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39

Trago con dificultad mientras una gota de sudor recorre mi sien izquierda. Hailey y Tommy empezaron a conversar como si fueran amigos de toda la vida. Hailey es muy amistosa y puede hacer que hasta alguien tímido como Tommy se convierta en un parlanchín.

Después de que el entrenamiento terminó, fueron por Tommy. Como supuse, me dio el aventón; su padre lo recogió esta vez. En ese momento desaparecí del mapa; solo estaban Tommy y su padre en la conversación. Le contó todo lo que había hecho y no dejaba de hablar de Hailey. Tuve que haber ocultado muy bien mis sentimientos como para que no hubiera sospechado nada. Me siento muy contrariado. Quiero mucho a Tommy, pero amo a Hailey. Y saber que podría surgir algo entre ellos dos rompe mi corazoncito. «Noah, ya deja el drama. Apenas se acaban de conocer. Hace falta más que una charla», me ordena mi mente. Sin embargo, yo me enamoré de ella por una canción así que...

Como llegué tarde (casi a las 5) como en soledad mi sopa de verduras. Mamá solo está en casa hasta el mediodía y se va a trabajar.

El timbre suena y Dastan se apresura a la puerta. La curiosidad me puede así que me levanto de la mesa. Me asomo por la puerta del comedor y observo a una chica de tez blanca, cabello lacio negro, y ojos azules. Dastan voltea y me observa espiándolos. Frunce el ceño un poco. Me incomoda, pero de la nada me salen las palabras.

—¿Y... no me vas a presentar a tu amiga? —pregunto con un tono de voz que irradia seguridad. Hasta yo me sorprendo.

La chica se ríe un poco y voltea a ver a Dastan, que me ve con cara de pocos amigos. No tiene de otra más que presentarnos.

—Noah, ella es Emily. Emily Prescott. Emily, él es mi primo. Noah.

—Mucho gusto —decimos al unísono. Nos sonrojamos un poquito.

—Y... ¿Qué van a hacer? —pregunto. A veces soy muy curioso.

—Tarea, patrón. ¿Quieres un permiso o un documento con membrete? —responde Dastan, exasperado.

—Está bien, solo preguntaba —contesto alzando las manos—. Emily, un gusto conocerte. Suerte con el señor cascarrabias.

La chica se sonríe y yo devuelvo el gesto. Dastan pone los ojos en blanco. Regreso a terminarme la sopa.

Al día siguiente me quedo a ver el entrenamiento. No lo hago porque sospeche de algo entre Tommy y Hailey. No. ¿O sí? Espero fuera de los vestidores de las chicas, con la esperanza de volver a ver a Hailey. La primera en salir es Samara, que no intenta disimular lo que ambos sabemos.

—Por favor Noah, no le cuentes a nadie lo de Jessica, por favor.

—No diré nada, lo prometo. Pero es cuestión de tiempo para que los demás se enteren. Ponte a pensar. Una chica que de la nada vomita, y... Además, ayer que me quedé a ver el entrenamiento pude ver que del uniforme se le empezaba a asomar una pancita. Es cuestión de tiempo.

—Ay, ya sé. Cómo fue a meterse en ese problema.

—¿Y qué sabes de Bradley? ¿Se hará responsable?

—No tengo ni idea. Bradley no se preocupa por nadie más que por él mismo. No sé cómo le hará, pero no me gustaría estar en sus zapatos.

—A nadie. ¿Y, va a entrenar hoy?

—No. Dijo que no se sentía bien. Eso nos deja con menos personas y afecta la rutina.

Hailey sale de los vestidores luciendo increíble, como siempre.

—¿Te quedas hoy también? —me pregunta.

—Veré el entrenamiento de béisbol —respondo. No me atrevo a decirle que me quedo para verla a ella. O, mejor dicho, a ellos: Tommy y Hailey.

A diferencia del día anterior, hoy Hailey no me hace tanto caso. Se adelanta platicando con Samara. Noto que Lyanna se me acerca por detrás. Empezamos a caminar. Y a hablar a un volumen prudente.

—¿Te pasa algo, Noah? —debo tener cara de perplejidad como para que se me note.

—Estaba pensando.

—¿En qué? —su actitud se asemeja a la de Ronnie. Decido que será mejor no ocultarle nada. Después de todo, ella sabe muy bien que me gusta Hailey.

—Tengo miedo. Temo que suceda algo entre Tommy y Hailey. Sé que apenas se conocieron ayer, pero Tommy no dejaba de hablar de ella. Además, él no sabe que me gusta. Estoy hecho un lío.

—Tu amigo y tu amor platónico. Debe ser horrible —voltea a ver mi cara de tristeza y se corrige—. Lo siento. Mira, Hailey es así. Se deja impresionar fácilmente. A menudo se cansa si las cosas no resultan como ella esperaba.

—Pero ella ama el béisbol. Y Tommy es muy bueno. Y ni hablar de su belleza.

—Bueno, sí. Pero aquí entre nosotros —baja la voz—, me dijo que le parecías muy lindo.

—¿De verdad? —siento cómo el rubor se me sube a las mejillas y empiezo a hacer ruiditos. Me controlo—. ¿Qué te dijo exactamente?

—Pues que eras lindo. Que eres un niño bueno y esas cosas. Además, ayer que te quedaste en el entrenamiento platicó contigo. Me dijo que fuiste muy amigable.

Me emociono de nuevo, pero regreso a mi realidad.

—Eso fue antes de que conociera a Tommy —respondo hundido.

—No te rindas. Tú sabrás qué hacer.

Miro a la chica rubia que tengo a mi lado. Empieza a madurar, y con Ronnie en su vida seguramente se convertirá en un amor de persona.

—Gracias —le digo y estiro los labios en una sonrisa.

Cuando llegamos, me siento en las mismas gradas de ayer. Hoy el cielo está cundido de nubes, algunas oscuras. A pesar de que dije que vería el entrenamiento de béisbol, apenas y le hago caso. No puedo apartar mi vista de Hailey. De pensar que, aunque sea muy remota la posibilidad, sí pude hacer que ella sintiera algo. No algo como el amor, pero quizá algo muy cercano a la atracción. Volteo a ver a Tommy, que batea tan fuerte la bola, que de no ser por la red que cubre las gradas, podría golpear a alguien. A parte de mí, hay otros que se encuentran en las gradas. Chicas, en su mayoría.

En una de esas, Hailey se percata de que la estoy observando. Le sonrío, pero no me pone atención. Tomo mi teléfono, para no parecer tan obvio. Sin saber muy bien qué hacer, le escribo a Heather. No me gusta que estemos así. Ella ha estado ahí para mí. Ya le di tiempo de estar sola, es momento de ser un buen amigo y tomarla de la mano. La invito a tomar un café esta tarde. No en mi casa, sino en una cafetería. Lo último que quiero es soportar al iracundo de Dastan.

Ella acepta.

Rompe a llover. El grupo porrista deja el entrenamiento y se refugia en las gradas donde me encuentro (están techadas), mientras que los chicos siguen entrenando en la otra cancha, bajo la lluvia. Diviso a Hailey entre los demás. Me acerco un poco y observo que se seca con una toallita que saca de su bolso deportivo. Entonces empieza a correr un aire muy fresco. Reviso en mi mochila, que está a reventar y saco una sudadera celeste. Mi mamá insistió en que la trajera a la escuela, pues hasta hace poco se me quitó el catarro que pesqué. Tiene un gorrito, así que será útil; la lluvia ha empezado a caer con más intensidad.

—Hailey, ponte esto —digo ofreciéndole la prenda—. No me gustaría que te enfermaras.

—¡Gracias! —dice como si no se lo esperara de mí y se la pone enseguida—. Muy amable de tu parte.

Volteo a ver alrededor y noto que varios pares de ojos me ven con aprobación. Me siento al lado de Hailey. Mi suéter de rayas rojas y grises se cubre de pequeñas gotitas de agua. Intento iniciar una conversación, pero para ese momento más personas se instalan en las gradas. El entrenamiento ha terminado por culpa de la lluvia. Algunos se retiran sin importarles mucho el hecho de empaparse. Sin embargo, la mayoría decide quedarse. Entre ellos Hailey y Tommy. De nuevo me desplazan de la conversación y ahora no hay nadie más. Sí puedo participar y todo, pero no sé nada de béisbol ni de jugadores ni de equipos. Simplemente me quedo en silencio analizando sus palabras, y consumiéndome en mi interior.

Leon se sienta en un escalón más abajo de donde estoy.

—Noah, estoy por irme. ¿Te gustaría que te llevara? —se ofrece.

La verdad es que sí me gustaría, pero la inquietud de perderme algo que suceda entre Tommy y Hailey me ancla a las gradas.

—Leon, muchísimas gracias. Pero necesito quedarme un poco más —explico.

—Claro, no hay problema.

Leon no es muy astuto, así que no me lo cuestiona. Poco a poco la intensa lluvia cesa hasta convertirse en una llovizna. Solo ha durado 30 minutos, pero a mí me ha parecido una eternidad. Es momento de despedirse. Hailey me da las gracias otra vez por la sudadera y me promete devolvérmela. Sin embargo, cuando se despide de Tommy veo que se comporta más natural, más ella. Tommy y Hailey... me volveré loco.

Se aleja sin voltear.

Tommy se ofrece a llevarme a casa, pero declino la invitación. Estoy dolido. Sé que él no sabe que Hailey me gusta y, por lo tanto, no tengo nada que reclamar. Sin embargo, todavía me resulta difícil estar con él. Es como si me recordara que incluso siendo tan similares yo no fuera suficientemente atractivo para Hailey. Como si nada de lo que yo haga, por muy bueno que sea, fuese suficiente para nadie. La verdad siempre será esta: la belleza es lo primero que se mete por los ojos y a partir de allí, la persona. Debes ser atractivo para gustarle a alguien, tus sentimientos pasan a un segundo plano. Aun así, Tommy tiene ambos. Es guapo y también es muy agradable. Me temo que es cuestión de tiempo para que suceda algo entre los dos.

Vuelvo a notar punzadas en mis manos, y lo que es peor: culpa. Culpa por envidiar a mi amigo. Soy un asco.

Salgo de la escuela sin importarme mucho que la llovizna me cubra. El tiempo y mis sentimientos empiezan a deprimirme. Me pongo los audífonos y pongo música triste para estar más triste. Es una catarsis. Me purgo emocionalmente de tristeza hasta agotarme.

Poco a poco me voy sintiendo mejor. Llegando a mi casa termina la llovizna y el sol se asoma un poco. Un arcoíris se forma a lo lejos y me da un leve aire de esperanza.

Abro la puerta y me encuentro a Dastan y a Emily en la sala. No están haciendo nada malo, pero sigue siendo un poco extraño. Entrar a la casa y en vez de encontrarse con el silencio de la soledad, encontrarse a un cascarrabias y a una desconocida. Entro, saludo y hago el menor contacto visual posible.

Subo a mi habitación a toda prisa, cierro con llave y me desvisto en el baño. Dicen que tomar una ducha fría después de mojarse bajo la lluvia evita que te enfermes. No sé si sea verdad, pero mejor prevenir que curar. A decir verdad, el agua de la regadera parece mucho más fría que la de la lluvia.

Salgo de la ducha y me seco. Antes de salir dedico unos minutos a verme desnudo en el espejo de cuerpo entero que hay en el baño. Incluso yo sé que nadie podría considerar atractivo esto. La garganta se me hace nudo, pero me trago mis emociones. Salgo del baño para evitar darle un puñetazo al maldito espejo.

Me visto con una sudadera gris con gorro y unos pants del mismo color. Después de mis bombardeos pesimistas de hoy, me sienta bien ponerme este conjunto. Siempre preferiré usar ropa larga porque cubre tu cuerpo y en cierto sentido oculta tus imperfecciones. Y yo tengo muchas.

El cielo sigue cubierto de nubes y la temperatura desciende un poco más. Con el dinero y celular en mano, ¡ah! y con un paraguas, me dirijo a la cafetería donde quedé verme con Heather.

Lo siguiente que sé es que estoy moviendo un café antes de darle el primer sorbo. La cafetería es un lugar muy bonito. Quizá si tuviera una novia la habría invitado aquí. No había pensado mucho en eso. Tener una relación implica hacerse un lío pensando en dónde será la siguiente cita, qué regalo dar en un aniversario, y qué detalles obsequiar. Si ese fuera mi caso, está claro que me quedaría sin dinero. A pesar de que nunca he tenido novia, me gusta dar detalles. Me gusta comprar cositas para regalar a quienes se han ganado un lugar en mi corazón. A Ronnie le regalé una pulsera y a Heather un libro por el que se moría.

El sonido de la campanita del establecimiento hace que me voltee en acto reflejo. Finalmente veo llegar a Heather; el entorno nublado hace que se vea más pálida de lo normal. Pero irradia un brillo especial, ya no se ve devastada.

Abro la boca para hacer varias preguntas, pero me corta con un tono de voz relajado y sincero:

—Fui una tonta.

No es el mejor lugar para una escena melodramática. Noto que unas señoras regordetas nos ponen atención, así que cambio de tema.

—En realidad te iba a preguntar qué café pedirías. Pero si eso es lo que piensas no soy nadie para refutarlo —bromeo. Heather sonríe y le devuelvo el gesto—. Vamos a sentarnos.

Ella pide un capuchino al hombre del mostrador; yo pido repetir. Nos sentamos al lado de una pared de cristal, con vista a la calle. El poder del viento se manifiesta en los árboles que hay en la acera del frente. Ya fuera de la vista de las donas, perdón, de las doñas, nos ponemos a platicar con más soltura.

Nos disculpamos, confesamos nuestros sentimientos entre susurros y poco a poco empezamos a reírnos de lo estúpidos que hemos sido. Yo recolecté el cabello de Hailey, ella estuvo leyendo mangas y anime que le aburrieron hasta decir basta. Todo porque nos sentimos atraídos por alguien que no nos corresponde. Enamorarse es extraño.

—¿Entonces..., amigos? —pregunto extendiendo la mano.

—Amigos, compañeros y confidentes —responde mientras me estrecha la mano; sonríe al hacerlo.

—¡Tu mano está fría! —exclamo retirando mi mano por acto reflejo.

—Fría como mi alma.

—Ajá sí, a ver —le tomo ambas manos y las envuelvo en las mías para transferirles algo de calor.

—En cambio, tú estás calientito.

—Buena señal, ¿no? Supongo que sí soy humano después de todo.

Recuesto parte de mi torso sobre la mesa con las manos unidas a las de Heather; me siento súper relajado. El mesero con nuestra orden es quien nos separa. Sin embargo, cuando veo de quién se trata no puedo evitar tensarme, pues los rasgados ojos de Ji nos observan con curiosidad.

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