CAPITULO 19: XIMENA
XIMENA S.
Busco con la mirada a Lara por la habitación, hasta encontrarla en el balcón; es aún de madrugada, pero ella prefiere marchar a aquel lugar a esta hora, no sé si sea lejos o cerca, pero sí su desesperación sigue tan intacta por irse es por alguna razón.
— Castaña, —su rostro sigue herido, a su cabello mi madre la ayudó a emparejarlo para que esté de nuevo mejor, pero, sin embargo, en su rostro todo lo que se percibe es dolor— ¿Vienes a la cama?
Ella frunció el ceño, eso puede incluso sonar raro, pero no lo es, no lo hice con esa intención. Alcé mi mano y ella la tomó, la guíe a la cama y la gran diferencia de nosotras es que estoy en pijamada y ella con ropa de irse.
La abracé, besé su frente y la mantuve fundida en un largo abrazo durante un rato, hasta que su celular sonó, ella se removió contestando y por mi parte me mantuve en el mismo lugar.
Cuando mencionó que ya llegaron por ella mi corazón se aceleró muchísimo, no quería que se fuera, pero a la vez quería que estuviera en un lugar muy seguro. Mi cabeza era un lío.
Se despidió de mí, no sin antes mencionar algunas palabras.
— Estaré bien, sólo cuídense de los Martins y de mi madre.
Y cuando bajamos al primer nivel observé a mi madre con una taza de chocolate en la mano, Lara se despidió de ella mencionando algunas cosas que no capté, pero que la hizo reír.
Afuera se encontraba un pequeño auto, pero no podía ver a las personas dentro, era un problema en ese caso.
Cuando ella subió al auto se despidió de mí con un ademán de manos, el auto hizo un sonido antes de marchar de la zona.
Al menos tendré a Pablo este tiempo.
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— Ximena, iré a trabajar —mi madre me mencionó, aún enterrada entre las sábanas de mi cama asentí—. No te levantes tarde, Pablo me escribió que viene a estar un tiempo contigo.
Asentí doblemente, no me encontraba bien eso se podría notar. Me levanté con las pocas fuerzas que tenía y fui a su lado, besé su mejilla y me despedí de ella, también de lo que está creciendo en su vientre.
— Cuídate, hermosa —su novio apareció en nuestro campo de visión, con su ropa de trabajo, la agencia de viajes—. Cuídense ambos.
— Igual, mi niña —se despidió mi madre, Erick alzó su puño e hizo que la chocáramos.
Y después de pasar por esa despedida mañanera volví a mi cama, a mi miseria, andar de un lado al otro sin encontrar un lado cómodo para dormir más.
Así que ya rendida tomé mi celular, me estresaba fácilmente cuando no lograba algo y decidía acudir a otra cosa para lograr aquello. En este caso acudo a mi celular para dormirme.
Leí algunas noticias poco relevantes, entré a mis redes sociales sin hallar algo que me importé del todo, está todo aburrido. Hasta que bajo un poco más en Instagram y me encuentro con la publicación de Fiorella Martins —no la sigo, simplemente salió cómo sugerencia—, entré a su perfil y lo único que mostraba era, riqueza; lujos; humillando personas; fotos en la torre Eiffel; en Rusia; en Alemania; algunos países latinoamericanos; otra vez humillando personas; Inglaterra humillando a una niña pequeña para después maltratar a un pobre animal, ¿Cómo demonios no le tumban la cuenta?
Y navegando decidí entrar a mi cuenta secreta, donde entré nuevamente a su perfil para ver su historia. En la primera sale llorando porque sus padres no le quisieron regalar el celular último modelo —es pendeja, déjenla—; en otra historia menciona que una chica castaña de nombre Lara la humilló frente a todos, que ella era muy cruel y que merecía pagar.
¿Cuándo Lara la humilló?
En otra historia presenta capturas de pantalla de mensajes allegados tratándola cómo un culo, me sentiría excesivamente mal si no hubiera humillado y tratado mal a una indefensa niña en Inglaterra, y después maltratado a un animal.
Esta chica es un estrés.
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La puerta suena abajo cómo si el mundo se fuera acabar al igual que mi perro ladra al compás, me quedé dormida mientras stalkeaba y no supe de mi existencia hasta este preciso momento, bajé corriendo con un cepillo de dientes en la boca. Tropecé un montón de veces y cuando pude abrir encontré a Pablo con el puño alzado para volver a tocar.
— ¿Te acabas de levantar? —preguntó incrédulo, entrando a la casa, saludó a mi perro cómo si fuera a él que lo viniera a ver.
Quise hablar, pero iba a soltar un trabalenguas, con él casi pisándome los talones fui a mi habitación. Él cerró la puerta y se sentó en la cama, mientras mi perro se acostaba en la alfombra, por mi parte terminé de cepillarme.
— ¿Qué hora es? —pregunté ya después de cepillarme, saliendo al umbral de la puerta del baño, él observó el reloj en su muñeca y habló.
— La hora de tu bañarte para que preparemos comida —lo miré por un largo rato hasta suspirar—. Es que apestas a sudor.
— Exagerado —lo dejé en su lugar para hacer ya en el baño mis necesidades, duré quizás una hora y veinte minutos, ¿Por qué tanto? Me lavé la cabeza, a eso le dedico tiempo.
Al salir envuelta con dos toallas —una en la cabeza y la otra alrededor de mi cuerpo—, Pablo exclamó de felicidad.
— Ya pensaba que te habías ido por el baño, que bonita tu ropa, ¿Dónde la compraste?
— En XiLaLa.com —él tomó su celular para buscar el lugar, es que esto tiene que ser un chiste—, Pablo...
— No me sale, —no respondí opté por cambiarme para estar lista y poder comer, él seguía en su ardua búsqueda— lo que sí me sale es la familia Martins.
— ¿Qué?
— No sé, quieren otra hija, dicen que la que tienen está defectuosa —es que para qué conocer gente loca si para eso están los Martins y Arlenne—. Esa familia es de locos, me enteré de que Lara le dijo en su cara frente a los alumnos que desesperación tenía Fiorella por saber cómo salir bien del closet, bueno, algo así me contaron.
»» Los padres odian algo, la hija viene siendo lo que ellos odian, qué cosas de la vida.
— Parece tú familia.
— Así es —recapacita a lo que dije y me lanza una almohada—. Idiota, mi familia ya acepta cómo soy —alcé una ceja observándolo—. Me dieron un abrazo, es un avance.
Bajamos entre parloteos a la cocina, quise preparar algo, pero él se negó diciendo que iba a preparar un platillo especial. A lo que me envió a cortar algunas frutas, lo hice siguiendo las órdenes del capitán. Pablo me alegra el día.
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PABLO
Estar con Ximena hizo que mi mente se alejara de pensamientos dañinos, las personas habían logrado su cometido, dañarme psicológicamente. No me encontraba bien, estaba fuera de sí y simplemente hacía chistes para desestresarme o no hacer caso a mi alrededor.
Vine con intenciones de ayudarla en su momento bajo, sus dos amigas no estarán cerca —Laia enferma que no se sabe de ella, Lara lejos que tampoco se sabe de ella—, mientras yo prefiero ahorrarme mis problemas para no hacerla sentir aún peor.
Ella no sospecha ni sospechará nada, sólo seguiré consolándola hasta que yo decida irme y no hablo de forma terrenal.
— ¿Pablo? ¿Estás bien? —asentí a su pregunta, haciendo uno de esos chistes agrios, comiendo otro pedazo de fruta. Al menos algo salió bien en el día de hoy: mi comida.
La seguí escuchando, pero cuando mencionó que me tocaba a mí hablar sentí pánico, pensé que había visto las marcas, lo pensé, pero me equivoqué. Sólo quería que me desahogara de cómo me siento este mes, pero me lo ahorré, me tragué las cosas negativas sólo transmitiéndole cosas bonitas que han pasado este mes.
A sinceridad mentí, puede ser mi mejor amiga, pero a la vez esto que siento por dentro no deseo que nadie lo sienta.
— La has pasado excelente, me alegro muchísimo Pablo. Así mismo, no te dejes vencer por estas personas, no merecen verte mal —y mi corazón se hizo añicos, quise romperme ahí mismo, pero me contuve.
Y me contuve tanto hasta llegar a casa, mi madre estaba recibiéndome con los brazos abiertos, al menos ella era la única que sabía cómo de verdad yo me he sentido.
— Podemos con todo, mi cielo —y por un instante tuve fe, tuve fe de querer seguir viviendo, tuve fe de levantarme y no sólo respirar y listo, quise salir adelante. Pero esa fe se destruyó cuando me vi sólo en mi habitación, cuando todo lo bonito que he sentido se vio opacado por lo malo.
Y ahí en mi soledad lo volví a hacer, volví a lastimarme sin control, sin pensar en nada más que las palabras de odio hacía mí.
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Mi madre ha ido a trabajar, dejándome solo otra vez, quiero salir al parque, quiero aunque sea hacer las cosas bien. No hundirme en mi miseria.
Pero al salir al parque siento que cometo un crimen, un crimen que estoy pagando con mi mente y mi físico, con un abrigo cómo si hubiera frío, pero es todo lo contrario.
Tal vez y sólo tal vez tener dieciochos es lo que conlleva esto: miseria, miseria, miseria. No estoy bien, pero no quiero ayuda.
Por andar en mis pensamientos ni me fijé que había chocado con alguien, con mil disculpas lo ayudé a levantar sus cosas, percatándome de que ese rostro ya lo había visto. El hermano de la pequeña rapunzel.
— Gracias, y no te preocupes fue mi culpa de no fijarme en el camino —quise dialogar al menos más con él, pero no quería terminar ilusionándome tan rápido para después caer de nuevo en mi miseria, así que lo único que hice fue sonreír y asentir.
Segundo día que vengo al parque, sigo diciendo que es mala idea, pero aquí no me lastimaré con una cuchilla cómo en casa, aquí al menos me distraigo, puedo sentir cómo algunas personas ríen mostrando su felicidad, mientras yo recibo miradas de asco e insultos.
Volví a chocar con alguien, quise llorar ahí mismo, lo sé, estoy bastante sensible, pero detesto cómo me están insultando y este choque puede causar un problema más.
— Lo siento, no volverá a pasar —decidí hacerme a un lado cabizbajo, sin percatarme de la persona, algo de falta de respeto aquí.
Tercer día viniendo al parque, no me gusta, pero cómo dije me mantiene ocupado y no sólo en mi nuevo hobby, hoy no traigo el abrigo, pero sí una chaqueta que me cubre los brazos de forma excelente.
Hundiéndome en mis pensamientos, en mi miseria y en las ganas de querer irme, choqué con alguien por tercera vez en lo que vengo viniendo al parque. ¿Es broma? Esto tiene que ser broma.
— Lo siento, no volverá a pasar —mencioné cabizbajo, sin mirar a la persona ni dejar que me insulte.
Así estuvo pasando durante un mes completo, hasta ese día que dije que era el último en ir al parque porque ya era el día en el que me iba. Volví a chocar con esa persona, ¿Cómo sé que es la misma? Sus zapatos siempre están bien pulidos y me he fijado en sus manos, así que con la dignificad que no tengo lo enfrenté.
— Lo siento, no volverá a pasar —y grata sorpresa que me llevé, pánico a la misma vez, es el hermano de rapunzel. ¿Estuve chocando con él por tanto tiempo? Es que debe de ser broma.
— Tranquilo, no importa —palmeó mi hombro y marchó, me giré viéndolo marcharse y negué, esto debe de ser una broma.
Y quise extender mi tiempo, de verdad que sí, lo extendí por otro mes, ese otro mes donde iba al parque; visitaba a Ximena que iba estando mejor; hablaba con Magda; buscaba algún talento oculto en mí... hice cosas que me alegraron ese mes.
Y lo extendí otro mes más, donde volví a ir al parque con la cabeza no tanto en alto, pero sí fijándome en mi alrededor, y ese mes me ilusioné, me ilusioné tanto que al ver a ese chico le hablé, extendí nuestra conversación y me alegré.
— Mi cielo, iré al supermercado, ¿Quieres venir? —mi madre mencionó desde el umbral de la puerta de mi habitación, y acepté, la ayudé con las compras y me alegré al verlo en ese lugar, pero también me alegré de que yo quería seguir viviendo.
— Chico del parque —ese era el saludo que había colocado en mí, alzó su puño e hizo que la chocara, en este mes a él también se le percibía una felicidad notoria, ya él también sonreía y no andaba tan cabizbajo cómo antes. Quise dialogar, pero negó y me pasó unas pequeñas cartas, no comprendí nada—. Cada carta tiene un nombre en la portada, a cada persona entrega la carta. Hay dos para ti.
Y marchó, mi madre me sacó de mi ensoñación en el momento de irnos y cuando estaba en casa me fijé en las cartas.
Carta para Lara.
Carta para Ximena.
Carta para Magda.
Carta para Pablo.
Carta para el chico del parque.
Y a la última me sorprendí, ¿Me hizo una carta?
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Holi, Holi.
¿Es raro o no es raro de que yo haya hecho unas actualizaciones tan seguido?
Bueno, ese no es el caso, el caso es que llegaron unas cartas para algunas personas, ¿Quién envió la carta?
Es más que obvio.
Pablo es mi niño pequeño, lo cuido con toda mi alma y sólo para aclarar, Pablo no siguió por el conocido del parque, Pablo buscó formas para seguir.
Pero a todo esto, ¿Cómo estará Laia?
¿Cómo están ustedes?
Yo muy tranquila de la vida actualizando IA1:
Para no seguir extendiéndome hasta aquí mi reporte.
Con amor: Lis☘️🖤☘️
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