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- Dijimos que ivamos a seguír juntos, porque y-yo te amo y no quiero alej..
- No - lo interrumpí.
- Erick podemos, no te cierres - tomó mis hombros haciendo que mi mirada conecte con la suya, negué.
- No - alejé sus manos - ¡No se puede!
Me miraba atónico, sus labios temblaban, quizo hablar pero solo conseguió soltar pequeños murmullos.
Desconcertado, miró a su lado. Lo ví como caminó con velocidad hasta una mesa del living, la agarró y la lanzó.
- ¡Christopher! - lo llamé pero al parecer no me escuchaba, solo tenia su mirada perdida y tomaba objetos al azar para después arrojarlos. Fuí hasta él, tomé sus brazos pero se safó de mi agarre, sin mirarme, volvió a arrojar un objeto - ¡Christopher escuchame! - nunca lo había visto de esta manera, parecia que estuviera en modo zombie, solo estaba en sus pensamientos, ignorando su alrededor.
Volví a intentar agarrarlo, pero quitó su brazo con brusquedad y luego me miró, sus ojos estaban oscuros, no tenían ese tono avellana claro con un suave brillo que tanto me encantaba por más que nunca lo había admitido.
- ¿Qué haces? - susurré con un hilo en la garganta.
Su mirada fría tornó un brillo, pero un brillo de lágrimas, se derrumbó al instante. Se sentó y apoyo su espalda en una de las paredes.
- No quiero que te alejes, porfavor, no te alejes - pidió en medio de un llanto. Me arrodillé frente a él - Erick me aferré a tí demasiado, no quiero que me arranques de tus brazos así como así. No me interesa si tengo que ser como un ninja para poder verte cada mañana sin que nadie lo note, con tal de que me sonrías y me mires con esos hermosos ojos, si te tengo a tí, ¿Qué carajos me importa el resto? - mantenía su mirada en mí.
- No es lo correcto - negué y miré el suelo.
- Porfavor... - rogó - Si terminas conmigo mi mundo va a a caerse en pedazos, no podría, Erick.
- Mi mundo también va a caerse a pedazos - estiré mi mano para llegar a su rostro, limpiando una lágrima que recorrió la mitad de su mejilla hasta que la sequé.
- ¿Entonces? - tomó mi mano antes de que la quite.
- Quiero que estés con alguien que pueda darte el tiempo que mereces, un beso de buenos días cada mañana al despertar, que te acompañe en las tardes, que te aconseje y esté para tí todos los segundos que tiene un día, y así sucesivamente.
- Yo te quiero a tí - retiré mi mano de su agarre.
- No soy lo que mereces, Chris.
- Ya te dije que no me importa lo que creas que merezco, solo te quiero a tí y punto.
- Entonces busca a alguien como yo.
- No quiero a alguien como tú, te quiero a tí. ¿Por qué te cuesta tanto entenderlo? - comenzó a llorar nuevamente.
- Christopher, lo siento - me levanté y caminé a la puerta, me giré una última ves. Su llanto se hizo más grande y me fuí antes de que vaya a romperme nuevamente ante sus ojos.
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