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CAPITULO 13: XIMENA

XIMENA STEWART

Me despierto completamente asustada al escuchar un grito, me levanto tropezando con las cobijas que he empacado y me percato de dónde proviene el ruido. Es de parte de Magdalena que está casi al trepar las paredes para que el animal que está dentro no la toque.

— ¿Qué demonios? —mi voz queda apagada cuando ella vuelve a lanzar otro grito, hubiera tenido miedo si no fuera porque... ¡Es una cucaracha! — Joder, Magda, es pequeña e inofensiva.

Las demás se van despertando por el alboroto y no es hasta que intento lanzarle un zapato que está comienza a volar, y ahí sí entro en pánico.

— ¡Llamen a la miraculos! —la cucaracha volando me da miedo, más al verla venir en mi dirección.

Salgo corriendo como si mi vida dependiera de este momento, me refugio tras Magdalena que ha comenzado a temblar.

En el momento que la cucaracha quiso hacerse la graciosa con Victoria, fue el momento donde ahí quedó, toda tiesa.

— De verdad, pensé que la ibas a matar y no salir corriendo.

— Mi fobia por las cucarachas voladoras sobrepasan —Laia nos observa con los ojos entrecerrados, tal vez por sueño o quizás porque está pensando en un montón de cosas en este momento.

Cuando intentamos dormir, un golpe en la puerta nos alarma, pero nos tranquiliza al escuchar la voz de una de las tantas profesoras.

La abrimos y vemos cómo entra con tres cajas, mi duda incrementa, pero no me deja preguntar cuando carraspea y empieza a hablar.

— Buenos días, espero que hayan dormido excelente, hoy nos espera un día con muchos retos que quizás les encanten, a mí me fascina. El juego consiste en tratar de llevarse mejor con sus compañeras, tengo aquí conmigo tres esposas —quedo paralizada al igual que las demás que la observan como si fuera una loca salida del manicomio, es que esta mujer no debe de estar bien—. Sólo serán veinticuatro horas, deben aprender a convivir.

Me niego a estar esposada a alguien durante veinticuatro horas, ¿Cómo me bañaría? Absolutamente no.

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— Deja de moverte tanto, me lastimas mis muñecas —mi voz se incrementó de sobremanera por culpa de mi acompañante que no dejaba de mover sus manos como si esto fuera divertido.

En un momento ha sacado su celular y ha empezado a teclear hacía no sé quién sí aquí no tenemos señal, sin embargo, mis dudas se ven contestadas cuando se gira hacia mí.

— Estoy escribiendo sin tener señal, le envío lo que he hecho a mi familia para que al regresar les cuente todo con lujos y detalles.

No indagué, quizás por las dos chicas que ocuparon mi vista, ellas sí cayeron bien, mientras que yo estoy pasando las mil y unas.

Por aquí cerca hay un río donde nos podemos bañar, lo cerca se basa en bajar de la colina e ir, sin embargo, es eso a mantenerse sin bañar por días. Me levanté de mi lugar y con cuidado la hice levantar, caminamos acorde, no quería que mis muñecas sean dañadas por este momento.

— ¿Qué haremos?

— Yo iré a bañarme —su semblante cambió, se mantuvo callada unos minutos hasta que recapacitó—. Tratemos de cambiarnos.

Lo bueno de la ropa que llevo puesta es que puedo quitarme la blusa como si de un vestido se tratase, por abajo, lo difícil fue colocarme una ropa acorde para bañarme en aquel río. Un bikini, que de milagro sólo debía entrar un brazo.

Magdalena por su parte pareciese que se quería tragar su ropa, estaba vuelta un desastre.

— ¿Me prestas tu mano? —la levanté en el momento que lo pidió y en lo que pude la ayudé a colocarse su bikini.

Nos enrollamos en nuestras toallas y emprendimos la ida hacia la colina, donde unas maestras nos sonrieron y la directora fruncía el ceño.

— ¿Por qué no mejor bajan por las escaleras? —preguntó con dudas al vernos casi al caernos, no entendía a lo que se refería hasta que señaló unas escaleras que estaban ocultas. Le agradecí al universo y a la directora por iluminarme ese camino y casi lloro de felicidad.

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— ¿Cómo te bañas, mujer? —entre risas dijo el popular hacia mi acompañante, él se encontraba en la orilla del río, esposado a una chica que podría ser gemela de Magda. Igualitas son.

— Sí te fijas estoy esposada a alguien, tarado.

— Ese alguien puede ayudarte, es trabajo en equipo —suspira y me observa—. ¿O no es trabajo en equipo?

Hoy amanecí con ganas de golpearle con una piedra a alguien, y este chico se está jugando su suerte. Sin embargo, mientras mejor conviva con Magdalena, más rápido para esta tortura.

Le ayudé con lo que necesitaba e incluso dejé mis pensamientos asesinos de golpearle con la piedra más cercana a aquel chico.

— Él es un grano en el culo —indiqué cuando marchó con su acompañante, finalmente.

— Desde el día del incidente no deja de molestar, Dios, esto no es un cliché donde hay una escritora narrando esto.

— Sí lo fuera, y esto fuera un libro, que al menos me ayude a saber quién es el padre de la criatura que crecerá dentro del vientre de mi madre.

— Eso no pasaría, sería muy sencillo. Si esto fuera un libro, ¿No crees que la persona está siendo cruel?

— Demasiado. Pero ¿Por qué llegamos a este tema?

— No sé —nos observamos y suspiramos, tiene razón, sí esto fuera un libro que puto cliché el de la vida de Magdalena.

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Magdalena a mi lado me observa incrédula, quizás el que le dijera: "al menos averigua el nombre del pobre chico", la incomodó, pero es la verdad. Escucharla hablar acerca de un chico que no tiene ni la más remota idea de su nombre puede ser un tanto... raro.

Yo hablo con extraños y me deben de decir hasta el tipo de sangre, perdón, de chiquita tuve un pequeño trauma con una persona online.

— Es que no sé, ¿Y sí le incomoda?

— ¿Cómo carajos le va a incomodar?

— Sí, ni yo he querido decirle mi nombre, será mejor que quedemos así.

No quise indagar más, quizás porque Leticia con su novia iban pasando, prácticamente discutiendo, mientras que más atrás venía el tipo que molesta a cada rato a Magdalena. Este la observa y le lanza una mirada extraña.

— Cambiando radicalmente de tema, ¿Qué tal el beso con las chicas? —sí pudiera salir corriendo lo hubiera hecho, era un tema en el cual no quería indagar, no porque me incomodara, sino porque quería dejar la sensación guardada en mí, sin consultarlo con nadie más.

Al principio el primer beso, con Lara, sentí un revoltijo en el mismo estómago, aunque no se me notara estuve nerviosa. No imaginaba que ella se acercara a mí, incluso pensé que besaría a otra persona. El caso es, en todo momento en mi cabeza se repetía la imagen de Laia, mal momento para imaginarla, pero lo hacía. Me encanta la suavidad de sus labios, la forma en que me besaba me ponía de los nervios, ella besa espectacular.

En el segundo beso, con Laia, me sentí bien, fue bueno y me gustó, por dentro gritaba de la emoción, por fuera movía mis labios al compás de los de ella, sentía su nerviosismo, sin embargo, cuando me siguió un poco más relajada, mi corazón comenzó a latir como loco, como si de un maratón se tratase. Amé el contacto que tuvimos.

— Estuvo bien —su rostro es difícil de descifrar, suspiró y giró su cabeza.

— ¿Sólo "bien"?

— No quiero hablar del tema, Magda.

Entendió mi decisión, en esas horas que estuvimos juntas me di cuenta de algo, en algunos casos somos idénticas, algo que llega a fastidiar cuando alguien es casi igual que tú. También, no es insoportable, ella es muy extrovertida y yo lo contrario a eso, logrando que nuestras actitudes choquen de vez en cuando.

☘️☘️☘️

El campamento llegó a su fin, quise que fuera más largo, que la semana durara más, pero nada pasaba. Hubo juegos, retos, enseñanza, fogatas, compañerismo, unión. Esto nos unió más de lo que antes éramos.

Incluso, he conversado más con Magdalena que de lo que pensé, nos sentamos cerca al igual que como vinimos, ella junto con Pablo y Ted, y yo con Lara y Laia.

En ningún momento hablamos de lo ocurrido aquella noche, seguimos como sí no hubiera pasado, cosa que no me agradaba del todo. En el camino me mantuve triste por dejar el campamento, pero también feliz porque volvía con mamá a estar a su lado. Algo que me alegraba un montón.

Tenía una explosión de sentimientos.

— ¿Qué pasa, Lara? —escuché la voz de Laia hacía la castaña que se quedó boquiabierta observando unas personas. Ella no respondió, sólo negó y no despegó su vista de las personas, sus ojos se aguaron y quise abrazarla, sin embargo, que ella estuviera en la ventana y yo en la esquina no era algo fácil.

— Quiero llegar a casa, sólo es eso —su amigo Ted se levantó de su asiento y miró por encima, hacía ella, él al parecer también vio a las personas.

— Lara, mi niña —en un momento tomé la decisión de cambiar con Ted e ir adelante, era un momento que ellos entendían y yo no debía hablar acerca de algo que no tengo idea.

El camino al lado de Pablo era sentir caricias en mis brazos y que me abrazara como un osito cariñosito, y de Magda que se quedó dormida en mi hombro.

Estacionar en el colegio fue algo de completa felicidad para todos, bajamos, buscamos nuestras maletas y comenzamos a caminar a la salida. Algunos simplemente suben en los autos de sus padres.

Pablo ha pedido un taxi, al igual que Ted, donde nos dividiremos para ir a casa. El primer taxi en llegar es el que Ted ha pedido, ahí suben Lara y Laia. Cuando llega el que Pablo ha pedido subimos los restantes: Magda, Pablo y yo.

Pablo ha dado la dirección de Magda y la mía para llevarnos primero, se quedará en mi casa unas horas hasta que su madre pase a buscarlo.

Cuando finalmente estamos frente a mi casa mi sonrisa se agranda, toco la puerta y al abrirla quedo confundida.

— Buenas tardes —no supe que más decir, mi perro salió ladrando como siempre lo hace cuando siente que he llegado, lo abracé, lo extrañaba igual.

El hombre frente a mí frunce el ceño sin comprender, pero mi confusión es más palpable que la de él.

Nunca lo había visto y tiene pinta de ser todo menos un ladrón, un ladrón no abriría la puerta de tu casa y tu perro que detesta los extraños estaría tranquilo, ¿Verdad?

La voz de mi madre resuena dentro y mi corazón se aprieta de la alegría de volverla a ver, el hombre se hace un lado permitiéndome pasar y con emoción entro. Pablo me siguió con mi perro casi lanzándose encima de él.

En la sala la vi, agachada tomando unas fotos que se les habían caído, sin dejar que me observe me agache.

— Holi —giró su cabeza de golpe y por poco se le olvida que no debe lanzarse. Pero le valió, me abrazó como si yo había estado años fuera de casa y yo le devolví el abrazo como sí tenía prohibido algún acercamiento. Un emotivo reencuentro, que es interrumpido por el estornudo de alguien desconocido que está en casa.

— Ximena, es momento de que sepas —me levanté del suelo y la ayudé a levantar, se posiciona al lado de él haciendo que, de dos pasos hacia adelante, no sé si es mi imaginación, pero lo estoy viendo tornarse rojo.

— Oh, que tierno perrito, nos llaman en el patio, ¿Verdad? —y Pablo me guiñó un ojo, yéndose al patio junto con mi perro.

Mi madre carraspea y retoma la conversación.

— Ximena, él es Erick Almonte, mi pareja —el hombre mencionado extiende su mano derecha, me fijo en los anillos adueñándose de su mano y me dan ganas de saltar de alegría, él pudiera ser buena gente y regalarme algunos de esos. Acepto la mano por cortesía y espero unos segundos que se me hacen eternos—. De él espero el bebé.

Oh.

— — — — — — — — —

Holi, Holi.

¿Cómo les va?

Por aquí todo tranquilo, creo. Un nuevo personaje. ¿Bueno o malo? Sabrán ustedes después de cortes comerciales.

Perdón, debí de hacerlo.

Como saben utilizaba un emoji de dinosaurio como separador, pues algunos inconvenientes y decidí cambiarlo, tal vez en un tiempo vuelva el dinosaurio o no.

Imagen que describe mi vida y un capítulo próximo:

Espero les haya gustado, les envío un abrazo fuerte y mis niñas cuídense en la calle.

Con amor: Lis☘️🖤☘️

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