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7

Los días pasan y pasan hasta que finalmente llega la primavera.

Poco a poco el panorama cambia. La gente empieza a tener una actitud tan cálida como el nuevo clima. Nubes blancas y esponjosas decoran el cielo azul. La nieve se derrite, el lago vuelve a fluir, y los pájaros y demás animales salen de sus hogares para volver a sus actividades.

El clima ya no es frío sino fresco. Ligeras y repentinas corrientes de aire me envuelven de vez en cuando y me hacen sentir tan ligero que es como si pudiera volar. Especialmente en las mañanas y en las tardes.

Ahora mismo estoy en la parada del autobús esperando, mientras dejo que la brisa matinal me refresque las mejillas. He cambiado mis suéteres por camisas de vestir de manga corta y chalecos. De vez en cuando me llevo uno a la escuela, aunque no esté haciendo frío. Me gusta mucho usarlos, pues me hacen sentir menos expuesto ante las miradas, como si fueran una especie de armadura o cubierta para el cuerpo. Aunque debo admitir que el conjunto que traigo puesto tampoco está nada mal: chaleco de rombos azules y grises, camisa manga corta blanca, pantalones de vestir grises y un corbatín azul. Prefiero la comodidad a vestirme al último grito de la moda.

Los cantos de los pájaros llenan el aire de alegría y tranquilidad.

Cantar, pájaros, ligereza y tranquilidad... todo me recuerda a Hailey. Desde que me excusó por lo del incidente del cabello, mi relación con ella cambió por completo. Ahora somos amigos, no tan cercanos pero amigos, al fin y al cabo. Ya no tengo tanto miedo de hablarle, no como al principio. El incidente del cabello lo ha dejado atrás.

Al menos algo bueno obtuve de esa extraña experiencia. Se me enchina la piel al recordar el abrazo que nos dimos; para mí fue una de las mejores sensaciones que he tenido en la vida (exceptuando el sentimiento de culpa y vulnerabilidad dadas las circunstancias). Fue mágico, como si nuestros corazones estuvieran a punto de unirse, latiendo al mismo tiempo, estando uno tan cerca del otro que casi el suyo escuchara al mío susurrarle: te amo.

—¿Noah, quieres venir con nosotros? —me saca de mis cursis pensamientos una voz demasiado conocida. Es Ronnie que ha parado su carro justo frente a mí.

—Sí, claro —respondo volviendo de mis fantasías a la realidad. Cuando dijo "nosotros" veo que se refiere a Chris y a Yamir.

Me subo al auto color azul marino en la parte de atrás y me siento al lado de Yamir. Nos dirigimos a la escuela.

—Noah, ¿podrías revisarme estos ejercicios? No estoy muy seguro de mis resultados —pregunta Yamir, mi nuevo e interesante compañero. Es el tipo de persona que aparenta ser tímida, pero después de entrar en confianza te trata como realmente es. Claro, no le he dado la oportunidad, así que en vez de iniciar una conversación va directo al grano.

—A ver —tardo un poco en revisar el procedimiento de los ejercicios y como el carro está andando tengo que parar en ocasiones porque me mareo—. Solo revisa el cinco y el dieciséis. Te confundiste en los signos y eso te altera el resultado.

—Gracias, bro —dice intentando sonar natural, pero percibo una pizca de vacilación.

—De nada —respondo casi impasible.

Finalmente, los edificios de la parte norte de la escuela se hacen notar. El trayecto ha tardado menos que cuando uso el autobús. Naturalmente.

—Gracias por traerme Ronnie, no habría llegado a tiempo de no ser por ti.

—De nada —responde sonriendo. Aunque, de hecho, la mayoría de las cosas que hace, las hace con una sonrisa en la cara.

—¿Quieres pasar el receso con nosotros Noah? —me ofrece Chris.

—Claro —voy tarde y la prisa le ganó a la razón, pues mis labios responden antes de que mi cerebro se dé cuenta de lo que acabo de hacer.

—Perfecto. Nos vemos en la cancha de baloncesto —anuncia alzando la voz para que lo escuche. Mis pies no han pedido permiso para avanzar, pero el temor a perder una clase actúa como un instinto animal sobre ellos.

La cancha de baloncesto está dentro del edificio así que no estará mojada por la nieve derretida como lo están las sillas y mesas de afuera.

Es extraño que Chris me invite a algo. Después de todo, no hemos hablado mucho después de lo del video de mi caída. En cuanto a Yamir, en realidad no tengo contacto con él más que en las asesorías. No sé qué sea, pero quieren tratarme. Me pregunto si Ronnie les habrá hablado de mí o les haya nacido del corazón tratarme.

El día de hoy las clases anteriores al receso se me hacen muy largas. Como si esperara de manera ansiosa. Finalmente llega el momento. Y estoy nervioso. Es como si todos en algún momento tuvieran su propio círculo social.

Tyler se junta con Bradley y Leon. Jessica se junta con Lyanna, Hailey y Lili. Heather se junta con Denaly. Y Ronnie se junta con Chris y Yamir. Y yo estoy regularmente solo. Como si a pesar de tener un par de amigos no fuera posible tener un grupo. Aunque eso puede que cambie.

Me dirijo hacia la cancha de baloncesto. En cuanto me acerco recuerdo la terrible humillación que recibí hace algunos meses antes de que me enamorara de Hailey. Fue a principios de otoño.

Era clase de educación física. La única clase que no me gusta. Muy independientemente de lo pésimo que era el maestro (salvo para exigir correr como loco alrededor de la cancha), lo que más fastidio me dio fue lo que sucedió después del ejercicio:

Era la primera vez que entraba a los vestidores y a las duchas. Aun no entiendo por qué lo hice. Tal vez fue en un esporádico momento de autoconfianza... que no tardó en desaparecer. Sin embargo, ya era demasiado tarde. Acababan de salir de las duchas los muchachos: Tyler, Bradley y Leon. Aún recuerdo el agua escurriendo por sus abdominales y empapando las toallas con las que estaban cubriéndose. Eso pasó en tanto yo entré a los vestidores así que fue imposible evitar verlos.

Y yo ahí, con mi estatura baja, mi cuerpo de tamal y mi cara de pambazo. Me sentí superhumillado. No entendía muy bien por qué yo no lucía como ellos.

Desde pequeño, siempre había estado en el rango de lo que se consideraba normal: peso, estatura, habilidades. Pero al entrar a la adolescencia (o donde se supone debería haber entrado) no hubo cambios significativos. Por eso prefiero usar ropa que no esté ceñida, por lo menos intento cubrir mis defectos físicos. De cualquier modo, mi cuerpo nunca ha sido, ni será como mis agraciados compañeros.

Me retiré lo más rápido que pude, claro, después de ponerme rojo y abrir mucho los ojos. Aún recuerdo sus risas burlonas cuando me vieron salir precipitadamente. La verdad, no he vuelto a la cancha ni a las duchas desde ese incidente. Por eso en vez de educación física, reúno créditos dando asesorías. Todos salimos ganando; a mí me gusta y mi recompensa es no participar en los deportes. No soportaría ver con regularidad los cuerpos semidesnudos de personas de mi misma edad, pero con un cuerpo que ni en sueños tendré. Supongo que es vergüenza lo que siento. Envidia. Debo reconocer que también hay algo de eso en este campo de personalidad.

El recuerdo es tan vívido que me empiezo a sentir incómodo; mis manos sienten punzadas. Supongo que mi subconsciente sabe que hay algo que no está bien en mí. Tengo su misma edad, pero mi cuerpo no ha cambiado desde que tenía trece años. En todos estos años solo he crecido tres centímetros.

Por fin llego a la cancha; ahí están Chris y Yamir. Ronnie todavía no ha llegado.

También están las porristas ensayando sus acrobacias y volteretas. Jessica, Lyanna, Lili, y Samara. También está otra chica: Kayla Brown. No era de nuestro grupo, pero con el reacomodo de estudiantes que hubo hace poco, finalmente se integró. Eso sí, fue después de la llegada de Heather, Denaly y Yamir. Ella se incorporó a nuestro grupo una semana después de que llegaran ellos.

Kayla, una chica de piel oscura, ojos grandes y castaños, labios gruesos y cabello negro rizado y tupido. Al igual que las demás, tiene un cuerpo bonito. Es la novia de Leon. Anteriormente Hailey también fue porrista, cuando era novia de Tyler. Pero cuando terminaron decidió salirse puesto que eso significaría seguir compartiendo escenario con Tyler en los torneos de béisbol. Seguiría viéndolo con regularidad y eso sería como poner ácido cítrico en una herida recién hecha. Así que ahora en vez de saltar y hacer volteretas es espectadora de los juegos. Ahora, con la herida ya cicatrizada, habla de vez en cuando con Tyler.

Hailey Clark sea porrista o no, tiene el cuerpo más hermoso que he visto en mi vida. Una figura de reloj de arena, la figura natural de una señorita, además, sus atributos seguro que no pasan desapercibidos. Lamentablemente, a veces la molestan por ellos, en especial los chicos y sus chistes subidos de tono.

Yo no. Siempre tengo la decencia de que cuando hablo con Hailey, mis ojos miran directamente a los suyos. Es la única persona a quien soy capaz de mirar a los ojos (desde que me perdonó soy capaz de verla a los ojos). Nunca desvío la mirada a su cuerpo. Anteriormente se me hacía una pesadilla mirarla a los ojos debido a mi inseguridad, pero son tan hermosos que me gustaría verlos para siempre.

—¿Dónde está Ronnie? —pregunto a Chris y a Yamir.

—Fue por el balón —explica Yamir.

—¿Van a jugar? —pregunto.

—Sí, vamos Noah, será divertido —me anima Chris.

Entonces me doy cuenta de que me quieren incluir. Eso no estaba en el plan. Pensé que solo sería un espectador. Estoy a punto de decirle que no. Pero me detengo a pensar: «Es la primera vez que me invitan por voluntad propia». «No lo eches a perder». «¿Qué tan malo puede ser una pequeña partida?».

—De acuerdo. Aunque debo confesarles que no soy muy bueno en esto de los deportes —no soy bueno, en especial en baloncesto por mi baja estatura y mis reacciones torpes y retardadas.

—No te preocupes. Será un partido amistoso —afirma Yamir. Por fin llega Ronnie.

—¡Qué bueno que viniste Noah! —dice de manera sincera—. Vamos a jugar. Tú Noah estás con Chris y yo con Yamir. Gana el equipo que enceste más veces. Recuerden que no se puede avanzar sin botar la pelota.

Empieza el juego. Creo que la palabra inexperto es la adecuada para mí, al menos en este partido. Como todos los que están jugando son alrededor de veinticuatro centímetros más altos que yo, está claro que soy una desventaja para el equipo de Chris. Además de eso, todos están vestidos correctamente, con ropa deportiva. Yo visto como siempre. Parezco un frijol en el arroz vistiendo con mi camisa celeste y pantalones de vestir. Me quito el chaleco de rombos, para no acalorarme, pero dudo en si será buena idea quitarme los lentes. Puede que se me rompan con un golpe, ¿o si se me caen? Las desventajas superan a las ventajas de jugar con lentes. Los pongo sobre mi perfectamente doblado chaleco de rombos.

Se supone que los bajitos somos rápidos, pero no es así en mi caso. Puesto que no suelo jugar seguido, estoy muy oxidado. Añadiéndole a eso mi torpeza natural, solo me limito a correr tras quien tenga la pelota y/o recibirla. Nadie me lo ha dicho, pero supongo que soy algo torpe debido a que nací antes de tiempo. Quizás también por eso mi desarrollo físico es tardío.

Me aferro a eso. Porque de verdad me gustaría parecer un chico de mi edad, salvo por el efecto licántropo que tanto me asquea; me gustaría tener la estatura y los rasgos que mis demás compañeros tienen. Parezco un niño de trece años o tal vez de doce.

Por fin tengo la pelota, la boto mientras corro y evado a Ronnie, cerca de mi está Yamir. Se interpone entre el aro y yo, así que le paso la pelota a Chris. Él lanza y el tiempo parece detenerse.

Lo que pasa a continuación es muy rápido. La pelota golpea el aro y no encesta. La pelota cae y está a punto de salirse de la delimitación de la cancha. Yamir actúa rápido e impide que eso suceda. La lanza a Ronnie, pero yo trato de interponerme. No logro tomarla, Ronnie apunta, encesta y el juego termina.

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