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• CAPÍTULO 30

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THE BLACK SISTERS
IMPERIO
XXX. Desterrada.
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A veces el mundo te llevaba al límite de las cosas, de las decisiones. 

A veces la vida te colocaba la filo de la navaja. 

Al punto de querer lanzarle una maldición imperdonable y no arrepentirte por hacerlo. 

La antigua y siempre pura casa de los Black aquel día estaba resplandeciente; sus jardines estaban más arreglados que nunca, las flores decoraban cada pilar desde sus cimientos, las aves cantaban y el sol iluminaba el ideal cielo azul. 

A todas luces era un día perfecto. 

No para Andrómeda Black, donde nada había sucedido como había querido a lo largo de su vida. 

Sin embargo prefería morir antes de convertirse en una Warrington.

La élite del mundo mágico se desplegó en carruajes, transportes, trasladores y aparición para llegar al evento del año, no había nada que pudiera superar el enlace entre la hermosa y mayor de las hermanas Black, quien se convertiría en la heredera de la gran fama y fortuna de Druella y Cygnus. Las familias respetadas estaban convidadas a la gran celebración, obviamente todas cumplían con los estándares de pureza y riqueza; todas compartían la oscuridad, la depravación y el obseso exceso, aquel donde los Black estaban en la cima. 

Druella iba de allá para acá gritándole órdenes a los elfos domésticos. Todo tenía que estar en el lugar preciso, todo debía ser deslumbrante; que lograra sacar a relucir el poder que ellos poseían. Ellos recibían felices todo el mal que conllevaba estar relacionado al lado oscuro, a las sombras, a los lujos.

— ¡Debes sentirte feliz por tu hija!— Walburga se volvió hacia su hermano Cygnus para felicitarle debido al enlace que se estaba a punto de realizar. Ella era malvada, tenía locura en su interior , como si un halo oscuro la siguiera a donde fuera que avanzara, era perversa a su manera— No te pongas sentimental ahora, Andrómeda ya no fue nuestra desde que decidiste comprometerla.

—No estoy siendo sentimental, sólo quiero que todo resulte a la brevedad y que ella no vaya a hacer ninguna tontería— relató el mago— Sabes como es, puede ponerse a llorar y decir que no quiere dejar su familia.

Cómo se notaba que él no conocía en nada a su hija.

—Debes comenzar a desligarte de lo que puede o no hacer. Ahora es problema de los Warrington.

Mientras tanto Narcissa se paseaba saludando a todas las personas que veía y que le eran caras conocidas. Como siempre colocaba su sonrisa simpática y dulce. De pronto Lucius salió a su encuentro, se veía muy elegante y estaba acompañado de sus padres que también estaban invitados a la recepción.

—Te ves hermosa, siempre luces como un ángel.

—Tú siempre consigues sacarme una sonrisa —dejó un beso sobre sus labios y tomó de su mano para que ambos fueran a instalarse a las sillas que ya estaban dispuestas para los invitados— Acompañame.

De la mano de su prometido atravesó entre las personas que observaban lo bella que se veía. Entre ellas Rodolphus, quien no despegó su mirada de ella, logrando que se sonrojara y desviara sus ojos a cualquier parte que no fuera el atractivo rostro de Lestrange.

Debía comportarse, no quería seguir sintiéndose culpable por las constantes infidelidades que cometía. Era como si no pudiera controlarse, más no iba a arruinar el día de su hermana por ese tipo de tonterías.

—¿Cómo se halla tu hermana? ¿Está contenta?

—Sí— mintió —Está ansiosa con casarse y convertirse en una nueva señora y dueña de aquella gran Mansión.

Narcissa sabía lo que le convenía y lo que no. Sabía que Andrómeda debía casarse con Edmund, no obstante la conocía y ella no estaba contenta con ello, pero para Cissy era mejor tener un buen marido antes de quedarse soltera o con un mago de poca monta.

El amor vendría después.

Eso era lo que se repetía para convencerse a sí misma que pronto sentiría amor por Lucius.

Ese que sentía por Rodolphus.

—¿Dónde está Andrómeda? —la voz de Bellatrix resonó en la burbuja personal de la pareja.

—Pues supongo que en su habitaciones, terminando de alistarse —declaró Narcissa respondiendo sin entender el porqué su hermana usaba un tono tan hostil —¿Qué ocurre?

—Pues los Warrington han llegado y también el ministro de familias mágicas—señaló —Por lo que creo que debiese apresurarse, tampoco es como que necesite arreglarse tanto, esto sólo es una ceremonia para firmar el vínculo, un mero trámite.

—¡Oh, Bella! Este es un día especial para cualquier mujer ¿Acaso es que tu no quieres casarte alguna vez? —le preguntó su hermana en un intento masoquista de saber sobre Rodolphus.

—Sé que cuando casen a Andy comenzarán conmigo y eso me causa mucho fastidio ¿Pero qué puedo hacer? Es como que disfrutasen de estas cosas tan insólitas y tontas como casarse con tanta pompa.

—Así es como debe ser un matrimonio, Bellatrix.

—Bien, romántica empedernida; es mejor que vayas a donde tu hermana y le diga que mueva el culo—escupió con fastidio —Ya quiero comenzar a beber.

Bella se fue entre los invitados sin saludar a nadie, sin mirar a nadie. Eran demasiado insignificantes como para que ella invirtiera de su tiempo en compartir con ellos. Sobre todo con los que encontraba que no merecían estar en su casa.

Finalmente la habitación grande de color lila estaba resguardando a Andrómeda. Se veía a ella misma con un gran vestido blanco, frente al espejo, detestado su imagen, su presencia, su reflejo y todo lo que implicaba aquella embarazosa situación. Su corazón latía a mil por hora, estaba a la espera de la señal que podría liberarla de todas sus cadenas.

Alguien tocó a la puerta y decidió colocarse los guantes blancos que cubrirían sus delicadas manos. Una presencia joven y masculina se asomó por la puerta de la habitación.

—¿Puedo pasar?

—¡Sirius, pasa!

Sirius era el primo de Andrómeda y su rebeldía le había causado bastantes problemas en la familia. Cuando él fue seleccionado para Gryffindor, toda la familia Black comenzó a mirarlo por encima del hombro, a verlo con desprecio y a inferir de que era una traidor únicamente porque un objeto mágico lo había enviado a otra casa que no fue a la que los Black asistieron desde sus orígenes.

—¿Crees que podrás caminar con ese atuendo tan ridículo?

Ella y Regulus nunca fueron tan afines, este siempre fue cercano a Cissy. Sin embargo, Sirius y ella siempre solían conversar de forma amena y grata, era sin duda su primo favorito. Ella siempre quiso ser un poco como él, lo notaba tan libre, tan sonriente, hacía lo que quería, lo que le placía.

—Se supone que eso es lo que se espera, aunque creo que preferiría rodar por las escaleras y romperme un tobillo con los tacones—suspiró—Al fin los Warrington se darían cuenta de que no soy la mujer que quieren para su hijo.

—Creo que eres la mujer perfecta, prima ¿Quién en su sano juicio querría estar lejos de tí ? Eres buena, simpática, hermosa, inteligente y muy compasiva; creo que es una de tus mejores cualidades.

Ser compasiva le había traído un montón de problemas. Había arrastrado a personas de las que debió alejarse hace mucho, por lo que ella lo encontraba patético.

Suspiró y observó la ventana, allí vió cómo Aiden Parkinson caminaba en dirección a la mansión. Se comenzó a colocar inquieta y observó a Sirius.

—¿Interrumpo?

Ella se colocó más nerviosa, pues no sabía cómo plantearía la situación. Era mejor que nadie supiera lo que tenía en mente.

—Necesito estar sola, Sirius.

—¿Qué te traer entre manos, Andrómeda? Por favor dime que es algo que dejará en ridículo a esta estúpida familia.

—No puedo decir nada, Sirius; por favor.

—¡No puedo creerte! En realidad eres la persona que yo pensaba. Estaré a la espera de la función, seré el espectador de este teatro infernal llamado, reunión de la familia siempre pura—sentenció —No soy tonto, sé que te traes algo entre manos; y te digo de inmediato que te apoyo, sea lo que sea que suceda, voy a estar allí.

Andrómeda comenzó a dar vueltas por la habitación, no entendía porqué Aiden tardaba tanto. Se suponía que él llegaría a su habitación y le entregaría un traslado que él había activado apenas rozara las manos de Andrómeda. Sólo se activaría al estar con ella, con nadie más.

Pero necesitaba de tiempo, no podría hacerlo después de la hora límite en que su madre le había advertido que tenía que presentarse en el jardín para la ceremonia. Tragó saliva y se encaminó a la puerta, iría a su encuentro pues no podía esperar más.

En diez minutos se casaría si es que no hacía algo al respecto.

—¿A dónde vas tan apresurada, hermanita?

Bella estaba en su puerta, con Aiden entre la muralla y su varita apuntando. La chica tenía una amenazante mirada y sus ojos destelleaban ira.

Andy trató de mantener la calma y respiró intentando no denotar los nervios que comenzó a sentir.

—¿Qué se supone que haces, Bella? ¿Por qué le haces esto a Aiden? Supongo que sólo quiere saludarme, no creo que pienses aún que tengo una aventura con él—Decidió usar el sarcasmo para que su voz no la delatara.

—No, no soy una tonta —declaró —Sé que es esto— sacó de su vestido un viejo reloj de pulsera descompuesto que claramente era el traslador que la llevaría hasta Ted —¡No permitiré que arruines el nombre de nuestra familia, no dejaré que te vayas con ese asqueroso sangre sucia que te haz esmerado en ocultar! —gritó —¿Crees que somos tontos? Sé que tienes algo con un inmundo muggle y este te iba a ayudar a escapar con él ¡Crucio!

Cuando Bellatrix se descontrolaba era muy difícil volver a hacerla entrar en razón. Le lanzó un maleficio a Aiden y este trató de mantenerse en pie, pero el hechizo le pegó con fuerza y no pudo defenderse.

—¡Qué demonios pasa aquí, Bella! —Cissy venía subiendo las escaleras y observó cuando ella empezó a lastimar a Parkinson —¡Andy, porqué no bajas! Todos están esperando que bajes para empezar la ceremonia.

—¡No baja porque esta estúpida pensaba fugarse! ¡Fugarse con la ayuda de este imbécil! —bramó encolerizada— Fue tan fácil notar su rostro de preocupación y ver que venía a encontrarse con ella, fue fácil leerle la mente y descubrir que llevaba un traslador para ella, pues la princesa Andrómeda no quiere casarse con Edmund ¿Y sabes por qué? ¡Pues porque se revuelca con un asqueroso sangre sucia en el mundo muggle!

Narcissa observó a su hermana atónita, no podía dar crédito a lo que Bellatrix decía.

En ese momento Andrómeda tomó la decisión de ser valiente, de ser valiente como Molly le había dicho, trasparente como había aprendido con Edward y leal como había sido con Aiden hasta ahora.

Ya no había más mentiras ni más secretos.

—¿Eso es verdad, Andy?

—¡Sí, es verdad! Odio a esta familia con todo el corazón y no sabes cómo deseo no verlos nunca más —estalló sacando su varita de uno de los pliegues de su vestido —¡No van a detenerme! Voy a irme de este maldito agujero que se han engañado en llamar familia y si tanto les preocupa pueden olvidarse de mí para siempre, porque no estoy dispuesta a arruinar mi vida por culpa de ustedes ¡De todos ustedes!

Los gritos consiguieron que el resto de los invitados comenzaran a asomarse por el salón. Entre el bullicio y el cotilleo los señores Black entraron mirando hacia la planta alta.

—Se acabó y no conseguirán retenerme con sus ridículas amenazas, desde ahora pueden olvidarse de mí —los ojos cafés de la chica se posaron en los de Narcissa, sería a la única que lamentaría dejar, pero sabía lo que sus decisiones implicaban —Me exilio de esta familia, de esta maldita familia donde todo está mal.

Andrómeda cogió la mano de Aiden y sin que alguien pudiera preveerlo, empujó a Bellatrix con fuerza con el fin de que esta soltara el traslador que tenía en las manos apretado con fuerza. En la mansión Black no se permitía la aparición de ningún miembro que no fueran los señores.

Todo fue como si sucediera en cámara lenta.

Bella intentó tomar a Andrómeda por el vestido.

Narcissa observó cómo Aiden comenzaba a desaparecer junto a su hermana.

Cygnus y Druella subieron rápidamente sin éxito por las escaleras.

Andrómeda había huído.

Había escapado hacia un destino que desconocían.

—¡¿Qué mierda está pasando?! —vociferó Cygnus a sus hijas que estaban agitadas por la situación —¿Dónde mierda está, Andrómeda?

Los ojos furiosos de Bellatrix estaban inyectados en sangre.

—Se ha ido, se ha ido para siempre—declaró —Olvida que tienes una hija llamada Andrómeda, pues nos ha traicionado de la forma más vil y asquerosa.

—¡Déjate de tonterías, Bella! —chilló Druella, avergonzada ante los ojos de los cientos de invitados.

—Tu perfecta hija se fue con un muggle.

El sonido de asombro y el rumor comenzó a esparcirse entre los invitados.

—Andrómeda, es una traidora; una asquerosa traidora a la sangre.

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