CAPITULO 16, PARTE TRES: LAIA
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LAIA M.
— A ver sí entiendo —Zadi se acomoda en su sitio—. ¿Crees que te gustan dos personas, pero no sabes que hacer porque no quieres arruinar la amistad? —asentí— Rayos, no sé qué decir. ¿Al menos sabes si ellas dos sienten algo por ti?
— Una siente algo por la otra, la otra no sé por quién y me está carcomiendo la cabeza.
— No sé qué decir, X2 —volvió a repetir lo mismo, suspiré y coloqué mi cabeza en su regazo mientras esperaba que los resultados de los análisis que me habían realizado hace tres días lleguen—. Es que, escucha, sí no sabes que hacer sólo tómate un tiempo para pensar con la cabeza fría, porque si vas y lo dices con la cabeza caliente todo será un desastre.
Asentí, permanecí en la misma posición hasta que llegó la doctora que ha sido gentil conmigo, con una sonrisa de oreja a oreja.
— Buenas tardes, señorita Müller —estrechamos las manos luego de que me recompuse, ella me indicó que pasé a su consultorio y así lo hice, con Zadi casi pisándome los talones—. Han llegado estos resultados donde sabremos cómo ha ido tu enfermedad, pero no menos importante, saber si aceptará con fuerza la cura al Cripolerios.
Asentí, ansiosa y casi mordiéndome las uñas. Zadi a mi lado está esperando, de brazos cruzados y con el ceño fruncido, prestando atención a cada movimiento que realice la doctora.
— De acuerdo. Tus pulmones están sanos, tus riñones necesitan un poco más de agua, ¿Casi no la ingieres?
— La mayor parte del tiempo es jugo y refresco —¿para qué mentir? Tengo que entender un edificio en los riñones de tanto refresco que ingiero.
— En esa parte, tus riñones piden auxilio, tienes que tomar más agua para que todo marche bien cuando estemos en el proceso. Veo unas sombras por el cuerpo, lo que significa que es el Cripolerios haciendo su aparición, pero en el lugar que veo más las sombras son cerca del corazón, lo cual, es un problema.
— ¿A qué se refiere? —preguntó Zadi, con los nervios a flor de piel.
— Sí el Cripolerios llega al corazón ya no habrá nada de qué hacer por la señorita Müller, sería darle esperanzas en vano —una lágrima descendió por toda mi mejilla, no tengo el Cripolerios en el corazón, pero está cerca y eso me abruma.
— ¿En ese caso que pasaría?
— Al estar un poco alejado del corazón tenemos todavía tiempo de hacer que el Cripolerios desaparezca de su cuerpo.
— ¿Cuándo empezamos? —las dos palabras salieron apresuradas, sin dejarla terminar a lo que ella podría seguir diciendo, pero ahora me preocupo, muchísimo.
— Empezaríamos a más tardar hoy por la noche, pero hay consecuencias, Müller —¿Consecuencias? ¿Cuáles? Ella parece leer mi mente que de una vez carraspea y se acomoda en su asiento—. No podrás tener hijos, Laia, está cura junto con el Cripolerios son una explosión para tu cuerpo, dejando algunas partes sin funcionar del todo bien, esa es una.
Me entristece, pero a la vez no iba a tener hijos.
— Entiendo, Doctora.
— Entonces, ¿Luchar o no luchar?
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— La puta que te parió —casi me arranco la aguja que me han adentrado, agarro la mano de Zadi que está por desmayarse por el tamaño de aquel artefacto.
— Exclamó la dulce princesa —dijo con sarcasmo otra doctora, que muy dulce conmigo no es—. Quédate quieta o esto va a seguir doliendo.
Quise reír, la verdad es que sí quise, pero en el momento de que ella me coloca una máscara de oxígeno sé que puede venir lo peor.
— Lo necesitarás.
— ¿Me pueden dar una a mí también? Me estoy por desmayar —dijo Zadi antes de apretar los ojos con pánico. Bien, el de los tatuajes y piercing le tiene miedo a una aguja.
Y Zadi no mentía, de verdad se desmayó, pero yo no pude hacer nada para ayudarlo, porque la inyección al parecer era para anestesiarme. Me sentí en las nubes, sentía cómo si me estuvieran haciendo cosquillas en el otro brazo, quise mirar, pero no pude, cerré mis ojos y quedé ahí.
Al poder abrir mis ojos, sentí las caricias de Zadi con un rostro un poco preocupado, aunque al verme abrir mis ojos se sintió aliviado.
— Santos cielos, tienes horas durmiendo —no entendí a lo que se refería, hasta que vi la hora en su celular. Faltan tres horas para estar en clases.
— Debemos irnos, las clases empezarán.
— ¿Con el permiso de quién? —entró la doctora que casi me apuñala el brazo, en su mano habita otra jeringa, ay, no, me volveré hoyos.
— Con el mío —ah, respondona la niña.
— Déjame decirte que hoy no podrás salir, tienes que durar veinticuatro horas en supervisión para saber si con el medicamento encima puedes salir y no habrá ningún problema. Oh, se me olvidaba, acabó la hora de visita, el chico debe retirarse.
Refuté, pero sin ser escuchada por ella, al Zadi no querer irse buscaron a unos guardias que lo alzaron cómo un costal de papas me informó que cuando yo saliera me llevaría a casa.
La supervisión fue algo confidencial, en realidad, hubo varias inyecciones y otras en un cubículo observando mi cuerpo. No usé el celular esas horas, tenía prohibido decir alguna palabra.
Hasta que llegó una parte en la cual lloré, desgarré mi garganta con mis gritos y quise huir, quise ya no ser una luchadora. Pero la esperanza de mi familia y los rostros de mis amigas aparecían en mi mente, haciendo que los dolores presentados fueran por algo importante.
Había una habitación donde allí parecía como si te estuvieran dando electrochoques por todo el cuerpo, debía estar ahí durante una hora completa, vomitaba sin parar una mucosa roja hasta que se convirtió en negra y ahí fue donde quise tener a alguien de apoyo a mi lado.
Cuando salí de ahí vi el rostro de la doctora que parece odiarme, con el rostro cundido en pánico, no indagué; me dejé llevar por ella a otra habitación donde sentía cómo si algo dentro de mí se rompiese.
En cada habitación pasaban cosas diferentes, pero en todas había algo que yo siempre hacía: vomitar y gritar.
Al culminar de las cinco habitaciones me sentaron dejándome con una cubeta y brindándome un vaso con agua, de la cuál bebí sintiéndome sedienta. La doctora maligna —así le diré, no me juzguen— se quedó a mi lado hasta que llegó la doctora dulce y se asustó al ver mi estado.
Cómo lo normal que debe ahora ser mi vida, me extendió la mano, ayudándome a sentar en una silla de ruedas para llevarme consigo a realizarme unos chequeos.
Quizás y sólo quizás estuviera un poco mareada, bueno, ¿Para qué mentir? Estaba sumamente mareada, ella me brindó más agua junto con una pastilla, no pregunté, sólo la ingerí.
No escuchaba nada a mi alrededor durante varios segundos, hasta que comencé a poder escuchar nuevamente y los mareos iban cesando de a poco.
La doctora sacó una jeringa y quise subirme a la silla de ruedas e irme versión Toretto. Pero ella vio mis intenciones y negó, me dijo que esa jeringa no era para mí y que yo podía tranquilizarme. Pero no estaba tan confiada en sus palabras.
Le pregunté si ya podía utilizar mi celular, pero negó, me explicó nuevamente de que el proyecto no podía salir a la luz ni ser comunicado con nadie.
— ¿Ya casi podré salir? —ella asintió chequeándome la presión y el corazón— ¿Falta mucho?
— Le tomamos el número telefónico a tu amigo, cuando sea hora de irte él te esperará afuera —eso no responde mi pregunta, no sé si ya casi las veinticuatro horas podrían pasar, estoy sumamente confundida porque aquí no entra ningún rayo de sol.
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Me han cambiado, con una ropa que Zadi se encargó de traer, es una ropa holgada que me hace sentir cómoda, ya que, estos pinchazos en la intravenosa y en el culo me están pasando factura.
— Recuerda, tomar las pastillas antes de ingerir alguna comida, no tomar alcohol y...
— ... no decir nada del proyecto, de acuerdo.
Tengo que volver a las ocho de la noche para realizar otra sesión, al parecer mi cuerpo está luchando contra el Cripolerios, porque gran parte de esto lo expulsé en aquella mucosa.
Cuando salí al estacionamiento con un poco de dolor, vi a Zadi recargando su peso del automóvil, quise contarle, pero no quiero problemas y debo guardar el secreto. Así que, con las fuerzas inútilmente que tenía le sonreí.
— Mi pequeña guerrera —besó mi coronilla y me sonrió, luego me abrazó delicadamente para guiarme hasta las puertas del automóvil.
Entré y me coloqué el cinturón de seguridad, cuando Zadi entró me extendió mi celular.
— No ha dejado de sonar desde un día completo, creí que me iba a volver loco —reí, pero un extraño dolor se extendió desde mi abdomen bajo hasta cerca de la caja torácica. Zadi se dio cuenta, me entregó un kit—. Ellos me dijeron que sabrías que hacer, no me quisieron dar detalles —rebusqué entre el kit de emergencia el aparato de oxígeno, para antes de colocármelo tomarme una pastilla y sacar una jeringa del botiquín— Hey, no, ¿Qué haces? —me coloqué la máscara de oxígeno y ahí con delicadeza extrema me inyecté a mí misma con la jeringa. Zadi no observó, no quería desmayarse, así que la solución lógica que encontró fue abrir la ventana y ver el estacionamiento. Intenté colocarme una curita, pero no me era fácil, así que le pedí su ayuda.
Eso sí pudo hacer, me colocó la curita en la intravenosa y con la mirada me preguntaba si estaba mejor.
Y asentí, se sentía cómo una droga que me relajaba todo el cuerpo.
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Estoy en casa con Zadi, mientras yo me duchaba él realizaba unas comidas y cuando salí con el frasco de pastillas me percaté de que estaba tratando de zambullir un paño en el agua muchas veces. Le iba a preguntar, pero mi celular sonó en mi habitación y fui en su búsqueda —supe que estaba sonando por el reloj que yo tenía puesto—, así de fácil.
Observé la pantalla y me alegré, pero a la vez mi corazón revoloteó cómo un idiota. Contesté.
— ¡Al fin! —una parte de la pantalla se mostraba Ximena, tratando de hacerse algo en el cabello, mientras que en la otra parte de la pantalla se encontraba Lara en el balcón de su habitación.
— Hola, chicas —mi voz ronca, es de esperarse.
— Te oyes súper mal, ¿todo va bien?
— Sí, sólo que no tengo rato de haberme despertado —mentí descaradamente. Zadi llegó a la habitación rascando su nuca, eso lo hacía cuando teníamos problemas o si hizo algo.
Y fui con él, mientras las chicas me mandaban ánimos.
— Laia, pequeña, te aprecio, pero estás moviendo mucho el celular y me mareo —sonreí a la cámara, pero quise que la tierra me tragara después de ver mi cocina.
— Un momento chicas —silencié la llamada y le pregunté un montón de veces que había sucedido.
Mi cocina y una playa no se llevan mucho, está todo mojado.
— Escucha, lo arreglaré, no me golpees —se trató de refugiar, pero no había nada ni nadie para ayudarle.
— Límpialo, Zadi, cuidado con caerte y lastimarte alguna extremidad. Para que no hagas otra locura me sentaré justo aquí —halé un banco de la cocina y me senté, Zadi asintió y comenzó a limpiar. Volví a la llamada, colocándole de nuevo el sonido y prestando atención a lo que decían.
— Pero es ilógico, ¿Por qué ella hace eso? —dijo Lara y al parecer sonaba enojada.
— Sólo nos molesta, es irritante —Ximena dejó su cabello e hizo una mueca de fastidio, Magda también ha entrado a la llamada.
— Ella se está buscando que a mí se me acabe la paciencia —Magda enojada, opinó.
— ¿De quién hablan? —me dijeron qué hay una chica que se la está pasando, molestándolas y que es un grano en el culo. No quisieron ahondar tanto en el tema, me preguntaban cosas de cómo me estaba yendo y algunas preguntas que mentí descaradamente.
Cuando cerré la llamada Zadi me observó con una sonrisa de lado, cómo ya había terminado de limpiar se acercó.
— ¿Cuál te gusta?
— Oh, vamos, déjalo pasar —se recargó del marco de la cocina y suspiré—. Sigo diciendo que me gustan ambas.
Y ahí le enseñé una foto de Lara y otra de Ximena.
— Pero hasta a mí me gustarán ambas, son hermosas —lo observo con una ceja alzada—. El caso es, trata de seguir aclarando tu cabeza y cuando te sientas segura, dilo.
Me levanté de mi asiento y lo abracé por un largo rato, hasta que otra videollamada apareció, era de mi madre junto con más integrantes.
Hora de mentir más.
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Holi, Holi.
¿Cómo les va a todos ustedes en el hermoso día de hoy?
¿Han estado atareados con tareas? Yo no, sólo me puse a ver una serie, está buena.
Yo debería estar estudiando para cuatro pruebas, pero mírenme aquí, haciendo una triple actualización.
¿Qué les pareció todo?
A mí me gustó más cuando narró Laia, porque ahí podíamos sentir el sufrimiento que obtenía por culpa de esa enfermedad, pero también, nos volvíamos Laia y comprendíamos porque sigue ahí.
Laia es alguien que no se rinde, es mi pequeña guerrera, y me gusta que ella sea así.
También me gustó la valentía de Lara donde pudo decirle a su crush sus sentimientos, Lara lo hizo con valentía, pero creyendo que su amor iba a ser correspondido, me recuerda a alguien (ese alguien soy yo).
Lara en decir sus sentimientos y no ser correspondido, soy yo, pero lo que nos diferencia es que ella puede seguir hablando con su crush.
Ja, no se crean, a mí me gusta el dinero.
¿Quién le gusta a Ximena? Esa pregunta tiene su respuesta.
Aclarando, Zadi ve cómo una hermanita pequeña a Laia, no la ve con intenciones de romance.
Ustedes y Laia tratando de saber de quién hablan las chicas:
Ustedes cuando Laia está en el proceso de la curación:
El lugar donde está Laia tratando de sacar a Zadi:
Para no alargar el asunto, nos vemos en el próximo capítulo con un nuevo personaje.
Con amor: Lis☘️🖤☘️
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