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Capítulo 20+Epílogo: El fin de la Guerra Fría.

Los asuntos políticos se atrasaron más de lo esperado, sin embargo, siendo ya 25 de Diciembre de 1991, entre el año anterior y el presente hubieron miles de conferencias para la independencia de varios países pertenecientes a la URSS.

Pero no fue hasta ese día de navidad en que por fin se acabó todo el conflicto, justo ese día sería la última misión que era muy sencilla: asistir al evento en el cual Mijaíl Gorbachov, hasta ese momento presidente del partido comunista de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, confirmaba un tratado que dio por teléfono hace tiempo que se esparció por todas partes como si de pan caliente se tratara: él renunciaría a su cargo y por ello, la Unión Soviética cayó para dar después de tantos años, el fin a la Guerra Fría.

James y Dave no podían creer lo que estaban presenciando, obviamente no comprendieron el discurso en ruso pero otros militares lograron traducirles algo del discurso final, cosa que los hizo llorar de emoción al enterarse del final de la guerra.

- Felicidades, soldados -ese no era nadie más ni nadie más que el presidente de los Estados Unidos por aquellos años, George H. W. Bush, hablando por el telecomunicador-. Esa fue la última misión para ustedes dos, se llevan el respeto de toda la nación y el honor de su patria. Ahora solamente deben dirigirse a la avioneta militar que los estará esperando en la base militar más cercana para regresar a los Estados Unidos e ir a sus hogares, ya son hombres libres, perdonados y sus condenas cesaron.

No podían controlar el llanto de felicidad ante tal noticia, ¿cuántos años habían pasado? ¿Diez? ¿Once? La silla eléctrica hubiera sido mejor en cualquiera de los casos. Aquí es cuando la locura de la libertad se manifiesta en su máximo esplendor:

Ambos estaban a una calle de llegar al lugar en que los esperaban, se detuvieron a mitad de camino porque James notaba a su compañero bastante extraño.

- ¿Estás bien? -consultó lleno de preocupación.

- ¿"Bien"? ¿"Bien"? -abrió los ojos como platos con una sonrisa demencial- ¡Estoy de maravilla! ¡Libertad, oh, Freedom!

Hetfield retrocedió incluso, porque estaba asustándose del extraño actuar de Mustaine.

- ¿Qué haré ahora, James, si ya no tendré que estar cerca de miles de idiotas que quieren matarme? ¡Nuestra mafia ya cayó hace años! ¡Ya no somos nada! Nuestro sufrimiento acabó, déjame que yo tomaré mi libertad en la próxima vida, la vida eterna que la religión católica promete -tragó saliva con nerviosismo-. Hasta nunca, Hetfield -los dos estrecharon manos.

- ¿Q-qué planeas hacer?

- Ser libre -sonrió y llevó una mano hacia la parte trasera de su cabeza, donde estaban localizados los dos chips-. James, siempre fuiste como un hermano para mi, los demás también, durante este tiempo fuiste la única persona para mi, te debo mucho -hizo una leve reverencia-. Antes de irme, quiero dejarte de encargo que le digas a la mujer que alguna vez fue mi esposa que es una zorra y a mi madre que la amo mucho.

- ¿Irte? No, Dave, ¡no lo hagas! -le cogió del brazo pero recibió una fuerte bofetada.

- Dale las gracias a los dirigentes por quitarnos la condena y... eso. Adiós -esbozó una sonrisa débil y holgazana.

Comenzó a arrancar con sus fuertes manos los chips, a su vez que recibía descargas eléctricas, que no intervinieron en el proceso de querer quitarse la vida; las piernas le temblaban tanto que acabó cayendo de rodillas al suelo hasta que retiró uno de los tornillos y su cabellera pelirroja se manchaba de la oscura sangre.

- Joder, ¡detente! -advirtió James con miedo.

- ¡N-no! -gritó entre que tenía varios espasmos, similares a convulsiones.

Otro tornillo se salió y la herida no cerrada en su cabeza de hace una década volvió a sangrar como la primera vez, ahora a montoneras, sintiéndose débil a su vez que chillaba en agonía con más espasmos por culpa de los choques eléctricos, tenía los ojos blancos y sus extremidades temblaban de manera brusca, daba pequeños saltos en el suelo involuntarios.

Su colega se limitó a sólo observar como sufría hasta abandonar ese mundo, prosiguiendo con el anterior llanto de felicidad, ahora, de tristeza por perder a la última persona que le quedaba. Esperó a que las descargas eléctricas cesaran para por fin cargar por última vez el cadáver de algún amigo suyo hacia la avioneta. Le explicó el suceso a los dirigentes. A lo que le explicaron que apenas lleguen a los Estados Unidos, harían el funeral y dejarían que se fuera a casa tranquilamente para rehacer su vida, que ojalá hubiera aprendido la lección tras tanto caos que desató siendo antes un delincuente.

En el vehículo aéreo, con unos desatornilladores lograron quitarle los chips sin causarle ningún daño, le abrieron la piel de la muñeca para retirar el teclado y extirparon el audífono. Quedaron cicatrices visibles pero ya era un ser humano cualquiera. Un ser humano honrado.

Y así fue.

Al finalizar el funeral de David Scott Mustaine, James Alan Hetfield regresó hacia el hogar de sus tíos, quiénes ejercieron como sus padres/tutores durante su adolescencia al perder a sus padres de niño, antes de tocar la puerta siquiera, se arrodilló en frente de la entrada y besó el suelo a su vez que las lágrimas de felicidad brotaban por montones.

Estaba en Downey, su pueblo natal, como si todo el maltrato no hubiera sucedido. Sus tutores, quiénes fueron informados hace años atrás de los acontecimientos de su sobrino, le recibieron con mucho cariño y afecto, como familia que eran, se reencontró con sus hermanos, todos en un llanto conmovido mutuo de maravillas.

Las paredes imaginarias que lo oprimían de su libertad, por fin fueron destruidas como el Muro de Berlín. Era un hombre libre y ya no tenía con quién cometer fechorías, le dolió perder gente importante pero sabía que sólo así mejoraría.

Re-hizo su vida como un ciudadano honrado, con el gran orgullo de haber contribuido junto a sus ex compañeros al país en que residía, dejando totalmente olvidado que alguna vez fue un sanguinario criminal.

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