XXVI - Algo Jamás Sentido
C a p i t u l o - 2 6
Me acomodé incómoda en el asiento. Su vista no abandonaba mi figura y eso me hacía estremecer de escalofríos. Su mirada verde era severa pero a la voz calida, no hallaba explicación a eso así que decidí entretener mi mente en algo. Empecé a jugar con mis uñas y me di cuenta de que estaban unas mas largas que otras. Hacia tiempo que no me las arreglaba. Así me pase unos largos minutos en ese silencio abrumador hasta que decidí hablar.
—Creo que te debo una.
—No fue nada solo buscar en la base de datos de la cuidad y ya.
Había venido a ver a el comandante para que me ayudara a buscar a los padres de Sacha. Trabajo difícil ya que solamente teníamos el nombre de ella y sus características físicas. Le hice un retrato hablado de la chica para que buscará las coincidencias en la base de datos de la cuidad. El me dijo que cuando los ciudadanos llegan a los 18 años se les tira una foto para agregarlos a la base de datos: ya que son mayores de edad.
—Si no hubiera acudido a ti —me corregí —que diga... a usted todavía estuviéramos buscando. Muchas gracias —le agradecí por su ayuda, había sido muy útil.
—Dejemos las formalidades para otro momento. Me puedes llamar James.
—Claro..., James —repetí grabandolo en mi cabeza.
—Debereís tener en cuenta de que no sabeís cuales serán sus reacciones.
—Si, lo sé. Llevo pensando en eso más tiempo del que debería —fui sincera.
—Cambiando el tema, ¿cómo van tus clases con nuestro maestro de defensa?
—Si te soy sincera, no están tan... mal.
—¿Tan... mal?
—Es un poco mandón —dije arrepintiendome de mi acción al instante.
No sabía cuál era su relación con el así que mejor era callar cuando es debido.
Esbozó una media sonrisa fingida.
—Tenía que salir a mi.
Con eso me desconcertó por completo.
¿Morgan es su hijo?
Enseguida mire sus expresiones faciales. En realidad Morgan de parecía a el en su rostro, rasgos y cabello. Aunque sus ojos fueran de un color diferente tenían muchas similitudes. ¿Morgan en realidad era hijo de el?
—Si. Es mi hijo —dijo como si pudiera haber leído mi mente.
Tampoco era tan sorprendente que me hubiera dicho que si, es su hijo, por mi cara de confusión. Los dos tienen un alto cargo en la cuidad asi que me imagino que es porque son familia. Aunque los dos parecen mandones y decididos.
—Ah —fue lo único que dije al notar que me miraba como esperando una respuesta.
Todavía no asimilaba que Morgan era el hijo del comandante James. Su parecido era indescriptible pero nunca se me pasó por la cabeza que fuera posible.
—Si te soy sincero, criar a un niño sin su madre no fue una tarea fácil —admitió. Su rostro mantuvo una expresión triste, de añoranza.
—Yo nunca conocí a mis papás.
De algún modo me identifique con el y cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo ya era demasiado tarde. Había dado la vuelta a la mesa y le había dado un abrazo de oso. No veía si cara pero si me la imagino. Debía de estar en estado de shock por mi repentina reacción.
Un carraspeó me saco de mi trance y me aleje del comandante James rápidamente con mis mejillas como tomates. Ahí me di cuenta de que una lágrima solita había escapado de mis ojos cristalizados.
—Lo siento.
Fue lo único que pude decir por la vergüenza. El abrazo me ayudó a no llorar aún más pero al parecer a el no le agradó tanto. Tenía razón, yo soy una completa extraña para el y lo había abrazado. Es vergonzoso.
—Creo que me tengo que ir para no llegar tarde. Muchas gracias otra vez por todo —volví a agradecer avergonzada.
¿En serio? ¿No podía hacer otra cosa que no fuera abrazarlo?
Me encaminé a la salida. Cuando abrí la puerta para salir escuché su ronca voz decir:
—Siento mucho lo de tus padres.
Susurré un "gracias" y salí de su despacho cerrando la puerta detrás de mí. Había sido demasiado incómodo lo que pasó. Cuando se trataba de mis padres una profunda tristeza me invadía.
Volví a la casa.
Abrí la cerradura y entré depositando las llaves en la mesita de la entrada.
Kem me había dicho que iba a salir así que voy a disfrutar mientras el no está para andar como me guste. Hacer las cosas que con el estando aquí no puedo hacer como comer macarrones. A el no le gustan y tampoco me deja comerlos ya que dice que son dañinos para la salud solo que no sabe que soy un tanque y no me enfermo tan fácil. Me encaminé hacia mi habitación y me quite la blusa. Está era de una gamuza blanca que me deba comezón. No me gustaba.
Prefería el color negro.
También desabroché los botones de los jeans azules cielo con los que andaba dejando que parte de mis bragas se vieran. Me solté el cabello que lo tenía recogido en una coleta baja. Solté un suspiro al entrar a mi habitación. No caminé hasta la cama, tiré la blusa en ella y callo al suelo. Saben ese dicho que dice:
"El vago trabaja doble"
En mi aplicaba, tenía que recoger la blusa de el suelo ya que me pesaba dejarla sobre la cama y la tiré. Me había pasado muchas veces lo mismo pero con diferentes situaciones. Me agache para coger la blusa y sentí como unos brazos me rodeaban la cintura y apretaban contra el. Mis pompis estaban chocando contra algo duro. Eran los brazos de un hombre totalmente fornido, sentí mi espalda contra su abdomen definido. Me enderece y iba a soltar un chillido de auxilio cuando también me tapó la boca. Con mi respiración irregular, mi pecho subía y bajaba con rapidez. Mi corazón se me iba a salir en cualquier momento y más cuando sentí su respiración cerca de mi oído. También era irregular la del hombre.
—¿No aplicarás lo que te enseñe en clases? —esa voz fue apenas un susurro que me desconcertó por completo haciendome erizar toda la piel.
Si respiración chicana varias veces contra mi coronilla haciéndome jadear de cosquillas. Se sentía agitado.
De un jalón me puso contra la pared bruscamente pero sin lastimarme. El quedó frente a mi apoyando su cuerpo contra el mío. Mi mirada fue a sus iris completamente azules noche, sus pupilas estaba completamente dilatadas dejándome ver la oscuridad que había en ellas. Mi mirada bajo a sus labios en forma de corazón estaban entre abiertos, como si quisiera decir algo. Vi esos labios carnosos que se veían tan apetecibles pero no pude mantener la mirada en ellos ya que sentí como mis piernas se debilitaban cuando me cogio de la cintura y me atrajo había el. Su corazón me lo sentí en mi pecho ya que estaban pegados. Si mano todavía reposaba en mi boca haciéndome jadear por respirar.
Estaba tan cerca de mí.
—No vas a gritar, ¿verdad? —susurro acercando su rostro a mi oído.
Negué con la cabeza. Su mano todavía reposaba en mi boca. Cuando la retiró solté un suspiro. En mi interior había una lucha campal, sentia como un fuego interior arrazaba con mis órganos haciéndolos calentarse. Sus ojos bajaron a mis labios y por un momento pensé que me beso pero fue diferente. Cerré los ojos fuertemente.
—Bonito sujetador.
Abrí los ojos lo más grande que pude cuando me di cuenta de que andaba en brassier. Uno de niña pequeña, era rojo con lunares blancos. Me avergonzó todo esas cosas que traía. Tenía que comprarme ropa interior nueva. Y sin lunares.
Bajo si mano a el borde de la copa de mi brassier y empezó a contornearlo, su mirada estaba fija en ellos haciendo que me ruborice hasta los pelos de la cabeza.
—¿Q-que haces? —de mi boca salió en vez de una pregunta firme, un jadeo.
—Admirarte.
Sentía como si dos dragones estuvieran luchando en mi estómago. Y eso lo había provocado el.
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