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41

Salgo de donde estoy mientras se me desmorona el corazón. Tengo dentro un revoltijo de emociones que amenazan con ahogarme. Yo sé que Tommy no tiene ni idea de que amo a Hailey, pero me cuesta creer que después de todo lo que ha pasado entre Hailey y yo, ella no perciba que me gusta. A veces no la entiendo. En ocasiones hemos llegado a estar en total sincronía, mientras que en otras apenas y me hace caso. Estoy muy confundido.

Salgo caminando hacia mi casa, no importa que me tarde. No dejo de fantasear con Hailey, en nosotros, en lo mucho que me gustaría tener una relación con ella. La realidad me cae como una tonelada de ladrillos: ella quiere a Tommy.

En determinado momento veo que las calles están casi desiertas, al menos un buen tramo. Entonces hago lo único que se me ocurre para disipar mi dolor.
Cantar.

La triste balada Krey's empieza a sonar en el ambiente. Con una voz bastante dolida y a un volumen prudente empiezo:

Jamás sabré el por qué
te fuiste de mí.
Dejándome en densa oscuridad.
Nunca podré olvidar a ese ángel
que alumbraba mis días.

Sin ti mi vida es peor.
Me falta tu amor.
Me estoy consumiendo en dolor.
Sin ti no puedo avanzar.
Y si no estás, ¿a quién voy a amar?

Ven, quiero estrecharte en mis brazos.
Amo besarte los labios.
Sentirte por siempre a mi lado.
Ven, sabes que sin ti no existo.
Ya siento mi alma en espinas.
Ven, vuelve mi amor, mi vida.

¿Escucharás mi clamor?
Que aún es amor.
No puedo engañar a mi corazón.
¿Sin ti que puedo hacer?
Porque vivir, no es una opción.

Ven, quiero estrecharte en mis brazos.
Amo besarte los labios.
Sentirte por siempre a mi lado.
Ven, sabes que sin ti no existo.
Ya siento mi alma en espinas
Ven, vuelve mi amor, mi vida.

Ven, vuelve mi amor, mi vida.

Cuando termino de cantar me siento ligeramente mejor. Dicen que cuando cantas, las vibraciones dan un efecto tranquilizador e incluso disminuyen el dolor físico. Quizá funcionaría mejor si la canción no fuese tan triste, pero funciona, al menos por el momento.

Como tomé una ruta poco concurrida pude cantar sin interrupción alguna. Además, hice bien en evitar la calle por donde algunos de mis compañeros suelen conducir. No podría mantenerme fuerte si se ofrecieran a llevarme y surgiera el tema de Tommy y Hailey.

Llegó a casa un poco más tranquilo. Estoy que me muero de sed. Entro a casa y me veo que Dastan está lavando los platos. Prefiero tomar del agua de la llave a servirme un vaso de agua y entrar en la cocina. No estoy de humor para una disputa.

Subo a mi habitación y cierro la puerta.
Bebo del agua de la llave hasta saciarme. Me ducho y evito a toda costa mirarme en el espejo. Puede ser mi peor enemigo en ocasiones.

Me visto con algo cómodo y me tumbo en la cama. El cielo se ha nublado y una brisa fresca empieza a entrar por la ventana. Me acomodo y abrazo mi almohada; me imagino que es Hailey. Se me pone la piel de gallina al acurrucarme con ella.

—Te amo Hailey —le susurro a la almohada.

Después, por muy patético que parezca, le empiezo a dar besos y la abrazo con fuerza. Es lo más cerca que podré estar de besar o abrazar a Hailey en mi vida.

Mis párpados se empiezan a cerrar y mi subconsciente me regala un sueño bonito donde Hailey y yo retozamos en total regocijo.

Cuando despierto me siento contento, por el bonito sueño. El aire se ha vuelto frío y la tarde se ha convertido en noche. Miro en el reloj que apenas son las 7. Quiero seguir durmiendo, pero el estómago empieza a rugirme. Recuerdo que no comí a mediodía.

Caliento un poco de comida en el microondas. Dastan come tanto que apenas y me ha dejado algo, de modo que ordeno pizza. No tengo ánimos para cocinar.

Me dedico a perder el tiempo. Oficialmente las clases han terminado. Las vacaciones de invierno han comenzado. Regresamos en febrero. Amo el invierno, y amaría más mis vacaciones de no ser por el bruto de Dastan quien vive en el mismo lugar que yo. Extraño los días donde solo estábamos la soledad, el silencio y yo en casa. Era deprimente en ocasiones, pero incluso eso se me hace mejor que estar con Dastan.

Recuerdo hace casi un año, cuando me caí en el lago mientras patinaba. Fue doloroso y humillante, pero me gustaría revivirlo solo por el hecho de que Hailey se me acercó y me brindó su ayuda. Esa muchacha vale más que el oro, los diamantes y cualquier joya. No tengo oportunidad con ella, pero es una luz que alumbra mis días más oscuros; estaré ahí para ella pase lo que pase, es lo mínimo que puedo hacer por ella.

Alguien toca a la puerta. Espero con ansias que sea la pizza, pero es Adara. Sigue tan vivaracha como siempre. Creo que ese suéter verde resalta sus ojos y su cabello. Parece una muñequita.

—Hola Noah, me dijo Tommy que querías información sobre los campamentos.

—Hola Adara. Claro, si tienes algún volante podría leerlo.

—¡Los volantes no te dicen todo Noah! —exclama con emoción—. Yo misma te lo contaré.

—Por favor, pasa —digo haciendo un gesto con la mano.

—Gracias.

Durante los siguientes minutos se encarga de contarme sus experiencias en esos dichosos campamentos. Hay para chicos y chicas por separado. Hacen varias cosas como senderismo, paseos en kayak, pesca, tiro con arco, construcción de iglús, paseos a caballo y un sinfín de cosas más. Me agrada Adara, pero es como mi madre. Habla, habla y habla. Por otro lado, no tengo que hablar y me dedico a escuchar, algo que se me da muy bien.

En un determinado momento llega la pizza (por fin; muero de hambre). La invito a cenar, por cortesía.

—Gracias Noah, pero temo que declinaré la invitación.

—¿No te gusta la pizza? —pregunto intentando averiguar el porqué de su inapetencia.

—No es eso. Es que... ya sabes. Tengo novio y no me gustaría que pensara mal de esto.

—¿Chris es celoso? —pregunto sin poder creérmelo.

—Solo un poquito. Es lindo que te celen, siempre que no se pasen de la raya.

—¿Te molesta si como? No he comido.

—No, adelante. Quería preguntarte por qué no fuiste con nosotros a celebrar. Desapareciste después del partido. Fuimos a comer hamburguesas.

—Lo siento, tuve que irme. No me sentía muy bien —confieso antes de darle una mordida a mi rebanada pizza. Intento masticar en lugar de engullirla.

—¿Te dolía la cabeza o algo así?

«No, me dolía el corazón».

—Algo así —mido bien mis palabras intentando evitar sonar sospechoso con lo que digo—: ¿Quiénes fueron a celebrar?

—Todos. El equipo de béisbol, y algunas de las porristas. Además de algunos amigos de Tommy.

—¿Fue Hailey? —pregunto con recelo.

—Obvio que sí. No se despegaba de Tommy.

Su comentario hace que me resulte más difícil masticar. Como si me hubiera succionado las fuerzas.

—¿Tú sabías lo que Tommy iba a hacer? Con cartel y todo eso.

—¡Sí! —exclama emocionada—. Yo le ayudé a Tommy a hacerlo. ¿De quién crees que eran las hermosas letras? De él no. Le hace falta imaginación hasta para decorar sus apuntes.

Su confesión me sienta mal. De alguna forma me siento traicionado. Lo cual es absurdo porque ni ella ni Tommy saben que me gusta Hailey. Debo admitir que Chris sabe guardar secretos.

—Escribes muy bonito —creo que es un comentario justo. Sin connotaciones de traición ni demasiado alegre por la noticia.

—Bueno, gracias —contesta halagada.

—Oye, ¿no te parece que lo de ellos fue demasiado rápido? —pregunto con curiosidad. La desventaja de los que hablan mucho es que pueden soltar la sopa fácilmente.

—Mmm no —contesta después de pensarlo un poco—. Se mensajeaban casi todos los días, almorzaban juntos en la escuela y se veían durante los entrenamientos.

—Oh —es lo único que consigo decir.

—Bueno Noah, será mejor que me vaya y te deje comer tranquilo. Aquí tienes algunos folletos que me dieron a mí en los campamentos. Algunas actividades dependen de la estación del año en la que se realice el campamento.

—No hay problema. Y gracias por tomarte el tiempo de explicarme... todo.

—De nada.

La pelirroja enseña los dientes blancos en una amplia sonrisa y sale de la casa.
Dejo los folletos en el sofá de la sala que es donde estábamos sentados. Ahora sí pizza, tu hora ha llegado. Me muevo hacia la mesa y me sirvo. Le hinco los dientes varias veces hasta que la mitad de la pizza es historia.

—Mmm, huele a pizza —dice una voz detrás de mí. Pensé que Dastan había salido o algo. Estaba todo muy silencioso.

—Encargué un poco. ¿Quieres? —intento ser amable.

—¿De qué es? —pregunta melindroso.

—De pepperoni y champiñones.

—¿En serio te gusta eso? —pregunta con desdén.

—Sí. No se me ocurrió otra cosa. Tenía hambre. Ojalá alguien me hubiera dejado algo que comer —exclamo haciendo especial énfasis en mis últimas palabras.

—¡Oye, si te dejé un poco! Además, estoy creciendo. Es normal comer mucho.

—Eres un año menor que yo. Yo también necesito comer —respondo un tanto molesto.

—Sí, pero siendo sincero, no creo que crezcas más. O que llegues a la altura promedio —pongo los ojos en blanco y me arrepiento de haberlo hecho, porque le di razones para fastidiarme. Él lo nota y empieza a molestar—: Ay, el Noah necesita comer para ser grande y fuerte —canturrea en tono burlón.

—¡Déjame en paz! —le espeto. No funciona. Empieza a darme palmaditas en la cabeza como si fuera un perro. Lo ignoro, pero sigue, sigue y sigue hasta que pierdo la compostura y me levanto de la silla. Es humillante ver que me saca poco más de una cabeza.

—¡Ay, ternurita! —se burla.

Lo que viví hoy, el hambre y las acusaciones de Dastan pueden conmigo. Soy consciente de que tengo las de perder, pero ahora mismo no pienso con claridad, así que me le abalanzo. Logro tirarlo y forcejeamos bastante, hasta salimos de la cocina a trompicones. Sin embargo, él es el que me tira y se posiciona arriba de mí con mucha facilidad. Es muy fuerte y me arrepiento de haber hecho lo que hice, pero no hay vuelta atrás. Pesa demasiado como para quitármelo de encima así que espero el golpe. Cuando veo que levanta el puño para darme con todo, la puerta se abre y mis padres ven la escena.

—¡Dastan! —grita mi madre con un hilo de histeria en su voz.

Eso basta para que el chico baje su puño, claramente avergonzado. La escena apunta directamente a él como el culpable.

—¡Arriba, los dos! —ordena papá levantándonos sin tanta delicadeza—. ¡¿Me explican ahora mismo qué significa todo esto?! —grita molesto.

—¡Noah se me abalanzó! —exclama Dastan haciéndose la víctima. Lo que no sabe es que ahora las probabilidades juegan a mi favor.

—¿De verdad creen que yo podría tirar a este animalón? —cuestiono a mis padres.

—Tiene un punto —le dice mamá a papá.

—Él me tiró, lo juro —explica el agredido.

—Primero que nada, soy consciente de que yo nunca podría ganarte en un enfrentamiento. Además, ¿qué razones tendría para agredirte?

La pregunta lo deja en tablas. Veo que lo ha captado, pero demasiado tarde. No puede decir que él fue el que empezó la riña sin ganarse una reprensión. Asimismo, mis argumentos son bastante creíbles.

—No le agrado —lo intenta, vacilante.

—No me agrada medio mundo, pero no por ello me les abalanzo —declaro.

—A ver, ya estuvo suave —«Quién dice eso hoy en día, papá»—. Los dos se van a disculpar y esto no se volverá a repetir.

—Pero... —protesta Dastan.

—¡Ningún "pero"! ¡Se van a disculpar, se van a abrazar y seguiremos siendo una hermosa familia feliz! ¿Podrán hacer eso?

Yo no tengo problema en decir "lo siento". Pero Dastan... es tan orgulloso. Así que aprieta la mandíbula y finalmente lo dice lo menos áspero que puede.

—Lo siento.

—Abrácense —ordena papá señalándonos con el dedo.

Dastan y yo nos abrazamos, pero damos la impresión de que fuera como si nuestra ropa estuviese cubierta de la más repugnante suciedad. Es un abrazo casi fugaz, pero suficiente para complacer a papá.

—¿Qué es esto? —pregunta mamá recogiendo los folletos que trajo Adara.

—Son folletos de algunos campamentos a los que ha ido Adara. Estaba pensando en que tal vez Dastan y yo podríamos ir a uno de ellos para acercarnos más, pero después de lo de hoy temo terminar asaeteado por él —explico; todavía continúo en el papel de chico-víctima-indefenso.

—Lo que faltaba —musita el susodicho.

Mi papá le lanza una mirada fulminante. Su comentario ha enardecido a mi padre lo suficiente como para decidir de manera precipitada que ese será nuestro destino.

Mis padres examinan con nosotros los folletos y consultan algunas páginas de internet para informarse. En cuestión de días estamos en una parada de autobuses rodeados de familias que despiden a sus hijos (todos varones) que se irán de campamento. El transcurso hacia la parada fue una perorata eterna donde tanto papá como mamá exponían lo importante que es llevarse bien en la familia y todas esas cosas. Quizá por eso nuestra despedida no es tan emotiva, pues cuando llega el momento de subir al autobús solo nos abrazan, nos dicen que nos quieren y que nos llevemos bien. Mamá nos da un beso a ambos en la mejilla y nos suelta. Creo que lo han hecho bastante flojo esta vez (teniendo en cuenta que no nos tendrán en casa durante casi un mes). De hecho, me sorprende que no haya llegado un mariachi todavía. En fin.

Nos subimos al autobús que está lleno de varios chicos; camino cabizbajo y evito hacer contacto visual. Yo, como siempre al lado de la ventaja (lo cual es absurdo porque hace mucho frío como para abrirla). Dastan sube las maletas en un compartimento que está sobre nosotros y se sienta a mi lado, no sin antes ponerse el mejor sistema antiinterrupciones: los audífonos.

El autobús arranca, así que les digo adiós a mis padres una última vez antes de dejarlos atrás.

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