8
Se escuchan dos sonidos distintos. La campana de la escuela y los gritos de victoria de Ronnie y Yamir.
Gritar no es lo mío, así que me resulta un tanto molesto. He ahí otra razón por la cual los deportes no me gustan. Desgarrarte la garganta para qué, exactamente.
Nunca había visto a Ronnie tan eufórico, personalmente asusta un poco. «Y yo que pensaba que su sonrisa albergaba a un ser de paz».
Estoy empezando a pensar que la actitud desinteresada y cálida de mi mejor amigo pudiera ser la máscara que oculta a un loco de remate. Obviamente no se lo digo.
Chris se ríe un poco apenado, porque apenas y me conoce. Estoy seguro de que, si me tuviera la confianza suficiente, estaría gritándome todas mis verdades porque no ganamos. Su cara intenta ocultar una molestia que conozco muy bien. «Lo siento Chris, te merecías algo mejor», dice en tono triste mi voz interior.
Yo sé que solo es un juego, pero no dejo de pensar en que no es del todo justo. En fin, no es el momento de arruinarlo todo exteriorizando mis sentimientos.
—Buena jugada —les encomia Chris un poco a regañadientes. No tiene opción, aunque sé que le habría gustado ganar, ¿a quién no le gusta ganar?
—Fue genial, tú estabas... y tú diste ese salto... —intenta explicar Yamir apresurada y entrecortadamente a causa de su agitada respiración. La capa de sudor que le cae por el rostro lo hace ver extraño, si a eso le sumamos la cara roja...
—¿Qué te pareció Noah? —me pregunta Ronnie con delicadeza, como si de un hermano mayor se tratara. Estamos hiperventilando, aunque yo soy el que parece que le dará un ataque de asma porque no tengo nada de condición física (aclaro que tampoco estoy gordo, eh). Veo en su cara un entusiasmo que solo puede deberse a su interés en mis débiles emociones.
—Me parece que debí estar más atento —respondo tratando de balancear mis emociones. Creo que es una respuesta adecuada; sin tanto pesimismo pero que me atribuye parte de la culpa.
—Lo hiciste bien —me anima Ronnie con un gesto de mano—. Deberías entrar al equipo de baloncesto —«Menuda broma la de este sujeto».
—Ahora vámonos si queremos llegar a tiempo a clase —recuerda Chris regresándome a la realidad: no estoy en la escuela para hacer amiguitos sino para estudiar.
Los cuatro salimos corriendo como un rayo por los pasillos hasta llegar al salón de clases. Afortunadamente el maestro todavía no ha llegado, pero lo que sí puede que llegue es un ataque a mi corazón que está latiendo a mil por hora. Consigo recuperar el aliento poco a poco. Aun así, mi cara está caliente y me retumban las sienes. Suerte que desayuné ligero, o el piso tendría algo de vómito sobre él.
—¿Acaso ahora son parte del equipo de baloncesto de la escuela? —pregunta Kayla con algo de sarcasmo. Creo que el comentario es por mí. Lo que dice me sienta mal, aunque no me está atacando directamente. Estoy a punto de responderle, pero me muerdo la lengua.
—Es posible. ¿Te gustó cómo jugamos? Podemos hacer esto todo el día —responde Yamir con el mismo aire sarcástico.
«Yo no podría amigo», pienso (o, mejor dicho, logro pensar, porque la cabeza me sigue retumbando).
Kayla pone los ojos en blanco y se retira haciéndose la muy digna. Se junta mucho con Samara. De modo que, en cuanto a carácter, son tal para cual.
Quizás algún día logren mejorar su actitud. «Aunque primero debería mejorar la mía», me autocondeno.
En fin.
Durante el transcurso de las clases no puedo dejar de pensar en Hailey. Volteo a verla de vez en cuando (y por de vez en cuando me refiero a cada vez que está distraída). Como se sienta a mi derecha, debo ser lo suficientemente rápido para voltear sin que crea que la acoso.
También pienso en las cosas que quizás pueda hacer por ella; bueno después de todo hoy hice algo que jamás había hecho y si bien es cierto que no fue brillante mi participación en el juego, la verdad hice algo que no se me figuraba en la cabeza. No, ni de lejos.
Estoy en uno de esos momentos en los que me siento bien conmigo mismo. «Hoy va a temblar», pienso. De modo que me armo de valor y trato de probar suerte en cuanto al tratar a Hailey.
Mi meta es la siguiente: tratar de congeniar al menos un poco con Samara. «Si logro hacerme amigo de las amigas de Hailey (o al menos agradarles) es más probable que ella tenga una amistad más estrecha conmigo», razono. Y es verdad. A mi parecer, en el caso de las chicas, cuando tienen un inicio de relación de cualquier tipo, sus amigas deben darle el visto bueno. De no ser así creo que es más probable que la relación no sea tan estrecha como podría haberlo sido; como si no se aprovechara todo su potencial. Digo esto debido a que uno como persona siempre quiere sentirse aceptado y puede que inconscientemente actuemos de cierta manera para que nuestro círculo social nos acepte tanto a nosotros como personas, así como nuestras acciones y nuevas relaciones. Nos guste o no, siempre hay algo de presión de grupo.
Debo ganarme poco a poco su aprobación.
Samara es muy impredecible en su comportamiento. Tal vez por eso no ha tenido novio. Puede pasar de estar feliz a enojada en un segundo.
Pues yo puedo pasar de estar estable a hundirme en el fango de la depresión, así que al menos tenemos algo en común.
Samara está sentada, retocándose el maquillaje (como si el salón de clases fuera el mejor lugar para hacerlo, pensé que preferiría el baño); espero no ser inoportuno.
Me acerco de manera discreta y me siento al lado de ella. Tomo aire y algo de valor. Entonces le hablo.
—Hola Samara. ¿Cómo estás? —saludo lo más natural que puedo. Sin embargo, no suena muy natural decirle a alguien que apenas y conoces un "¿Cómo estás?". Evidentemente, mi comentario suena fuera de lugar, pues nunca le hablo. Samara me mira con recelo, pero accede a mi pregunta.
—Bien —responde con algo de ironía, aunque también puede interpretarse como una respuesta un tanto forzada. Pasan varios segundos hasta que por incomodidad (o por educación) finalmente pregunta—: ¿Y tú?
—Estoy bien, gracias —«Un terreno común, un terreno común», me exige mi mente—. ¿Hiciste los ejercicios que encargó el maestro de matemáticas? Quiero decir, ¿hubo alguno con el que tuvieras dudas? Yo no estoy muy seguro del reactivo once —¡Claro que estoy seguro de mi respuesta!, pero no se me ocurrió nada más sobre qué hablar.
—Ahora que lo dices, sí. No estoy muy segura del siete y del diez. ¿A ti cómo te salieron?
Entonces le muestro mi libreta y comparamos resultados.
Aunque es bueno que no haya hecho algo que la moleste o incomode, debo admitir que más que conversar sobre algo de su interés, solo hablo de cosas que, si bien son importantes, no son cosas de las cuales los jóvenes en su mayoría quieran dirigir su atención. Como las tareas.
Ni hablar, es lo único que tengo por el momento, así que me aferro a la esperanza de que dé resultado este primer paso.
Después de comparar resultados (o más bien dicho, después de que Samara se copie de mi libreta) ella está más dispuesta a tolerarme. Aparentemente.
—Noah, deberíamos hacer esto siempre que dejen ejercicios. Así intercambiamos resultados y comparamos los procedimientos —«Para que te sigas copiando de mí», pienso con ironía. Parece una propuesta con una amabilidad muy fingida. Algo dentro de mí me dice que esto no salió como esperaba.
—Está bien. Es una buena idea —expreso casi a regañadientes, entonces el maestro llega—. Me voy a sentar.
Es muy poco avance, pero creo que fue un paso en la dirección correcta.
El resto de las clases continúan sin contratiempos, y sí, tal como yo pensaba, todos los reactivos me salieron bien. Es muy común que yo sea siempre quien ponga más atención en las clases. A veces soy el único que participa. Incluso yo reconozco que puede que a veces sea algo molesto, tanto para mis compañeros, así como a alguno que otro profesor.
La mayoría de los alumnos con quienes comparto el salón de clases prefieren utilizar las clases para estar con el celular, dormir, y algunos otros simplemente ni asisten. El año escolar pronto terminará. Pronto mis "queridos" compañeros se retorcerán en llanto y lamento por no juntar los créditos necesarios para tener unas vacaciones plenas y agradables. Vendrán a cursos de regularización en verano.
Aunque me relaciono (poco) con diversas personas, nada de eso ha alterado mi forma de ser ni mi interés en mis estudios. Generalmente me la paso estudiando y leyendo en la biblioteca. A veces soy el único que está allí. Resolví todo un libro de álgebra solo por diversión. Regularmente suelo leer libros de química avanzada y experimentar en el laboratorio. Probablemente sea el único alumno al que se lo prestan.
Aunque tengo "amigos" creo que sigo aislándome en ocasiones. En muchas ocasiones.
Después de un día atareado finalmente llego a casa.
Como mis padres no están casi nunca decido que es mejor tomar una siesta; no tengo hambre todavía, lo cual es raro porque desayuné poco y hoy jugué por primera vez. La comida tendrá que esperar.
Les han cambiado el horario a mis padres y ahora pasan más del acostumbrado tiempo trabajando, eso sí les pagan el doble a cada uno. No entiendo por qué aún no tenemos un jet privado. Aunque con la mesada que me dan, tal vez pudiera contratar a un guardaespaldas, o a un psicólogo u orador motivacional...
Antes de tomar la siesta me ducho rápidamente. El agua está fresca y cierra los poros de mi piel. Casi no sudo ni cuando la situación lo amerita como hoy. Pero cuando salgo de la regadera, noto un cambio en la textura de mi piel. Podré no haber sudado de forma perceptible como Ronnie, Chris y Yamir, pero creo que el deporte me dejó un poquito pegajoso.
Fue bastante interesante, ¿y por qué no? Divertido; ver cómo las chicas los echaban de la clase por estar sudados y oler mal. No fue mi caso. Siempre parezco ser perfecto: cabello peinado sin un solo cabello alzado, bien acicalado y sin mal olor. En pocas palabras, sin culpa alguna, inocente, limpio, santo.
Me visto con unos shorts rojos muy cómodos y una playera negra. Es casi raro que yo use shorts, pero en esta ocasión los uso. Me siento fresco y muy terso (esto último es debido a que soy lampiño por completo).
En cuanto salgo del baño mi piel está hidratada y firme. Son las dos de la tarde. Subo a mi habitación que está en el segundo piso de la casa.
Puesto que es primavera aún hay corrientes de aire que refresquen las tardes y al estar en el segundo piso, con las ventanas abiertas sé que no necesitaré encender el ventilador ni el aire acondicionado.
Tengo todo lo que necesito para dormir como un tronco: una cama grande, sábanas cómodas, y la factura de un ajetreado día. Trato de dormir... pero no puedo. Mi mente divaga acerca de ciertos asuntos. Como acercarme a mi amada Hailey, así como ganarme el cariño o la aprobación de sus amigas. Pienso en las posibles candidatas para hacer que esto funcione. Está Lili. Lo que sé de ella es que toma asesorías conmigo al igual que Jessica, a quien se le complica entender las cosas. Y también están Lyanna y Kayla. Lyanna es muy agradable, es la persona más cercana a Hailey. Kayla, mmm bueno primero hay que dejar que se adapte un poco mejor para poder tratarla. Además, debo ser prudente, ya que es novia de Leon y no quiero hacer o decir algo malo, y entonces su novio me haga algún daño. Cosa que a estas alturas no es nada fuera de lo común. Me ha metido un par de veces la cabeza en el inodoro junto con Bradley. Tyler a diferencia de ellos está enfocado en ganar más admiradoras y darles alas para después cortárselas. Tyler es un rompecorazones mientras que sus amigos son unos rompecalzones. ¿Cómo llamar a quienes tienen como pasatiempo hacerles calzón chino a víctimas indefensas como yo?
Analizo con ojo crítico cuál será mi siguiente movimiento; quien será la próxima amiga a quien me acerque y ganarme su aprobación. Bueno no hay duda, la siguiente persona a tratar es Lyanna.
Una vez resuelto este dilema mis ojos se empiezan a cerrar. Aunque no para dormir plácidamente.
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