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Capítulo Diez

Recuerdo que no está editado :)


Desde el momento en el que desaparecí sin previo aviso, o al menos sin que yo me lo esperase, todo ha sido confuso.

Lo primero que recuerdo, a no ser que esté equivocada porque estaba en un muy mal estado, tanto físico como mental, es que solo estabilizarme, o mejor dicho, cuando mi cuerpo volvió a estar en su totalidad, fui arrastrada a una sala con demasiada iluminación y mis ojos lo notaron de inmediato, se habían acostumbrado a estar a oscuras a diario.

No sé si fue que había perdido la cuenta del tiempo que había estado encerrada, o que no conocía el sitio en el que me encontraba, pero me puse a la defensiva y con mucho esfuerzo, y pese a que tenía un estado deplorable, intenté atacar a esas personas como pude, sin mucho éxito. Por un momento se me había olvidado que eran hadas, como yo, y no solo eso, Tark, mucho más poderosas de lo habitual y en un buen estado. Y como era de esperar, al forzar mi cuerpo, volví a sangrar, por la nariz, que había dejado de hacerlo, los ojos y de nuevo las orejas. Lo que los preocupó de inmediato, o eso es lo que sus rostros reflejaron. Tenían miedo de lo que me estaba pasando.

Después de eso, todo es borroso, por mucho que me esfuerzo no puedo recordar qué es lo que había pasado a continuación. Quizá me había desplomado por mi debilidad, o cualquier otra posibilidad. A ratos sabía lo que pasaba a mi alrededor, aunque era en escasos momentos, no era capaz de mantenerme con los ojos abiertos mucho tiempo.

Acabo de recuperar la consciencia de mí misma, aunque sigo notando que mi cuerpo no está en su mejor estado, al menos ya no siento frío, que es un gran avance, noto a mi cuerpo como siempre. Cuando abro los ojos, no sé dónde estoy. Hay demasiada luz, es un sitio extraño, aunque se observa a la perfección la belleza del lugar. Las paredes son de un color blanco brillante, quizá es mi impresión, pero tengo la sensación de que ese resplandor no es normal.

Intento levantarme, al principio mi cuerpo no reacciona del modo que yo quiero, tengo que forzarlo para hacer lo que quiero. Una vez de pie, tengo que aguantarme a la pared para no caerme, y empiezo a moverme mirando todo lo que tengo cerca.

Hay algo en este sitio que me llama la atención, aunque no sabría decir qué, mis ojos vagan por toda la sala buscando una salida, o una pista para situarme. Sin embargo, no hay nada. Solo paredes, ni siquiera hay una ventana.

Suspiro llena de frustración, ¿cómo se supone que voy a salir de aquí si no hay ninguna salida? Es más, si no hay salidas, ¿cómo he entrado? Al exhalar me doy cuenta de que el aire parece un poco más cargado de lo que estoy acostumbrada, no obstante, no es molesto, puedo seguir respirando bien, sin ningún tipo de complicación, quizá es cosa de esta dimensión, porque si estoy con los Tark, estaré en su dimensión paralela. El ambiente es mágico, probablemente por eso mi cuerpo, pese a su estado, se siente más vivo que nunca, nota el poder que hay y quiere usarlo de algún modo. Es una paz extraña, aunque me siento cómoda, como si por fin hubiera encontrado mi sitio.

—Veo que estás despierta ya, y levantada —me giro al escuchar la voz de Godrik, que ha aparecido de la nada y me está observando con ese gesto tan suyo, la mirada divertida pese a su seriedad.—. No me mires así, estamos en una dimensión llena de magia, no hacen falta puertas ni nada de eso, puedes cruzar las paredes si quieres, siempre que uses tu magia o alguien te ayude. Deberías volver a la cama y descansar.

—¿Es una orden? —intento saber.

—Para nada —alza una de sus cejas y me observa con sus ojos rojos—. Yo no doy órdenes.

—Cierto, comentas cosas de forma activa y esperas a que las demás hadas te hagan caso sin que tengas que repetirlo e insistir —me río recordando la de veces que ha hecho algo así, es muy él.

—De hecho... sí —mis palabras han conseguido sacarle una sonrisa, de esas que no se le ven los dientes pero que sé que se divierte —. Pero a ti no puedo darte órdenes, o al menos no aquí.

—¿Por qué? Recuerdo que te gustaba mucho camuflar las ordenes en una simple opinión, como si no tuviese importancia lo que estabas diciendo, pero pobre del que no te tuviera en cuenta.

—Estás en el territorio de los Tark, supongo que ya te lo imaginas —asiento a sus palabras—. Que estés aquí te convierte en un igual para mí, no puedo mandar sobre mis iguales, no más de lo que ya hago, aunque me gustaría. No dejo de ser de los más importante.

—¿Eso es que soy una Tark?

—No si tú no quieres. No se te puede obligar a serlo —rebate—. Aunque habrá tiempo de hablar de eso más tarde, deberías sentarte al menos. Tu cuerpo no está del todo recuperado.

—¿Qué es lo que me pasaba? —siento curiosidad por la razón de que cuando ya estaba casi libre, empezara a empeorar de ese modo.

—Complicado de explicar —alza la mano y empieza a hacer fuego, que se pasa entre los dedos. Por lo que le conozco, sé que es una manía que tiene—. De forma rápida podría decirse que tu cuerpo al estar tan débil no podía luchar contra la gran cantidad de veneno que tenía...

—Es decir, hubiera muerto —completo sus palabras.

—Sí, hubieras muerto. Tenías más sangre de hada muerta que tuya propia, no sé si lo sabes pero el veneno para hadas es sangre de una ya muerta, para curarte tuvimos que realizar muchos hechizos entre varios Tark y complicados. Entre otras cosas...

—¿Qué cosas?

—Podría decirse que ahora llevas una parte de mí en ti —abro los ojos porque no sé a lo que se está refiriendo—. Estás más tonta de lo que recordaba, Aerith —se ríe de mí—. Llevas un poco de mi sangre, tuvimos que realizar transfusiones de sangre para acelerar la eliminación del veneno.

—¿En serio?

—Sí, ¿crees que miento? —se acerca a mí y con un gesto de mano me acompaña a sentarme en la cama con él al lado— No es que fuese un método que apasionase a mis compañeros, aunque por lo que sé, es un procedimiento habitual en los hospitales. Sé que era lo mejor para recuperarte cuanto antes y que estuvieras el mínimo tiempo aquí. A no ser que me haya equivocado y quieras estar aquí...

—No, no quiero —me apresuro a decir—. No con las condiciones que hay.

—No hay ninguna, Aerith. Te lo dije en su momento, si quieres, podrías quedarte aquí para siempre. Serías bienvenida.

—Sabes a lo que me refiero, Godrik —murmuro y niego con la cabeza, no tengo ganas de hablar de eso ahora. Intento levantarme de nuevo pero no me deja, me coge de la mano con fuerza—. ¿Qué?

—Tu cuerpo aún no está recuperado, y vamos a hablar largo y tendido, mejor que estés sentada.

—Godrik...

—Te he estado observando durante todo el tiempo desde que me fui. Vi cómo te encerraban...

—¿En serio? Viste todo lo que me hicieron y no hiciste... nada —reprocho muy molesta, creía que estaba de mi lado—. ¿Para qué me cuentas esto? ¿Para enfadarme?

—Volvemos a lo que hablamos hace tiempo. Yo no puedo interferir en la vida de las hadas, solo puedo observar sin hacer nada, ver vuestros errores, esperar que no los repitáis con el paso de los años... Sois vosotros los que tomáis vuestras propias decisiones, yo solo me baso en ellas para tomar un dictamen en un futuro y para escribir la historia de las hadas, nada más.

—Pero esta vez lo has hecho, me has salvado. Si no, no estaría aquí, y no estaría viva. ¿Qué ha cambiado?

—Porque cumplo mi palabra, la que le prometí a Gael. Además, eres demasiado importante para morir de este modo. El destino tiene preparado grandes cosas para ti, lo pensamos todos los Tark.

—Creía que no interferíais en las decisiones que tomábamos o en nuestra vida...

—Sí, es contradictorio. No tengo excusa, podría decir que te he tomado cariño... Además, si te capturaron fue porque no quisiste huir cuando tuviste la oportunidad, te quedaste para luchar y defender a toda tu gente. Es diferente.

—Me halagas —sonrío—. Aunque no te creo, lo siento. Seguro que hay algo más.

—Esta vez no, si estás aquí es porque cumplo mi palabra, como te he dicho antes, y porque te he cogido cariño. No hay más. Muchos Tark no estuvieron de acuerdo con mi decisión, pero en el fondo hago lo que quiero, como siempre.

—Quiero volver —admito—. Llévame de vuelta.

—Todavía no estás recuperada...

—¡No me importa! Quiero volver. Lo importante es que no me estoy muriendo, ni lo voy a hacer por ese veneno, así que puedo volver.

—¿Te va de unos minutos de hablar conmigo?

—Sabes que sí, el tiempo funciona de otra forma aquí, me lo dijiste. Quizá unos minutos aquí son años...

—No es tan exagerado —vuelve a crear fuego y me lanza una bola de fuego. Al principio no sé qué hacer, solo levanto una mano esperando controlarla, pero no lo hago, no sé qué hacer con ella. Godrik tiene que intervenir—. Tu cuerpo sigue débil, no puedes controlar el fuego. Es muy pronto. Volver así sería un suicidio, Aerith.

—Nunca antes me había pasado... —intento justificarme.

—Soy consciente de eso, nunca te habían envenenado hasta el punto de morir —ríe—. Estoy decepcionado contigo, Aerith.

—Muy bien, ¿y? —tampoco es que hubiera intentado impresionarlo.

—¿No te interesa saber por qué? —pregunta sorprendido.

—Me lo dirás igualmente, ¿verdad? —él asiente— Entonces no te hagas el interesante.

—Te rendiste antes de tiempo, te estuve observando y...

—Estuve encerrada —lo interrumpo—. Me estuvieron torturando sin parar, estaba envenenada y tú me reprochas que me rendí antes de tiempo... ¿Qué querías que hiciera?

—Tener esperanza... No sé, fue como ver un espejismo de lo que eras, de la que conocí.

—¡No quería tenerla! —grito recordando que desde que la había recuperado, había estado peor— Me rendí, sí, ¿y qué? Así podía controlar mucho todo lo que me pasaba, sobre todo las emociones. Me era igual que me torturasen, o que me hicieran daño... Estaba bien.

—Llegaste a no sentir nada... Salió tu parte más...

—¿Vas a estar así mucho tiempo? —gruño— No tengo ganas de escuchar charlas ahora mismo, solo quiero irme de aquí.

—Aerith...

—Carlin está viva —murmuro cambiando de tema por completo—. ¿Lo sabíais? Porque se supone que podéis observar todas las hadas que están vivas...

—Sé que está viva —admite.

—Entonces, me mentiste.

—No te precipites. Sé que lo está porque la he visto a través de ti, cuando te observaba. Y respondiendo a tu otra pregunta, nadie sabía que estaba viva porque no lo está, ya no. Ha dejado de ser un hada, por lo que los Tark no podemos observarla.

—Tiene miedo de ti —eso es lo que a mí me había dado la impresión cuando había hablado de Godrik delante de ella, había desviado la vista y sus ojos habían mostrado una emoción, aunque fue breve—. ¿La conociste?

Godrik no contesta de inmediato, se piensa mucho lo que va a decir, lo que genera un silencio un tanto incómodo en la habitación. Si supiera cómo irme, o investigar el lugar, lo hubiera hecho ya.

—Carlin es uno de mis descendientes —admite—. Ella y yo estamos relacionados —al ver que no digo nada, que espero que me cuente un poco más, lo hace—. Ambos nacimos en el mismo reino, el que está en el este.

—¿Es tu hija?

—He dicho descendiente, no hija —corrige—. Hay un salto de generaciones entre nosotros, no sabría decir cuántos, la percepción del tiempo de un Tark es muy distinta a la de vosotros, aunque llevamos el mismo apellido.

—Entonces, sí que os conocisteis.

—Llevaba ya muchos años siendo un Tark, quizá siglos, y me gustaba observar a la que había sido mi familia cuando no tenía otras cosas que hacer, me conectaba con el que había sido en un pasado. Cuando vi que había otra hada de fuego con mi apellido, no pude evitar querer saber más de ella, me pudo la curiosidad. Empecé a ir más por el reino Aintzira, más de lo que debería por mi posición. Me impliqué de forma emocional con Carlin, y ella también conmigo, era como la hija que no tuve en su momento, como la familia que había perdido por haberme convertido en un Tark, a la que había renunciado. Y al hacerlo, le enseñé cosas que una simple hada no debería saber... Mi error.

—¿Por qué no le ofreciste ser una Tark? Así podríais seguir teniendo esa relación y enseñarle todo lo que quisieras.

—Porque vi realmente cómo era. Era poderosa, sí, pero al igual que muchas otras hadas de fuego antes que ella y muchas después. No tenía nada de especial, solo lo que yo le había enseñado. Y cuando empezó a usar todos esos conocimientos para ganar guerras absurdas, o provocarlas, solo para mostrar su poder, supe que ya no había vuelta atrás.

—¿No intentaste hablar con ella? ¿Hacerla cambiar de idea?

—Lo hice. Aunque hablar no es algo que a mí se me diese muy bien en ese momento, y no era el más adecuado, tenía una implicación emocional. Carlin tenía unas tendencias asesinas demasiado... perjudiciales para nuestra supervivencia, a la larga es lo que queremos, que nuestra especie siga pese a que nos persigan o seamos pocos. Así que por eso quise revelarla de su cargo. Ningún Tark quería que ella gobernase un reino, aunque fuese lo que le tocaba por ser un hada de fuego. Pero cuando supo que ya no tenía el mismo interés en ella, que iba a desterrarla o a encerrarla hasta que pudiera controlarla, huyó. Creo que fue una de las causas de que acabase capturada, conoció a Gael, que estaba desesperado, y él se aprovechó de la necesidad de ella.

—Y acabó siendo un vampiro...

—Fue una víctima de las circunstancias, y en cierto modo hay una parte que es mi culpa en todo eso.

—¿Y por qué te tiene miedo? No lo entiendo, hará mucho tiempo que no os veis...

—Porque sabe que contra mí no puede. Sé qué movimiento hará antes de que lo haga, todo lo aprendió de mí y sabe también de lo que soy capaz, de todo mi potencial.

—¿Por qué no me contaste eso en su momento?

—No sé si te has dado cuenta, pero no me gusta decir mis errores en voz alta. Y tampoco te interesaba, no era relevante en ese momento —Eso es cierto, cuando me entrenó todos creíamos que estaba muerta, tampoco me hubiera ayudado en nada saber que Godrik había conocido a Carlin y que eran familia, lejana, pero familia—. Puedes quedarte el tiempo que necesites, al menos hasta que te recuperes del todo. Será más pronto de lo que crees.

—De acuerdo, cuando esté bien, volveré. De mientras... quiero ver a mi familia, se supone que desde aquí lo podéis ver todo. Necesito comprobar lo que me han dicho, saber que están bien y vivas.

—No.

—¿No?

—No, no vas a ver a tu familia. No aún. Mientras te curas, también haremos otras cosas, como por ejemplo, que esas alas minúsculas de tu espalda crezcan de una vez, ya va siendo hora.

—Si fuera tan fácil... —susurro cansada de eso.

—Lo es. Sobre todo porque no has aprendido a usar todos tus poderes, porque no solo puedes controlar el fuego, ese es el motivo por el que tus alas no han crecido del todo, porque no controlas tus otros dones.





Sí, siempre lo dejo en lo más interesante hahaha. 

En este hay dos pequeñas bombas: La de Godrik familiar de Carlin y bueno, que Aerith no solo puede controlar el fuego. En el siguiente se explicará mejor las razones y eso, pero bueno, fui dejando pistas desde el primer libro jajaj.

Por cierto, hacéis bien de decirme por Instagram que suba, porque a mí se me olvida, sigo sin encontrarme con eta historia de momento :(

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