lejos me percato de la belleza de aquella chica que vive al lado de mi casa.

La verdad es que hoy pasé a buscarla, pero, sin embargo, su madre me abrió e indicó que ya había marchado. Gentil no fue.

— Lara —pinché su brazo con mi dedo al poder llegar a su lado, se asusta tanto que termina quitando sus audífonos de un tirón, luego agacha la cabeza para observarme, y llevar su mano a su pecho, mientras respira forzado—. Lo siento.

— No hay problema —frunce el ceño un poco y observa por encima de mi cabeza. ¿Por qué casi todos hacen eso?

Giro la cabeza levemente, encontrando a aquella chica que me salvó de morir atropellada, viene con el mismo uniforme de deporte y con sus cabellos trenzados a cada lado. Varias miradas se posan en ella, sin embargo, ella viene con su cara inexpresiva queriendo ahorcar a alguien.

Posa sus ojos en mí y se acerca casi trotando, la mano de Lara me hace desviar la atención de la chica morada.

— Ha llegado mi amigo Ted, debo irme —frunzo el ceño cuando la veo alejarse como si algún vampiro o hombre lobo se acercara a ella a punto de descuartizarla.

No sé si correr hacia ella o esperar a Ximena que está a unos cuantos pasos de llegar.

Tin marín de don pingüe, cucará macará, títere fue, no fui yo, fue teté...

— ¿Laia? —okay, aparte de chiquita soy lenta eligiendo, bien hecho, pendeja. Me fijo en ella, sonriendo.

— Hola, Ximena.

El sonido de mi celular me hace desviar la atención, le pido disculpas al ver de quién se trata, ella asiente haciéndose a un lado.

— ¡Hermanita! —al contestar, el grito de mi hermano Leonardo casi hace que quede sorda, sin embargo, su alegría provoca que espere lo que tenga que decir— ¡Pronto nos veremos!

Y cuelga, grandioso, mi hermano dando informaciones es como Tía Piedad: aparece y se va.

————————————

Holi Holi.

Hoy un nuevo capítulo con un juego personaje que me gusta muchísimo. No podía esperar para presentarles a Ximena Stewart.

Más adelante la conocerán más a fondo, o más bien, en el capítulo siguiente la conocerán más a fondo.

Con amor: Lis🦖🖤🦖

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