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• CAPÍTULO 27

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THE BLACK SISTERS
IMPERIO
XXVII. Mal de amores.
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A veces la vida te lleva de vuelta a donde juraste no seguir insistiendo.

A donde no juraste volver por amor propio.

En donde tu corazón se dañó y no tuviste alternativa que aceptar que era un lugar tóxico para tu salud.

A Narcissa no le agradaba perder.

Esa palabra no estaba en su lenguaje.

Sin embargo fue pasando el tiempo y no le quedó más remedio que reconocer que en la lucha por el corazón de Rodolphus había perdido. Nunca había habido una lucha o algo así, jamás enfrentó a nadie por él, no obstante en su interior; una constante dualidad siempre la acosaba.

Él había sido de cierta forma, su primer amor. Aquel que había despertado en ella miles de sensaciones, que claramente no olvidaría jamás. Sin embargo él no había hecho más que romper su corazón, hacerle sentir para después pasear de la mano con su hermana.

No era culpa totalmente de él, siempre le había dicho que estaba interesado en Bellatrix. Ese había sido su error, pensar que en ese camino el mago iba a cambiar sus sentimientos y la escogería a ella. No era que hubiera habido algo, nunca lo hubo hasta el beso que él le pidió.

¿Y si no sentía nada por qué se lo pidió?

Pues esas habían sido interrogantes que habían atravesado en sus pensamientos días y noches. Había tratado de reemplazarlo con Regulus, sin embargo no había funcionado; jamás sintió con él lo que Lestrange le transmitió con un sólo beso, a pesar de que con su primo llegó a más.

Rodolphus Lestrange había roto su corazón, era su primera tristeza provocada por un chico y por ende no iba a ser fácil de olvidar. Menos cuando sabía que había sido usada y tal vez sólo un desahogo masculino.

Durante noches lloró y se sintió como una niña estúpida. Ella misma se regañaba por sentirse tan tonta con respecto a sus emociones. Pero pronto apareció Lucius y a pesar de que todo había sido orquestado por ella, las cosas estaban saliendo de su lado y realmente había empezado a sentir cosas por el rubio.

Pues como no, Lucius Malfoy era un príncipe sacado de un cuento que hacía de todo con tal de ver a Cissy feliz. Si ella pedía la vía láctea ahí estaba él para hacer lo imposible y que ella estuviera contenta. Él la trataba como la princesa que era.

Los Black al enterarse de su noviazgo, estaban muy contentos. Él era el candidato ideal para la chica y esperaban que las cosas se dieran de la mejor manera posible para ellos. No querían presionarlos pero Druella estaba segura de que pronto sus tres hijas estarían casadas con chicos realmente a la altura de ellas.

Pero volviendo a Narcissa, por fin había dejado de pensar recurrentemente en él, había aprendido que sólo estaba dañandose creyendo que en algún momento algo sucedería entre ambos de nuevo. Sólo había sido un beso y ya, por lo que se dedicó a aceptar todos los cumplidos y atenciones de Lucius, aceptó ser su novia –no muy convencida al principio– no obstante después se percató de que Malfoy tenía buenas intenciones con ella.

Así que le aceptó y aprendió a querer.

Comenzó a conocer sus gustos, lo que le daba miedo, lo que quería lograr en la vida. Y sorprendentemente era muy parecido a ella y todo lo que quería lograr, realmente podría llegar a ser feliz con Lucius si es que ella también ponía de su parte y dejaba atrás todo lo que le traía malos recuerdos.

—«. . . Te veo pasar, te veo caminando por los corredores; ajeno a mi mirada. Mis ojos se sienten culpables por seguir admirando aquel lunar.
Aquel lunar que en algún momento repasé con mis dedos al momento de besarte.

Pero dañas, haces mal y causas tormentas, y así no es como imaginé el amor.

Ríes, ajeno a que mis oídos aún se maravillan con tu voz.
Hablas, ajeno a que mi corazón aún se agita.

Pero dueles, dueles como esa espina que se clava al cortar las rosas, como cuando te cortas con papel al cambiar la página de un libro.

Lastimas con la inconsistencia de un “que habría sido si”, pero ya no más.

Espero que en algún momento dejes de dañar, doler y lastimar, porque he decidido dejarte atrás, porque si tu no dejas de doler, soy quien te tendrá que dejar. . . »

—No sabía que ahora disfrutabas de la poesía, Cissy— señaló Andy al momento en la rubia terminó de leer su libro. Uno de sus pasatiempos nuevos era leer poesía, según ella se acomodaba muy bien con en canto y el profesor Flitwick le había recomendado que con los poemas podía endulzar el corazón.

Narcissa cerró el libro y observó el verdoso mar que podía verse a través de las ventanas de la sala común. A veces se veía tenebroso y otras muy pacífico, como ahora.

—Creo que la poesía habla por sí sola.

—Había olvidado que eras una romántica empedernida, Cissy—sonrió su hermana —Dime ¿Piensas en el bruto de Malfoy cuando los lees?—sonrió.

Narcissa se mantuvo en silencio unos segundos y bastanton para alertar a su hermana. Al parecer había alguien más en el corazón de la pequeña Black y Andrómeda no estaba dispuesta a que tuviera que vivir lo mismo que ella.

—Cissy ¿Todo va bien con Lucius? —le preguntó con preocupación —Eres demasiado expresiva, romántica y empalagosa y creo que no veo aquello al instante de mencionar al rubio en cuestión.

—Todo está bien, Andy; sólo estoy algo melancólica —mintió —Pero también estoy triste, en algunos meses más te irás de casa y no sé cómo enfrentaré aquello.

Andrómeda se acercó para abrazar a Narcissa.

Puede que eso fuera verdad en cierta medida, pero sabía que Cissy ocultaba algo más. Había algo en su mirada, una especie de nostalgia; como si añorase algo que no podía tener nunca más.

—Siempre estaré contigo, hermana—sonrió la mayor —Nunca voy a dejar de quererte y cuidar de tí, siempre estaré para mi pequeña Cissy.

El día transcurrió entre clases y anécdotas, todos los estudiantes estaban preparándose ya para el cierre del año. Los de último curso rendían sus EXTASIS y los demás se preocupaban de sus respectivas pruebas para no suspender ninguna materia. Ya se podía sentir el agotamiento de final de año, algunos no querían irse de Hogwarts y otros querían volver a sus casas.

Narcissa iba entrando con sus hermanas al Gran Comedor para la cena, cuando se percataron de que tenía una nueva decoración; era tenue y en tonos rosados, había flores blancas decorando y las velas tenían un aspecto mucho más romántico. El cielo estaba lleno de arreboles en tonos lilas y las mesas estaban vacías, aún no se servían las comidas.

—Quizás con qué payasada va a salir Dumbledore —bufó Bellatrix al sentarse —Estoy que me muero de hambre ¿Qué significa toda esta mierda rosa?

Las chicas se encogieron de hombros y Narcissa tomó un asiento que la dejó frente a Rodolphus, quien se había instalado junto a sus amigos al lado de Bella. Trató de no observarlo, sin embargo sus ojos se iban de cuando en vez hacía sus facciones y allí estaba él. Hablando con Parkinson y Rosier sobre temas masculinos, no obstante cada cierto tiempo también le dedicaba disimuladas miradas curiosas.

Narcissa trató de no confundirse con aquello y se centró en estampar su mirada en contra de las páginas del libro de poemas que había estado cargando durante todos estos días, quería terminarlo antes del fin del curso, pues probablemente su padre la regañaría por leer contenido que no tenía que ver con la escuela.

Menos ahora que había sido designada prefecta, por ende debía poner todo su empeño en su enseñanza y no en tonterías sacadas de la revista Corazón de Bruja.

Albus Dumbledore se dispuso frente al procenio y se aclaró la garganta antes de hablar.

—Queridos jóvenes; quiero disculparme de ante mano por el hecho de que la cena aún no esté servida—comentó bajo la vista atenta de todos en el gran salón —Sin embargo hoy se me acercó un joven y me ha pedido un favor muy especial y no he podido negarme a concederselo —anunció —Quiero dejar ante ustedes al señor Lucius Malfoy quien tiene algo muy importante que decir.

Narcissa estiró su cuello para poder escuchar mejor. Se había percatado de que Lucius no estaba en la mesa pero pensó que había decidido saltarse la cena por uno u otro motivo. Analizó que Lucía muy bien, usaba una ropa oscura que no era el uniforme y había recogido su cabello en una cóleta baja usando el listón gris que ella le había regalado.

—Perdón por retrasar la cena de todos —saludó —Espero que esto sea breve y resulte bien—observó a Narcissa sentada entre los Slytherin y lo miraba con expresión de no entender nada—No todos me conocen, soy Lucius Malfoy y soy de Slytherin y tengo una novia muy bella a la que todos conocen, mi bella Narcissa Black.

En ese momento el corazón de Cissy comenzó a latir desbocado porque no entendía que era lo que estaba sucediendo. Pero no podía negar que no se sentía especial por el hecho de que la nombrara delante de todo Hogwarts. Sin embargo no comprendía a lo que quería llegar.

—Narcissa es la chica más dulce y bella que he conocido en mi vida y creo que merece lo mejor del mundo —susurró usando su varita para que todos le oyeran— Cissy ¿Podrías venir y acercarte porfavor?

Ella extrañada no pudo evitar poner una sonrisa y arreglar su cabello antes de ir al encuentro de su novio. Camino bajo la atenta mirada de sus compañeros de escuela y de los profesores.

—Lucius ¿Qué haces?

—Está sorpresa es para tí, amada mía —sonrió sacando de su bolsillo una cajita pequeña, se arrodilló y al abrirla estaba la más fina sortija que alguien hubiera visto jamás. Narcissa abrió los ojos de la impresión y sus ojos se llenaron de lágrimas de emoción.

No esperaba que él le pidiera casarse tan pronto, pero sin lugar a dudas la conocía pues ella adoraba que todos supiera lo feliz que era, ser el centro de atención y porqué no, ser la envidia de las chicas en la escuela.

—Narcissa Ariana— musitó con elegancia —¿Quieres casarte conmigo?

Antes de que pudiera responder sus ojos volaron a la mesa de Slytherin para observar de manera rauda la expresión de todos. Andrómeda se hallaba algo desconcertada, no entendía bien lo que sucedía y porqué era todo tan rápido, Bellatrix la miraba con suficiencia, estaba segura de que ella aprobaba la situación, Regulus la observaba con curiosidad y algo parecido a la nostalgia, pero Saoirse mantenía una sonrisa sarcástica en los labios, después de todo sabía demasiado; Rosalie –su amiga– tenía una expresión de felicidad y le asentía desde la silla.

No obstante su atención se quedó en Lestrange, quien se levantó de la mesa y abandonó la estancia.

Los ojos celestes de Narcissa volvieron a su novio.

—Acepto, Lucius —sonrió antes de besarlo —Sí quiero casarme contigo.

El comedor les aplaudió y los profesores les dieron sus felicitaciones. No se podía negar que era un gesto hermoso y que parecían sacados de un cuento de fantasía.

—No sabes lo feliz que me haces, mi Narcissa— le susurró depositando un beso en su frente—A partir de ahora seremos sólo nosotros dos.

El anillo relucía en los dedos de la chica, los diamantes tenían un resplandor hermoso. Cada una de sus compañeras querían verlo y apreciarlo. La felicidad de la rubia no podía verse empañada por nada ni nadie en ese instante.

Cuando cayó la noche salió a hacer sus rondas de prefecta en compañía de Pucey, decidieron separarse; él iría hacia los jardines y ella hacia el sector de la torre de astronomía. Subió las escaleras con cansancio y al llegar hacia la cima se asomó en el ventanal.

—Supongo que ahora estás feliz ¿No es así, Cissy?

Ella se sobresaltó, pues no debía de haber nadie fuera de la sala común a estas horas.

—¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar acostado?

—Pues sí, pero no tengo sueño.

Ella se sintió nerviosa y se volvió con el fin de abandonar el lugar. Estar a solas con Lestrange no era bueno y podría generar comentarios, sobretodo ahora.

—¿Vas a casarte? ¿Estás feliz, Narcissa?

—Claro que lo estoy, me casaré con un hombre que me ama y que me hace feliz.

Se acercó y él se colocó muy cerca de ella.

—No. Estoy seguro de que no le amas.

—¿Cómo te atreves?

— ¡No, cómo te atreves tú!

—No entiendo qué es lo que tratas de decir.

—Que te casas con él y no lo amas, no puedes hacer eso.

—¿Y qué te importa lo que yo haga? No debería preocuparte ¡Apartate!

Antes de que ella se escapara Rodolphus la tomó por un brazo y la besó con fiereza. Al inicio ella no respondió a su contacto; pero no era tan fuerte como parecía, aún tenía una debilidad por él.

—No puedes hacerme eso Narcissa, yo te amo; estoy enamorado de tí.

No hubieron más palabras.

Ella volvió a besarle, no podía resistirse ante Rodolphus Lestrange.

Menos después de esperar todo el tiempo por aquellas palabras.


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