CAPITULO 21: LAIA
LAIA M
He sentido cada golpe que da la vida en estos últimos tres meses, quizás algunos pueden decir que pude rendirme y no arriesgarme en esto, pero la pura verdad es que no me arrepentí, tenía expectativas a vivir, quería cumplir cada sueño y no irme sin triunfar.
En la gran mayoría del tiempo tenía ataques que me dejaban por milisegundos sin respiración y que me hacía nublar la mente en cuestión de segundos.
— Laia, mi pequeña guerrera —indicó mi amigo recibiéndome con los brazos abiertos, y corrí, con las fuerzas que obtuve pude hacerlo, me sentía viva aunque había veces que sentía que me destruía por dentro.
— Me hiciste mucha falta, Zadi —mis lágrimas salieron al compás de las de él, con mucha valentía sentía cuando le pedí irnos ya finalmente del lugar. Del lugar que espero no regresar.
En el asiento de su vehículo charlamos durante un largo rato a lo que él, me explicaba todo lo que sucedía en Alemania, desde la escuela hasta su hogar; no eran cosas negativas, al contrario, pero sin embargo todo esto me tiene con nervios, es mucha tranquilidad.
— ¿Qué quieres hacer? —sabía muy bien mis intenciones, no tenía que ver nada con estudios porque esos dichosos exámenes finales fueron enviados a mi correo lo cual fueron corregidos con éxito, y mi estadía en Alemania no será muy duradera luego de esto, porque yo tengo algo planeado desde hace un tiempo.
— Quiero ir a PhennyCity —continuó conduciendo, prestando atención a lo que decía, él pensaba que me iba a volver a ir cómo aquellos tiempos—. Pero estaremos en comunicación, ¿O quieres venir conmigo?
Él negó: — Debo hacer muchas cosas aquí en Alemania, durante todo este tiempo Laia, no puedo salir del país.
Y me entristece escuchar aquello, él de reojo me observó y extendió su mano hacía las mías tomándolas entre ellas.
— Zadi...
— Trata de pasarlo de lo mejor en PhennyCity, por nada en el mundo te dejes pisotear y recuerda que si en algún momento estás mal y necesitas ayuda aquí estaré yo para escucharte —mi mirada viajó hacía la de él aún más, sabía muy bien que podía contar con Zadi en todo momento, en cada ocasión.
— Gracias, Zadi —mencioné luego de un rato cuando ya él estaba estacionado frente a mi casa—. Te quiero bastante, nunca lo olvides —me acerqué a besar su mejilla antes de bajar del auto y sentir aún más la brisa fresca del día, sentir de nuevo el sol traspasar tu piel, el calor incrementar y todos tus sentidos alocarse, aunque muchos no quieran sentir esto, pero yo sí. Yo me sentía en cautiverio, no veía los rayos del sol y sólo sabía cuándo era de día o de noche por las comidas pautadas para brindarme.
Hay una señora corriendo hacía mi para verificar mi temperatura, no sé cuántas veces me ha subido la fiebre en lo que va del día y según yo eso es sumamente peligroso, cuando preguntaba con la voz sumamente débil lo único que me respondían es que nada malo iba a pasar y que me tranquilizara.
— Doctora, —llamé su atención cuando no me prestaba ni una pizca de atención por monitorear todo— estoy hambrienta.
Y ella sólo se dignó a observarme, antes de negar y gritar en Alemán frases que sólo me ponían los nervios de punta. Se comunicaban entre ellos que el Cripolerios se estaba haciendo más fuerte y que viajaba a una gran velocidad, algo que hacía que mis ataques y mis fiebres incrementaran.
— Doctora, no quiero morir, no quiero —comencé a llorar demasiado fuerte, no quería eso, quería ser alguien en la vida y no marchar.
No quiero morir, no quiero morir. Esa frase la repetía una y otra vez mientras las lágrimas bajaban a gran velocidad, no sé en qué momento de la vida yo empecé a tener estos ataques para llorar sin parar, tampoco sé cómo estarán reaccionando los demás en esta habitación.
Sólo que me deprimo aún más al darme cuenta de que no valgo en estos momentos, soy defectuosa, muy defectuosa. No me van a querer, soy una carga.
Soy una carga a la cual sólo se deben deshacer, sólo me quieren por pena, sólo por eso.
No me quiero morir.
— Señorita Müller, —escuchaba en la lejanía, pero yo no paraba de llorar y mis pensamientos a torturarme aún más. No quiero morir, soy una carga y debo luchar— debemos tranquilizarla, está muy alterada y no sabemos si va a soportar la otra dosis.
Y no entendí porque resolvieron todo con una jeringa, no entiendo porque estaba tan tranquila, no entiendo cómo todo lo veía tan pausado que sentía miedo.
Ese fue uno de los ataques de llanto que llegué a tener, fue el más tranquilo de todos, aunque hubo muchas veces que las palabras de "no me quiero morir", pasaban a "que ya esto acabe, que la cura no sirva y el Cripolerios llegue a mi corazón". Eran cosas muy distintas, algunas cosas que aterraban mi cabeza una y otra vez, y que varias veces mis pensamientos se contradecían.
Finalmente navegué por esta inmensa casa, en busca de mi habitación para tratar de poder dormir unas cuantas horas antes de planificar muy bien mi viaje de regreso a PhennyCity.
Todo allí era paz, no eran las sábanas blancas o azules que habitaban en aquel lugar, tampoco eran las paredes blancas que se encontraban en mi habitación. Nada de eso, aquí yo podía sentirme libre, ya me sentía yo, ya sentía que estaba viviendo.
Despojé mi ropa de mi cuerpo para darme una ducha, no sin antes observarme en el espejo, allí se encontraban algunas pequeñas marcas en mis brazos donde según ellos decían "la intravenosa", donde sacaban la mayor parte la sangre para hacer unas investigaciones, o para inyectar la dosis del día.
Entré al baño tratando de no deprimirme de que allí había otras personas que salían llorando porque la solución, en este caso la cura, no les iba a funcionar porque ya el Cripolerios estaba a un estornudo del corazón.
Llené la bañera para poder deslizarme ahí y relajarme por un largo momento, cerrando mis ojos y escuchando la canción que coloqué en mi celular —que por cierto agradezco que en aquel sitio me mantuvieran informada de todo lo que pasaba y que me lo cuidaban—. Canciones relajantes pasaron por la playlist de mi celular, y mi relajación duró mucho.
Escribí una carta para mi grupo de PhennyCity, sin tener las fuerzas necesarias para poder escribir, pero haciéndolo porque no podía estar malgastando tanto tiempo en sólo aquella cama que ya me resultaba incómoda.
— Señorita Müller, ¿Necesita ayuda con eso?
Negué hacía la Doctora, y con mis ánimos por el suelo sonreí, tenía tantas ganas de llorar que eso se centraba en estos momentos. Ella acarició mi espalda y me dejó sola, porque ella en parte entendía que esto no era fácil y que en unos momentos necesitaba estar sola.
Quería que ya el Cripolerios no esté en mi cuerpo, quería que todo esto acabe, quería avances. Pero aquí me encuentro, llorando mientras termino la última carta: la de Pablo.
No sé y no quiero saber cuánto duré dentro de la bañera, pero cuando salí envuelta en una toalla mis tripas sonaron. Así que el plan de dormir desde ahora cayó abajo, me coloqué una vestimenta cómoda (una pijama que consistía en una playera gigante sin utilizar sostén), fui con dirección a la cocina a intentar preparar algo, pero preferí hacer lo que hasta un niño de seis años haría: sándwiches.
En todo el trayecto a organizar los sándwiches me mantuve pensativa, quería conectarme y saludar a las chicas, pero eso arruinaría la sorpresa. Así que esperé y sólo opté por informarle a mi madre que día pasarme a recoger al aeropuerto.
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El día de regresar a PhennyCity no lo sentía tan nerviosa, quizás porque tenía tantas cosas planeadas que dudaba bastante que salieran mal o que ellas sospecharan. Giré sobre mis talones cuando era hora de abordar el avión y abracé a Zadi, le mencioné palabras de aliento de que estaba muy bien porque es cierto, el Cripolerios no estaba en mi cuerpo, cómo también quise llevarlo conmigo a PhennyCity, pero era su decisión.
Me pidió que me cuidara y que no olvidara que él existe, así que con todas las fuerzas que recaude, pude empezar a caminar para ir con dirección a subir al avión. Donde allí dentro detrás de mí iban unas personas golpeando con fuerza mi asiento, cosa que detesto.
Sí mi madre estuviera aquí no dudaría en recriminarles, o mi padre que hace un rato les hubiera hablado en inglés, alemán y español para que se confundieran y dejaran de molestar.
— Perdón, pero serían tan amables de dejar de golpear el asiento, es que me molesta —la morena cruzó sus brazos y se sentó bien en su asiento. Me pidió disculpas, y no volvió a hacerlo.
Cuando estábamos en el aire dormí unos cuantos minutos, pero lo que soñaba sólo se basaba en lo ocurrido durante este tiempo, tenía pesadillas acerca del Cripolerios, tenía muchas dudas, mucho pánico. Así que en lo que duraba el vuelvo me mantuve pensativa, no pegaba un ojo por miedo a soñarme algo peor a aquella enfermedad, ni tampoco platicaba con la persona a mi lado porque estaba con sus audífonos con los ojos cerrados.
Hubo veces donde quería sólo estar en familia, que mi vida no sea tan complicada, que esto que yo estuve pasando no hubiera sido real y que fuera un sueño. Pero de ahí salió una enseñanza, o bueno quizás.
Habrá cosas que te harán caer, te lastimarán, pero sólo tú tienes el control de luchar para mejorar o rendirte para no sufrir tantas cosas. Y yo, aunque soy fiel a tenerle miedo a las inyecciones luché, teniendo pensamientos para rendirme.
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En el aeropuerto buscaba con la mirada a mi madre, sin ningún éxito por la cantidad de personas que aquí se hallaban y tuve las intenciones de sacar mi celular hasta que la vi, vi esa cabellera rubia que nos caracteriza y con toda mi alma y mi corazón corrí hacía ella que me esperaba con los brazos abiertos.
Con las maletas en mano seguí corriendo, viendo cómo su semblante pasaba de en busca de alguien a estar alegre, y me encanta ya estar en los brazos de mi madre.
Escuchar sus palabras de aliento, de sentirme de verdad viva es algo que la mantuvo feliz y que no me soltó hasta un largo rato. Ella me ayudó con una de mis maletas y continuamos nuestro camino hacía el estacionamiento donde había dejado el auto que nos llevaría a nuestro hogar.
Me parloteó acerca de muchas cosas, cómo también me preguntaba cómo fue todo a lo que ahí sí pude hablar, pero haciéndolo por arriba de mis ataques sin mencionarlos, porque ella conducía y no quería que se le nublara la vista. Mencionaba cosas superficiales, algo que quizás ella al a ver visto sepa que sólo estoy contando migajas, pero no interrumpió, dejó que hablara durante unos momentos hasta que cambié de tema para informarle mi plan, a lo que ella aceptó.
En nuestro hogar cuando estuvimos dentro pude notar a unas cuantas personas que alegraron aún más mi llegada. Mi familia.
Lucca, mi padre se encontraba con dos globos en las manos mientras sonreía sin poder evitarlo; Leonardo, mi hermano se encontraba con una bandeja de aperitivos en las manos; Luis, mi otro hermano este estaba con una cámara grabando todo; Tía Piedad, estaba sentada, pero señalando la mesa llena de regalos.
No supe en qué momento los abracé a todos, tampoco recuerdo cómo llegamos al suelo riendo de la emoción, pero esto era algo difícil de olvidar, este era el mejor momento de mi llegada.
— Debes tener hambre, sobrina —mi tía señaló la bandeja de aperitivos y me levanté a tomar un bocadillo, haciendo que mi estómago se llenara de emoción al recibir por fin algo allí. Entre parloteos me volví a sentir en casa, aquí recordé porqué luché tanto, lo recordé bastante.
En el momento de explicarles todo lo que sentí, cada momento difícil de esa cura los vi casi agarrando un pañuelo para limpiar sus lágrimas, pero al terminar de hacer cada explicación escuché cómo me decían esas palabras que tanto necesité escuchar.
En la noche mis padres fueron al supermercado a realizar unas compras, mientras que Piedad y Luis fueron a la cocina a guardar unas cuantas cosas de las que habían preparado.
Leonardo y yo al terminar de recoger la sala nos marchamos a mi habitación, él quería hablarme de algo que según yo sola podía ayudarle, así que lo escuché.
Hablaba acerca de un chico que en los tres meses que más estuve inactiva —que por cierto estaba con ataques casi al morir— él conoció a un chico en un parque, no quería agobiarlo, ni tampoco invitarlo a un lugar porque era demasiado temprano y porque él no sabía si el chico en algún momento se interesaría en él.
Mencionó que el chico no se veía bien, algo que me confundió, inquirió que el muchacho al principio en el parque sólo iba cabizbajo y que fue al final que él levantó la cabeza con más ánimos.
— Tuve que ir a Inglaterra a realizar unas cuántas cosas, pero volví y en ningún momento el chico volvió a contactarme —quise ayudarlo, de verdad que sí, porque no sé si de esta manera es que llegó a liarse con Joaquín, pero al menos lo estoy viendo con decisión a comunicarse con él. No llegó a mencionarme el nombre porque Luis interrumpió en nuestra charla lanzándose a mi cama.
— ¿De qué hablamos, mis amores? —no hablé acerca de lo que anteriormente Leo me contaba, porque si me lo decía a mí es porque no le tenía la suficiente confianza a Luis para hacerlo. Así que preferí decir algo que ninguno de los dos sabía.
— Hace tres meses no sabía que hacer, estaba indecisa y no por mi enfermedad, tenía que ver con dos chicas las cuales me gustaban a la misma vez —Leo debía fingir que ya era lo que había escuchado, pero sin embargo, su semblante de "santos cielos chica" era muy notable—, mi amigo Zadi me pidió que lo pensara con la cabeza fría y así lo hice. Duré estos tres meses pensándolo con la cabeza fría que me di cuenta de que no me gustaban dos.
— Te gustaban tres —interrumpió Luis, Leo lo codeó para que hiciera silencio y siguieran prestando atención.
— No, Luis, no me gustaban tres. Sólo estaba indecisa con una que al darme cuenta eso era tan efímero que sólo mi corazón se aceleraba con el nombre de una —Luis quiso volver a interrumpir a lo que Leo no se aguantó y le tapó la boca, reí por esa escena y aplaudí cómo foca retrasada—. Me gusta Lara.
Ambos se observaron sin saber que decir, sabían quién es Lara porque prácticamente con ella era que pasaba una parte de mi tiempo, Luis no dijo nada porque Tía Piedad lo llamó, y Leonardo se levantó de la cama caminando de un lado a otro.
— Te gusta Lara, la castaña, la que vive al lado —asentí a sus afirmaciones—. Aw, que lindo, ¿es recíproco?
Y ahí no respondí, quizás a Lara le siga gustando Ximena algo que puede ser lógico porque a ella es que la conoce más. Leo al verme tan pensativa besó mi cabeza y se volvió a acostar en mi cama.
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El día de la graduación de las chicas es hoy, cuando llegué ellas ya habían desfilado para entrar al lugar, y quise estar allí desfilando también. Adentro localicé a la madre de Ximena que me había contactado con ella para que le guardara un asiento "a mi madre" lo que no se esperó es haberme visto a mí. Sonrió tanto que me sorprendí.
Saludé a la madrastra de Ximena, cómo también al padre de esta y al ahora novio de la madre de la chica. Para después que me mostraran a la madre de según ellos, Trina, la mujer me observó y sonrió, se encontraba a mi lado.
Todos nosotros hablamos y me gustó que me recibieran sin importar nada, por sus cabezas no creo que hayan pasado que yo soy un estorbo o algo por el estilo, espero que no.
Toda la graduación la pasamos bien, desde que empezaron a mencionar a mi grupo gritamos entre todos, haciendo que sonara aún más. La gran parte del discurso me la pasé comiendo gomitas y galletas de las que Ana y Flor escondían en sus pequeños bolsos.
En el momento de salida les dije todo lo que iba a pasar, a lo que aceptaron mi plan y me dieron suerte. Esperé ser casi la última en salir del lugar para después comenzar a buscar a las dos chicas con estos tacones puestos.
Con emoción las vi, se encontraban sentadas con dudas inculcadas en el rostro, al acercarme y colocarme frente a ellas no sé por qué no se ocurrió grabar, sería algo espectacular haberlo hecho.
— Laia —mencionaron al unísono, asombradas por mi llegada.
— Felicidades por su graduación —y allí la primera en reaccionar fue Ximena que se abalanzó hacía mí y me abrazó, sentí cómo su corazón latía porque a esta chica que es alta se le ocurre colocarse unos tacones altos también.
Cuando Lara reaccionó hizo a un lado a Ximena, en su rostro pude apreciar las posibles lágrimas a caer, me abrazó tanto que me preocupaba que se diera cuenta de lo rápido que late mi corazón en estos momentos, pero no me importó, la abrazaba devuelta y dejé que el amor y aprecio nos rodara. Cuando nos separamos ella opta por pedir que nos tiremos las tres unas fotos, a lo cual acepto feliz.
Pablo, Ted y Magda llegaron a nuestro lugar, ellos me llegaron a ver pero prefiriendo fingir que no había pasado nada y no mencionaron ni una sola palabra. Estuve en cada foto con cada uno, y un chico que pasaba por ahí nos tiró la foto a todos.
Ted fue el primero en marchar porque debía organizar algunas cosas con su pareja, Magda optó por irse con su madre y hermanas que esperaban por ella, Ximena y Pablo debían de marchar, el padre de la susodicha compró unos boletos para ir a una villa de felicitación hacía ellos dos.
— Vamos —Lara entrelazó nuestros dedos y me llevó consigo, algo que notaba es que muchos de los estudiantes graduados miraban con recelo a Lara, cómo si ella hizo algo, caso que decidí no investigar, quizás y no sea nada.
Me platicó que este tiempo ha estado alejada de su madre y que ya volverá a donde antes vivía, según ella para afrontar la situación. Algo que me preocupó. No obstante no me dejó opinar acerca de eso cuando me preguntó acerca de cómo me sentía algo que me hizo tensar, no porque estaba mal, sino porque no pensé que lo iba a preguntar en estos momentos.
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Callen la voz, cállenla por favor. Muevo mi cabeza sin parar, mientras no dejaba de gritar por la medicina que ahora corre por mi sangre.
Duele muchísimo, no paro de gritar y ver todo borroso, el corazón me late demasiado rápido y creo que en algún momento me va a colapsar.
Las personas a mi alrededor no encuentran cómo detenerme, creen que pronto me pasará o que es un efecto secundario, pero no quiero estar de esta forma.
Me detesto, me detesto, me detesto. Paren la voz, cállenla.
— ¡Anuncio, código rojo en la sala cuarenta y dos! —mencionaron en el fondo y ahí fue donde empezó mi pánico.
No recuerdo cómo arranqué el suero que estaba incrustado en la intravenosa, ni tampoco sé cuándo empecé a golpear todo alrededor. Gritaba sin parar, las personas a mi alrededor trataban de detenerme, pero todo mi ser estaba alocado.
— ¡No quiero seguir, no quiero seguir, basta! —gritaba aún más, y cuando un doctor me inyectó un tranquilizante las lágrimas empezaron a bajar por todo mi rostro, quiero parar, quiero detener todo esto, quiero abandonar— Déjenme, devuélvanme a PhennyCity, no quiero seguir con esto, ya déjenme ir, no soy un experimento. No soy un experimento, no lo soy, déjenme.
— ¿Laia? —preguntó Lara frente a mí, me había estado hablando acerca de no sé qué y yo me fui hacía aquel recuerdo— ¿Te encuentras bien?
— Sí, sí —pasé mis manos por mi cabellera y es algo que en los tres meses he adaptado cuando miento—. Perdón, no te escuché, ¿Qué decías?
— Nada, tranquila —me sonrió aunque no la veía muy segura de sí misma, así que, decidí optar por algo más sencillo: evadir el tema.
Con tranquilidad ella me observó antes de sentarse nuevamente en su cama, cuando todo está así de tranquilo me da pánico, demasiado.
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Mis padres se mantienen intactos observándome, algo se esconden y no me quieren decir porque en su mirada se percibe la inquietud.
— Pero por favor hablen, me tienen intrigada.
Se miraron nuevamente y los percibí tragando grueso, me estaba comenzando a preocupar y yo no puedo preocuparme tanto. Mis hermanos llegaron de jugar en el parque todos sudados y nos vieron a los tres tensados, fruncieron el ceño y se sentaron sin que se los pidieran. Mi madre finalmente suspiró tan notable que nos hizo inquietar aún más.
— Los Martins están molestando a los demás, —me observó— los Martins sólo están para molestar a los demás y discriminan a su paso, mi niña, trata de no importarte lo que digan de ahora en adelante.
— Eh... ¿Quién carajos son los Martins?
— Los que harán PhennyCity un caos nuevamente —mencionó mi padre por fin, tronó sus dedos—. Son personas crueles, bastantes crueles así que por nada de lo que te digan hagas caso ni te sientas mal.
No entendí ni un comino, ¿Quiénes diablos son los Martins? ¿Tan crueles son? ¿Y por qué debería de sentirme mal por eso?
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Holi, Holi.
¿Cómo les va mis preciosuras?
Sólo me queda decirles que me encanta que Laia vuelva a narrar.
Y me gusta bastante lo que se viene.
Si antes no entendían quiénes son los Martins, ya sabrán ahora más adelante todas las cosas que hacen los Martins.
Así que, aprieten el culo que se viene la mierda.
Me encanta demasiado la nueva portada, realizada por mi queridísima que siempre ha estado ahí para mi: WalmirisC
Me salió esto en Facebook y quise compartirlo con ustedes, así que, aquí lo dejo:
Laia hablando con sus hermanos de que le gusta Lara:
Dibujo que representa la graduación de las chicas, dibujo realizado por alguien importante para mí: AlizSmith0228
Con amor: Lis☘️🖤☘️
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