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• EPÍLOGO

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THE BLACK SISTERS
IMPERIO
Siempre puros.
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Tres meses después.

Bellatrix sonrió de manera psicótica, la pálida piel de su brazo izquierdo estaba siendo enmarcada por la marca tenebrosa. La serpiente se movía mientras salía del cráneo del fantasmagórico tatuaje.


Aquella era la marca de Lord Voldemort.

Después de meses haciendo todo lo que el señor tenebroso le había mandado, al fin había conseguido que le tatuara su marca. Al fin había logrado entrar en su círculo cercano.

—¿Sabes dónde está?

—Sí, mi señor —contestó con devoción —Hoy es el día.

—¿Y estás segura de que los sentimientos pasados no van a nublar tu juicio?

Cerró sus puños y dejó escapar el aire contenido en sus pulmones. Detestaba que siguiera viéndola como a una niña débil, a una adolescente que las emociones la dominaban.

—No, mi señor; ella no significa nada para mí.

—Bien, sabes que ese es el último paso para saber si es que mereces mi lealtad—respondió —Sé que me eres fiel —susurró en su oído, acariciando el mentón de la chica, quien tenía la vista fija en él —Pero necesito saber si es que puedo confiar en tí, Bellatrix.

El roce de los dedos del señor tenebroso se deslizó hacia su cuello; consiguiendo que ella emitiera un suspiro de deseo.

—Ve por ella, Bellatrix; ve por ella para que seas mía por completo.

La mente de Bellatrix jamás estuvo del todo bien, nunca funcionó en una frecuencia normal. No era común que disfrutara del sufrimiento ajeno y que este le causara placer, sobre todo cuando era ella quien lo provocaba.

El señor tenebroso descubrió lo que podía conseguir con ella y terminó por moldearla a su antojo. Algo que Bella recordaba con frecuencia y con satisfacción.

Se sentía como una arma mortal.

Y eso le encantaba.

Asintió y después se convirtió en bruma negra para poder sobrevolar Londres. En su mente sólo tenía una cosa en mente.

Hallar a Andrómeda y destruirla.

Porque para ella, no debía existir.

Andrómeda era una traidora y debía dejar de respirar al igual que todos los muggles que se encargaría de torturar para el señor tenebroso.

Vislumbró la casa de sus padres, todas las defensas que habían colocado habían sido penetradas por Bella. Por lo que se regocijaba en que su magia era casi tan poderosa como la de su amo. Apareció en la habitación, allí se hallaba Narcissa peinando su cabello de forma delicada.

—Bella ¿Qué haces aquí?

Nadie había podido controlarla, hace tiempo que ella se había ido de casa para quedarse en el cuartel donde Lord Voldemort estaba reclutando a magos y brujas que consideraba prometedores para el ataque.

Se estaba formando algo grande, algo que nadie podría imaginar.

—¿Ya no puedo venir a ver a mi hermana? Vengo a buscarte, vas a acompañarme, querida.

—¿A dónde? —Desde que había dejado la casa, su hermana actuaba de forma totalmente errática, psicótica y demencial.

Bellatrix sonrió y tomó una de las manos de su hermana.

—Iremos a hacerle una visita a nuestra querida hermana—respondió con sarcasmo—Su hora le ha llegado, Cissy.

Bella había aprendido a canalizar su odio hacia Andrómeda, se convirtió poco a poco en la mejor bruja en las filas del señor tenebroso, observó y analizó cuál era la mejor manera de torturar, de causar daño, de provocar dolor y mal.

No obstante Narcissa aún estaba dolida, dolida en el alma. Siempre fue individualista, pero la marcha de su hermana y de no saber qué era lo que sucedía con ella la tenía volviéndose loca. Jamás le dijo cuánto la quería, cuan buena era, jamás le dijo que siempre había sido su favorita.

Ahora estaba lejos.

Se había ido para siempre.

—Mírame bien—le amenazó su hermana —El amor te ciega, te nubla el pensamiento; debes olvidarte de ella, ella no existe más para tí y hoy lo vas a asimilar.

Luego de eso desaparecieron, ambas convertidas en bruma negra.

Lo que sucedería era incierto.

*****

—¿Pudiste hablar con Aiden, Dromeda?

—Contestó mi carta, está en Alemania; sano y salvo —respondió Andrómeda con una leve sonrisa.

Una de las cosas que más le preocupaban a Andrómeda era el bienestar de Aiden, le había ayudado en su peor momento, le había dado una mano para encontrarse con quien debía estar, no importandole terminar afectado el mismo en el camino, poniendo el riesgo su seguridad y la de su familia.

Sin embargo allí había estado.

—Él, es una buena persona —comentó Edward— Hasta nos permitió usar esta casa, debo admitir que tenía mis reparos sobre él cuando me contaste que él nos ayudaría, me equivoqué —asumió el chico—Realmente te quiere, Dromeda.

Así era como Edward llamaba a la bruja, sentía que era único. Único como ella. Merecía tener un apodo de esas características teniendo en cuenta el raro nombre que sus padres le habían colocado. No obstante no quería llamarle Andy–así la llamaban sus hermanas y esa herida seguía y seguiría abierta por mucho tiempo– Por ende lo mejor fue inventar otra cosa igual de fantástica.

Y Dromeda a ella le había encantado a pesar de que Molly lo encontraba horrible.

—Sí, no sé qué haría sin él —murmuró con un dejo de nostalgia —Aunque es inevitable sentirme culpable con respecto a él, teniendo en cuenta todo lo que sucedió —dijo con pesar —Tuvo que apurar sus planes y salir de Londres por culpa mía antes de tiempo, no sabes lo mal que me siento.

—Estoy seguro de que lo hizo desinteresadamente y está dichoso de haberte ayudado —respondió tomando la mano de la chica para darle apoyo y contención.

Edward Tonks ahora significaba todo para Andrómeda Black.

Pues se había convertido en la única familia que le quedaba.

Nadie sabía de su ubicación y aún le daba miedo salir de allí. El encantamiento Fidelio era efectivo y el guardián de su secreto era Aiden, por lo que estaba tranquila de que nadie les hallaría.

Pero aún así.

No se fiaba de nadie más, no estaba cerca del mundo y eso le provocaba una soledad extrema.

—Te quiero, mi Dromeda— le susurró Edward en el oído para después dejar un dulce beso en sus labios —Iré a buscar más leña para el fuego de la chimenea, pronto comenzará a hacer frío aquí.

Estaban cerca de la costa de Irlanda y allí sí que las noches eran un témpano de hielo. Ella no estaba acostumbrada a un clima tan gélido, los vientos eran un rugido intenso que no amainaba durante la noche y provocaba que cualquier construcción estuviera al borde de la destrucción.

—No tardes, pronto comenzaré a preparar la cena— correspondió al beso sintiéndose plena en ese sentido. Jamás pensó que merecía tal cantidad de amor, que viniese de una persona sincera como Ted.

Suspiró y trató de olvidar por un segundo todo el dolor que tenía en su interior. Que estuviera lejos de su casa no procovaba que dejara de sentir una tristeza enorme. Había perdido a sus padres, a sus hermanas, ahora estaba sola en la vida y no sabía cómo hacerlo del todo.

Quería ser fuerte pero no podía dejar atrás la faceta de la chica sensible y que se preocupaba por su familia a pesar de que todos emanaban toxicidad.

Pensaba sobretodo en Narcissa, en su atolondrada manera de ver la vida y lo manipulable que podía llegar a ser cuando se trataba de conveniencia. En su hermana Bellatrix que ahora debía de tenerla en lo más remoto de sus pensamientos. En sus padres que tiene que haberla borrado de su vida sin pesar.

Sólo le quedaba comenzar una vida nueva junto a las personas que ella misma había escogido. Estaba feliz de tener a Ted, a Molly y a Arthur, quienes ahora eran sus amigos cercanos. Quienes la habían apoyado y dado compañía en estos meses tan solitarios.

Comenzó a realizar la cena de una forma tranquila. Su pareja de amigos les habían invitado y ella había prometido llevarles algo para celebrar que pronto se casarían, así que se reunirían en la casa de Arthur para cenar todos juntos. Ellos adoraban el pollo rostizado que preparaba la bruja, por lo que adoraba concentir en lo culinario a sus comensales.

—¡Ted! ¡Necesito más leña! —gritó —¡Fuiste a cortarla o recién plantaste el árbol!

Su novio era un despistado, así que no era poco común que tardara haciendo las cosas que se encomendaba, su mente iba y venía con distintas ideas. Sin embargo un presentimiento llevó a Andrómeda a salir de la casa, ya había tardado demasiado.

Observó en la lejanía y pudo notar al mago tendido en la arena, inmóvil. Sus piernas se sintieron desfallecer, pero aún así corrieron hasta el lugar donde notó su camisa a cuadros negra con amarillo.

—¡Teddy, cariño! ¿Qué ha pasado?

Él sólo podía cerrar los ojos, estaba claramente bajo el efecto de un petrificus totalus.

—Ha pasado que es un impuro y no recuerda cómo usar su varita.

La voz de Bellatrix le provocó escalofríos.

¿Cómo había llegado hasta ella?¿Cómo le había encontrado?

Sabía que Aiden jamás le traicionaría, por ende él. . ¿Qué había sucedido con él en realidad?

—Tanto tiempo sin vernos, Andy —Bella escupió su nombre con un dejo de asco y a su vez sarcasmo —Yo sabía que esto sucedería después de todo ¿No crees que estos dramáticos encuentros son buenos para la salud?

Andrómeda de inmediato sacó su varita y apuntó hacia su hermana. Narcissa se hallaba un poco más allá, observándolas, lista para intervenir en caso de ser necesario; lo único que no sabía era a quien defendería.

—¿Cómo me encontraste? ¡Acaso no te doy asco! ¿A qué haz venido?

—Sentí nostalgia —respondió rodeandola —Quería saber en qué condiciones estaba viviendo mi ex hermana mayor y veo que no me equivoqué, eres tan patética que te uniste al idiota e inservible Tonks —una risita loca salió de su garganta —¿Crees que no le recuerdo? Adoraba hacer llorar al puerquito pobretón.

—¡Calla!¡No tienes nada que hacer aquí! Ya dijiste que no significo nada para tí y nadie en la familia Black¿Por qué vienes a perder tu tiempo aquí?

—Pues quería ver con mis propios ojos lo miserable que eras antes de acabar contigo y la abominación que hiciste —bramó—Ese idiota que está allí tratando de incorporarse sólo te va a traer ruina y yo te haré el trabajo más fácil, te ahorraré sufrimiento y acabaré con los ambos, será muy romántico.

Andrómeda negó con la cabeza.

—¿Qué te pasa, Bellatrix? Realmente estás mal de la cabeza ¿Quién te ha enviado, mis padres acaso?

—Recuerda que ya no tienes padres, eres una huérfana sin familia —le espetó —He venido porque mi misión es acabar con los que son como tú, despreciables e insignificantes, eres como ese pájaro que asfixié entre mis manos, tan simple, tan inválida que si vives o mueres no le afectaría a nada o nadie— farfulló —No importa que mueras, Andrómeda; nadie está interesado en ello, sólo eres un gasto de oxígeno y un desperdicio para el mundo mágico, tú y ese asqueroso sangre sucia.

Andrómeda no permitiría que la insultara en su casa, ni a ella ni a Edward. Una sonora bofetada se estampó en la mejilla de Bellatrix, no dejaría pasar aquellos insultos, esas descalificaciones.

—¡Mírate, querida! ¡Ya hasta golpeas como una muggle!¿Acaso te da miedo enfrentarme con magia?

Bella fue quien lanzó el primer hechizo y Andrómeda lo repelió. Narcissa al notar que sus hermanas estaban comenzando una batalla que no terminaría bien, se interpuso entre ellas, sin embargo no se detuvieron. Edward se incorporó y comenzó a lanzar hechizos con su varita, no obstante la bruja vestida de negro era muy poderosa, usaba magia que él jamás había visto.

Las carcajadas estridentes de Bella resonaban por toda la playa en la que se estaban enfrentando ambas. Andrómeda iba lanzando hechizos y Cissy trataba de frenar sus ataques.

—Jamás vas a tener paz, Andrómeda —le amenazó —Si no te mato hoy, créeme que será en otro momento; jamás estarás tranquila, seguiré tus pasos y te atormentaré día y noche.

—¿Tanto tiempo vas a malgastar en mí? —escupió Andrómeda acercándose con la varita—No deberías, tú eres de la realeza —Con toda la rabia del mundo usó su varita para cortar la piel de Bellatrix.

Un hilo de sangre comenzó a caer de su brazo. Ella sonrió, acercó su lengua al fluido rojo que manaba de su cuerpo y volvió a sonreír de manera macabra.

—Oh, ¡Pura! —dijo al saborear —¡Crucio! —chilló apuntando a Edward que estaba al lado de Andrómeda para protegerla.

—¡Maldita sea, detente ! — gritó la mayor— ¡Detente, Imperio!

Andrómeda nunca pensó en usar una maldición imperdonable, no se sentía capaz de hacerlo. Y ahora había ejecutado una a la perfección en contra de su hermana, todo con tal de salvar a quien amaba.

¿Acaso ya no amaba ni un poco a Bella?

—¡Basta! ¡Bellatrix! ¡Andrómeda! ¡Basta, son hermanas!

—¡Ella no es mi hermana, Cissy qué no entiendes!

Narcissa lanzó un hechizo para silenciar a Bella y también algo que la inmovilizara, se plantó delante de su hermana, observándola con aprehensión, tristeza y dolor.

—Andy, porfavor. . .

—No, Cissy; esta vez no —Andrómeda siempre había cedido ante los deseos y peticiones de su hermana pequeña, sin embargo ahora era distinto.

—Vuelve a casa, te ayudaré a hablar con nuestros padres, tardarán en entenderlo pero te perdonarán, si te casas con Edmund. . .

—¡Cissy, basta! Esta es mi elección, yo amo a Ted y no cambiaré lo que tengo por lo que tenía, porfavor no insistas.

Andrómeda sintió su corazón romperse en ese momento.

Las hermanas Black ya no existían.

Sólo existía Andrómeda, Bellatrix y Narcissa.

Separadas, divididas, alejadas.

Andrómeda se quedó en la playa junto a Ted, que consoló y secó todas sus lágrimas.

Narcissa y Bellatrix volvieron a casa.

La primera borró de la memoria de su hermana la ubicación de donde Andrómeda vivía. Después de todo Narcissa tenía el corazón roto por su separación.

Bellatrix estaba desesperada por no haber podido hacer nada al respecto.

Esta a furiosa.

Druella no se hizo esperar después de lo que Bellatrix le contó, se acercó al tapiz del árbol genealógico de la familia Black y con un sólo movimiento de varita, una mancha negra tapó el que en su momento representó el rostro de Andrómeda.

Bellatrix miraba por la ventana y se colocó la capucha.

Debía volver a donde su señor y asumir el castigo que tendría que afrontar por no haber dado caza a su traidora hermana.

Narcissa rompió a llorar, no pudo controlar sus lágrimas por Andy.

Su madre le observó con detenimiento.

—Sabes lo que implica la pureza de la sangre y ahora más que nunca debemos mantenernos puros, como nunca antes.

Los ojos de Narcissa no podían apartarse de la mancha negra que ahora era Andrómeda en su vida.

Algo que debía ser borrado, algo que no debía existir.

—Nunca más la volverás a ver, de lo contrario; tendrás mismo destino.

Había sucedido.

No había forma de que Andrómeda, Bellatrix y Narcissa volvieran a ser hermanas.

A continuación leer nota de la autora.

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