CAPITULO 16, PARTE 2: LARA
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LARA K.
— Lara, ya está la comida —mi abuela opinó desde el umbral de la puerta de mi habitación, dejando a un lado el celular me levanté de mi cama y fui hacía ella—. Espera, tienes los ojos rojos, ¿Qué sucede?
Y la abracé, sintiendo mis latidos acelerados por la presión en mi pecho. Muy fuerte para decirle lo que sentía, pero muy débil para aceptar de que ella siente algo por otra persona.
Quizás y sólo quizás sí sólo hubiera cerrado la boca nada de esto pasaría, detesto ver su rostro en el colegio tratando de acercarse hacía mí y yo siendo una completa gallina para huir.
— Ella... yo... —las palabras se atascan en mi garganta, soy una chica que no sabe ni lo que quiere, tal vez confundo su simpatía por algún romance conmigo— callada...
— No te entiendo, Lara —acariciaba mi espalda suavemente para que yo me dejase llevar, no sé cuánto duré en los brazos de mi abuela, pero fue bastante tiempo que ni cuenta me di de qué Ted había llegado con su novia.
Y ver su rostro lleno de preocupación hizo que volviera a estallar, mi abuela no entendía, pero nos dejó a los tres en la habitación.
No hubo palabras de consolación, sólo abrazos y el silencio que nos envolvía, fue mejor.
Más tarde, Ted se hallaba llevándome consigo hacía la planta baja, dónde me sirvió un vaso de agua. Mi abuela no se detuvo a preguntar.
— ¿A quién hay que darle?
— A mí, por ser tan idiota y no fijarme que debo seguir callada en cosas cómo esas.
— ¿A qué te refieres? —Ted con un panecillo en sus manos preguntó.
Y con el nudo en la garganta hablé, les expliqué con gotas deslizándose por mis mejillas.
— Lara, creo que a ella le gusta Laia.
Y mi corazón se comprimió, aún más al escuchar mi celular en la parte de arriba sonar.
— ¿Lo busco? —asentí, y esa chica tan adorable fue por él. Suspiré cuando tiempo después llegó con él y un sinfín de llamadas perdidas de parte de Laia. Quise apagar el celular y encenderlo luego de un tiempo, pero ella está en Alemania y no sé si vuelva a verla, tampoco tiene la culpa de la teoría que acaba de realizar Ted.
Cuando ella vuelve a llamar —en este caso una videollamada— yo contesto.
— Hola, mierda, ¿Qué te pasó en la cara? — se ve caminando entre un largo pasillo decorado de fotografías de personas sonrientes, tras de ella va un chico.
— Estaba jugando —«con mis sentimientos»— y perdí.
— ¿Y te pusiste a llorar por qué perdiste? —asentí— Haré cómo que me la creí.
— ¿En dónde estás? —pregunté, cambiando de tema y porque la veía caminando mucho.
— Me van a empezar a hacer unos chequeos para verificar si estoy lista para todo lo que venga —ella luego de decir eso se ríe de algo que mencionó su compañía, fruncí el ceño—. Te estaba llamando para que me acompañases en esta aventura.
— Con gusto —mencioné, coloqué mi celular en alguna parte que no se cayera, le presté atención a todo lo que dijo. Pero, sin embargo, la teoría de Ted se hace más fuerte, ella es adorable, hermosa, inteligente, le podría gustar a cualquiera, ¿Por qué no sería el crush de Ximena?
— ¿Lara? ¿Por qué lloras? —me doy cuenta de que me fui lejos pensando, bastante cómo para no darme cuenta de que comencé a llorar y esta vez no podía decir la vil mentira de que estaba jugando. Mis sentimientos encontrados aún más cuando me preguntó si en casa todo iba bien, pero sí ella supiera de que no tiene nada que ver con mi madre.
Y, con el dolor que me estaba produciendo en el alma, cerré la llamada y me fui a mi habitación sin el celular. Es mi amiga y está pasando por un momento difícil, del cual al menos por videollamada debería estar haciéndole caso, pero creer lo de Ted me hace doler.
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En el colegio me hallo, con el rostro maquillado para ocultar las bolsas negras bajo mis ojos, y también ocultar que tengo cara de morir.
Tampoco es mi día, Laia no dejó de escribirme, mensajes que sólo uno llegó a captar mi atención.
Laia, rubia: mi tratamiento empezará, te estaré escribiendo aunque no quieras hablar conmigo. Te quiero.
Llegué a responderle, pero los mensajes no le llegaban y hasta este momento no le llegan, si sólo me hubiera quedado en la videollamada supiera que estaría pasando, pero simplemente me fui cómo una cobarde.
Por mi lado pasa Pablo sin saludarme y creo que decirle mis sentimientos a Ximena provocó esto, pero ese mini pensamiento se esfuma cuando se detiene y se gira, observándome con atención.
— ¡Lara! —se devuelve y me abraza— perdón, no te estaba viendo.
— No hay problema, Pablo —él iba a seguir hablando, pero se despidió y corrió no sé a dónde. Rarooooo.
En todo el día del colegio no me encontré a Ximena, y lo agradecí, pero a la vez no me encontré con Magda que por cierto, su celular y ella parecen mejores amigos.
Y en el momento de irme del colegio, en la salida me encontré a mi madre de brazos cruzados recostada de un auto. Frené en seco, bien, aparte de llorarle a alguien ahora tendré que soportar a la loca.
Y para no hacer las cosas peor, me acerqué, temiendo por mí de lo que pueda pasar después.
— Hola, Lara —y le devolví el saludo con la voz temblando, me indicó que subiera al coche y antes de me persigné cómo tres veces, por momentos me recordó al chavo del 8 persignándose.
Me abroché el cinturón, y en mis pensamientos iba rezando, el miedo que está mujer me traspasa no es normal.
— ¿Por qué tienes la cara hinchada? —ella, mientras conducía, habló.
— Por nada.
— No me gusta las mentiras, Lara.
— No estoy mintiendo, madre.
El camino a la casa no es igual, ahora sí fue verdad que temo por mi vida, señor asegúrate de agarrarme confesada.
Pero el pánico disminuyó cuando la vi estacionar frente a una heladería, pero aun así sentí miedo. Me hizo bajar y con mis pies temblorosos me situé a su lado.
Entramos al local donde pedimos dos helados, y ahora siento este momento extraño.
— Volveré a formular la pregunta, ¿Por qué tienes la cara hinchada? —giré la cabeza tratando de no mirarle a los ojos— Lara, ¿Qué sucede? ¿Te molestan en el colegio?
¿Le dieron drogas o me cambiaron a mi mamá?
Sus preguntas no paraban y puede que en este momento parezca una "madre preocupada por su hija", pero ella no es así, no se va a preocupar por mí, ni se va a alegrar de mis triunfos.
— No.
— ¿No? ¿No qué?
No respondí, haciéndola suspirar, a este punto ya llegaron con nuestros helados y yo tengo ganas de pedirle a la muchacha que me lleve con ella para no tener que hablar con Arlenne.
— Sabes que puedes hablar conmigo de lo que pase, soy tu madre —sí, creo que le dieron drogas.
Iba a volver a decir la misma frase de, "nada pasa", hasta que la campana situada arriba de la puerta de la heladería sonó, por ser abierta por Pablo que detrás de él venía Ximena. Mi rostro palideció, mi madre se fijó en eso y llevó su vista en esa trayectoria hacia ese lugar.
— ¿Ella te está haciendo algo? —su voz pasó de calmada a querer romper algo.
— No.
Mi madre se hartó de escuchar lo mismo y me haló del cuello de la camisa, acercándome, el vaso de helado lo dejé a un lado temiendo por él y por mí.
— Te enamoraste de ella, Lara, sabes lo que te había dicho de enamorarte de esa muchachita —la furia la está empleando bastante en el cuello de mi camisa, incluso cierro los ojos con fuerza esperando un movimiento más.
— Te doy tres segundos para que la sueltes.
La risa de mi madre apareció, me soltó y se levantó enfrentando a Ximena.
— ¿Qué harás? ¿Tintarme el cabello mientras me perforas partes de mi cuerpo? —ríe— No das miedo, chiquilla.
Gran show en una heladería, agarré mi helado y con la fuerza que no tenía me levanté, carraspeé.
— No pasa nada, Ximena, sólo hablábamos.
— Sí, sólo hablábamos —dijo mi madre con burla en el rostro.
— Pero yo ya no quiero hablar —Arlenne no entendió hasta que agarré de la mano a Ximena y corrí cómo si me estuvieran al robar, Pablo se quedó pidiendo su helado sin fijarse que estábamos corriendo fuera del local. Ella me condujo hacía una motocicleta y me hizo subir, ni puta idea de quién sea, pero mi madre no es que esté bien cómo para esperar que me haga algún daño.
Ximena encendió la motocicleta, me hizo colocarme el casco al mismo tiempo que ella se puso el de ella, tragué grueso cuando vi a mi madre acercarse muchísimo, pero que mi compañía halla acelerado cómo alma que lleva el diablo fue el momento perfecto para dejarla atrás.
En un punto del momento, mi helado se derritió y al tiempo cayó, maldita sea. No sé hacia donde ella me lleva, porque este trayecto nunca yo había tomado, pero allí me hallo.
Por el calor del momento no recordé que era con Ximena que yo iba, mi corazón hizo de las suyas, no obstante, estar en una casa completamente extraña me hizo tragar grueso.
— Tranquila, estamos en casa de mi padre —ella le informó a Pablo que pasaron unos pedillos y tuvo que irse, me condujo hacía el patio trasero y nos sentamos en el césped.
No hubo palabras de mi parte, pero sí de ella, donde me pidió perdón por lo que dijo después de que yo le expresara mis sentimientos, que sólo fue una persona sin fijarse que eso podría haberme lastimado y que nuestra amistad no debe concluir por eso...
— ... Porque somos amigas, en nuestros sentimientos no mandamos —concluyó al mismo tiempo que una voz masculina apareció, era su padre con rostro de querer golpearse.
— Este país está loco, pero más loco está el presidente —se dio cuenta de mi presencia—. ¿Eres cercana al presidente? —negué— Bien, seguiré hablando.
— Papá, mi madre te espera arriba, estoy ocupada ahora.
— ¿Qué hace tu madre aquí? —abrió sus ojos cómo dos platos y corrió, creo que no se esperaba aquello.
— Entonces... ¿seguiremos siendo amigas? Me has hecho falta esta semana —podría ser un suicidio ser amiga de la persona que te gusta, pero es un cuchillo alejarte de pronto de ella. Así que, fui por la opción un poco más segura.
— Seguiremos siendo amigas —ella aplaudió cómo foca y me hizo reír, pero no duré mucho porque su padre volvió a aparecer.
— ¡Llamaste madre a mi mujer! —el rostro de Ximena pasó a ser rojo intenso y me reí por la situación que está pasando.
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Ximena después de decirle madre a la mujer de su padre:
Ximena llegando a defender a Lara:
Descripción gráfica de cómo se sentía Lara:
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