• CAPÍTULO 8
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THE BLACK SISTERS
IMPERIO
VIII. Sólo una puede ser
la reina.
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Cada año la Academia de Magia Beauxbatons ofrecía una plaza en su escuela para el intercambio de una estudiante de género femenino de cada curso con la escuela Hogwarts. Esto debido a que en Francia se impartían –además de las asignaturas normadas por los ministerios – especializaciones en etiqueta, modales y élite francesa. Si todas las chicas se peleaban por los cupos para asistir era porque encajando en la sociedad francesa y dando una buena impresión, podías acceder a una posición social elevada en dicho país; si en Inglaterra no tenías dinero, alguien podía interesarse en tí para tener un buen arreglo matrimonial o para que alguien del Departamento Internacional en el Ministerio usara sus influencias para que te incluyeras en la magia diplomática francesa.
Narcissa sabía que su padre y su madre eran influyentes, pero siempre se podía tener más de lo que te pertenecía. Y si Cissy conseguía un intercambio en Francia podría aumentar el poder adquisitivo de los Black; haciendo felices a sus padres.
— Durante dos meses — anunció Minerva McGonagall — se percibirá el comportamiento y desempeño de cada una de ustedes para decidir quién ira a la Academia Francesa, recuerden que este viaje puede abrirles las puertas a nuevas oportunidades en el mundo mágico — puntualizó observando a las chicas sentadas en el salón — Quiero recordarles que se tomarán en cuenta tanto su desempeño académico como conductual, deben recordar que representarán no sólo a Hogwarts, si no que también dejarán sobre la mesa la calidad del sistema educativo de la magia inglesa.
Narcissa era una chiquilla ambiciosa, con su carisma disimulaba bastante bien sus intenciones egoístas y pretenciosas. Claramente era una de las más interesadas en obtener esa plaza.
— No se cuál es el afán de querer convertirnos en unas señoritas buenas para nada— escupió Bellatrix, comenzando a caminar fuera del salón para dirigirse hacia los jardines principales — Pierden su tiempo, magia real deberían enseñarnos, Hogwarts debiese...
— ¿Tener intercambios con Durmstrang? — respondió Andrómeda terminando la frase de su Bellatrix mientras caminaba junto a ellas.
Había pasado el tiempo, Narcissa cursaba tercer año en el Colegio Hogwarts y todos los años había escuchado decir a su hermana las mismas palabras.
— ¡Pues claro Andrómeda! — exclamó la bruja a su lado — Nosotras ya tuvimos todas esas enseñanzas en casa ¿Para qué nos sirve? Quizás para las que no tienen dinero pueda ser una oportunidad de oro, pero ¿A nosotras en qué nos beneficia? Ya lo hemos tenido todo.
Cissy observó a Bellatrix con el ceño fruncido, no podía entender como su hermana no podía mostrar interés en convertirse en una princesa en el ministerio francés.
— Bella, esta podría ser la oportunidad de incursionar en el mundo mágico Francés, padre podría hacer nuevos negocios y cualquiera podría escalar.
Bellatrix miró su hermana menor como si lo que acababa de decir fuera una ridiculez.
— Cissy, punto uno; nosotras ya tenemos todo lo que queremos, estamos en lo alto de la sociedad inglesa, nadie va negarnos la entrada a ningún lugar — aclaró — punto dos, todos quieren emparentarse con nuestra familia, no tenemos necesidad de desesperarnos por un arreglo matrimonial y tercero, sabes que mi padre detesta a los franceses pues dice que son unos doble cara.
Andrómeda pensó por un momento en eso.
¿Qué acaso su familia también no era así? ¿Doble cara? ¿O todo esto era porque entre caretas falsas no podían confiar?
— Pues yo quiero ir y les aseguro que seré la escogida, estoy segura de que si hablo con mamá, ella intercederá por mí para que padre me autorice para ir. — comentó con un brillito infantil en sus ojos.
— Haz lo que quieras, sigo pensando que eso no te ayudará en nada — murmuró Bella antes de dejarlas a ambas.
Narcissa ya tenía una idea fija en su cabeza, obtendría para ella esa oportunidad, así lograría desmarcarse y escalar por su propia cuenta en el mundo mágico. Claramente con su familia lo tenía todo, sin embargo obtener algo tan importante le hacía sentirse orgullosa, no lo conseguía todavía y ya sentía que su ego crecía.
A partir de ese momento se centró solamente en hacer lo que mejor le salía.
Ser perfecta.
Su uniforme siempre estaba limpio y ordenado, su presentación personal era impecable.
Su bitácora era la más ordenada en todas las asignaturas, sus materiales eran los de mejor calidad, sus respuestas eran correctas en los exámenes y cada vez que levantaba la mano ganaba puntos para Slytherin.
Según ella todo iba viento en popa.
Todo iba de lo mejor según ella y ya podía sentir que sería la escogida.
Hasta que Minerva McGonagall publicó en un pergamino quienes eran aquellas chicas de tercer año que tenían mayores capacidades y aptitudes para asistir a Beauxbatons.
— Cissy — murmuró Saoirsr con entusiasmo en la voz — Han publicado en medio del pasillo principal los resultados, oí a Greta Dowell decirlo.
Saoirse y Rosalie no habían participado, puesto que sus padres no habían autorizado su salida del país. En cambio después de que Narcissa insistiera enviando cartas a su madre todos los días, esta por fin le había dado respuestas positivas luego de haber intercedido en nombre de la pequeña.
El trío de amigas caminó con rapidez, pero sin perder la compostura –una niña decente y bien educada jamás corría aunque su vida dependiera de ello–. El pasillo se veía parcialmente vacío, aunque eso no importaba, Narcissa sabía que estaría en el primer puesto de las seleccionadas.
No obstante quiso desaparecer cuando sus ojos le mostraron que eso no era así.
Clarissa Burke estaba antes que ella.
Si la selección hubiera sido el día de hoy, Burke estaría rumbo a Francia y no ella.
— No puede ser — siseó sin poder creerlo todavía —Esta lista debe tener un error.
— Oh amiga, creo que tienes que ir a hablar con McGonagall de inmediato — acotó Rosalie.
— Sí, tiene que ser una equivocación — comentó Narcissa tragando saliva e intentando calmarse.
— Te acompañaremos querida. — comentó de manera tranquila Saoirse con el fin de darle apoyo moral a su amiga que parecía estar sufriendo de un ataque de pánico.
El trío de Slytherins, caminó entre los estudiantes hasta llegar al despacho de la jefa de los leones. Allí tocaron la puerta y esperaron con calma. McGonagall se asomó y de inmediato supo a lo que Narcissa Black había acudido en su búsqueda.
— Profesora McGonagall ¿Tiene algunos minutos? Me gustaría hablar con usted a solas.
Minerva suspiró y tuvo que reprimir la expresión de fastidio que deseaba colocar en su rostro en ese minuto.
— Adelante, Black— señaló con altivez, puesto que no toleraría ningún tipo de improperio por parte de la menor.
Narcissa entró y acomodó su cabello y su corbata en el sitio indicado y luego trató de hablar con la voz más dulce y carismática que el enojo que estaba sintiendo le permitía.
— Profesora, me he percatado de que hoy han sido publicados los resultados parciales a cerca de quien va a ir a Beauxbatons en unos meses.
— Pues sí ¿Qué es lo que te aqueja, Black?
Cissy frunció los labios, gesto que solía hacer cuando estaba decepcionada o triste. Escuchar el tono de voz de Minerva y su actitud poco conciliadora le indicaba que esto sería difícil.
— Pues me gustaría saber porqué mi puntaje en relacionamiento interpersonal es tan bajo — comentó — Usted bien sabe que mi comportamiento no deja nada que desear, que tengo un buen rendimiento y que jamás me he visto envuelta en una pelea — señaló — Es por eso que me he tomado el atrevimiento de venir a hablar con usted de manera personal.
La bruja mayor la observó y le otorgó una sonrisa algo cínica. Los Black en general a ella no le caían nada bien, siempre acostumbrados a salirse con la suya a cómo de lugar; y por lo que se daba cuenta la menor de las hermanas no era la excepción.
— Verás Narcissa, si bien tienes razón en todo lo que has mencionado, tengo un problema contigo.
— ¿Y cuál es? De verdad que si tiene una queja contra mí, daré todo de mi parte para remediarlo; no sabe cómo deseo ese intercambio en Francia.
— Lo sé señorita Black, todas las muchachas que solicitaron la inscripción lo desean —puntualizó la mujer—Sin embargo, ya que quiere saber cuáles son los motivos de los maestros para no otorgarle el puntaje máximo, se lo diré.
Narcissa asintió esperando una respuesta fácil de rebatir.
— En la Academia de Magia Beauxbatons, no hay cavida para las discriminaciones según el estatus de sangre; Madame Máxime no tolera ese tipo de actitudes, el colegio francés al igual que Hogwarts acepta estudiantes nacidos de muggles y mestizos, y quien hace comentarios xenófobos es expulsado sin miramientos.
Cissy quería que se la tragara la tierra en ese momento.
— Pero maestra, usted me está prejuzgando ¿Cuándo ha visto que yo le diga ese tipo de comentarios a mis compañeros? No hago los mismos comentarios que Bellatrix.
— Pero no compartes con tus compañeros nacidos de muggles, los evitas, los excluyes y los ignoras como si no existieran — declaró la bruja —No basta con que no los ofendas, tienes que tener un relacionamiento equitativo con todos tus compañeros, si bien no te exijo que seas su amiga, tampoco tienes con ellos una relación cordial.
— ¿Y Clarissa Burke sí? — se atrevió a decir la rubia que a esa altura estaba conteniendo la ira naciente.
— Black, ya que lo mencionas; tu compañera ha demostrado un cambio de actitud y eso los maestros lo han apreciado, sin embargo no hemos visto ese comportamiento en tí, además no creo que vayas por muy buen camino si es que vienes a cuestionar la decisión de tus superiores. — expuso McGonagall poniéndose de pie —Ahora creo que es mejor que vayas a clases.
La jefa de los leones no le dió posibilidad de rebatir, tenía razón en todo. Se reunió con sus amigas y les contó todo lo sucedido en la oficina mientras iban a la clase de pociones. Su mirada y la de Clarissa hicieron contacto al llegar al aula, la chica soltó una risita y se volvió hacia su grupito de amigas.
— Perra — murmuró Cissy, sabía que en ese momento se estaba burlando de ella. Burlándose porque hasta el momento tenía lo que Narcissa deseaba con ansias.
Y no se quedaría tranquila, jo permitiría que el viaje se lo arrebataran así como así, no después de haber conseguido que sus padres le autorizaran. La mente de la chica comenzó a trabajar a mil por hora pensando en cómo solucionar tan incómoda situación.
Lo primero fue hablar con su padre; un fin de semana que pudo salir del castillo se reunió con Cygnus luego de haberle escrito una carta donde le explicaba que necesitaba de su ayuda urgente para solucionar un tema en la escuela.
— ¿Narcissa, enserio me hiciste venir para esto? ¿Crees que no tengo nada que hacer? — le cuestionó de manera enojada luego de que su hija le explicara todo lo que sucedía.
— Padre, sabes lo importante que es esto para mí, déjame tomar ciencias muggles como materia y te aseguro que todo irá bien.
— ¿Te has vuelto completamente loca? ¡Cómo se te ocurre! —exclamó enojadísimo—Mira, te diré algo; no vuelvas a mencionar o a pedirme ayuda para esto, si hubiera sabido que para viajar tenías que frecuentar sangres sucias me habría negado, pero tu madre siempre está apoyándote en todas tus estupideces.
— ¡Entonces habla con la dirección y los maestros para que me escojan, sé que puedes hacerlo! —chilló la rubia a punto de dejar caer sus lágrimas.
—Cállate y no vayas a llorar, jamás haré eso. Si quieres ir a una Academia llena de impuros lo harás por tu cuenta, y pobre de tí si me llego a enterar que tomaste esa estúpida asignatura, pues te las verás conmigo.
Su primer plan no había funcionado, dentro de ella lo sabía, pero quería descartarlo de lleno para avanzar al siguiente.
Sólo una podía ser la reina y lo sería ella.
No se permitiría perder.
Durante los siguientes días intentó mantener conversaciones con sus compañeros –algunos muchachos de Ravenclaw que eran mestizos – sim embargo la situación era tan incómoda y forzada que no pudo seguir acercándose a ellos, después de todo los años de crianza y de llevar a cabo una vida ignorandoles, le pasaba la cuenta.
Se dió cuenta que tenía que hacer algo pronto o quedaría fuera del grupo de intercambio, haría lo que fuera y si eso implicaba sacar a Clarissa del camino, pues lo iba a hacer. No contaba con Bella, ya que para ella toda esta situación era una tontería, Andy jamás se prestaría para algo así.
— Deberías hablar con Lestrange. — le sugirió un día Rosalie, durante la comida—Él es bastante ingenioso para hacer algunas cosas.
— ¿Rabastan? — preguntó la chica
—Pues cómo crees, Rodolphus — aclaró Rosalie—Estoy segura de que si le das algo a cambio estará encantado de ayudarte.
Rodolphus Lestrange era uno de los chicos más codiciados dentro de Slytherin, era fuerte, inteligente, guapo y malvado. Lo que todos conocerían como «el chico malo». Nadie quería tener problemas con él, pues tenía métodos bastante poco ortodoxos para arreglar sus problemas. Era compañero de Andrómeda y tenía una reputación bastante mala.
Sin embargo ella estaba dispuesta a todo para que Clarissa no fuera a Francia.
Un día luego del entrenamiento de Quidditch, Narcissa se acercó con paso algo inseguro donde el grupo de Slytherin estaba después de jugar un partido de práctica.
— Lestrange ¿Podemos hablar? — habló y de pronto todos sus compañeros de casa tenían la vista sobre ella.
El chico jamás había hablado tanto con ella puesto que no eran de la misma edad, no tenían mayor chance de hablar más que para saludarse o decir trivialidades en la sala común.
— ¿Black? ¿Qué necesitas?
La chica se puso algo nerviosa ante la figura imponente de su compañero. Ahora entendía porqué sus compañeras lo hallaban tan atractivo, puesto que sus ojos metálicos eran sumamente cautivadores.
— ¿Podemos hablar a solas?
Él asintió y caminó con ella hacia las gradas para acomodarse, sintiendo los gritos de los chicos del equipo que molestaban a Lestrange.
— ¿Tienes algún problema?
Ella asintió y sin más rodeo comenzó a hablar y a explicar todo lo que necesitaba. De pronto en la presencia del chico se sintió totalmente tonta e infantil. Le estaba pidiendo que le ayudara a hacer algo en contra de Burke solamente por un capricho y estaba segura de que él la enviaría al demonio.
—Si decido ayudarte ¿Qué ganaré yo?
Ese comentario ambicioso, claramente no podía faltar.
— ¿Qué quieres a cambio? — preguntó de manera inocente.
— Quiero que me ayudes con Bellatrix, ella me gusta pero al parecer no tiene intenciones de estar con alguien aún —señaló el muchacho —Si te ayudo, quiero que me ayudes para que ella salga conmigo.
Narcissa sabía que convencer a Bella era más difícil que el sol se congelara, pero no lo pensó dos veces.
—Trato hecho.— dijo de manera sonriente y besó la mejilla del chico con amabilidad.
Él sonrió y comenzó a caminar de vuelta donde sus amigos.
— ¡Aún no hablamos sobre lo que haremos! — gritó la menor de las Black.
—No es necesario, tengo mis métodos; tranquila, saldrá todo como quieres.
Ella sintió en ese momento que podía confiar en el muchacho, ahora su única preocupación era pensar cómo haría para que Bellatrix aceptara salir con él.
Las semanas pasaron y un día mientras Narcissa hablaba con Saoirse y Rosalie, Rodolphus le hizo una seña para que lo acompañara a uno de los salones de la sala común.
— Lo más probable, es que hoy te avisen que serás la escogida —susurró en el oído de la rubia, provocando un cosquilleo en su cuello.
—¿En serio? —miró hacia todos lados para que nadie fuera a oírles — ¿Qué has hecho?
—Espera y verás Cissy ¿O no confías en mí? — le preguntó en un tono de voz capaz de derretir a cualquier chica y Narcissa no fue la excepción.
— Pues sí, supongo que sí. — farfulló algo avergonzada.
Al día siguiente Horace Slughorn entró junto a Minerva McGonagall dentro de la sala común, que otro maestro que no fuera el jefe entrara era totalmente inusual y significaba problemas.
— Hemos recibido la noticia de que una de ustedes ha sustraído la copia de uno de los exámenes y lo averiguaremos ahora.
Narcissa no sabía si estaba más feliz porque sabía lo que significaba o por ver la cara de Clarissa al ver cómo los pergaminos eran hallados en su baúl.
— ¡Eso no es mío! — chilló molesta.
— Esto es una decepción, señorita Burke, espero que tenga una muy buena explicación si no quiere ser suspendida. — le regañó Minerva antes de llevarla consigo a su oficina.
Horace se acercó a Narcissa de manera sonriente.
—Señorita Black, he mandado una lechuza a sus padres pues deben venir a firmar las autorizaciones para su intercambio, usted ha sido la escogida para ir a Beauxbatons.
Una sonrisa gigante surcó la cara de Narcissa.
Su mirada se encontró con la de Lestrange y este le guiñó un ojo.
Pasado tres semanas y el carruje tirado por Abraxams la llevaba a la Academia de magia, Narcissa no podía dejar de pensar en tres cosas:
En su familia, pues estaría lejos de ellos todo lo que restaba del año.
En las oportunidades que tendría en Francia.
Y en su última conversación con Rodolphus.
Luego de que ella supiera que iría al extranjero un día durante una tarde lo encontró leyendo un libro de magia oscura apoyado en unos muros tras el castillo.
— Cissy ¡Supongo que estás contenta! Conseguiste lo que querías.
Ella sonrió y se puso frente a él.
— He venido a agradecerte por lo que hiciste por mí, de verdad que nunca terminaré de agradecer y prometo hablarle de tí maravillas a Bella en mis cartas y en lo buen partido que eres para ella, tal como acordamos.
Él se acercó a ella y la observó con intensidad.
— Que bueno que tocas el tema, pues creo que he cambiado de opinión.
Ella frunció el ceño sin saber a lo que se refería.
— ¿A qué te refieres?
—Ya no quiero que me ayudes a salir con Bella, quiero otra cosa.
— Dime, haré lo que quieras.
Él se acercó y susurró muy cerca de su rostro.
— Quiero que me beses, Narcissa Black.
El corazón de la rubia se disparó sin dar lugar a dudas, pero antes de que reaccionara Rodolphus ya tenía sus labios sobre los de ella y no le quedó de otra que responder, no por obligación, si no porque inconscientemente lo deseaba desde que había susurrado en su oído aquellas palabras hace semanas atrás.
Fue un beso real, el primero que daba.
— Eres hermosa, Cissy.
Ella lo observó y volvió a atraparlo con sus labios, tomando la iniciativa.
Ahora volando a Beauxbatons, no podía dejar de pensar en aquel primer beso que había recibido de aquel muchacho que la ayudó a sacar a su enemiga del camino.
¿Cómo haría para no pensar en Rodolphus Lestrange desde ahora?
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