CAPITULO 2: LARA
LARA KAYSER
Después de una jornada bastante extendida de clases, es hora de irnos, por lo tanto, antes de marchar paso al baño.
Cuando he terminado coloco mis audífonos en mis oídos y la música empieza a invadirme. Las personas que van quedando juguetean esperando que sus padres pasen a recogerlos.
Cruzo la calle después de haber mirado ambos lados y sigo la trayectoria, una cabellera rubia ondulada va delante de mí y me hace recordar a aquella chica que casi le da un colapso frente a todos. Pero aquella persona que va frente a mí no es ella, la estatura es diferente.
Siento un pinchazo en mi hombro que me sobresalta, giro la cabeza y la bajo para poder observar a aquella chica en la cual iba pensando. Le sonrío, retirando mis audífonos para prestarle atención.
— ¿Vives cerca del colegio?
— Sí —lleva un mechón de su rebelde cabello detrás de su oreja, relamiendo sus labios y observando el camino— ¿Y tú?
— Diría que sí —mi casa está a cinco cuadras de dónde voy, por lo tanto, tomar un autobús no es que sea tan necesario.
El camino transcurrió tranquilamente, hubo momentos donde tuve que reducir la velocidad en la que avanzaba para que ella pudiera alcanzar. Es bastante pequeña a comparación de mi tamaño.
Ella se detiene frente a una casa de dos niveles y se remueve un poco.
— ¿Aquí vives? —asiente, abro los ojos de par en par— Que sorpresa, yo vivo al lado —señalo la casa de dos niveles que sin duda alguna es el terror viviente para mí.
— Asombroso.
Mi madre sale de la casa y me observa, creo que llegó a escuchar mi voz, mi piel se eriza y trago saliva con dificultad, observo a Laia.
— Debo irme, me esperan.
Mi tono de voz ha cambiado bastante, ella asiente observando con el ceño fruncido a mi madre.
— Claro, espera, ¿Podemos irnos juntas mañana?
— Por supuesto —ella me pasa su número y la agendo de inmediato, antes de despedirme y ligeramente trotar hacia mi hogar.
Mi madre, con su típico traje puesto me espera de brazos cruzados y una ceja alzada. Con la cabeza me indica que entre, y así lo hago, sin rechistar y con la cabeza gacha.
Aquí vamos.
— Tú celular entrégamelo, desbloquea la computadora y enséñame tus cuadernos.
Con los temblores a mil hago lo indicado, no escondo nada, pero me da miedo su semblante. Siempre que me revisa mis cosas me termina golpeando porque dice: siempre hay que estar precavida.
Me da miedo estar con amigos cerca, ella los investiga como si fuera una agencia de Inglaterra o si fuera de alguna mafia buscando algún traidor.
Aquella mujer castaña, revisa mis cuadernos verificando que no tenga ninguna tarea pendiente, luego pasa a mi computadora donde monitorea hasta la última navegación, al final toma mi celular.
Los contactos de siempre, sin contar a Laia, donde monitorea las conversaciones con algún especié de radar incrustado.
Al no hallar nada, me entrega los cuadernos y la computadora.
— Esto te lo doy mañana —y sin más, marcha a su habitación, quedo esperando el golpe, en algún momento llegará, pero al no escuchar sus pasos acercándose decido correr a mi habitación, encerrándome y abriendo el balcón.
Me siento en el barandal reprimiendo los sollozos, quiero que mi madre no desconfíe tanto de mí, desde aquel día que mi padre murió, ella me culpa de todo el mal.
La noche cae y yo sigo en el mismo lugar, escuchando como mi madre pasea por toda la casa. Está preparándose para golpearme, lo presiento.
Bajo de la baranda, salgo del balcón y lo cierro. Tomo una larga ducha que relaje mi cuerpo en tensión y al culminar me observo en el espejo, esas marcas visibles en el abdomen junto a algunas recientes cerca de mis senos.
Me coloco la pijama y salgo de la habitación, preocupada, bajo las escaleras y al colocar el pie en el último escalón siento su mano en mi hombro.
— Ya está la cena, hijita.
Hijita, me dice así cuando recuerda el accidente de mi padre donde luego de esto marchó del mundo, carajo, vivo con una loca.
Me conduce a la cocina y a la fuerza me sienta frente a ella, la cena es espaguetis que sin duda alguna saben del asco.
No lo hagas, saldrá mal.
Pero no lo puedo detener, hago arcadas y se percata de lo sucedido.
— ¿No te gusta?
Y no retengo el vómito por mucho tiempo, sale ensuciando el suelo, provocando que se levante furiosa, tomando mi cabello entre sus manos.
Ay, no, provoqué a la loca.
🦖🦖🦖
Despierto por los rayos del sol inundando mi rostro y tengo en claro de en qué lugar me encuentro, quisiera reír, siempre es lo mismo. Me acostumbré a dormir en el suelo de la sala, golpeada.
Todo está bastante silencioso dentro de la casa, lo cual sólo anuncia algo: mi madre ha marchado.
Nada extraño.
Me levanto, adolorida, visualizando el reloj de la pared. Todavía tengo bastante tiempo donde lo tomo para subir a mi habitación, hacer lo mismo de siempre y bajar ya lista.
Ayer le notificaron a la directora de yo poder ir con un pantalón fino —como el de los chicos— en conjunto con mi camisa y corbata. Mi madre hizo un cuento de que practicaba deportes que me provocaban lesiones.
Cuento que la directora creyó.
Camino hacia la cocina, tratando de ignorar mis dolores y observo lo que habitualmente desayuno: cereal con leche. Sin mucho apresuramiento comienzo a comerlo, donde espero a la vez que mi madre llegue.
Pensando en el demonio andante, llega azotando la puerta de la casa y caminando con apresuramiento a donde estoy toma mi mandíbula y me hace observarla.
— Recordé a la vecina de al lado, cuidado si provocas nuevos rumores, ¿Entendido Lara?
— Entendido madre.
Marcha a su habitación no sin antes dejarme el celular y audífonos en mis manos, me levanto luego de acabar de desayunar y salgo de la casa con mochila en el hombro.
Coloco los audífonos en mis oídos y dejo que la música fluya enviándome la disfrazada energía que necesito. Algunos vecinos saludan y debo, por cortesía, sonreír con efusividad.
Observo la casa de Laia y me detengo, la observo salir con prisa, mientras se acomoda la falda que le queda cinco dedos por arriba de las rodillas, su camisa bien colocada y su rubio cabello en unas dos trenzas a cada lado.
— Hola, Laia —sonríe con algo de nerviosismo, esta chica es un manojo de nervios.
— Hola, Lara —aprieta sus manos a cada lado de su cuerpo moviéndose un poco, coloco mi mirada en el camino y la guío, pero se detiene.
— ¿Qué sucede?
— ¿Yo puedo ir con pantalón? No me siento cómoda con esta falda —alzo una ceja a su dirección.
En mi mente está pasando como los títulos de los videos de youtubers: Storytime de cómo mi madre me maltrata, provocando que tenga que ir al colegio con pantalón y no con falda. 100% real no fake.
Pensándolo bien, mi vida es trágica.
— Tengo un permiso especial —retiro uno de mis audífonos de los oídos y se lo extiendo— ¿Quieres?
Asiente, colocándoselo y dejándose llevar por las canciones asombrosas, el camino es silencioso, pero no incómodo ni fastidioso, sino que, es tranquilo y armonioso.
🦖🦖🦖
Estar en la escuela me produce un poquito de tranquilidad, no el nerviosismo que siento estando en casa, donde, no puedo ni hablar bien.
La voz de los demás interrumpe cada vez más mis pensamientos, sin embargo, no es algo que me incomode mucho. Prefiero esto.
En el momento que no llega la maestra decido tomar mi celular y revisarlo, carpeta por carpeta, como mi madre lo hace cuando revisa y al tener todo intacto respiro aliviada.
Siento un golpecito en el hombro que me hace girar la cabeza de inmediato. Ted, mi amigo que, sin duda alguna, conoce muy bien cómo es mi madre. Frunce el entrecejo y retira el mechón de cabello negro que obstaculizaba su visión.
— ¿Otra vez, Lara? —su tono de preocupación es palpable— Debes hablar con algún oficial de la policía, no es sano estar con ella.
— Quedaré sola, Ted —indico, bajando la cabeza, él palmea mi hombro.
— Puedo hablar con mis padres para que te dejen quedar en casa, eres la niña de sus ojos, si le menciono lo que sucede... —siseo negando repetidas veces.
— No, ella parará, verás que sí.
— Lara...
— Ted, —lo observo con los ojos cristalizados— todo estará bien.
Él, sin embargo, me abraza sin importarle algunas miradas confusas que nos lanzan, inclusive, la chica nueva queda observando todo.
Suspiro tensa y agacho la cabeza luego de aquel abrazo, mi cabeza recae en la mesa y quiero distraer mis pensamientos con algunos chistes, pero es que no me siento bien. Quisiera hacer lo que menciona Ted: ir a hablar con un oficial de la policía. Pero a la misma vez no quiero ir, tengo miedo, quedaré sola si lo intento.
Y yo no quiero quedar sola, ¡No!
———————————
Holi Holi.
Un nuevo capítulo con una belleza narrando, la vida de Lara es trágica:(
Me da pena Lara.
No me extenderé tanto, hasta aquí mi reporte.
Con amor: este intento de Escritora 🦖🖤🦖
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