Capitulo Adicional: La luna de miel
Abro los ojos al sentir una caricia sobre mi mejilla. Frunzo un poco el ceño y me relamo los labios que se han secado. Miro a mi alrededor y lo primero que veo son los ojos relucientes de mi esposo, que me miran sonrientes, así que no dudo en corresponderle con una pequeña sonrisa que estoy segura de que demuestra lo adormilada que estoy todavía.
Cada mañana despierto viendo el rostro de Min Yoon-gi, y jamás me cansaría de verlo.
Antes, cuando todavía vivíamos en el apartamento y cuando todavía no había llegado a tener síntomas de embarazo, era yo la que se despertaba primero. Era yo siempre la que se quedaba admirándolo hasta que abría sus ojitos hinchados por haber dormido tantas horas y me miraba con una media sonrisa. Luego el panorama fue diferente. El habernos mudado a una casa más grande trajo consigo una maldición en mí: no podía despertar a no ser que Min Yoon-gi me despertara. De otra manera dormiría todos los días hasta las dos de la tarde.
Era como si hubiésemos invertido papeles, pero estoy segura de que es por culpa del embarazo.
Y porque Yoon-gi había contratado una mujer que me ayudaba en todo lo que tenía que ver con los quehaceres del hogar, por lo que la mayoría del tiempo me mantenía desocupada y me dedicaba a dormir largas siestas.
Me convirtió en un perezoso.
— ¿Qué hora es? —pregunto mientras me estiro y un bostezo se me escapa.
— Ya casi las nueve, estamos a punto de arribar. —contesta, estirando su mano hacia mí para acariciar mi cabello.
Siento que mis ojos comienzan a cerrarse de nuevo gracias a su toque y suelta una pequeña risa.
— No te duermas otra vez, nena. Tenemos mucho por conocer.
Era cierto, pues Yoon-gi me había llevado a uno de los lugares menos esperados. Menos esperados viniendo de él.
Bora Bora es una isla pequeña ubicada en el pacífico, cerca de Tahití en la polinesia, de temperatura y humedad bastante altas. En resumen, es una isla de clima tropical, rodeada de playas paradisíacas de arena blanca y aguas turquesas. Unos de los mayores atractivos turísticos son unos peculiares bungalós que reposan sobre pilotes en el agua.
Bora Bora es aquel lugar cliché que muestran en las revistas como los destinos más románticos para parejas. Para parejas con dinero. Y además se caracteriza por alojar a varias celebridades en durante sus lunas de miel.
Y ahí es donde me ha traído mi esposo, que mira con cierto desagrado hacia abajo, donde está el mar cristalino, mientras cruzamos un pequeño puente de madera hecho a mano para llegar a la estancia que Yoon-gi se había encargado de reservar para nosotros.
Suelto una pequeña risa.
— Cariño —le llamo y parece olvidarse completamente del mar cuando pone su atención en mí—, ¿por qué vinimos acá si no te gusta el agua?
Entramos al pequeño bungaló y tengo que controlarme para que no se me abra completamente la mandíbula al verlo por dentro. Es como una mezcla entre lo polinésico tradicional y la tecnología actual, esa misma que tenemos dentro de nuestra casa, pero llevada a unas vacaciones de ensueño.
— ¿No te gusta? —sus labios se curvan ligeramente hacia abajo.
Cierro mi boca y me tardo en dar cuenta de que está respondiendo lo que le acabo de decir.
— ¡Por supuesto que sí! —miro a mi alrededor y fijo mi vista en el mar por un momento— A lo que me refiero es que no te sentirás cómodo.
Yoon-gi se encoge de hombros.
— Pero a ti encanta el mar.
— Pero podríamos haber ido a un lugar que nos encantara a ambos. —replico.
— A mí me encanta lo que a ti te encanta.
Me quedo mirándolo por un momento, intentando suprimir una sonrisa, y apoyo mis manos sobre mis caderas. Al instante Yoon-gi suelta una carcajada. Y es que me ha dicho más de una vez que me veo graciosa en esa postura teniendo una panza por delante.
Yo sinceramente no le veo la gracia.
— Escucha, cariño. —me tiende la mano y no dudo en agarrarla, inmediatamente me tira con suavidad hacia él y me pone las manos sobre las mejillas— Ya tendremos tiempo de estar en otros países, todos lo que tú quieras y todos los que yo quiera, ¿sí? He conocido casi el mundo completo y en esta ocasión quería consentirte. No te voy a mentir, no me siento a gusto metiéndome al mar, pero por ti puedo hacer un esfuerzo.
Me quedo admirándolo un momento. El cabello se le ha comenzado a pegar en la frente por el calor y su piel está brillando más de lo normal. ¿Cómo es que puede decir algo así como si fuera lo más normal? Mi único gran viaje en avión, aparte de este, había sido hasta Corea del Sur y realmente tuve que pensar bien en si quería gastar toda esa cantidad de dinero pudiendo quedarme en mi propio país y estudiar lo mismo en una universidad local.
Y Min Yoon-gi habla sobre viajar por el mundo como quien se lava los dientes por la mañana.
Suelto un pequeño suspiro. No sé si termine de adaptarme a ser una mujer rica.
— Bien. —acepto— Pero prométeme que el siguiente viaje familiar lo planearemos juntos.
Sus ojos se iluminan por un segundo y a mí me da un cosquilleo en el estómago, como si tuviese miles de mariposas rozándome. La palabra familia es algo que a ambos nos emociona todavía y no puedo negar lo ansiosa que me siento sobre la llegada de este bebé.
El momento se ve interrumpido por el sonido de su celular.
Murmura una disculpa y atiende la video llamada entrante.
— ¿Hola?
— ¡Hyung! —exclama alguien al otro lado. Alguien que puedo identificar como Jung Ho-seok— ¿Cómo estuvo el viaje?
El rostro de Yoon-gi se vuelve serio, como si aquella llamada le molestara. Pero en el fondo sé que se siente contento por la atención de sus amigos.
— Pues... —comienza a hablar, pero otra voz le interrumpe.
— ¡Hyung! ¿Cómo está noona? —pregunta Kookie— ¿Se sintió mal en el avión?
— Sí, ¿no tuviste que recogerle el cabello mientras vomitaba en un balde? Porque eso sería verdadero amor, amigo. —interviene Seok-jin.
Reprimo una risa al ver la expresión de disgusto de mi esposo, por lo que decido acercarme y asomar la cabeza mientras muevo mi mano en forma de saludo. En la pantalla puedo ver a cinco chicos amontonados, eso significa que no puedo verle el rostro completo a ninguno. Sólo puedo distinguir el lado derecho del rostro de Nam-joon y el lado izquierdo del de Jung-kook, que se encuentran uno al lado de otro, la boca de Ho-seok que está sentado por detrás de ellos y se ve más arriba, una oreja de Seok-jin, que mira en otra dirección como si estuviera muy ocupado haciendo otra cosa, pero igual poniendo atención a la conversación, y finalmente la frente de Ji-min, que es quien sostiene el celular y por estar apuntando a sus amigos no deja ver su rostro.
En otro momento la imagen me parecería extraña, pero ahora me hace soltar una carcajada.
— Hola, chicos, estoy bien. —saludo— ¿Qué tal todo allá?
— Bueno, —comienza Ji-min— primero quiero aclarar que aquí es muy tarde. Así que, Mi-suk, hyung, deberían darse cuenta de lo mucho que los amamos. Segundo —continúa y quiero comenzar a reír porque no veo nada más que su frente y de vez en cuando el borde de sus cejas—, las cosas no han ido mal...
— Jung-kook casi incendió la consola. —le interrumpe Nam-joon.
A través de la pantalla del celular veo que Yoon-gi abre mucho los ojos, al mismo tiempo que todos miran a Nam-joon, como si le estuvieran reprochando el haber dicho eso. Él sólo se encoge de hombros.
— Fue culpa de Kookie. —murmura.
— ¿Casi incendiaste mi Playstation? —la voz de Yoon-gi sale en un grito ahogado— Ya verás cuando...
— Bueno, sí, cosas que pasan. —Jung-kook le quita el celular a Ji-min y habla de manera atropellada— Ya es muy tarde aquí, qué bueno que estamos en receso, pero deberíamos dormirnos ya. ¡Adiós!
— ¡No hagan más bebés! —escucho el grito de Ji-min antes de que se corte la llamada.
Pestañeo un par de veces ante la repentina despedida de Jung-kook. ¿Cómo es que casi quemó una consola? ¿Es eso posible?
Min Yoon-gi guarda nuevamente su celular y me mira como si se estuviera disculpando, como si el momento anterior hubiese sido interrumpido por su culpa y no por los chicos que decidieron llamar. Tampoco se les puede culpar, sólo querían saber si estamos bien.
De repente, un bostezo de escapa de mi boca.
— Creo que deberíamos dormir —sugiere Yoon-gi—, la diferencia de horario nos está afectando.
Asiento con la cabeza y comienzo a dar unos pequeño saltos como si fuera una niña pequeña.
— ¿Después podemos ir a la playa?
Cierra los ojos por un momento y termina por asentir lentamente con la cabeza, como si fuera la decisión más fuerte que ha tomado en su vida. Es ahora cuando me doy cuenta de que unas pequeñas ojeras adornan su rostro, así que le tomo de la mano y lo guío hasta la cama.
Mi último pensamiento antes de cerrar los ojos es que Kim Tae-hyung no estuvo con los chicos durante la llamada, pensamiento que decido ignorar de la misma manera en la que él me está ignorando a mí desde hace meses.
— ¿Por qué me dejaste así? —reclamo con una risa al verme en el espejo.
Después de la siesta me había apresurado en sacar un bikini negro que había comprado hace no mucho y que, a pesar de que era lo único que había por estar fuera de temporada, me había gustado muchísimo. Por eso había decidido traerlo.
Yoon-gi había sonreído cuando me lo vio puesto y se había acercado con un bote de protector solar, ofreciendo echarme.
Y justo ahora me estoy mirando la piel que está blanca de tanto protector solar. No puedo evitar soltar una risa. Mi cara, mi pecho y estómago están totalmente blancos, y no tenía nada más porque el protector solar se había acabado y Yoon-gi está buscando en un bolso uno nuevo.
— Pero para eso es el protector solar. —replica con una risa.
— Me veo nada sensual así. —digo después de un rato, girando mi cuerpo para verme la espalda blanca.
Yoon-gi llega frente a mí y me guía hasta la cama para que tome asiento. Sen arrodilla frente a mí, con cuidado toma una de mis piernas y la apoya sobre su hombro para seguir esparciendo protector solar de manera excesiva.
— Para mí siempre te ves sensual. —asiente con la cabeza mientras arrastra sus manos por mi piel— Además, así nadie más te mirará.
Siento la necesidad de tirarme hacia atrás y quedar recostada sobre la cama, pero el exceso de producto en mi espalda me detiene. Suelto un suspiro antes de hablar.
— Nadie mirará a la embarazada blanca. —suelto entre dientes.
— Listo. —anuncia, ignorando mi comentario anterior— Ahora gírate, te falta el culo.
Me pongo de pie debido a que no puedo acostarme de estómago y me giro, dándole total acceso a mi trasero.
Pego un salto cuando su mano se pone sobre mi piel y siento el protector solar. Está frío. Y de una manera lenta comienza a esparcirlo, casi como si estuviera masajeándome. Casi inmediatamente su otra mano se une y con ambas comienza a masajearme el trasero.
Cierro los ojos y suelto un suspiro, sintiendo cómo se me viene encima todo el tiempo que estuvimos sin tener sexo.
— Todo listo. —murmura, como si no me hubiese estado tocando de manera atrevida y poco decorosa hace un segundo atrás.
Le doy las gracias y le espero a que también se bañe el protector solar para salir.
El camino a la playa no es largo, pues el complejo de bungalós donde nos estamos hospedando está sobre el mismo mar y sólo debemos caminar por los puentes de madera hasta llegar a la orilla.
Recuesto mi cuerpo sobre una reposera y después de un rato cierro los ojos para disfrutar de la brisa que me llega que, aunque es cálida y húmeda, logra refrescarme un poco del calor del sol. Una sombra se posa ante mí y me veo obligada a abrir los ojos.
Min Yoon-gi acaba de poner una sombrilla que me tapa completamente del sol.
— Puedes quemarte. —me explica.
Luego se recuesta en la reposera del lado, también protegida bajo una sombrilla, y se queda mirando hacia el frente como si estuviera totalmente perdido en sus pensamientos. Me dedico a admirarlo por un momento. Su cabello ahora está de un color grisáceo que nunca le había visto, y no puedo negar que luce malditamente bien. Su piel pálida se ve todavía más blanca por culpa del protector solar y lleva bañador, pero una camiseta blanca le tapa el torso. Y me pregunto si no tiene calor.
Miro a nuestro alrededor. No es muy tarde, deben ser apenas las cuatro de la tarde, pero nadie más aparte de nosotros parece estar en la playa en este momento.
— Iré a bañarme. —le aviso.
Me levanto de la reposera sin esperar una respuesta y mientras camino hacia el mar me recojo el cabello en una coleta suelta para que, de cierta forma, me ayude con el calor que estoy sintiendo. Sé que el agua estará tibia, pero de todas formas me sorprendo cuando la toco y lo está, y no tardo en adentrarme hasta que el mar me llega hasta la altura del estómago.
Con mis manos recojo un poco de agua y la llevo hasta mis hombros, donde arrastra parte de todo lo blanco que tengo. Continúo adentrándome hasta llegar al punto de que el mar me llega hasta el pecho. Vuelvo a tomar agua y la llevo hasta mi cuello.
Y ahí es cuando escucho el agua removerse detrás de mí y unas manos mojadas se posan sobre mis hombros. No tengo que girarme para saber quién es, pero de todas maneras giro mi cabeza levemente porque me gusta mirarlo. Se había quitado la camiseta antes de venir y me da la sensación de que su torso desnudo brilla gracias a la palidez de su piel. Sus ojos me miran con una seriedad que reconozco perfectamente.
Giro completamente mi cuerpo para quedar frente a frente.
— Si tu intención era antojarme tu cuerpo, déjame decirte que lo has logrado. —susurra.
Me quedo mirándolo fijamente, pensando en que esta es mi pequeña venganza por haberme tocado de esa manera cuando me esparcía el protector solar, y suelto mi cabello antes de sumergirme completamente en el mar. Inmediatamente me sigue, cuando sale se tira el cabello hacia atrás y me mira a través de sus pestañas mojadas. Ninguno dice nada, porque no hay necesidad, sólo pongo mis manos en su nuca y lo acerco lentamente hacia mí.
Nuestros labios se unen, primero con un tacto suave, donde Yoon-gi comienza a moverlos de manera lenta y delicada sobre los míos, pero al pasar un par de segundos y con la entrada de mi lengua en su boca, todo comienza a tener un tinte de salvajismo. Y es necesario que nos alejemos porque no podemos darnos el lujo de ser vistos por cualquier persona que esté rondando por ahí.
No fue necesario hablar nada más, pues los dos sabemos lo que queremos, y volvimos en dirección a la orilla del mar, esta vez pasamos de las reposeras y volvimos al puente de madera que nos lleva directo a nuestra habitación.
El paso de Yoon-gi es rápido, casi como si estuviera desesperado, y cuando cierra la puerta de la habitación me guía directo al baño y comienza a llenar el jacuzzi. Levanto la ceja en su dirección cuando mi mente se llena de recuerdos, todos relacionados a un jacuzzi, pero no tardo en quitarme el bikini y en meterme dentro. Mi esposo se une inmediatamente y ninguno tiene que decir nada para que empecemos a devorarnos.
Sus manos me toman por las caderas y me sientan sobre su regazo, y a pesar de que hace calor siento frío en la zona de mis pechos donde me cubría el agua. Mis brazos pasar por detrás de su cuello y le acerco aún más a mí. Siento cómo de una manera brusca mi cuerpo comienza a hervir, como si tuviese que liberarme rápidamente para volver a la normalidad.
Sus manos comienzan a recorrerme el cuerpo al mismo tiempo que sus labios bajan hasta mi cuello, dándome besos húmedos y pequeñas mordidas. No me contengo de soltar un gemido cuando una de sus manos llega a mi entrepierna y comienza a acariciar. Me siento totalmente atrapada por el placer que me dan sus labios contra mi piel y sus dedos sobre mi clítoris, y no me doy cuenta cuando su erección comienza a crecer debajo de mí, así que sólo llevo mi mano a ella y le acaricio de arriba hacia abajo.
— ¿Quieres recordar viejos tiempos? —susurra contra mi piel antes de dar un mordisco.
Y sé a lo que se refiere, y no tiene que preguntar para saber la respuesta que para mí es obvia. Me bajo de su regazo y me pongo en la misma posición que una vez me indicó con tanta autoridad. Me pongo de rodillas y apoyo mi rostro contra el borde del jacuzzi. No espera para situarse detrás de mí y seguir tocándome. Introduce un dedo en mí y por la posición siento que llega aún más adentro de lo normal, y mientras lo mueve me acaricia la espalda con la otra mano, dejando escurrir pequeñas gotas calientes sobre mi piel y dándome un cosquilleo justo en mi entrepierna.
Cierro los ojos cuando retira su dedo y posiciona su miembro justo en mi entrada, esperando a que me penetre de una vez, pero se queda moviéndolo de arriba hacia abajo, tocándome ocasionalmente el clítoris con su glande, provocándome unas descargas de placer que me hacen dar pequeños saltos.
— No tienes idea cuánto te amo, Mi-suk. —susurra.
Y con cuidado se introduce en mí.
No me siento capaz de responder nada gracias al tremendo placer que comienzo a sentir. Quizás es por el embarazo que mis sentidos están más activados y mis hormonas más alborotadas, pero siento como si estuviera a punto de tener un orgasmo.
Sus caderas comienzan a moverse de manera lenta, casi como si tuviese miedo de lastimarme, y tengo que pedirle que lo haga más rápido. Mis manos se afirman fuertemente de la loza para que mi cuerpo no se mueva tanto por las embestidas que comienza a darme. Es como si estuviera en el cielo, pero lo malo es que aquí no hay un espejo frente a nosotros para poder vernos las caras.
Una de sus manos me afirma una cadera y la otra recorre mi espalda hasta llegar a mi cabello, que recoge en una coleta improvisada y tira levemente hacia atrás, provocando que mi cabeza también se vaya hacia atrás.
Me dejo manejar por él, porque después de todo este tiempo juntos me he dado cuenta de que le encanta hacer eso, manejarme y dominarme. Y sí que lo hace bien. Aprendió rápidamente a conocer mi cuerpo para darme siempre el máximo de placer, como si estuviese hecho para que él lo tocara.
Un gemido tembloroso se escapa de mis labios cuando comienzo a sentir que estoy al borde del éxtasis.
— Voy a correrme. —aviso.
— Yo también.
Sin embargo, sus caderas no se detienen hasta que los músculos de mi vagina comienzan a contraerse con fuerza, sólo ahí su cuerpo se tensa y me embiste una última vez, liberando todo dentro de mí.
Con cuidado suelta mi cabello y me ayuda a volver a sentarme. Cuando estamos frente a frente me doy el lujo de observarlo fijamente. Tiene el cabello húmedo pegado a la frente y las mejillas rojas gracias al calor. Se acerca a darme un beso, esta vez más calmado, y me acaricia la mejilla.
— Te amo. —susurra contra mis labios.
— Yo también te amo. —respondo.
Nos quedamos un momento recuperando el aliento y finalmente nos salimos del jacuzzi. Seco mi cuerpo con una toalla y me visto nuevamente con ropa ligera antes de recostarme en la cama. Yoon-gi se me une, vistiendo únicamente su ropa interior negra.
— No soporto este calor. —murmura y su voz suena como si tuviese mucha flojera.
Giro mi cabeza para mirarlo directo a los ojos.
— La próxima vez iremos a un clima frío. —digo.
No alcanza a responderme nada más porque de repente pego un salto y miro hacia abajo, donde está mi panza, y veo que el bebé se está moviendo. Yoon-gi se acerca y pone una de sus manos sobre él.
— Qué inquieto. —susurro, todavía no acostumbrándome a la extraña sensación.
— ¿Tú crees que sepa cuando tenemos sexo? —pregunta.
Y eso queda rondándome la cabeza por un buen rato.
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