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22

El día después de que Adara nos promocionara a su tío, mi padre lo llamó (parece ser que no soy el único que sufrió vergüenza por la piscina sucia). A él de por sí no le gusta que nada esté sucio. Podría decirse que es un limpiador compulsivo en fase 1. ¿Es útil? Sí, pero a veces es algo molesto. Ataca a cualquier manchita como si le hubiera declarado la guerra, aunque esta sea casi imperceptible.

De cualquier forma, tiene la suficiente sensatez para esperar al tío de Adara, no sea que por querer resolver algo termine empeorándolo.

La visita del tío de Adara llega finalmente. Un hombre de edad media con una ligera calvicie, ojos verdes y pelirrojo, bueno su color no es como el de su sobrina, es más bien rubicundo. Sus pecas se combinan con las manchas en su piel. Detrás de él, entra un muchacho (seguramente su hijo) que lo ayuda con algunos materiales.

Vaya que hay un gran cambio. Un chico de cabello rojo anaranjado, con piel pálida y pocos lunares, con ojos color avellana y por supuesto, más alto que yo.

Cuando lo veo, recuerdo al chico del aeropuerto. Mi mente me trae en un segundo una serie de recuerdos que terminan haciendo que me duelan las manos y se me ponga la piel de gallina.

No es el mismo chico, pero su papá lo trata muy bien y él también es muy respetuoso con su padre (efectivamente, el señor es su padre).

Me siento contrariado, lo envidio y al mismo tiempo lo admiro. Ver que hace algo productivo frente a mis narices, hace que me sienta fatal, como si yo fuera un inútil. O sea, puede que sí lo sea, pero el sentimiento es bastante feo.

Como cada vez que es momento de hacer acto de presencia, mis labios se sellan, evado la mirada a los ojos y trato de salir lo antes posible. Como no me siento cómodo, salgo de la sala hacia mi habitación, mi nuevo santuario antipersonas.

Mientras tanto, repaso mentalmente los consejos de socialización que me explicó Ronnie hace ya algunos meses.

En algún punto de mi repaso mental, pienso en lo diferente que somos Ronnie y yo. Si Ronnie estuviera en mi lugar, seguro se habría acercado a ver cómo se hace el trabajo, o le sacaría plática al padre y al hijo; no me sorprendería que al final el muchacho se convirtiera en amigo de Ronnie.

Vaya que extraño a Ronnie, pero no le he mensajeado desde que hablé con Lyanna sobre él. Me pregunto qué habrá sido de su relación. ¿Habrán empezado un noviazgo? ¿Habrán salido?, y si es así, ¿tendré todavía a mi amigo que sabe todo de mí?

Una posibilidad hace que se me desfigure la cara de preocupación: ¿Se habrá molestado conmigo por hablar con Lyanna sobre él? ¿Podría compartir mis más íntimos secretos con ella?

Mi cerebro puede ser mi mejor aliado en los exámenes y para ser el alumno más destacado de la escuela, pero se convierte en mi archienemigo cuando de autoestima se trata. A veces creo que mis propios pensamientos terminarán matándome. Tal vez solo sea cuestión de tiempo.

Decido que será mejor no mandarle ningún mensaje a Ronnie, esperaré 3 días más, hasta que nos veamos el lunes en el colegio.

Después de media hora. Me exijo ser servicial con los que están limpiando mi piscina. Mi madre se fue al salón de belleza desde antes de que llegara el tío de Adara, así que solo hay varones en la casa.

Mi padre, protegiendo la masculinidad que la sociedad impone está cerca del tío de Adara y de su primo, haciendo preguntas y hablando como si un par de consejos de un profesional fueran suficientes como para convertirse de un hombre de oficina a un técnico experimentado.

Movido por el qué dirán y por un incipiente sentimiento de empatía decido hacerles agua de limón. Falta una hora para que empiecen a llegar los invitados de Adara así que tengo tiempo de sobra.

La temperatura rondará los 35 °C y hasta yo estoy deseando meterme en la piscina, aunque aún no esté limpia.

Salgo con una fría jarra llena de agua de limón y tres vasos de cristal. Mis labios no me piden permiso para soltar:

—Pensé que les gustaría tomar un poco de agua, hace bastante calor.

Hasta mi papá se me queda viendo con los ojos entrecerrados (no sé si es porque le toma por sorpresa mi transformación de hijo único a chico considerado, o porque le molesta el reflejo que hace el sol en el agua de la piscina).

—Gracias —responde el tío de Adara limpiándose el sudor de la frente. Le ofrece un vaso a su hijo, quien me mira fugazmente para después centrarse en el vaso con agua.

—Gracias —contesta también el muchacho sonrosado al que llaman Tommy. Sus chapitas están encendidas, no por vergüenza sino por el calor.

Mi padre también se anima a beber un poco.

Como el sonido que hacen al pasar el agua por la garganta me parece bastante incómodo decido ir al grano y salir de aquí lo más rápido posible.

—Papá, ya me voy a casa de Adara —comento esperando el "sí" de mi padre para salir disparado.

—De acuerdo. ¿Tú vas a ir Tommy? —me parece desconcertante la forma tan familiar con la que se dirige a Tommy. Aunque pensándolo bien, así es mi padre con cualquier muchacho (cualquier muchacho que no sea yo); se instala en el papel de "padre cool" y actúa como si fuera un chico de nuestra edad cuando en realidad es tres veces mayor.

—Mmm, no lo sé —contesta renuente mientras observa a su padre—. Hay que terminar el tratamiento de la piscina...

—Ve Tommy —le dice su padre con un tono bastante relajado—. Me ayudaste durante las vacaciones, no pasa nada, solo me falta agregarle un líquido y esperar —Tommy sigue con algo de recelo, es entonces cuando su papá le da una palmada en la espalda y le suelta—: Ve, y saluda a la familia, al rato te alcanzo.

—Ve con Noah —le exhorta mi padre a Tommy. Le lanzo una miradita a mi padre y sonrío un poquito nervioso.

—Bueno —accede finalmente—, ¿la camioneta está abierta, ¿verdad? Traigo ropa extra.

—Sí, está abierta.

Tommy le da un beso a su papá y el mío se me queda mirando como diciendo «¿Ves lo bien que se lleva Tommy con su papá?».

Me exijo con todas mis fuerzas no revirarle los ojos o el me revirará la cara, así que permanezco impasible.

Tomo la toalla y la muda de tropa que dejé sobre uno de los asientos de la cocina antes de ponerme a hacer agua de sabor. Tommy me sigue a la salida.

Él busca su ropa en la camioneta, sin embargo, no lo espero. Voy y toco el timbre de la casa de al lado. La puerta se abre y Adara me recibe con una sonrisa.

—¡Noah, qué bueno que viniste! Estaba a punto de ir a buscarte —me explica muy animada. «¿Acaso esta niña no sabe dejar de sonreír?».

—No hace falta ya estoy aquí —su ánimo se me contagia—. Bueno, más bien dicho, estamos —rectifico mientras volteo a donde está Tommy.

—Estupendo, la próxima vez la fiesta será en tu casa. ¿No te dije que harían un buen trabajo?

—En realidad no habíamos terminado —explica Tommy, mientras se acerca ya cambiado. Su presencia semidesnuda me incomoda un poquito. La de él y la de la gente en general.

—Tal vez ya se conozcan, pero da igual. Noah, él es mi primo Tommy. Tommy, él es Noah.

—Un gusto —saludo con timidez, pero me obligo a verlo a los ojos. Ojos muy bonitos que se sienten casi tan incómodos como los míos.

—Igualmente —responde Tommy con el mismo brío.

—Ay, anímense un poquito —dentro de poco empezarán a llegar más personas.

¡Pasen, pasen, que se me van a quemar!

—¡Tía! —exclama el rojito.

—¡Tommy, viniste! ¿Y tu papá? —responde la madre de Adara.

Conecto los puntos: el papá de Tommy es el hermano de la madre de Adara. Claro, todos pelirrojos.

—Mamá él es Noah, vive en la casa de al lado —me pregunto si mi madre habrá sido como Adara cuando era joven, porque ambas hablan tanto...

—Mucho gusto, señora Rowins —saludo cordialmente mientras esbozo mi mejor sonrisa.

—El gusto es mío, Noah. Me alegra saber que mi hija ya está haciendo amigos. Estás en tu casa.

La señora Rowins hizo una copia al carbón de sí misma. Adara es idéntica a ella, a excepción de sus ojos que son de color verde (su madre los tiene marrones).

Ya que la señora Rowins se retiró, salimos al patio trasero donde se encuentra la piscina. Alrededor de ella hay sillas, y mesas con sombrillas. Nos sentamos uno al lado del otro. Adara por supuesto, al lado de su primo.

La actitud de Adara se me contagia tal como lo hizo la noche que la conocí. De buenas a primeras empiezo a ser más sociable, pero no soy el único, Tommy también deja de lado su actitud tímida y empezamos a conversar.

Cuando Adara se percata de que ambos nos alivianamos nos deja solos, y se va a ayudar a su madre con no sé qué. Aunque me ofrezco para ayudarle rechaza mi ayuda. Mi ayuda y la de Tommy.

—Ustedes sigan, ya vuelvo —dice antes de alejarse.

Entonces comienzo a conocer al primo de Adara: Tommy Collins, un chico de mi edad, un poco tímido, un chico al que si le preguntas qué es lo que más ama en la vida, dice que tocar el piano.

Un chico trabajador, que tiene una relación sumamente estrecha con su padre. Al igual que yo, confiesa que no le resulta fácil hacer amigos.

Todo va bien, hasta que por culpa de mi curiosidad desvío la conversación a un tema poco agradable para él.

—Dime, ¿también te llevas igual de bien con tu mamá que con tu papá? —enseguida noto que algo va mal, la sombra de su sonrisa se esfuma y sus ojos se desvían con aire triste hacia la piscina. Después de suspirar empieza a hablar:

—Yo... —tartamudea un poquito, pero se corrige—. Mi mamá falleció hace 6 meses —la cara se me cae de la pena, no debí haber preguntado eso.

—Lo lamento mucho —expreso con tono lastimero— no debí...

—Tranquilo, no es tu culpa —me interrumpe, aunque después dirige su mirada triste y perdida a la alberca, que refleja el sol. Debe estar recordando algo, porque se queda mirando fijamente al agua.

Me siento mal por él, debe ser espantoso perder a una madre.

Aunque estemos sentados con una silla de por medio, mi brazo actúa sin antes pedir permiso.

Cuando se da cuenta de que le puse la mano sobre su hombro, se sobresalta un poquito, pero cuando me ve a los ojos me regala una sonrisita triste.

Entonces, yo se la devuelvo.

No sé qué es lo que me pasa. En ocasiones puedo llegar a ser increíblemente frío, o permanecer impasible ante alguna situación. Pero en otras ocasiones siento que puedo llegar a hacer alguna conexión con otra persona. Como si pudiera sentir lo que la otra persona está sintiendo (más o menos).

Me siento vulnerable. Si por mí fuera, abrazaría a medio mundo, pero mi personalidad natural no me lo permite. Desearía que me fuese fácil hablar con los demás, decirles lo que siento por ellos sin temor a ser criticado. Tener la capacidad de llorar con los demás en lugar de que mi corazón se cierre y endurezca como piedra.

—¿Qué están haciendo? —pregunta Adara consternada.

Mi mano sigue posada sobre el hombro de Tommy. Ambos nos corregimos rápidamente para no perder la masculinidad.

—Nada —contestamos con un aire bastante inocente.

—Ok... —expresa no muy convencida—. Les traje bocadillos —dice enseñándonos unas curiosas figuras hechas de fruta, queso, frituras y galletas.

Agarro la primera que veo y me la llevo a la boca. Los sabores de sandía y mango enchilado me bailan en la lengua. Mmm, delicioso.

—¿Y bien? —pregunta, a la espera de nuestra crítica.

—Están buenos —le contesto después de deglutir lo que me ofreció.

—Muy buenos —concuerda Tommy mientras se chupa los dedos.

El sol cae a plomo.

Tommy y yo observamos desde nuestros lugares la cantidad de jóvenes que están llegando. Personas que no conocemos.

Dos chicos tímidos que apenas se conocen, en una fiesta donde se espera que exhibamos parte de nuestros cuerpos.

¡Que las inseguridades emerjan!

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