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Capítulo 5

— Yoon-gi hyung debe estar celoso.

Me atraganto con el té, pero hago todo lo posible para toser lo más despacio que puedo, no porque me dé vergüenza hacerlo frente a él, sino que no quiero tirar por la borda la nula atención que hemos generado en nuestro entorno.

— ¿Estás bien? —pregunta Tae-hyung, tendiéndome una servilleta.

Asiento, pero ya no puedo aguantar las ganas de toser. Me levanto rápidamente de la mesa y salgo de la cafetería. En la calle la gente me mira extraño, de seguro deben pensar que estoy infectada con Covid-19.

Cuando él sale ya se me había pasado un poco la tos, pero tengo los ojos llenos de lágrimas.

— Eres la primera chica que ignora mis mensajes y que además me deja solo en una cafetería.

Está parado a mi lado. Lo miro hacia arriba.

Oppa —digo de forma sarcástica mientras me seco las lágrimas para que mi maquillaje no se arruine— no debe estar muy acostumbrado a que las chicas lo rechacen, ¿no?

Camino hasta el semáforo para dirigirme a su auto, que quedó estacionado cruzando la calle.

— ¿No crees que es muy temprano para volver a casa? —me pregunta.

La verdad es que sí, sólo ha pasado una hora desde que fue a recogerme, pero después de ahogarme tomando té lo único que quiero es recostarme en mi cama. Luego recuero a Min Yoon-gi buscando música para que escuchemos juntos y me de nuevo siento un peso extraño en el corazón. Quizá todavía alcance a llegar.

Pero Tae-hyung decidió pasar su tiempo libre conmigo, no puedo hacerle eso.

— ¿Qué sugieres hacer, entonces? —digo.

Kim Tae-hyung me sonríe y desbloquea el auto para que nos subamos.

Me lleva a un barrio totalmente diferente al barrio donde estoy viviendo en este momento. Las pequeñas casas se agrupan amontonadas en unos cerritos. Ya ha oscurecido y lo único que nos alumbra es la tenue luz que emiten las casitas porque la electricidad de la calle no funciona. Conduce por un camino que nos lleva hasta la cima de uno de ellos.

— Antes de debutar vivía por aquí cerca —dice mientras nos bajamos del auto— y a veces venía a este lugar a pensar o a imaginar cuánto cambiaría mi vida cuando me volviera famoso. O a veces, solo a admirar la belleza del paisaje.

Detrás del cerro hay una vista increíble: se podía ver todo Seúl con sus múltiples y coloridas luces. Es, de cierta forma, mágico, estar ajeno a todo el ajetreo de la ciudad y sólo observarlo desde lejos. Me quito la mascarilla porque solo estamos Tae-hyung y yo, y siento cómo el viento helado me acaricia el rostro y me despeina el cabello. Avanzo hasta una baranda que hay en la vereda para impedir que la gente caiga por un pequeño precipicio que se forma al terminar el cerro y me apoyo en ella.

— ¿Alguna vez imaginaste que llegarías a ser tan famoso como lo eres ahora?

Kim Tae-hyung se pone a mi lado y también se apoya en la baranda. Niega con la cabeza y sonríe de una manera que me parece muy nostálgica.

— Sé lo que es sentir que no eres lo suficientemente bueno para algo, por eso intento evitar que la gente se sienta así.

Giro mi cabeza para mirarlo.

— ¿Eso quiere decir que sólo sales conmigo porque te doy lástima?

Abre un poco los ojos y comienza a tartamudear. Me río, creo que es la primera genuina que suelto sin haber estado ebria en mucho tiempo.

— Es broma —le digo para tranquilizarlo—, aunque no deberías negar que doy un poco de pena ajena. Pareciera que la única cosa que he hecho bien en mi vida es venir a Corea y estudiar en una buena universidad.

— ¿Eres extranjera?

Apoyo un codo sobre la baranda y quedo ladeada, mirándolo.

— Nací en el extranjero, pero mis padres son coreanos.

Asiente en silencio, mirando hacia adelante.

— ¿Y cómo es la vida fuera?

Suspiro, recordando toda mi infancia y mi adolescencia. Recuerdo a los padres de mis compañeros en la primaria, siempre afectuosos con sus hijos, y luego recuerdo a los míos, fríos y distantes. Recuerdo haber llorado varias noches por eso siendo pequeña, hasta que en un momento lo acepté y no me preocupó más. Pensaba que al ser mis padres extranjeros serían diferentes del resto de los padres, y así era, cuando veía niños en el hospital que trabajaba o en la calle, veía su viva imagen. Recuerdo la cantidad de amigas y amigos que tenía en la escuela secundaria, un montón comparados a mis amigas coreanas. Recuerdo mi primer beso todavía siendo una niña, a los trece años. Recuerdo a mi primer novio, a los quince años, y nuestra primer relación sexual, totalmente desastrosa e incómoda. Y luego recuerdo a todos los novios que tuve hasta los dieciocho, incluyendo al que tuve que dejar porque me iba del país. Se me hace un nudo en la garganta y me arden los ojos porque me dan ganas de llorar. Extraño estar en casa, con mis padres, salir y ver a mis amigos, tomar cerveza en una plaza sin que nuestros padres se dieran cuenta, y luego bailar como si la vergüenza no existiera.

— Llevo seis años viviendo en Corea, pero todavía extraño cómo se sentía la vida en mi país natal. Todavía no puedo acostumbrarme, y pese que soy adulta y tengo muchas cosas de las que siempre quise, a veces todavía quisiera despertar y volver a ser adolescente. Extraño la calidez de Latinoamérica, ¿sabes?

· · • • • ✤ • • • · ·

Entro al apartamento en silencio porque ya es tarde, Min Yoon-gi debería estar durmiendo.

— ¿Por qué Min Yoon-gi estaría celoso? —le pregunté a Kim Tae-hyung antes de bajarme de su auto.

— No lo sé, tú dime.

Me encogí de hombros, sabiendo a medias la respuesta.

Para mi sorpresa, las luces de la casa están encendidas y Min Yoon-gi está en la sala, recostado en el sofá, con unos auriculares inalámbricos puestos en los oídos y los ojos cerrados. Seguramente se durmió escuchando música.

Me quito el abrigo y me voy a lavar bien las manos al baño. Me ruge el estómago porque le pedí a Kim Tae-hyung que viniera a dejarme directo a casa, sin cenar, porque el reloj ya iba a marcar las diez de la noche. Cenaré después de despertar a Min Yoon-gi y llevarlo a su habitación.

— ¿Señor Min? —le hablo cuando ya estoy parada a su lado.

Pero no escucha por los auriculares. ¿Debería quitárselos?

Me arrodillo para estar más cerca suyo y acerco con cuidado mis manos a sus orejas para quitarle los auriculares suavemente. Tiene el cabello desordenado, me dan ganas de meter mis dedos entre él, igual que la otra noche.

Me sonrojo. ¿Alguna vez olvidaré lo que hicimos?

Los ojos de Yoon-gi se abren de golpe. Creo que no se podría encontrar una escena más extraña: yo sonrojada y con sus auriculares en las manos. Se frota los ojos.

— ¿Qué haces? —pregunta, mientras se incorpora.

Como estoy arrodillada a su lado ahora él queda con su cabeza más arriba que la mía, y me mira hacia abajo.

— Lo siento, señor. —comienzo a explicarle rápidamente— Se había dormido en el sofá y estaba tratando de despertarle, pero no escuchaba...

— ¿Qué hora es? —me interrumpe.

— Pasadas las diez.

Le devuelvo los auriculares y me los recibe como si todavía no entendiera nada de lo que está ocurriendo. Seguramente todavía está desorientado por haberse dormido.

— ¿Cenaste?

Bajo la vista hacia mis manos y niego con la cabeza. Me siento estúpida porque yo misma le dije que me las podía arreglar sola para cenar.

— En el refrigerador guardé una porción de pasta para ti.

No puedo creer que este sea el mismo Min Yoon-gi de siempre. Levanto mi vista para mirarle la cara, sonriéndole.

— Se lo agradezco mucho, señor.

— Lo guardé sólo porque eres bastante torpe y sabía que no ibas a cenar fuera.

Mi sonrisa se transforma más bien en una mueca. Me aclaro la garganta.

— Lo acompañaré a su habitación para que pueda seguir durmiendo.

Me estoy comenzando a levantar, pero su mano me agarra del brazo y me quedo a la mitad.

— Te acompañaré mientras comes.

Intento convencerlo de que se vaya a dormir, pero se niega a hacerlo hasta que coma. Como no me queda de otra, voy hacia la cocina y caliento el plato de comida que Yoon-gi me había dejado guardado. De repente, aparece detrás de mí y me giro para mirarlo. Está más cerca de lo que me gustaría que estuviera.

— Así que... ¿Tae-hyung?

Miro el suelo y me muerdo el labio. Me da vergüenza admitir que me siento culpable por salir con él. Min Yoon-gi se queda parado al frente mío, así que levanto la cabeza despacio. Me mira, y nuevamente, no puedo saber qué piensa.

— Es extraño, ¿sabes? —dice de nuevo. Como no le digo nada, se explica— El hecho de que casi... Bueno, tú sabes, lo de la otra noche. Y el hecho de que luego de que me rechazaras tengo que aguantar cómo uno de mis amigos te coquetea.

¿Kim Tae-hyung me coquetea? No lo creo.

Suelto un pequeño suspiro, pero no le respondo nada.

— Creí que, al menos, podríamos terminar lo que empezamos.

Se queda en silencio.

— Pero si eso ocurriera, no podría permitir que Tae-hyung saliera contigo. —continúa, es como si estuviera hablando para sí mismo.

El microondas suenas detrás de mí avisando que mi comida ya está caliente. Me quedo parada, en silencio, intentando crear una respuesta convincente en mi mente. De repente recuerdo la otra noche y los músculos de mi vientre se contraen de una forma que, aunque no quiera admitir, es placentera.

¿De verdad llegaría tan lejos como para acostarme con Min Yoon-gi?

— Señor Min, lo siento mucho, pero, aunque yo quiera, no creo que debamos.

— O sea, que quieres.

— Eso no es lo que dije. —¿O sí? ¿Lo quiero?

Me muerdo el labio inferior mientras me volteo para sacar mi comida del microondas. Min Yoon-gi me sujeta del antebrazo, obligando a voltearme nuevamente hacia él.

— Han Mi-suk, no he podido dejar de pensar en eso. Cada vez que te veo lo recuerdo, es como una tortura.

Ya lo imaginaba, ¿por qué Min Yoon-gi querría tener algo sentimental conmigo, la enfermera? Lo único que quiere es saciar su apetito sexual. Miro su mano sujetando mi brazo y luego lo miro a los ojos. Quizá si estuviera en mi país y si Min Yoon-gi no fuera mi jefe, me dejaría llevar más por mis ganas y me acostaría con él, pero aquí en este país tan conservador, siento que si lo hago después la gente me va a apuntar con el dedo.

— ¿Qué ocurrirá si hago lo que usted pida?

Sus ojos se iluminan, pero continúo hablando antes de que pueda decir cualquier cosa.

— ¿Qué ocurrirá? ¿Sabe que está muy mal visto besarse sin ser novios? ¿Qué ocurrirá si la gente se entera que estuve en su cama sin habernos casado, sin siquiera tener una relación? La única que saldrá perjudicada será yo.

— La otra noche no te parecía importar mucho la opinión de la gente. Además, nadie tiene que enterarse.

Suelto un suspiro. Creo que no capta la idea. Probablemente esté acostumbrado a conseguir lo que quiere de cualquier chica.

— Entonces, sé mi novia. —dice, de repente.

No sé qué cara le pongo cuando dice eso, porque se echa a reír.

— Si eres mi novia no habrá problema si nos besamos y si hacemos otras cosas. Quizá si resulta, más adelante podríamos casarnos y tener hijos.

¿Pero qué dice?

— ¿Propone que sea su novia así sin más? Ni siquiera nos conocemos.

Realmente no puedo creer lo que estoy escuchando. ¿Me estará tomando el pelo? Yoon-gi estira la mano y la pone en mi mejilla. Me sorprendo e intento retroceder, pero me encuentro con el mueble de la cocina. Con su pulgar acaricia mi labio inferior suavemente y siento millones de pequeñas descargas eléctricas en mi piel.

— No es necesario que salgamos a citas ni que nos comportemos cursis. Es más bien para ponerle un nombre a una "relación" complicada. —hace un gesto de comillas con sus dedos. Sus ojos oscuros me miran intensamente— Además, ya te conozco a medias. —dice, y baja sus ojos a mis pechos.

Estoy a punto de atorarme, así que me aclaro la garganta. Quito sus manos de encima de mí y me volteo rápidamente a sacar mi comida del microondas.

— Tengo que pensarlo. —digo, y me tiembla un poco la voz.

¿Pensarlo? Soy estúpida, le estoy dando ilusiones.

Saco el plato y me volteo, Min Yoon-gi sigue a la misma distancia de hace un momento.

— No hay mucho que pensar.

Me quita el plato de la mano y lo deja encima de la isla, luego se vuelve a acercar a mí. Me sorprendo tanto que se me escapa un pequeño grito. Nuestros cuerpos están tan cerca que casi puedo sentir su calor, sus labios me rozan la mejilla. Corrientes eléctricas atraviesan mi cuerpo y hacen que mi respiración se vuelva pesada.

— Si me dices que no sientes esta sensación cada vez que nos tocamos —Min Yoon-gi mueve sus labios suavemente sobre mi mejilla y me cosquilla de una forma muy placentera— dejaré de insistir.

Trago saliva. Su respiración me cosquillea en la mejilla. ¿Por qué su cercanía no me hace sentir incómoda? Lo normal sería que lo hiciera, dado que en esta cultura el espacio personal está muy bien valorado y llevo viviendo aquí tantos años que estoy prácticamente acostumbrada. Quizá si estuviera en Latinoamérica y un chico estuviera coqueteándome no me importaría tanto. En realidad, me molestaría de todas formas.

Levanto la cabeza para mirarlo, mi boca queda rozando su mejilla. Está encorvado para estar aún más cerca de mí. Se sorprende un poco y hace el amago de alejarse, pero no sé de dónde saco coraje y pongo mis manos sobre sus hombros, ahora yo lo obligo a quedarse donde está. Suelto un pequeño suspiro y veo cómo se le eriza la pálida piel del rostro.

— Mañana. —digo. 

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