2
Un rayo de sol se filtra por una de las ventanas y juguetea sobre mi cara. A juzgar por su posición deben ser las 8 de la mañana.
El día de hoy no hay clases. Considero que hay veces en las que es bueno no escuchar la alarma. «Y de paso ahorrarse la caída», recuerdo tocándome la frente.
Me quedo mirando el cuarto, hacia ningún punto específico... hacia la nada.
Sobre la mesa de caoba que está en mi habitación, junto a la ventana que da la vista al patio trasero tengo las montañas de libros con los que me divertiré el día de hoy: química y álgebra.
Ser el alumno más destacado requiere algunos esfuerzos, pero todo esfuerzo tiene su pago. Además, mi sueño es llegar a ser un científico o en su defecto, un físico-matemático.
Es hora de relajarse estudiando. No es exactamente lo que los chicos de mi edad consideran cool, pero honestamente, lo disfruto; incluso creo que es divertido. Cosas simples como grupos funcionales, ecuaciones químicas, enlaces y reacciones; ecuaciones de segundo grado, cálculo integral y diferencial...
Es interesante ahondar en temas como óxidos, hidróxidos, ácidos, sales, hidruros y más temas en el caso de la química. Por otra parte, están la fórmula general y las distintas formas para encontrar las dos posibles soluciones del sistema matemático, además de las derivadas e integrales.
El tiempo pasa sin que yo me dé cuenta. Cuando me dispongo a estudiar el tiempo parece avanzar el doble de rápido, mientras que cuando hay un torneo de algún deporte en la escuela (fútbol, baloncesto, béisbol, o natación) me muero de aburrimiento. No veo qué beneficio me traiga aplastarme a ver personas tras una pelota o bañándose, en contraste con los beneficios que el estudio puede ofrecer.
El hermoso sonido del silencio, le da tranquilidad a mi mañana. La nieve ha empezado a caer, pero no con la misma intensidad que ayer.
Entre tareas divago un poco al pensar en los copos de nieve. Únicos, hermosos y matemáticamente perfectos.
Soy un copo de nieve, salvo por la segunda cualidad.
¿Hermoso yo? Ni de chiste
Ya terminada mi tarea, meto los libros en mi mochila (que es bastante grande). Una vez escuché a una niña en el autobús decir que yo parecía una tortuga con semejante caparazón lleno de libros. Tener oído de murciélago no siempre es bueno, a veces escucho conversaciones que están en el extremo del salón de clases, y cuando no puedo escuchar por algún motivo, la ansiedad me consume, pues me pregunto si estarán hablando de mí.
Bajo las escaleras, ignorando el rugido de mi estómago. Mis padres están en la cocina.
—Buenos días cariño —saluda mi madre que está acomodando su bolso. Está vestida como ejecutiva, al igual que mi padre. Sus rápidos movimientos me dicen que no queda mucho tiempo para que conversemos.
—Buenos días —respondo en tono neutro. Mi voz sigue algo ronca, aún es temprano, bueno si es que se le puede llamar temprano a las 10 de la mañana.
—Pásame el café Noah, por favor, se nos hace tarde —me pide mi padre.
Mi yo autodestructivo traduce la inofensiva orden de papá en: "Si no me das ese café ahora mismo llegaré tarde al trabajo y será tu culpa".
Ese trabajo... (ejecutivos de ventas en una empresa muy reconocida) absorbe mucho a mis padres. Solo hoy por primera vez en milenios irán a trabajar un poco más tarde, de ahí que desayunaran a las nueve de la mañana. Regularmente se van a las seis.
Ambos son de edad media. Mi madre posee unos ojos verdes de encanto y cabello rubio cenizo que le llega encima de los hombros. Mi padre tiene ojos marrones, y cabello negro salpicado de varias canas (aunque ya no tiene tanto). Quién sabe de dónde saqué ojos grises.
Mis padres se despiden de mí en tanto se dirigen a la puerta, apresurados, porque, aunque entran tarde, se han confiado.
—Noah, parece ser que hoy regresaremos temprano —me avisa mi padre—. Quizás podamos salir a dar la vuelta, o ir al cine.
—Me parece bien —respondo, ya que las únicas veces que los veo son en las noches y los fines de semana—. Cuídense.
—Sí, amor —dice mi madre, quien me planta un beso en la mejilla—. Pórtate bien.
—Claro —respondo para posteriormente apretar los labios en una sonrisa imperceptible.
Salen de la casa bien abrigados, escucho el motor del auto y sé que ya se habrán ido.
Casa sola, silencio total, tranquilidad, oscuridad, soledad...
Bueno si hay comida, hay felicidad.
Más o menos.
Siento que exageré un poco lo de mi papá y su café, después de todo, ha demostrado que me quiere, pues me ha dado todo lo necesario y nunca me ha faltado nada. Pero al mirar al pasado es abismal la diferencia en relación al trato que hay entre nosotros.
Recuerdo que cuando tenía seis años jugábamos a las escondidas, me enseñó a nadar y a andar en bicicleta. Se me hace un nudo en la garganta recordar el video que tomó de mí en ese pequeño cacahuate que tenía por teléfono: andar en bicicleta sin las rueditas de apoyo. Hoy, esas fotos y videos que tenía de mí han sido reemplazadas por fotos relacionadas con el trabajo y con los socios de la empresa.
Cuando cumplí once mis padres se metieron de lleno en su trabajo. Yo salí adelante durante mi época en la secundaria. Y todo lo que se supone que mi padre me debía enseñar sobre los cambios en la "charla" lo aprendí de un libro de texto de biología.
De todos modos, mi pubertad está demasiado atrasada. Tal vez por eso no quiso hablar conmigo, porque sigo pareciendo un niño. Un niño cuyas hormonas se niegan a convertirlo en hombre. ¿Será por eso que a veces parece que está decepcionado de mí? ¿Porque no soy suficientemente hombre?
Trato de enfocar mi mente en otras cosas o me deprimiré.
Mientras desayuno pienso en los acontecimientos del día anterior: el toque de manos, la idea de una posible relación amorosa y el surgimiento de emociones nuevas. Temor, debo admitir que también hay algo de eso. Es decir, si Ronnie pudo intuir que siento algo por Hailey ¿podría haber más personas que se den cuenta? No es tan fácil, al menos para mí, tengo la tendencia a dejar que mis emociones me controlen, por lo que a veces no actúo de forma racional. Parece que tendré que trabajar en eso.
En fin, hay que ver la realidad.
Primero. ¿Por un toque de manos me estoy emocionado? ¡Qué absurdo! Fue un accidente, ni le intereso. ¿Cómo podría alguien tan genial como ella estar con una persona tan retraída como yo?
Segundo. Hailey será muy bonita y todo, pero apenas la conozco (pero lo poco que conozco de ella, hace que mi corazón aúlle: «¡Es la indicada!»)
Tercero. Aun conociéndola mejor, no creo que este pedazo de miseria pueda llamar su atención. Mucho menos si me comparo con su exnovio, Tyler Stark. El tipo más popular de la escuela (y en ocasiones el más patán); cabello castaño claro, ojos dorados, alto, atlético, extrovertido... aunque no es muy listo. Esa es mi ventaja.
Espero que eso de "lo que cuenta es el interior" sea verdad. No le tengo mucha fe, soy una persona amable, inteligente, discreto, y me gusta ayudar a los demás... pero estoy solo; siempre lo he estado. Supongo que la gente se fija más en el físico que en el cerebro.
La ventaja que creí hace un segundo se desmorona ante la realidad.
El día se arrastra poco a poco.
Quiero dormir. Este clima frío y cielo nublado me da un sueño tremendo, lo que aumentaría mis probabilidades de soñar con Hailey.
Decido que esto no puede seguir así. Solo hay alguien a quien le puedo confiar el problema.
Llamo a Ronnie, que contesta después de algunos timbrazos.
—Ronnie tenemos que hablar. Es algo personal —le cuento.
—Por aquí no, voy para allá.
—No, no es... —me cuelga—, necesario.
Será terco en ocasiones, pero hay que admirar el espíritu de ayuda de Ronnie.
Después de veinte minutos Ronnie llega a mi casa, con una chamarra que lo hace parecer más grande de lo que realmente es.
—Adelante, pasa.
—Gracias —dice con un temblor en su voz.
—¿Sabes que no era necesario venir? — pregunto irónico.
—No es nada. ¡Brr, hace un friazo!
En la sala, sentados empieza el tormento.
—¿Y bien? —pregunta, bebiendo a traguitos la taza de chocolate caliente que le di.
—De acuerdo, mmm... fue la semana pasada, en clase de lengua. Me gustó como cantó.
—¿Y? —pregunta en tono sarcástico.
—Es todo. Solo eso. Entiendo que te sientas desconcertado... yo lo estoy — confieso.
—Sé que me arrepentiré de esto—dice después de suspirar —te ayudaré.
—¡¿Cómo?! ¡¿A qué?! —pregunto sin poder creérmelo.
—Ya verás. Tú necesitas seguridad, autoestima, ser más extrovertido.
—Ok... —«¿Me debo ofender?»—. Te lo agradezco. ¿Y cuándo empezamos?
—Hoy mismo.
—¡¿Qué?! —exclamo con un sonido estrangulado.
—Lyanna Coleman y Jessica Wilson me invitaron a patinar en el lago; está congelado y es seguro ¿quieres venir?, irán los chicos de la clase.
Lyanna Coleman y Jessica Wilson, amigas de Hailey. Una rubia, la otra morena, ambas son de esbelta figura y guapas, pero al igual que Tyler, no tienen mucho cerebro.
—No me siento cómodo si no me invitaron —respondo con algo de tristeza.
—Vendrás conmigo. ¿Sabes patinar?
—Oye gracias por la oferta. Pero hoy mis padres regresan temprano y es posible que salgamos.
—De acuerdo. Pensaré en algo.
—Te dije que no era necesario que vinieras —digo sin molestarme en poner los ojos en blanco.
—Eso hacen los amigos.
Bueno él es mi único amigo y aprecio su interés.
—Gracias —le correspondo con total sinceridad.
Suena el teléfono. Es mi padre.
—Mi padre —explico a Ronnie—. ¿Qué pasó? —pregunto dirigiéndome a mi padre.
—Noah, nuestro jefe nos informó que después de la jornada habrá una reunión con todo el personal. Llegaremos tarde. Lo siento.
—No hay problema. Oye, Ronnie quiere que lo acompañe a patinar en hielo, ¿tengo autorización para ir?
—Sí, abrígate. Nos vemos.
—Gracias —cuelgo y miro a Ronnie—Parece que iré —digo sin mucho ánimo.
—Lo pasaremos increíble, ya verás —dice entusiasmado poniéndome un brazo sobre el hombro.
Entonces me doy cuenta de que es la primera vez que intentaré socializar con el grupo. Asusta un poco. Solo me aferro a la idea de Ronnie, ser más sociable.
—¿Y cómo se supone que debo actuar? —pregunto, porque no tengo ni idea de qué pasará.
—Empecemos —responde.
En las dos horas siguientes Ronnie me ayuda (bueno intenta) a mantener un tema de conversación, frases para iniciar una charla, preguntas oportunas, gestos como mirar a los ojos, sonreír, chistes, carcajadas...
Soy el primero en admitir que esto será más difícil que llegar a la luna, pues soy totalmente opuesto. No me gusta hablar con las personas, nunca ha sido mi fuerte. Al parecer tengo la tendencia de mirar al suelo cuando hablo con alguien y mis sonrisas parecen fingidas. Soy muy tímido y reservado.
Después de dejar claro mis mediocres intentos de ser sociable, Ronnie intenta algo nuevo.
—Hay que darle otro enfoque —dice suspirando.
—Todo lo hice mal —debe saberlo.
—No tanto —me asegura haciendo un gesto con la mano.
—Pero... —empiezo a protestar
—No importa —me interrumpe Ronnie—. Tú vienes conmigo. Debemos estar ahí a las tres.
—De acuerdo—cedo al fin—. Falta una hora y media.
—Te vengo a buscar. Nos vemos más tarde —Ronnie se dirige a la puerta.
—Gracias —digo antes de que Ronnie salga. Él se detiene.
—De nada —responde con una sonrisa, antes de salir del calor de la casa al frío exterior.
Aprecio su ayuda; debo aprovecharla. Lavo los platos que usé en el desayuno antes de llamar a Ronnie y después me visto para salir. Un suéter negro, pantalones que guardan el calor corporal, y una chamarra negra, guantes grises y una bufanda gris... ah y los patines, claro, me los pondré al llegar al lago que estará congelado.
Cuando salgo de la casa, el paisaje me deja sin aliento. Todo cubierto de blanco. Las temperaturas seguirán bajando.
Siento como se me resecan los labios y empiezo a lamerlos compulsivamente. Aún con toda la ropa tiemblo sin parar, pero no por el frío sino por los nervios de enfrentarme a lo que queda de este día.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro