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59

El potente sol de la tarde me quema la cara, mientras sudo en silencio. Los pocos afortunados se reúnen debajo de los árboles para refugiarse de los rayos del sol.

Llanto, sonido de palas y tierra... son lo único que se escucha. Todos miramos con impotencia. Ya sabíamos que estaba muerto, pero ver que lo sepultan, ver que le echan tierra... es como ponerle limón a una herida.

Mis padres me habían mandado a buscar porque el cuerpo de Leon ya iba rumbo al cementerio. Sin embargo, por motivos de trabajo no pudieron quedarse. Mi único acompañante es Ronnie.

Hay varios familiares y amigos (sobre todo, miembros del equipo de béisbol). Sin embargo, a pesar del apoyo, me siento triste. Triste porque me había encariñado con Leon. Triste porque no cumplió sus sueños. Triste porque le arrebataron la vida.

Mi corazón late con fuerza y rabia, retumbándome en las sienes cuando recuerdo al culpable de todo esto. Seguimos sin noticias consistentes, lo único que sabemos es que la audiencia en el tribunal tendrá lugar este mes. Mientras tanto, el homicida estará en prisión preventiva.

Salgo de mi oscura nube de pensamientos cuando Ronnie me pone el brazo encima y se recarga en mí, con ríos corriéndole por los ojos. Lo abrazo y dejo que me empape la camisa de sus lágrimas, da igual porque para este momento ya está empapada de sudor.

Lyanna, que está a su lado, también está llorando. A lo lejos y dispersados por alrededor están Jessica, Lili, Ji y Samara. Sin embargo, Hailey no está con nosotros, fue a la cremación de Adara, junto con Chris. En casos como estos lo mejor es darle otra oportunidad a los que ya no están con nosotros para dejarlos ir.

Una vez que dan el último paleo, decoramos la tumba con muchas flores. Y no es porque la familia de Leon realmente tenga los recursos sino porque muchos le hemos traído flores y algunos objetos. Cuando Ronnie, Lyanna y yo dejamos nuestras flores, tenemos que ayudar a Ronnie a levantarse. El problema de las personas de gran corazón es que son las que más resultan heridas. Nos alejamos para observarla; el resultado es una tumba preciosa, igual que la persona que descansa en ella. Y ahora que ya está hecho, no tengo más remedio que dejarlo marchar.

Mi mente me pide que lo deje ir, pero mi subconsciente retiene algo y hace que aparezca en mis sueños.

Estoy en una cancha de baloncesto, o eso creo, porque la débil luz de los reflectores no me permite ver del todo. Cuando mi visión mejora, veo que no estoy en la cancha, sino atorado en uno de los aros. No los veo, sin embargo, escucho sus risas. Nunca podría olvidar sus voces: Bradley y Tyler. Me gritan mil y una cosas hasta que se hartan y se van, saliendo por una puerta cuya luz me ciega cuando se abre. El recinto se queda en silencio.

Forcejeo intentando salir del aro, pero estoy atorado.

—¿Necesitas ayuda? —dice una voz; la voz de Leon. Sin embargo, no lo veo por ningún lado.

—Por favor, Leon —respondo al llamado.

El chico de piel oscura sale de la penumbra debajo de mí, flotando hasta que sus ojos están a la altura de los míos. Desatornilla el aro y caigo en un suelo gelatinoso e irregular.

Lo siguiente que sé es que estoy en las gradas del recinto, con Leon vendándome una pierna.

—Te lastimaste al caer —explica.

—No recuerdo...

—Escúchame, Noah. No tengo mucho tiempo. Tú... tú me ayudaste más de una vez. Era mi momento de ayudarte.

—Eso hacemos los amigos —me escucho responder con aire bobo.

—Pero yo no sé si seamos eso —contesta decaído—. No te he tratado del todo bien.

—Tú no te preocupes por eso. Eso ya quedó en el pasado.

—Al igual que yo —susurra.

—Yo no te voy a olvidar —respondo poniendo una mano en su espalda.

El muchacho de pestañas rizadas me mira con ojos tristes. Nos abrazamos y aunque creo hacerlo con fuerza, por mucho que apriete no siento presión alguna. Solo siento un calor que va apagándose poco a poco.

—No me quiero ir, Noah —dice y a juzgar por su tono está llorando—. Pero ya no hay nada que pueda hacer —agrega apartándose de mí.

—No llores, Leon. Por favor —expreso con la voz quebrada, afectado por su llanto. El chico me hace caso y se controla.

—Tienes razón. Solo, antes de irme, permíteme decirte algo —pide poniéndose de pie—. Yo no podré cumplir mis sueños y aspiraciones, así que déjame decirte lo que me diría a mí mismo: Lucha por lo que quieres, combate contra quienes se opongan y pelea por lo que amas. Y eso incluye a Hailey.

—¿Alguna vez te dije que me gusta Hailey? —pregunto con incredulidad.

—Lo que se ve no se pregunta. Solo hazlo, Noah.

—¡Espera! —exclamo tomándolo de la mano, sin embargo, esta se deshace como si de una nube se tratara.

—Adiós, Noah —finaliza, y entonces desaparece. Es ahí cuando escucho el disparo.

Cuando despierto, me invade una extraña sensación de vacío y tranquilidad.

—Adiós —mascullo mirando al techo.

Me volteo para descubrir que son las 4 de la mañana. Sin embargo, aunque los ojos me pesan, mi cerebro no deja de repetir lo que me dijo Leon en mi sueño antes de despedirse: «Solo hazlo, Noah». Esa frase me retumba vez tras vez, hasta que logro quedarme dormido.

Cuando abro los ojos ya son las 10, y aunque es temprano los ardientes rayos del sol penetran mis cortinas, restándole oscuridad a mi cuarto. Quizás sea una señal de que también debo restarle tristeza a mi persona. Y curiosamente, cuando me levanto siento algo muy parecido a la felicidad: esperanza.

Me levanto y encuentro a Dastan desayunando solo. Mis padres se habrán ido a trabajar. Entonces recuerdo que no he sido muy cariñoso con él últimamente.

Me acerco por detrás y lo abrazo, haciendo que se sobresalte un poco; no se lo esperaba.

—Eh, ¿buenos días? —expresa confundido.

—Buenos días, primito —emito soltándolo.

—¿Por qué el abrazo? —pregunta sonriendo con un ápice de burla.

—Nada más —contesto mientras me sirvo un poco en el plato—. No habíamos interactuado mucho últimamente.

—Vivimos juntos. Literalmente.

—Sí, pero no te había mostrado mucho cariño últimamente —explico antes de sentarme frente a él.

—No te agobies. No necesito tanto de eso. De eso ya tengo de sobra con Heather.

—Entonces, ¿he de considerar a Heather como mi nuevo contrincante? —bromeo.

—No lo sé, tú dime —suelta, y se ríe al ver mi expresión—. Es broma. Te quiero mucho, pero los abrazos no son lo mío.

—Solo los de Heather —le reprocho antes de meterme un poco de huevo en la boca.

—Pues quizás deberías intentarlo.

—¿El qué?

—Conseguir pareja. Ya sabes. Si yo tuviera ese cuerpo lo aprovecharía —finaliza de forma cómica.

—Pues... hay alguien que he amado desde siempre.

—Uy, chismecito —dice poniéndose cómodo—. Soy todo oídos.

—Y te vas a quedar orejón —afirmo bromeando. Dastan pone cara de indignado, pero lo freno antes de que diga palabra alguna—. Al menos por ahora, porque... pienso declararle mi amor muy pronto. Otra vez.

—¿En serio? —inquiere pelando los ojos—. Espera... ¿otra vez? ¡¿A quién?! ¡¿Cuándo?! ¡¿Dónde?!

—Todo a su tiempo —concluyo.

El problema es que el tiempo se me está acabando, pues llevo más de medio día pensando y sigo sin saber qué hacer o cómo hacerlo. Hailey es la primera persona a quien estoy seguro de querer de verdad, pero me siento inútil. En mi mente soy muy romántico, pero ¿Cómo se supone que debo hacerlo en la realidad? No puedo solo ir y decirle: «¿Quieres ser mi novia?». No. Hailey es especial, así que esto también debe de serlo.

«Piensa, Noah. Piensa», me repito una y otra vez, cosa que solo hace que me bloquee. «¿Qué le gusta a Hailey?», reformulo mis pensamientos.

Esto es lo que sé: Hailey ama el béisbol, su color favorito es el cian, su comida favorita son los tacos al pastor con cebolla extra, su postre favorito es la carlota de limón, sus flores favoritas son... bueno ella casi no es de flores. Su bebida favorita es el café y le gusta mucho la banda Krey's...

Las imágenes de mis pensamientos pasan una a una, a mi alrededor.

—¡Eso es! —exclamo triunfante, aunque no hay nadie en mi cuarto.

Tomo una hoja antes de que olvide cualquier idea importante, y las pongo por escrito: «Canción, tacos, postre».

Esto es lo que haré: escribiré una canción para ella y le pediré ayuda a Chris (que sabe tocar la guitarra) para sacar algunos acordes que vayan de acuerdo con ella. Yo mismo prepararé el postre. Lo único que compraré serán los tacos.

Pongo el lápiz sobre la hoja de papel, pensando en lo fácil que resultó esto. Ahora veremos qué tan fácil es llevarlo de la imaginación a la realidad.

Vuelvo a tomar mi lápiz, y no lo suelto hasta que mis padres regresan, a eso de las 9 de la noche. Si su horario me trae loco a mí, no quiero pensar cómo estarán ellos.

Deposito el lápiz nuevamente sobre la mesa y observo mi creación. Sin embargo, una canción no es ni será suficiente para expresar todo lo que siento por Hailey. Pero, creo que le gustará.

Al día siguiente, me dirijo a la casa de Chris para pedirle el tan ansiado favor. Toco a la puerta y me recibe su madre, quien me recuerda por ser el chico que ayudó a su hijo a controlar su adicción al alcohol. Bueno, más o menos.

Sin embargo, después del saludo inicial es evidente que sucede algo, y ella no tiene reparos en contármelo.

—Desde lo de... ya sabes. El tiroteo y la muerte de Adara, Chris ha estado... muy desanimado —explica la señora Parker.

—¿Puedo verlo? —inquiero preocupado—. Quizás pueda hablar con él o algo.

—Sí. Gracias por tu interés en mi hijo. Está arriba en su cuarto. Estás en tu casa.

—Gracias.

Subo las escaleras hasta encontrarme con la puerta negra que da al cuarto de Chris. Toco la puerta un par de veces hasta que abre.

Su semblante refleja una especie de vacío, pero cambia su expresión en cuanto me ve.

—Noah. ¿Qué haces aquí?

—Necesitaba verte. ¿Puedo pasar?

—Sí, claro —dice abriendo la puerta del todo.

El olor a tabaco impregna su cuarto; la cajetilla de cigarrillos a medio terminar indica que ha estado fumando como nunca antes. Aunque para ser sincero no recuerdo que lo hiciera.

—Disculpa el desorden —anuncia antes de tumbarse en su cama.

—No te preocupes.

—¿Y bien? ¿Qué te trae por acá? — pregunta y enciende un cigarrillo.

Veo a través de sus ojos que intenta ocultar sus emociones bajo una actitud despreocupada, pero no me puede engañar. No a mí.

—Pues... creo que no he sido el amigo que te mereces. ¿Estás bien? —pregunto con cautela.

—Sí —responde y es evidente que no lo está.

—Oye, sabes que puedes confiar en mí —enuncio con amabilidad.

—Estoy bien —dice otra vez, pero cruza sus brazos sobre su abdomen, señal de que no está dispuesto a hablar. Tendré que usar otro método.

—Me habría gustado ir al sepelio de Adara —digo con precaución.

—¿Por qué? Si ella te odiaba —contesta algo curioso.

—Pero yo no. Y sé que tú tampoco. Era muy buena con todos...

Veo cómo se le eriza el vello de los brazos y aspira con fuerza el cigarrillo.

—Sí. Ella... era muy buena con todos. Era muy alegre... extrovertida...

Eso es lo que logra decir antes de que se le quiebre la voz; me acerco para abrazarlo con fuerza.

Creí que se pondría a llorar, pero se controla. Debe ser por el efecto del cigarrillo.

—No te preocupes por mí, Noah. Estaré bien —expone con más naturalidad.

—Recuerda que aquí tienes a un amigo y no te abandonaré —le recuerdo. Una pequeña sonrisa aparece en su rostro y yo le devuelvo el gesto.

—Gracias —musita—. Ojalá pudiera ser tan buen amigo como tú. Siempre me has ayudado y yo no recuerdo haberlo hecho.

—Pues este es tu día de suerte —digo muy animado y le entrego la letra de mi canción.

—¿Qué es esto? —pregunta tomando la hoja y sentándose en su cama.

—Escribí una canción para Hailey y quería ver si podrías ayudarme a encontrar algunos acordes para esta letra.

—¡Por supuesto que sí, chico enamorado! —emite emocionado—. Es más, te enseñaré a tocarla en la guitarra.

—¿Crees que pueda aprendérmelos? —pregunto inseguro.

—Si pudiste mantener un promedio perfecto todos estos años, es obvio que esto es pan comido —le da un vistazo a la letra, y me ve con cierto aire burlón—. Un poco empalagosa, pero muy bonita.

—¿Crees que le guste? —pregunto inquieto.

—Totalmente —concluye—. Voy por mi guitarra.

Para el final del día encontramos una serie de acordes que encajan a la perfección con la canción. El problema ahora será aprender a tocarla. Pero eso puedo esperar hasta mañana.

Está anocheciendo y aunque los dedos me palpitan, decido ir a la casa de Hailey, pues lo que ha ocurrido durante los últimos días no ha sido fácil para nadie.

Llego a su casa en cuanto anochece. Toco el timbre y es ella quien me recibe... con un abrazo.

Debo admitir que me toma por sorpresa, pero le correspondo. El aroma de su cabello me relaja y me permito acariciarlo con el fin de tranquilizarla.

—¿Qué sucede? —pregunto con dulzura.

—Nada —dice apartándose de mí y se talla los ojos—. Solo son tonterías.

Su cabeza gacha y su postura me gritan que no está bien. De modo que tomo con delicadeza su mentón con una de mis manos, orientando su rostro hacia el mío.

Con sus hermosos ojos mirando a los míos, le digo:

—Nada que te preocupe será una tontería para mí.

Por un breve momento nos miramos a los ojos. No es mucho tiempo, pero me da la impresión de que el mundo ha dejado de girar.

Hailey sale de su ensimismamiento y me ofrece entrar a su casa, a lo cual acepto gustoso. Nos sentamos juntos en el sillón y entonces me cuenta su inquietud.

—No me aceptaron en la universidad. —confiesa con mucho pesar—. Hoy me dieron los resultados. Me quedé a dos lugares de entrar.

—Oye... Está bien. No... no tienes por qué perder la esperanza.

—¿De verdad lo crees? —pregunta decaída.

—Recuerda que a veces los lugares se mueven. Así que no pierdas la esperanza, yo sé que las cosas se arreglarán —el silencio que precede mis palabras indica que Hailey está reflexionando en lo que dije. Así que añado—: Yo te tengo fe.

Sus ojos se llenan de lágrimas y de repente, rompe a llorar. En ese momento me convierto en su paño de lágrimas. Acomodo su cabeza en mi pecho y le acaricio el cabello; dejo que se desahogue hasta que ya no quedan lágrimas ni llanto que externar. Al parecer está sola, porque nadie viene a ver lo que está pasando.

Una vez que el llanto ha cesado, se enjuga las lágrimas y se disculpa.

—Perdón, por... empaparte. He estado muy estresada últimamente.

—No te disculpes, está bien. Necesitabas sacarlo.

—Has de creer que soy una llorona —expresa con una risa tímida.

—No —contesto con compasión—. Todo ser humano tiene derecho a romperse de vez en cuando. Tú... eres muy fuerte; es una de las muchas cosas que admiro de ti.

Nos miramos a los ojos, que gritan lo que nuestros labios no pueden. Leo mi mirada en la suya, y quizás, solo quizás, este podría ser el momento.

Impulsado por lo que siento en el momento, me inclino con la intención de besarla. Sin embargo, parece ser que el universo conspira contra las emociones que sentimos, porque en ese momento sus padres entran en la casa.

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