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30

Me imagino horrorizado la situación: disparos cerca de mí, sangre derramada en el suelo de personas que he visto, tal vez incluso algunos sean amigos míos. La cara del degenerado que agita el arma homicida y dispara contra quién sabe cuántos más. Todo para que al final el asesino haga honor a su profesión, meta la pistola en su boca y jale del gatillo. Lo observo desplomarse y desperdigar su sangre en las losetas.

Las noticias muestran fotos de las víctimas y la del asesino: 14 personas cuyos rostros me resultan ajenos. Me relajo un poco al saber que Tommy sigue con vida, aunque noto una punzada de tristeza. Llámenme superficial, egocéntrico y todo lo que quieran, pero soy honesto. Me duele mucho saber el desperdicio que ha sucedido. El único rostro que logra incrustárseme en la cabeza es el de un chico: guapo, de hermosos ojos y labios carnosos. Piel clara y cabello castaño no hacían más que agregar belleza al atractivo que ya poseía. ¿Y ahora qué? Se ha ido. Se ha ido para siempre. No lo conozco, pero me duele mucho saber que incluso esas personas que gozan de lo que yo tanto he anhelado, esas personas que he envidiado tanto... también pueden morir. Duele una muerte normal, pero la muerte de una persona hermosa... eso me cala hondo. No importa si es hombre o mujer. Me duele.

Lo sé, soy despreciable.

Apago la televisión antes de conocer los motivos que tenía el asesino como para haberles arrancado la vida a 13 personas. Sacudo la cabeza, asqueado; más que por lo que hizo, por su aspecto: cara poco agraciada infestada de granos y con varios pelos ralos sobresaliéndole por encima del labio. Me dejo llevar por las apariencias. Como siempre, lo que aparece ante los ojos es lo que tomo como sentencia. La balanza se inclina a favor del chico guapo y sentencia al zarrapastroso homicida. Lo odio. Me odio.

Ronnie se aplasta junto a mí, en el sillón. Seguramente tendrá conocidos en esa escuela, es decir, estamos hablando de Ronnie, pero solo percibo una mirada casi tan muerta como los jóvenes en pantalla. Se esfuerza por mantener los ojos abiertos y eso que apenas son las 7 de la noche. Hemos jugado bastante y me atrevería a decir que no parece muy estable, o al menos no lo suficiente como para concentrarse en una noticia de ese calibre.

—Vamos a la cama —le ofrezco poniéndome de pie.

—No, quiero salir a tomar aire fresco —dice después de sacudir la cabeza—. Aunque sea 5 minutos.

No tengo de otra que acompañarlo. Lo ayudo a levantarse. Las estrellas luchan por brillar más que las lámparas del alumbrado público. De alguna forma la belleza natural siempre termina siendo opacada por lo artificial. O así es en donde vivimos.

El calor ha bajado y una corriente de aire nos refresca las mejillas. Intento inhalar hondo antes de expulsar el aire de mis pulmones. Al hacer esto solo consigo bostezar, pero me lo trago.

Los 5 minutos se escurren sin que intercambiamos palabras.

Al final termino casi arrastrando a Ronnie a la cama porque se está durmiendo parado. Lo arropo justo antes de que llegue su madre. En cuando me despido, agarro un taxi que me deja en la casa de Adara. Toco la puerta con decencia intentando no aporrearla (que es mi primer impulso).

El señor Rowins me abre la puerta con cara de perplejidad. El señor de oscuro cabello ralo y piel aceitunada me mira con sus ojos verdes con una expresión que denota reconocimiento, pero no da con mi nombre. Apenas y recuerdo haberlo visto el día de la albercada, cuando conocí a Tommy.

—Soy Noah. Su vecino y amigo de Adara.

—¡Noah! —exclama Adara, y veo cómo sus lágrimas se escurren por sus mejillas.

Me abraza como si yo fuera su única esperanza, aunque en realidad abraza a todo mundo. La expresión de su padre me incomoda un poco, así que hago que nos despeguemos.

—Me enteré de lo que sucedió en el colegio de Tommy.

—¿Has hablado ya con él?

—No —respondo hundido. «¡¿Por qué siempre me olvido del celular?!»—. ¿Y tú?

—Eso intento, pero no contesta.

—¡Shh! Ya contestó —nos chita su madre, quien pone el teléfono en altavoz para que podamos escuchar todo.

Quien habla no es Tommy, es su padre, el hermano de la madre de Adara. Según los hechos que ha escuchado de parte de otros jóvenes que presenciaron el atroz crimen (Tommy ha perdido el habla por el momento) lo que sucedió fue lo siguiente: Desde el ciclo escolar pasado había llegado un chico nuevo al colegio. No era atractivo y ser nuevo presentaba una clara desventaja social. La mayoría ni siquiera lo tomaba en serio. Según algunos jóvenes que lo conocían, el joven abusaba de las drogas y el alcohol. Además, solía ser un adicto a los videojuegos.

Hoy, en torno de la tarde, que es el horario en el que asiste Tommy al colegio (no nos habíamos visto porque nuestros horarios no concuerdan) sucedió el tiroteo. El chico llegó más extraño de lo normal, posiblemente bajo el efecto de las drogas. Poco antes de la última clase sacó un arma de fuego y recorrió la escuela en busca de algunas víctimas. 10 hombres y 3 mujeres.

Esos son los detalles que tenemos.

Tommy estaba (está) aterrado. Se orinó en los pantalones puesto que vio cómo el chico le volaba los sesos a su última víctima antes de meterse la pistola a la boca, jalar el gatillo y azotar contra el piso, muerto. Y a tan solo metro y medio de él. La chica que mató al final era compañera de clases de Tommy. Con el horror todavía fresco será mejor que Tommy siga sin habla.

—Voy a cambiar a Tommy de colegio —susurra el teléfono—. Será bueno para él sentirse seguro, especialmente con Adara a su lado.

—También a mi lado —susurro, pero nadie me escucha—. Será mejor que me vaya —digo dirigiéndome a Adara—. No me importa que no me conteste los mensajes, pero debe saber que cuenta conmigo.

Adara me rodea el cuello con sus brazos para decirme a duras penas:

—Gracias, Noah.

Una vez dicho esto Adara enmudece como Tommy. La veo tumbarse en un sofá con la mirada ida y los ojos vidriosos. La explicación del señor Collins a pesar de no contar con todos los detalles, resulta impactante y perturbadora. Mucho más para Tommy, un chico de 17 años que ya ha perdido a su madre y vio su muerte pasar ante sus ojos, así como la muerte de otros. Un trauma difícil de superar.

Salgo sin emitir palabra alguna, perplejo, pensando en lo que yo podría hacer por Tommy en estos momentos. No importa que no lea mis mensajes al instante, al menos debo hacer algo.

Entro en casa, donde mamá y papá me dan una serie de advertencias que terminan por desquiciarme. Cosas como estar alerta de cualquier cosa sospechosa en la escuela, evitar la compañía de personas con tendencia violenta y elegir algún tipo de refugio al cual acudir en caso de algún tiroteo.

Sé que lo hacen porque me quieren, sin embargo, el día me ha consumido y la conversación me hace sentir más atacado que un tiroteo. Al final estoy irritable y con ganas de salir corriendo.

No lo hago, prefiero vomitar sangre antes que demostrar emoción alguna con mis padres. La impasibilidad es mi mejor aliada cuando tenemos estas pláticas.

Cuando por fin terminan, asiento con la cabeza y subo a mi cuarto.

Hasta hace poco tiempo, mi interés por los demás brillaba por su ausencia. O la actitud de Ronnie se me pegó o yo he empezado a madurar. Supongo que ambas.

Encuentro mi teléfono en uno de mis cajones, reposando sobre unas playeras blancas. Presiono las teclas de manera frenética añadiendo, borrando y organizando las ideas para enviarle un mensaje a Tommy, pero para decirle, ¿qué? ¿Que lamento que haya visto eso? ¿Que me alegra saber que no está muerto? No estoy muy seguro de cómo me lo tome, después de todo nos parecemos un poco, y a mí no me resultaría muy cómodo que alguien con quien he hablado solo una vez me mande un mensaje larguísimo explicando que me aprecia y que se preocupa tanto que estaría dispuesto a morir por mí.

«No seas tan intenso», reflexiono.

Mis sentimientos todavía necesitan de mano de hierro para mantenerse bajo control. Tal vez con el tiempo me abra con Tommy o él se abra más conmigo como lo hizo la vez que nos conocimos. Por el momento me limito a escribirle:

—Tommy soy Noah, me enteré de lo sucedido. Me gustaría poder hablar contigo en persona.

El texto escrito me decepciona mucho. ¿Cómo es posible tener tanto encerrado en el pecho y al mismo tiempo bloquearme sin saber qué decir? Seguro que Tommy entenderá. Recuerdo que en la fiesta de piscina hablamos de cosas profundas sin apenas decirnos nada. Aparte, nunca me ha gustado escribir mucho texto a los demás. Prefiero decir y hacer lo que sea, pero siempre cara a cara. Realmente, ni el más elaborado discurso podría ser suficiente como el contacto físico. Es impresionante cómo un apretón de manos, una caricia, un abrazo, un beso o sobar la espalda produce una reacción tan..., ¿cómo la podría llamar? Humana. Como si de alguna forma pudiéramos ser, aunque sea por un momento, una sola persona.

Si Tommy es como yo, necesitará de alguien que comprenda cómo se siente, y en esa familia tan vivaracha seguro que pocos lo harán.

Ronnie, Hailey, Tommy... ¿Por qué siento que podría dar mi vida por ellos sin pensarlo si se me presentara la oportunidad? Duele decirlo, pero no muchos se han metido tan adentro en mi corazón. No sé cómo sucede, es como si de alguna manera reconociera con una simple conversación que esas personas son especiales, de formas que no conozco. Tal vez haber sido tan ermitaño durante tantos años me ha hecho tan sentimental, sin embargo, no descubro el por qué y probablemente nunca lo haga. Soy un insípido ser por fuera, pero un dulce bombón por dentro sin llegar a ser empalagoso.

Depósito el teléfono sobre la mesita de noche, al lado del reloj. Me quiero dormir, pero no puedo. Mi manía de tomar duchas se ha intensificado, es algo que me relaja de cierta manera. Me arranco la ropa deseando meterme en la tina, pero lo descarto. No tengo tanto tiempo.

La falta de sueño, ser el cuidador de Ronnie y la reciente noticia me traen loco. De vez en cuando tengo algo así como visiones. Estoy mirando fijamente un lugar o una situación y mi mente me mortifica creando accidentes automovilísticos, viendo cómo un bebé se cae de los brazos de su madre y se parte la cabeza en el concreto, y ahora mismo, el agua que escurre por mi lampiño cuerpo hacia el desagüe es rojo y espeso, como la sangre. La sangre de los muertos de hoy.

Sacudo la cabeza tan fuerte que me mareo y siento cómo el cerebro me rebota en las paredes del cráneo. Por supuesto, nada de eso es real. Pero lo que veo a veces es tan perturbador que a veces no dejo de darle vueltas a lo que me imaginé. Llegado este punto creo que debería internarse en un manicomio.

Ya es tarde, así que me pongo lo primero que cae en mis manos y me tiro sobre la cama. Mis ojos se cierran para no abrirse en toda la noche.

La alarma suena y es lo mismo de siempre: vestirme, peinarme, y bajar a desayunar. Aún sigue estando un poco oscuro.

Antes de bajar a desayunar reviso si Tommy ya leyó mi mensaje. Ni rastro de él.

No lo juzgo, yo tampoco vivo pegado al teléfono. No, ni de lejos.

Bajo las escaleras haciendo unos interesantes ruidos que me recuerdan al galope de los caballos. Como mis padres han cambiado de horario podemos desayunar juntos y fingir tener una relación normal. Desayuno con ellos y tengo toda la tarde para mí (o, mejor dicho, para Ronnie y para mí). No veo a mis padres hasta la noche.

Nadie habla, solo se escucha el sonido de los cubiertos.

Me despido de ellos con un beso más muerto que vivo. Por si algún día no regreso con vida. Salgo y tomo el autobús. Me siento al lado de una chica. Ya voy perdiendo el miedo a eso de sentarme solo con los que conozco.

Al llegar encuentro a Adara plantada cerca del estacionamiento.

—¿Qué haces?

Ella se vuelve para mirarme un segundo.

—Espero a alguien —dice con un tono que me resulta ajeno en ella.

—¿A quién?

Adara se limita a señalar la camioneta con el logo a un costado que se aproxima desde la entrada. Esperaba a Tommy.

El señor Collins no ha perdido tiempo y Tommy ya es un nuevo compañero.

Un abrazo largo y un beso en la frente es la despedida de los dos.

Tommy abraza a Adara y me sorprendo cuando también me abraza. «Sí es como yo».

Veo en sus ojos verdes algo que yo he visto en los míos. Culpa mezclada con miedo. Entonces, como prácticamente hemos creado un lazo en el que hablamos casi sin palabras, logro atisbar un susurro, un susurro que me dice: «Tommy oculta algo».

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