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XXI - Sospechoso

C a p i t u l o - 2 1

Caminaba felizmente por el corredor con padres completamente blancas. Me había levantado muy temprano y había salido de la casa de aquel chico llamado Morgan sin que el se diera cuenta. Según el el toque de queda terminaba a las 05:00 AM así que salí a esa hora, la verdad no dormí mucho ya que no podía parar de pensar en  como me trató Morgan. En sus ojos había fuego en medio de su océano. Cada persona que había conocido tenía la mirada apagada como si ya no quisieran seguir viviendo pero el no, el tenía ese brillo en la mirada que podria mejorar el día de cualquier persona.

Las personas (todas albinas) me miraban con curiosidad, no estaban acostumbrados a ver a una persona con el color de pelo y ojos diferente a el de ellos. No me imagino ser así, no tiene nada de malo pero es muy común. Quedan pocas personas en el clan de los humanos que tienen los ojos y el cabello marrón y eso me gusta, no ser tan común.

Llegué al ascensor y toqué el botón para que se abriera.

Segundos después ya estaba dentro de el ascensor descendiendo a la primera planta. El ascensor tenía espejos en vez de paredes metálicas. Era muy bonito, inclusive el suelo era de espejos.

Las puertas del ascensor se abrieron dejando al descubierto mi cuerpo. Cuando iba a salir choque con un chico que iba a toda prisas para entrar en el ascensor. Me dió un golpe fuerte en mi hombro con el suyo y me quedé sobándome el golpe no sin antes decirle:

—"Ten cuidado idiota"

Bueno lo de idiota era normal en mí. Había chocado conmigo y ni siquiera había pedido disculpas. Eso era de mala educación. ¿Además que le iba a decir?

Cuando iba a salir no me dió tiempo y las puertas se cerraron conmigo adentro. Bufé. «Tenía que pasarme a mí»

Intente darle en los botones pero fue la hora que colmó, el ascensor se detuvo seguido de un ruido metálico. Me quedé pasmada. Estaba con un extraño atrapada en un ascensor. Mire al chico que se había quedado mirándome.

Traía gorra, un abrigo con capucha, lentes y un momo apretado. Su vestimenta era excesiva para las temperaturas que hacían, ¿le gustaba andar así o escondía algo?

De pronto me entró mucha curiosidad y necesitaba saber porque andaba así.

—Hola —intente iniciar una conversación.

El chico solo miró hacia otro lado, no me respondió.

—Hey —volví a repetir.

—Hola —dijo por fin.

Su voz se sentía muy ronca lo que me llamo aún más la atención. Se veía que era de tes pálida pero... ¿porque andar con esa vestimenta?

—Por qué...

—¿No te han citado con la reina? —dijo interrumpiendome.

—¿Perdón?

—¿Que si...?

—Si. Si te escuché, solo que me sorprendió. No no me han citado con la reina, soy nueva aquí —esbocé una sonrisa.

Le mire directamente a los ojos y me di cuenta de algo. Era necesario aveces averiguar cosas que no te corresponde. Hay un dicho que dice: "la sabiduría es poder"

—No hay muchas personas como tú aquí,¿verdad?

El chico se tenso un poco. Lo noté desde donde estaba porque empezó a mira hacia ambos lados. Andaba con sus uñas y evitaba el contacto visual.

—No se a que te refieres.

—Si sabes. Yo no soy tan estúpida. Llevas cubierta la cara y el pelo, suficiente para una persona que es inteligente lo descubra. ¿De quién huyes?

En solo ese momento la puerta del ascensor se abrió. Habíamos llegado a el último piso que era donde estaba mi casa. El chica salió volando del ascensor para no responder mi pregunta, y con la misma entro Kem.

—Buenos días —dijo el chico estirándose.

—¿Te has levantado tan temprano?

—Si es que... ¿dónde has dormido anoche?

—¿Eh...?

Y en esos momentos me llegaron los recuerdos de la noche anterior.

Se acercó a mi con vista de despreocupado y me dió el vaso de agua. Me tomé un trago del agua y me quedé sujetando el vaso. Intentaba mirar a cualquier lugar que no fuera a el. Me senté en un asiento que se parecía más a una cama de lo cómodo que estaba. Estaba nerviosa, no podía para de jugar con mis manos y tocarme el pelo. No sabía porque estaba tan nerviosa, eso no era normal en mi.

—¿Nunca habías venido a Teluria?

—No.

—Se notaba. Veias los edificios como si no fueran algo fuera de este mundo.

—¿Me estabas viendo? —pregunté curiosa.

—Si.

Me pase allí lo suficientemente. Después de esa incómoda conversación mantuvimos silencio. Morgan se sentó en el brazo de un asiento y ahí nos quedamos mirando las vistas de la cuidad.

—Si quieres puedes acostarte ya...

—¿En dónde?

—Ven.

El chico empezó a caminar hacia un pasillo y yo lo seguí.

—¿Cuál es tu nombre?

—Morgan

—¿Cual es tu cargo en la cuidad?

—No trabajo en la cuidad.

—¿Ah no?

—Trabajo en el castillo —dijo indiferente.

—¿Hay un castillo?

El chico se giró sobre su eje y se fue acercando a mi poco a poco. Sus ojos estaban clavados en los míos. Intente retroceder pero la pared no me lo permitió. Acercó su boca a mi oreja, sentí su respiración caliente y me hizo estremecer.

—¿Es normal para ti hacer tantas preguntas o tienes otro propósito?

—¿A... a qué te refieres? —tartamudeé.

El chico entró en una habitación y yo hice los mismo.

—Te puedes quedar aquí.

—Gracias.

Después de unos minutos me acosté y cerré los ojos. Ya estaba al dormirme y sentí un susurro que provenía de la habitación.

—Tan hermosa y tan destructiva —susurró alejándose.

Volví a la realidad cuando el chico me volvió a preguntar:

—¿Que dónde has pasado la noche?

—En casa. —decidí mentir.

—Los dos sabemos que no es así —me guiño un ojo con picardía —sentí como entrabas a hurtadillas por la puerta principal.

—Había salido a coger aire.

—¡Si, ya...!

Nos bajamos del ascensor, no habíamos empezado a caminar hacia la salí cuando un hombre de cabello blanco y ojos azules nos interceptó diciéndo estás palabras.

—¿Ustedes son los nuevos?

—Si —dijimos al unisono.

—Me presento. Yo soy Jacobo, un gusto —nos dió un apretón de manos —los llevaré hasta la notaría.

Con destino a la notaría empezamos a caminar por la gran ciudad de Teluria. Sus vistas eran increíbles pero eso no quitaba de que hubiera algo raro aquí. Entramos en otro edificio, subimos el ascensor (cubierto de espejos) y empezamos a caminar por un pasillo hasta el el piso blanco se convirtió en cristal. Un piso de cristal era algo increíble y aterrador a la vez, se podía ver por debajo de tus pies. Estábamos a kilómetros de altura. Si se llegará a romper esto nos haríamos tortitas en el suelo.

—¿Que tan alto está este lugar? —pregunté con curiosidad.

—Dos kilómetros de altura.

Me dió un poquito de nerviosismo cuando dijo esas palabras. Pasábamos por el corredor de cristal cuando ví a una chica con las mismas características de Sacha. Solo que su cara estaba un poco cubierta por una mascarilla.

—¿Sacha? —pregunté atónita.

—¿Que...? —preguntó Kem confuso.

La chica siguió caminando con paso apresurado, como si le estuvieran callendo atrás. Me quedé paralizada.

—Acabo de ver a Sacha.

—¿Que es imposible?¿a Sacha, estás segura?

—Si. Era ella

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