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Capítulo Quince

Recuerdo que no está editado :)


Lydia sigue con su sonrisa, que por lo que veo, por mucho que hayan pasado los años no cambia, y las dos vamos hacia el coche para que así pueda encontrarme con Mia. Sé que quiere hablar, por la manera en la que me mira de reojo y va diciendo cosas banales todo el tiempo, pero yo me mantengo en silencio, procesando lo que acaba de pasar.

Aunque por mucho que lo haga, no encuentro una buena explicación, no lo entiendo. ¿Por qué?

Estoy tan decepcionada con Blake que si no hubiera aprendido a controlarme lo más probable es que hubiera quemado todo a mi paso por el cúmulo de sensaciones que tenía y que hubiese herido a mucha gente que no lo merecía.

Me había vuelto a fallar, una vez más. Otra más para la lista. Quizá él no lo consideraba así, su nula capacidad de autocrítica había sido evidente en el breve encuentro que habíamos tenido, pero para mí sí. Era de las pocas cosas que me habían quedado claras.

Acababa de volver de un lugar en el que en realidad nunca quise estar, que fueron las circunstancias del momento las que me hicieron acabar ahí. Tampoco quería quedarme tanto tiempo, es más, ¡me acababa de enterar de todo el tiempo que había pasado sin que me diera cuenta!

No podía exigirme tantas cosas, porque ni en el pasado, cuando teníamos una buena relación, si a eso se le podía llamar así, se las hubiera permitido. Además, yo no tenía por qué aguantar ese tipo de tonterías de nadie, menos aún de alguien que conocía, y que se suponía que él a mí también, casi siempre me lo recordaba, que él me conocía muy bien. Pero si así fuera, debería ser consciente de que para mí, mi familia siempre había sido lo primero.

Todas mis acciones habían sido para que Febe estuviera a salvo, todas. Desde que llegué a West Salem hace diez años, qué raro se me hacía pensar que desde que llegamos a esta ciudad habían pasado diez años. Si empecé a controlar mejor mis poderes en ese momento fue por ella y por Hebe. También por ellas empecé a ir detrás de los vampiros que iban a por mí, sin mucho éxito por la manera en la que acabaron las cosas, para que no tuvieran que pasar lo mismo que yo, el estar a punto de ser drenada por un vampiro una noche. Si me marché de West Salem, no fue porque quisiera, al menos no al principio, fue para que pudieran vivir tranquilas Febe y mi madre, que tuvieran esa paz y tranquilidad que merecían después de que en parte por mi culpa, porque me seguía sintiendo culpable, Hebe hubiese muerto.

Sin embargo, en ese momento Joseph decidió que tenerlas ahí ya no le resultaba útil y que no podía sacar una ventaja, por lo que no las quería en West Salem, las echó. Por mucho que Blake me lo hubiera negado, porque confiaba en su padre, sabía que había sido por eso. Joseph era el alfa de su manada, miraba por su propio interés y el de los suyos, y estaba convencida de que no había perdonado a mi madre por las acciones de su pasado, le seguía doliendo que no le hubiera elegido a él, y era su manera de demostrar que tenía el poder y control de la situación. Sé que todo hubiese sido muy distinto si yo hubiera seguido en la ciudad, no las hubiera echado, porque obtenía un beneficio, que era lo que quería, el supuesto compromiso que habían acordado él y mi madre hubiese seguido en pie y él en un futuro hubiese tenido al hada de fuego de su lado. En teoría, porque yo hubiera seguido haciendo lo que quería.

Maldición. Me siento muy frustrada, si tanto decía que me conocía, ¿por qué había sido incapaz de hacer lo que yo quería o lo que sabía que me hubiera gustado hacer?

Yo en su lugar hubiera cuidado de toda su familia, sin excepción, los hubiera protegido con mi vida si hubiese hecho falta, porque era lo que se hacía por la gente que te importaba. Si en el pasado puse por encima el bienestar de ellos, y del resto de su manada, a los de mi propia especie y reino dándoles cobijo y un sitio en el que quedarse por Blake, porque todo eso lo hice por él.

¿Por qué no podía haber hecho él lo mismo? Había cambiado tanto... O quizá siempre había tenido ese carácter y solo me lo había ocultado el máximo tiempo posible, cuando habíamos tenido nuestro mejor momento, que ahora parecía tan lejano, ni siquiera hubiera pensando en todo lo que no sabía de él. Los errores que cometió en el pasado, que no se me olvidaban, una parte los achacaba a que era su forma de ver la vida en ese momento, tenía que obedecer a su padre, estaba en su naturaleza, era un hombre lobo, su vínculo con el alfa era sobrenatural, no se entendía si no lo vivías por ti mismo. 

Por eso comprendí, a mi manera y con tiempo, que los que cometió en West Salem, no habían sido por su propia voluntad. Pero la manera en la que decidió por mí estando en el reino Lignum, y la forma en la que antepuso lo que él quería para mí por encima de mis decisiones, o lo que yo quería, no había forma de justificarlo. Una de las cosas que más rabia me daban es que casi todas las personas que conocía hubieran decidido por mí con sus decisiones. Me gustaba tomar las mías propias, aunque me equivocase, me gustaba tener el control de mi vida. Y no me dio la oportunidad, me la arrebató. Y era algo que no podía perdonarle. No tan pronto al menos.

Para él desde ese suceso había pasado mucho tiempo, pero para mí no. Seguía siendo demasiado reciente en mi memoria. ¡Tenía que entender que siguiese molesta! Pero no, no lo hacía. Lo peor de todo es que parecía que seguía queriendo tener control sobre mí, y me molestaba. No necesitaba a nadie a mi lado para hacer algo que yo misma era capaz de hacer.

Blake se había convertido en lo que siempre había criticado, en una copia de su padre. Y si a Joseph nunca le hice caso, Blake iba por el mismo camino.

Maldición, diez años. Seguía sin asimilarlo. ¿Por qué Godrik me la había jugado así? Me había arrebatado el poder crecer con la gente que me importaba. Por su culpa había perdido momentos de la vida de Febe que no se repetirían...

—De acuerdo, que estés tan callada no me gusta. —Lydia ha tardado demasiado en cansarse de hablar sola o de que no le hiciera caso. De hecho, estaba agradeciendo el silencio que se había instaurado en el coche, me estaba siendo muy útil para intentar poner en orden mis ideas—. Sé que necesitas pensar y esas cosas, pero no me gusta el silencio.

—Lydia...

—Sí, siempre has sido de pocas palabras. Lo recuerdo. Pero ya que te he recuperado después de tanto tiempo, es normal que quiera hablar contigo.

—No soy una propiedad a la que se recupera o no...

—Lo sé, es una forma de hablar, ya me entiendes. A lo que me refiero es que quiero saber cosas de ti —quiero interrumpirla pero no me deja—. Sé que no voy a sacarte nada si tú no me lo quieres contar, sigues siendo igual de reservada que cuando llegaste.

—Tampoco hay mucho que contar —me encojo de hombros—. Para todo el mundo ha pasado el tiempo, para todos menos para mí. Mi vida sigue siendo prácticamente igual que cuando nos dejamos de ver. Igual de caótica.

—De hecho hay cosas de esos momentos que no me contaste —suelta como si nada—. Por ejemplo, tu historia con Gael.

—No hay una historia con él —murmuro—. O no como tú te crees, Lydia. No sé qué te han contado pero no es cierto.

—Siempre te ha costado mucho aceptar lo que sientes, te gusta engañarte a ti misma. Crees que si no sientes nada por nadie todo te será más fácil, que con lo que ya sientes por tu familia es suficiente. Nunca te he oído decirle a alguien que le quieres. Ni siquiera a tu familia.

—Lydia, deja el tema, por favor —insisto. No tengo ganas de que me diga algo que ya sé. Soy muy celosa con mis emociones, no me gusta expresarlas.

—Solo estoy diciendo verdades. Te reservas estas cosas para ti misma, creyendo que así dejarán de estar. Pero no es así. Así que, por mucho que tú digas que no tenéis una historia, yo sé que sí. Además, la sé por una buena fuente.

—¿Por Gael? —pregunto dudosa. No creo que haya sido así, no es para nada algo que él haría.

—No, y si me lo hubiera contado, algo que dudo mucho, le hubiera golpeado muy fuerte, o al menos lo hubiese intentado. Sé que eres reservada con tus cosas, no me hubiese gustado escucharlas  por parte de alguien que no fuera tú.

—Sin embargo, lo sabes.

—Sí. A Niels le encanta cotillear con Mia, sabe que a ella le da igual y le gusta sacarla un poco de quicio, así que al final nos ponemos a hablar él y yo. Gael arriesgó todo por ir a salvarte cuando estabas capturada —la miro sorprendida—. Sí, también lo sé. Niels es de comunicación abierta.

—No fue el único.

—Fue el que lo planeó y organizó todo. Y dudo que Matthew, el otro hada que no me sé el nombre y Blake, se estuvieran jugando tanto como él.

—Todos podían morir. Además, aún no sé por qué me rescataron. Era lo que quería Kier, podría haber salido muy mal.

—Tonterías —ella niega con la cabeza—. Ambas cosas. Sí, los demás podían ser capturados, no me hubiera gustado que le pasase a Matthew, le guardo rencor pero no tanto, es decir no quiero que muera o esté herido de gravedad me conformo con que se rompa una pierna, y al otro ni lo conozco. Al igual que los lobos. Lo más probable es que los hubieran matado y ya está.

—¿Y ya está? ¿Te parece poco?

—A lo que me refiero es que Gael tenía mucho más que perder. El final hubiera sido el mismo, sí, la muerte. Pero no hubiera sido tan fácil ni rápida.

Tiene razón, si Kier hubiera atrapado a Gael se hubiera deleitado en torturarlo y demostrarle que él había ganado. Una muerte rápida no le hubiera servido, querría hacerle sufrir lo máximo posible. Y eso lo convertía en un completo inconsciente. ¿Por qué se había arriesgado en rescatarme pese a eso?

Sabía la respuesta. Me lo había dicho antes de que me fuera con los Tark. Y no sé cómo afrontarlo. ¿Lo había hecho por eso? No quiero pensar en ello, no ahora.

—Dejemos el tema —pido en un susurro, tengo demasiadas cosas por las que preocuparme—. No quiero hablar ahora de ello.

—De acuerdo, te contaré cómo conocí a Mia —sonríe. Esa es su manera de pasar de un tema importante o intenso a otro, con una sonrisa—. Fue todo por casualidad.

—Las casualidades no existen, Lydia.

—No me quites la ilusión, Aerith. Como iba diciendo, fue por casualidad, coincidencia, o como quieras llamarlo. Yo hacía un tiempo que me había enterado de todo lo que había en West Salem y estaba ya un poco entrenada, solo un poco, pero creía que era suficiente. Me creía casi invencible, aunque solo sabía dar cuatro patadas tontas y no sabía bloquear ataques.

—¿Mia te hizo daño?

—¡Para nada! Todo lo contrario. Me salvó. Había perseguido a un vampiro y quería dejarlo fuera de combate para que la manada de Blake se encargase, pero no podía contra él, era uno más experimentado de lo que estaba acostumbrada. Y estaba a punto de ser su comida. Pero sin que me lo esperase, apareció Mia y me salvó.

Eso no tiene sentido. Los elfos no actúan a no ser que tengan un beneficio. No les gusta mezclarse con otras especies y menos aún con humanos, los consideraban muy débiles.

—¿Te salvó? —repito intentando encontrar una explicación lógica.

—Sí, sé que es extraño por la forma la que tienen de ver la vida. Después de eso me dijo de todo, que si era una inconsciente o si simplemente era estúpida. No sé cómo se desarrollaron las cosas pero me empezó a ayudar, me preparaba armas llenas de veneno o con hechizos suyos para facilitarme las cosas.

—Eso es muy extraño...

—Lo sé. Lo más gracioso de todo es que no parábamos de discutir por todo. Ella tiene un carácter tan distinto al mío, no paraba de reírse de mi entusiasmo u optimismo o me decía que era una idiota por querer meterme en algo que no me incumbía, que como humana me tenía que quedar al margen.

—La verdad, por lo que vi de ella, tienes razón, sois opuestas.

Sé que Lydia lo que quería con esta conversación es que dejase de pensar en lo que me preocupaba, y lo está consiguiendo. Ahora solo me interesa saber por qué un elfo actuó a favor de un humano sin que se lo pidieran.

—Demasiado —se ríe—. Nunca me planteé estar con una mujer, ¿sabes? Solo surgió y me gustó, creo que discutíamos tanto por la tensión no resuelta que teníamos. Me gustaba mucho cómo me hacía sentir y como lo hace aún.

—¿Tú eres feliz? —porque eso es lo único que me importa.

—¡Mucho! No sabes cuánto —vuelve a sonreír—. Ya hemos llegado.

Sé que el sitio que tengo delante no es el sitio real en el que vive Mia, que debe ser como hace tantos años cuando la conocí, con un hechizo para protegerse y que nadie que no quisiera la elfa, conociera ese sitio.

Lydia está muy familiarizada con el lugar, incluso conectada con él, me doy cuenta cuando se hace una pequeña herida, de la que le sale un pequeño hilo de sangre que cae al suelo. Segundos después, lo que tenemos delante se transforma y entra como si nada. Mia debe de haber conectado el hechizo a la sangre de Lydia, o cualquier cosa parecida, no es que sepa mucho de la magia elfica, solo sé que es muy poderosa, quizá la que más.

—Hada de fuego.

Ese es el saludo que me da Mia al verme. No sé por qué pero una parte de mí se alivia de ver que hay alguien que es exactamente igual a como recordaba, ella tampoco ha cambiado, es como si los diez años no hubieran existido. Sigue con su larga cabellera azabache y sus ojos grises me miran con la superioridad que caracteriza a su especie.

—No te costaría nada saludarla—ríe Lydia, que se acerca a ella y le da un beso. En un primer momento creía que Mia se apartaría, pero es todo lo contrario. Sonríe y la abraza mientras le acaricia la espalda. Es un simple gesto cariñoso, normal en una pareja. Y sé que Lydia tiene razón, con solo ver cómo le brillan los ojos a su lado sé que es feliz.

—La he saludado.

—Un hada de fuego no es un saludo válido para mí, Mia. ¡Es Aerith!

—Sé quién es —rebate y me mira, volviendo a su aspecto serio pese a tener a Lydia a su lado—. Has cambiado, no físicamente, eso es evidente, pero tu aura es muy diferente a lo que solía hacer.

—¿Lo es? —la mayoría de gente poderosa que conocía siempre hablaba de auras. Yo sigo sin saber diferenciarlas, Godrik intentó que aprendiese, pero no quería perder más tiempo.

—Sí, es más acorde a lo que eres. Más fuerte, aunque sigue llena de dudas y preguntas. Es un reflejo de lo que eres, hada de fuego. ¿O ya no debería llamarte así?

—Siempre seré el hada de fuego.

—Pero puedes controlar otros elementos, lo noto en ti. Los elfos vemos más allá de las cosas simples.

—¿Y si la llamas Aerith? —propone Lydia— Más fácil y más corto.

—Eso también me lo dijo ella la primera vez que nos vimos, que la llamase por su nombre.

—¿Y por qué no lo haces?

—Hada de fuego, ¿has venido para algo en concreto? —sigue Mia ignorando a su pareja.

—Sabes que sí, ¿no veis más allá de las cosas simples? Pero antes de que lo digas, quiero recuperar mis recuerdos.

—¿Recuerdos? —pregunta la rubia.

—Sí. Mi madre hizo un trato con ella y me quitó los recuerdos de cuando vivía aquí de pequeña. Blake y yo nos conocíamos desde que nacimos o algo parecido. Pero gracias a Mia, no lo recuerdo.

—No solo hice desaparecer esas memorias, también las dolorosas. Fue principalmente esas las que quería eliminar tu madre.

—Las quiero de vuelta.

—¿Para qué? —rebate de inmediato.

—Porque las quiero de vuelta. ¿Es necesario que lo argumente? Son mis recuerdos, quiero saber lo que viví y cómo. ¿Es difícil de entender?

—Para mí sí —responde Mia—. Si se sacaron fue por un motivo.

—Porque mi madre quiso.

—Mia, devuélveselos —pide Lydia—. ¿Cambiaría algo que se acuerde de cómo era su vida de pequeña?

Mia rueda los ojos, o es lo que creo que hace, pero no se niega a la petición de la rubia. Se acerca a mí y pone sus manos en mi cabeza, susurra algo y segundos después un flash de imágenes y frases pasan por delante de mí sin que pueda hacer nada.

La mayoría son con Blake, porque es inconfundible, sus ojos azules le delatan, y son felices. Los dos jugando en el bosque, de la mano, riendo, como niños inocentes. Incluso en uno de ellos puedo escuchar cómo me dice que cuando seamos mayores nos casaríamos.

Él había sido mi primer beso. El propietario de ese pequeño contacto inocente imitando a nuestros padres. Nunca lo había visto así de desinhibido o feliz, era como ver a Will.

"Cuando seamos mayores, yo seré el alfa de la manada, tú serás mi esposa y te protegeré de todo lo malo. Seremos muy felices y nos daremos besos como hacen nuestros padres"

Después de esos aparece Jake en los recuerdos, yo era feliz, pero una niña no era consciente de cómo la miraba su padre. Con esa locura que le caracteriza, con ambición. Era como si estuviera mirando un experimento, analizándolo. Y al final el recuerdo que mi madre quería que no recordase, la forma en la que me presionó para que hiciera uso de todo mi poder cuando ni sabía usarlo, la forma en la que insistió e intentó manipularme, incluso matando a la mascota que teníamos para que le hiciera caso, la manera en la que quiso romperme cuando era incapaz de defenderme.

Mi madre tenía razón. Lo que yo recordaba no tenía nada que ver con esto. Todo eran falsos recuerdos, no había sido feliz con mi padre. Solo lo creía.

—¿Recuperar tus memorias te ha hecho más feliz? —pregunta Mia.

—Quizá no, pero sé lo que tenía que saber, sé la verdad.

—Ahora dime a qué has venido aquí, hada de fuego.

—Aerith —la interrumpe Lydia de nuevo—. ¿Por qué no la llamas Aerith?

—¿Sabes dónde están mi madre y mi hermana? Sé que le envías cartas, Lydia me lo ha dicho.

—Soy conocedora de su paradero, sí. Pero le prometí al hada del bosque que no se lo revelaría a nadie...

—¿No hay nada que pueda hacer para cambiarte de opinión?

—No me has dejado acabar de hablar, hada de fuego. Sé lo importante que es tu familia para ti, al igual que sé lo importante que eres para el hada del bosque. Te diré dónde se encuentran. En el reino Evighet.

Están en el reino de los cielos, bien, eso es un avance. El problema es que no sé en qué punto exacto se encuentra, solo sé que está en el norte.

Un temblor hace sacudir toda la sala, uno tras otro, están atacando la casa. Me transformo casi de inmediato para usar mis poderes con plenas facultades.

—¿Qué es eso? —pregunta Lydia.

—Eso es Gael —responde Mia y suspira—. Mucho ha tardado.





Muchos besos xx

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