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Capítulo 6: La quimera

La noche anterior a la prueba, Derek no soñó con criaturas terroríficas, sino con unos penetrantes ojos castaños y unos húmedos labios que le sonreían con burla. Se despertó agitado en la madrugada, y ya no pudo volver a conciliar el sueño.

El ruido en las gradas era ensordecedor, casi tanto como el del corazón de Derek, que retumbaba con fuerza en su pecho. Las normas de aquella primera prueba eran sencillas: Debían entrar a la arena y recoger los huevos dorados que estarían sobre la roca más alta, después, tendrían que hacer sonar la campana que estaba al otro lado de la pista. El primero en hacerla sonar, sería el ganador y, por el contrario, el último en coger su huevo, perdería. Habría sido sencillo, si no fuera por la descomunal bestia de más de dos metros que custodiaba el terreno.

Todos los presentes ahogaron un grito cuando vieron aparecer a la quimera entre las rocas del coso, rugiendo y enseñando los afilados dientes. Los espectadores estarían protegidos por un hechizo de contención, pero los campeones estaban a punto de enfrentarse a aquella criatura cara a cara. Derek echó un vistazo a sus compañeros de torneo. Danny no paraba de mover las manos con nerviosismo, mirando de un lado para otro, como si intentara encontrar una manera de escapar de allí. Brigitte no estaba mucho mejor. Por su rostro pálido y aterrado, Derek dedujo que sabía perfectamente la magnitud de a lo que estaba a punto de enfrentarse. Quizá Stiles sí fue a advertirle.

Echó un rápido vistazo a las gradas, topándose con la mirada preocupada de Isaac. A su lado, Ethan y Aiden parecían no poder estarse quietos en sus asientos. También vio a los chicos de Hogwarts sentados junto a sus amigos. Se obligó a apartar la mirada cuando topó con los serios ojos de Stiles. Y el juego comenzó.

Cuando dieron el aviso, el público estalló en aplausos, que se convirtieron en ovaciones en cuanto los campeones pusieron un pie sobre la superficie rocosa artificial. Cada uno caminó hacia a un punto diferente de la circunferencia, dispersándose, escondiéndose tras las rocas, analizando la situación. Justo en el centro del terreno, se alzaba un pedrusco, en cuya cima refulgían los huevos. La campana brillaba imponente justo en la dirección contraria. Aquel brillo parecía burlarse de ellos, recordarles lo difícil que sería alcanzar la meta. El primero que lo hiciera, ganaría aquella prueba.

De repente, un rugido congeló el aliento en los pulmones de Derek. La quimera estaba a dos metros de su posición, y jamás imaginó que pudiera ser tan terrorífica. Su tamaño era descomunal y con las afiladas garras abría surcos en la arenilla. El cuerpo musculado y lleno de marcadas venas, las dos cabezas barriendo cada ángulo del terreno. La serpiente en su cola se mecía lentamente en el aire, silbando amenazante. Por el rabillo del ojo, pudo ver a Danny deslizarse entre las rocas. Derek sonrió sabiendo qué iba a pasar, el gryffindor sería un sacrificio involuntario. El hawaiano se movió lentamente, llevando en una de sus manos una especie de escudo metálico que acababa de invocar. Se deslizó, ocultándose tras las piedras y, cuando estuvo lo suficientemente cerca de la quimera, saltó hacia ella, varita en mano. Como Derek había sospechado, los hechizos apenas conseguían aturdir a la criatura. La quimera rugió, los cuatro pares de ojos rojos centelleando con furia. Una enorme llamarada escupida por el macho cabrío hizo a Danny retroceder, ocultándose tras el escudo. Pero ya era demasiado tarde, la quimera lo había visto. El chico lo hacía lo mejor que podía para evitar los ataques, lanzando hechizos poco efectivos contra la mágica criatura. Derek pensó, que aquella prueba había acabado para él. Mientras tanto, aprovechando la distracción, Brigitte salió de su escondite e intentó escalar la roca central. Pero Derek tenía un plan mejor. Antes de que diera comienzo la prueba, le había dado su escoba a Isaac. Volvió a buscar al rubio entre el público, estaba a unos escasos metros a la izquierda desde su posición. Cuando captó su atención, un firme asentimiento bastó para que su amigo sacara la escoba de debajo de la grada.

- ¡Accio!

Y, en menos de un segundo, el mango de madera estaba entre sus manos. Para ese momento, la quimera había vuelto su atención a la francesa. Un par de centímetros eran lo que separaban el zapato de Brigitte de las fauces de la bestia que, alzada sobre sus dos patas traseras y apoyada en la roca, podía llegar fácilmente a la mitad del pequeño peñasco. La criatura lanzaba mortales llamaradas a la chica, pero estas parecían no afectarle. Poción ignífuga, pensó Derek. Pero la protección no le hizo llegar antes a los huevos, y Derek consiguió sobrevolar la roca en su escoba, tomando uno de los huevos de oro entre sus manos. Aquello había sido sencillo, tuvo que admitir. El público estalló en vítores, mientras él sonreía triunfal y mostraba el trofeo, exhibiéndose por un momento antes de volar hacia la campana. Y estaba a punto de hacerlo, cuando lo vio. Danny había intentado acercarse de nuevo a la roca, aprovechando que el animal estaba más centrado en intentar alcanzar a Derek con las llamaradas, pero no tuvo en cuenta su cola. La serpiente negra había saltado tan velozmente, que nadie pudo apreciarlo con claridad. Lo que sí pudieron ver fue cómo el chico soltó un alarido de dolor antes de caer al suelo, sosteniendo su pierna. Le había mordido. Una exclamación de horror se propagó entre el público. La quimera viró, viendo al chico indefenso, y se abalanzó sobre él. Derek no se detuvo a pensarlo dos veces antes de, movido por un impulso que no sabía de dónde había salido, caer en picado con su escoba y agarrar uno de los cuernos de la cabeza de cabra del monstruo. Este rugió furioso, y se centró en él. Derek se alejó un par de metros en zig zag, haciendo que la quimera le siguiera y se alejara de Danny. Consiguió dejarla atrás dando un rodeo a una gran roca, ganando suficiente ventaja como para acercarse de nuevo al gryffindor y tirar de él sobre su escoba. Pero sostener al chico que apenas podía mantenerse erguido por su cuenta era difícil, aún más si tenía que sostener el huevo y dirigir el vuelo al mismo tiempo. Por eso, dejó caer el huevo. El público estaba atónito, más aún cuando, un instante después, Brigitte hizo sonar la campana de la victoria. La chica había aprovechado la persecución para coger el huevo y correr hacia el otro lado de la pista. De pronto, la quimera cayó inconsciente. La francesa había ganado la prueba.

Derek descendió lentamente, asegurándose de sostener al chico que estaba a punto de perder la consciencia entre sus brazos. Pronto, un equipo de medimagos los estaba rodeando para llevarse a Danny a la enfermería antes de que el veneno se extendiera más por su organismo. Derek apenas fue consciente de aquello, como tampoco fue consciente del júbilo de Beauxbatons, ni de Minerva McGonagall dando por finalizada aquella prueba. Estaba conmocionado. Había perdido. Había rozado la victoria con los dedos, y la dejó escapar por ayudar a un chico al que pobremente conocía. Se había condenado a un humillante segundo puesto.

Aturdido, caminó hasta abandonar el estadio. Peter fue el primero en recibirle.

- ¿Qué narices ha sido eso, Derek?

Su tío estaba furioso cuando lo abordó, sujetando con fuerza su brazo. Derek miró el agarre, y luego a los decepcionados ojos del hombre. Pero no pudo contestar, porque ni él lo sabía.

- ¡Podrías haber ganado! Fuiste el más inteligente utilizando la escoba, ¡la victoria era tuya!

Pero Derek sabía que la victoria no era suya. Si no hubiera sido por Stiles, nunca habría averiguado que se enfrentaría a una quimera. Y si no hubiera sido por Stiles, no habría sabido cómo hacerlo. Y entonces, se dio cuenta de que, precisamente era por Stiles por lo que había dejado caer el dichoso huevo. El chico habría estado destrozado si algo le hubiera ocurrido a su amigo, y sabía perfectamente que nadie que no estuviera en la arena en aquel momento podría haber llegado a salvar a Danny.

- Ya no puedo hacer nada para cambiarlo, Peter.

Y siguió caminando, dejando al director sin palabras.

Derek intentó alejarse de la masa de estudiantes que abandonaban el lugar, necesitaba una ducha fría y un sueño reparador de unas cuantas horas, aunque sabía que no podría librarse de sus amigos. Tarde o temprano, tendría que enfrentarse a ellos como había hecho con Peter. Y no sabía qué iba a decirles.

Fue más temprano que tarde.

- ¡Derek!

Los siete chicos corrieron hacia él, sus caras mostrando genuina preocupación. Derek suspiró resignado, sabía que no podría librarse de ellos.

- ¿Qué ha pasado? - Preguntó Isaac.

- Si venís a decirme que he sido un necio por dejar caer el huevo, Peter se os ha adelantado. - Gruñó.

- ¿Qué? ¡No! - Exclamó el rubio escandalizado.

Derek los miró confundidos. Sus amigos sonreían, parecían extrañamente aliviados.

- ¡Eso ha sido increíble! Cómo has atacado a la quimera con tus propias manos, ha sido...¡wow! - Aiden hacía énfasis a sus palabras moviendo los brazos de un lado a otro, impresionado.

- Pero no he ganado... - Matizó Derek.

- Oh, ¡vamos! ¡Le has salvado la vida a Danny! - Respondió Ethan.

- Es cierto, Derek. Si no fuera por ti...no quiero ni pensar qué habría pasado. Gracias.

Fue Lydia la que habló, y Derek reparó por primera vez en la presencia de los otro cuatro chicos. Lo miraban con verdadero agradecimiento, y él sintió vergüenza repentina.

- Solo hice lo que debía. - Respondió con sinceridad.

La pelirroja le sonrió dulcemente.

- Podrías haberle abandonado.

Y Derek sabía que era cierto, pero la sola idea le repugnaba.

- Vamos a ir a ver a Danny a la enfermería, ¿quieres venir? - Preguntó Scott.

Asintió y se dejó llevar por el grupo de amigos. Todos comentaban la prueba emocionados, cuáles habían sido los mejores movimientos, lo terrorífica que era la quimera. Pero Derek no podía concentrarse en la conversación, su mente volaba, aún nublada por la adrenalina de acabar de enfrentarse a una criatura monstruosa y la confusión que le provocaba su propia acción. No se dio cuenta de que se había rezagado del grupo hasta que notó la presencia de Stiles a su lado y vio a los demás caminar un par de pasos por delante.

- Usaste a Pegaso.

Derek lo miró sin entender a qué se refería. Stiles sonrió.

- Belerofonte. Has volado como él, solo que en escoba.

Entonces Derek comprendió que hablaba del cómic.

- Tú me diste la idea.

- Parecías totalmente perdido en la biblioteca, supuse que no encontrarías nada sobre mitología muggle. A veces puede resultar útil. Además, también le presté el cómic a Danny. Aunque parece que no captó la idea.

Stiles se encogió de hombros, restándole importancia.

- Gracias de nuevo por eso. - Dijo Derek, y recordó la primera vez que le dio las gracias. Cómo Stiles le hizo perder los nervios, cómo lo empujó contra la pared, sus rostros a apenas un par de centímetros. Se obligó a cortar ese flujo de pensamiento cuando la imagen de la lengua de Stiles trazando un camino sobre sus labios le asaltó de la nada.

Derek no sabía en qué momento se habían detenido, pero un par de metros los separaban ya del resto del grupo. Se encontraban cara a cara, en medio del camino que dirigía al castillo.

- Gracias a ti por salvarle la vida a mi amigo.

- No ha sido nada, yo solo...

- No, en serio. Gracias.

Y le abrazó.

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