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Sin dudar ni un poco, me levanté dejando mi café a medio acabar sobre la mesa, no importaba, solo quería saber quién era ese chico.
- Hola - saludé una ves que me acerqué hasta ambos chicos.
- Ojitos, él es Lucas, ya sabes quién es - nos presentó sin quitar la mirada de ese tal "Lucas".
- Un gusto - sonrió enseñándome su blanca y perfecta dentadura.
- El gusto es mío - estreché su mano.
- ¿Cómo te llamas?
- Erick - respondí inmediatamente. Él asintió.
- Bién. Erick, ¿Nos quiéres acompañar a la oficina? - me preguntó Christopher y ahora sí me miró.
- No, no, vayan ustedes, supongo que después de tanto tiempo deben ponerse al tanto de sus vidas - les sonreí - Nos vemos - regresé a mi mesa y observé a ambos subír al ascensor hasta que las puertas se cerraron y no supe más de ellos.
Lucas es delgado con un cuerpo pequeño, unos dos o tres centímetros más pequeño que yo. Su cabello es corto de color rubio y un poco ondulado. Sus ojos son celestes con unas hermosas y largas pestañas que hacen resaltar sus ojos más de lo que ya lo hacen. Su nariz es perfecta, no se ve mal de perfil, para nada. Sus labios eran rosados y algo rellenitos, no como los de Christopher, un poco menos. Tenía un coqueto lunar en su pómulo. Vestía una camisa suelta de color blanca con rayas celestes y un jean y zapatillas blancas.
Sinceramente, no me sorprendía que Christopher haya estado enamorado de él en su niñes.
Antes de el descanso terminara, Chris y Lucas volvieron a bajar, se despidieron con un abrazo y luego el más bajo se fué.
Acabé mi café y subí a la oficina de Mi pareja, él ya había subido hace unos minutos antes.
- Hola - lo saludé aunque ya lo había visto y cerré la puerta quedándonos solos.
- Hola, Ojitos - caminé hasta él y me senté sobre su regazo.
- ¿Es el mismo Lucas que te gustaba de pequeño? - pregunté y él sonrió.
- Es el mismo.
- Entiendo. ¿Te gusta?
- No.
- ¿Y qué hay de esto? - tomé su collar y le enseñé el anillo plateado que colgaba de este - No soy Idiota, él también traia esto - lo solté y me crucé de brazos.
- Bebito - dejó un beso en mis labios y lo alejé - ¿Estás celoso?
- Que te importa.
- Sí me importa - dejó un beso en mi mejilla - Esos anillos los tenemos desde pequeños, son como un símbolo de nuestra amistad en la niñes, no tienes nada de qué preocuparte.
- Es muy bonito - admití y lo abracé ocultando el sonrojo en mi rostro - Es más bonito que yo y tengo miedo de que vayas a enamorarte de él y me dejes - confesé.
- Bebé, te dije que me quedaré contigo y así será.
- ¿Él no estaba en México?
- Vino a estudiar aquí, va a dedicarse a ser veterinario.
- Ahh, qué bien.
- Síp. ¿Aún estás celoso?
- No estoy celoso, solo tengo miedo de perderte - me justifiqué.
- No tengas miedo - dejó varios besos en mi mejilla.
- No es algo que se me hirá de la noche a la mañana - me encongí de hombros - Te a-Te quiero - me corregí y sonreí.
- Yo también - dejó un beso en mi nariz - Debes conocer a Lucas, se llevarían bién.
- Sí, como sea, voy a mi oficina - me levanté de sus piernas y salí.
Ya era el horario de salida, le llevé el trabajo al jefe y antes de que saliera de su oficina, me llamó.
- Ven - pidió y obvedecí.
- ¿Qué necesita?
- Espera. Llamaré a Christopher - asentí y observé como tomó su celular - Vélez ven aquí. No, ahora. Te esperamos - cortó y me miró con una sonrisa - No es ningún trabajo, puedes relajarte.
- ¿Qué p.. - ambos miramos a las grandes puertas, Christopher entró y las cerró - Hola - me saludó aunque ya nos hayamos visto, 3 veces en el día en que nos saludamos.
- Hola - reímos.
- Seré directo - Mi novio y yo miramos a el señor Vélez quién se levantó y caminó hasta nosotros. Tomó aire y procedió a hablar - ¿Tengo un yerno tan bonito como él y no estaba enterado? - ambos nos quedamos helados.
- Pensaba decírtelo luego - habló Christopher.
- Tú cállate. Erick, ¿Cómo lo aguantas?
- Bueno...no es difícil - reí.
- Fuera de eso, debes presentárselo a tú Madre, ella me repite todas las noches que está muy ansiosa por el día en que le presentes al muchacho por el cuál te sacaste la lotería - me ahogué con mi propia saliva.
- ¿Tanto? - pregunté una ves que me recompuse.
- Sí, lo haré, solo que debemos planearlo bién, ¿No, Ojitos? - me regaló una sonrisa.
- Claro - acepté.
- Bienvenido a los Vélez, Niño - el señor Vélez me abrazo y yo correspondí y observé sobre su hombro a Chris que nos observaba con felicidad.
Me subí al vehículo para ír a casa y a los segundos comenzó a llover.
Manejaba con atención, la lluvia había aumentado.
Doblé en una esquina y ví a un chico correr con velocidad, una ves que lo miré detalladamente, reconocí que ese muchacho corriendo bajo la lluvia era nada más y nada menos que Lucas.
- ¡Ey! - llamé su atención - Sube - sin dudarlo obvedeció.
- Gracias, Erick.
- De nada.
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