Capítulo 1
En la habitación únicamente se escuchaba el sonido de sus besos. Gracias a las gruesas cortinas predispuestas para brindarles la mayor privacidad, solo un tenue rayo de sol colándose por una rendija les recordó que aún era temprano.
¿Era la cuarta o quinta ronda?...En realidad no lo recordaban bien, pero tampoco importaba, no cuando sus cuerpos en armonía se friccionaban y acariciaban deseosos, hasta que en un gemido bestial llegaron juntos al orgasmo.
Aun con la respiración agitada, el sexy moreno salió con cuidado de su amante, solo para dejarse caer a un lado completamente exhausto.
-Eso fue...increíble...-susurró su pareja, un joven de piel blanca y encrespada cabellera celeste, dibujando una sonrisa pícara -Tú eres increíble, Kardia.
El aludido sonrió orgulloso, flexionando el brazo para recargar la cabeza -Ambos lo somos...-respondió con complicidad dispuesto a iniciar una nueva sesión de besos.
El repentino estallido de la guitarra eléctrica del grupo Sanctuary lo hizo detenerse. Reconociendo de inmediato la melodía, tomó el teléfono -Milo, ¿cómo estás campeón?- dijo apenas contestó, dibujando una sonrisa radiante en su apuesto rostro. Siempre era así cada que su hijo llamaba, y cómo evitarlo, si tan solo escucharlo lo llenaba de emoción y jovialidad. Quizá debido a que hace años vivían distanciados, la añoranza por sus hijos se hacía cada vez más grande.
Durante varios minutos habló con entusiasmo, sonrió y dejó escapar algunas carcajadas provocadas por los relatos de su retoñó, mientras daba vueltas por la habitación..
-Muy bien, entonces paso por ti más tarde...-dijo antes de terminar la conversación.
Desde la cama su pareja lo miraba fijamente...-Luces muy feliz...-comentó acomodándose para verlo de frente. Ese hombre le gustaba...más allá de ese cuerpo viril y musculoso tallado por los dioses, le encantaba la forma en que su rostro se iluminaba cada que hablaba con su familia.
De pie junto a la ventana Kardia prendió un cigarrillo -Milo habló para contarme que ya es titular en el equipo...-dijo emocionado -¿Puedes creerlo?...¡¡Mi muchacho ahora es oficialmente el corredor principal del equipo!!
-¿De verdad?...-repuso con genuina emoción el joven de piel blanca sentándose en la cama -¡Es increíble!
-¡Lo sé!...Por eso quedé de pasar por el más tarde para ir a celebrar -exclamó feliz, tomando la última bocanada antes de tirar descuidadamente la colilla del cigarro. Entonces su gesto cambió un poco, adoptando un tono nostálgico -Con Milo todo es tan sencillo. Es fácil comprenderlo, entiendo sus gustos y sé cómo tratar con él...Ojalá con Shaka fuera así -susurró triste pasándose la mano por su húmedo cabello.
-¿Pasó algo con él?
Kardia suspiró con ánimo agotado -Lo de siempre. Aunque su madre lo excusa, sé que él se niega a verme...en verdad creo que me odia -dijo realmente afligido.
-¿No crees que estás exagerando?...Es tu hijo...él jamás podría odiarte.
Kardia sonrió mirando los brillantes ojos de su amante. Su optimismo era quizá una de las cosas que le atraían tanto de él.
-¿Tú crees?- expuso retador cruzándose de brazos -Calvera le dijo de la cuenta bancaria que creé para él ahora que irá a la Universidad. Tanto ella como yo pensamos que eso lo haría feliz, pero en lugar de eso, fue a buscarse un empleo de medio tiempo y le dijo a su madre que él mismo se hará cargo de sus gastos.
Al oírlo su joven pareja sonrió -Bueno, al menos en eso se parece a ti.
-¿Disculpa?
-Es igual de terco que tú -dijo coqueto.
-¿Ah?...¿así que crees que soy terco?- repuso el rubio metiéndose en el juego del otro, quien con las mejillas completamente rojas abrió las piernas para recibirlo -Voy a mostrarte que tan terco puede ser.
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Cuando colgó el teléfono, Milo se permitió sonreír tranquilo. Aunque por diversas razones su padre hace años se había ido de la casa, lo cierto es que siempre se mantenía al tanto de ellos, así que para el menor realmente la situación familiar no parecía haber cambiado. Desde su perspectiva, Kardia era un padre increíble, lo amaba, y se identificaba con él como con ninguna otra persona, por eso en cuanto le dijeron que sería un miembro oficial del equipo su primer pensamiento fue que debía llamarlo para contarle.
-Oye Milo, ¿qué dices?...¿irás con nosotros?- preguntó de pronto su pelirrojo amigo Surt sacándolo de sus pensamientos.
El aludido lo miró confundido, después de todo no había prestado atención al alboroto de sus compañeros de equipo.
El pelirrojo suspiró con fingida molestia -Te decía que esta tarde iremos a celebrar a la casa de Siegfried, así que ponte algo decente para que no asustes a las chicas, ¿ok?
-¡Oye!...-se defendió, codeándolo juguetonamente -Si alguno va a asustar a alguien ese eres tú, tan solo espera a que vean tu ridículo baile y seguro saldrán corriendo.
Ni bien terminó de hablar, ambos comenzaron a reír. Después de todo estaban acostumbrados a molestarse, no por nada eran buenos amigos desde el kinder.
-¿Y bien? ...¿paso por ti?-preguntó el pelirrojo quitándose la camisa para cambiarse.
-No, no puedo ir -contestó casual.
-¡¡¡¡¿Ehhhh?!!!!...¡¡¿cómo que no irás?!!...¡¡¿Con quién se supone que celebre entonces?!!
Milo sonrió esquivando la playera aventada por el otro -Lo siento, pero mi papá va a llevarme a celebrar.
Ante este comentario Surt dibujo en su rostro un mohín disgustado, pero no se atrevió a decir nada más. Conocía la situación de su amigo, y comprendió que para Milo lo más importante era pasar tiempo con su papá.
-De acuerdo...-dijo de mala gana -Pero luego tendrás que compensarme, después de todo no siempre tu mejor amigo se convierte en el quarterback del equipo -dijo presuntuoso.
Milo rió divertido, golpeándolo con una toalla -Bien...bien...mañana haremos lo que tú quieras.
Entre bromas y risas se siguieron cambiando. Para cuando terminaron, eran los últimos en vestidor, así que tranquilamente se encaminaron a la salida.
Iba tan distraído que no notó a otro chico caminando por el pasillo, hasta que chocó contra él.
-Disculpa...-dijo una voz con peculiar acento.
Al instante una fragancia dulce llenó el ambiente haciéndolo voltear hacia el joven que justo pasaba por su lado. Lo único que vio fue una larga cabellera aguamarina, moviéndose al ritmo con que el misterioso chico se alejaba hasta doblar en el pasillo.
Por alguna extraña razón se sintió intrigado y no apartó sus ojos hasta verlo desaparecer.
Cuando volvió la mirada hacia Surt, lo halló con las mejillas sonrojadas y mirando a la misma dirección.
-¿Surt?-lo llamó, curioso.
Este se limitó a sacudir la cabeza nervioso, en un vano intento por ocultar su ruborizado rostro –Vámonos o llegaras tarde a ver a tu papá.
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Mientras tanto en la dirección, Aldebarán justo abría la puerta para recibir al recién llegado...-Hola Camus, justo estaba pensando en ti. Llamé por la mañana a tus padres y dijeron que traerán mañana los últimos documentos para terminar tu inscripción, así que, oficialmente quiero darle la bienvenida a nuestra escuela.
Y ese fue. Si has llegado hasta aquí, agradezco mucho tu lectura
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