Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

• CAPÍTULO 2

______________________

THE BLACK SISTERS
IMPERIO
II. Andrómeda Aquaria.
______________________

Cuando la primogénita de los Black llegó al mundo, todo creerían que fue el día más feliz para el matrimonio de Cygnus y Druella. Pero no fue así. El señor Black se sentía menoscabado por el hecho de que su esposa no hubiera podido concebir a un varón –como lo había hecho su hermano Orion– por lo que el nacimiento de Andrómeda no había sido más que un mero trámite para él.

Debido a esta reacción de su esposo Druella sufrió de una profunda depresión post parto, por lo que la pequeña bebé quedó al cuidado de las elfinas domésticas de la Mansión de los Black. La mujer no podía si quiera ver a la niña sin que toda la rabia que sentía  por su esposo al despreciarla volviera.

Cuando Andrómeda lloraba era otra cosa, los nervios de la mujer estaban destrozados. No quería saber de nadie por muchos meses.

Pero Druella no podía darse ese lujo. Haberse convertido en una Black venía de la mano con dejar de tener una vida normal. Toda la sociedad y élite del mundo mágico de Londres querían conocer a la primogénita de una de las familias con las líneas sanguíneas más puras. Por lo que esa no era opción. Durante semanas muchas personas eran las que solicitaban visitar al matrimonio. Más Cygnus no estaba para esas cosas, teniendo Druella que hacerse cargo de las visitas de cortesía que le eran tan fastidiosas en su estado.

Walburga, la esposa de Orion hace unos dos años atrás, había pasado por esa situación al tener a Regulus. Más era diferente, ella había tenido la dicha de tener un varón, lo que la colocó de inmediato en una posición preferencial dentro de la familia. Pero sin que nadie se lo dijera la bruja había ido en ayuda de su concuñada para ayudarle con la niña.

— No es posible que Andrómeda esté siendo cuidada por las elfinas domésticas. — le reprendió la primera vez que llegó donde ella— Es una Black, por lo que merece lo mejor, además es una bebé y necesita de su madre.

— Cygnus me aborrece por no darle un varón ¿Cómo esperas que me sienta? — preguntó Druella entre llantos. — No puedo verla, no soporto cuando llora.

Walburga no sabía cómo decir esto sin que sonara carente de tacto –no es que le importaran los sentimientos de Druella– pero a la larga, le perturbaba que Andrómeda estuviera a cargo de las alimañas que trabajaban limpiando las cocinas.

— Bueno, por si aún no te ha quedado claro, tus sentimientos dejaron de importar el día que te comprometiste con Cygnus. — le afrontó. — ¿No te gustó unirte a un hombre poderoso y a una familia que tiene a todos bajo su yugo? Pues deberás tragarte tus lágrimas y criar a tu hija de la manera que una Black se merece.

La contraria solamente fue capaz de escuchar sus afiladas palabras.

— Que Cygnus quisiera un varón no quiere decir que vaya a querer que esta situación vaya a saberse ¡Imagina el escándalo! — exclamó con dramatismo — su primera hija criada por las elfinas domésticas debido a la incapacidad de su mujer, no creo que quieras eso para tí, quedar deshonrada.

— No, eso nunca. — pronunció la mujer.

—Pues entonces acostúmbrate a tu hija y dale el trato que merece. — respondió Walburga y se la entregó en los brazos. — Te recuerdo que ella es una Black por sangre, mucho más valiosa que tú, que sólo lo eres por matrimonio. A mí me pasa lo mismo ¿Por qué crees que trato de verme como una buena esposa y una madre abnegada? — le cuestionó ante la mirada atenta de la bruja. — Lo hago porque sé que si cometo un error, será de mí de quien se desharán, que eso no se te olvide.

Tras esa conversación con Walburga, que ya se había mimetizado a la perfección con la obsena manera de los Black; Druella comenzó a hacerse la idea de que no podría despegarse de su pequeña y con el tiempo pudo superar su depresión post parto, pero los malos recuerdos vividos durante los primeros meses después del parto jamás se olvidarían.

Esa situación marcó definitivamente la personalidad de Andrómeda, que ha medida que fue creciendo, quiso recibir el mismo amor que ella entregaba. A pesar de que Druella había superado su depresión, jamás fue una mujer maternal y eso para una niña en crecimiento y que necesitaba del cariño de su madre fue traumante.

La mayor de las Black se crió a la espera de la atención que ella sentía, pero dentro de su corazón era incapaz se odiar a su madre o de recriminarle el poco amor que le daba. Su padre era una historia diferente, él solamente solía darle normas e instrucciones de cómo debía de actuar y eso que solamente era una niña.

Andrómeda creció entre reuniones familiares juntas y de la sociedad mágica de Londres. Reuniones que se realizaban en su casa– obviamente – si los Black eran los que lideraban y encabezaban toda la burguesía inglesa. Todos querían entrar dentro de la exclusiva élite que la familia había reunido, aunque si hubieran sido inteligentes se hubieran mantenido alejados. Pero cuando la pequeña Andrómeda tuvo ocho años se dió cuenta que todos estaban corrompidos hasta la médula.

Y que lamentablemente ella era parte de eso.

Se crió viendo cómo sus padres despreciaban a los traidores a la sangre, que no pensaban como ellos, a los llamados sangre sucia, a los muggles. Vió cómo trataban de la manera más vil a los elfos domésticos que trabajaban en su casa. Pero nada podía hacer, sólo le quedaba callar y agachar la cabeza, hacer como si nada sucediera.

Ella no entendía porqué era tan malo relacionarse con ellos, ya que eran personas tal y como ellos. La niña aún recordaba la ocasión cuando acompañó a su madre a dejar unos papeles en el ministerio de magia donde su padre trabajaba. Habían tenido que pasar por una de las calles más concurridas del mundo muggle y una niña de su edad le había sonreído, gesto que ella había igualado.

— ¡Por Merlín, Andrómeda! ¿Qué se supone que haces? ¡Cuántas veces te he dicho que no debes si quiera mirar a los muggles!

— Lo siento madre, no fue mi intención. — fue lo único que pudo contestarle a su alterada madre en cuanto la vió. — Sólo le observé.

— Esa niña no merece si quiera que le dediques una mirada. — ese fue el único comentario que hizo su madre con respecto al tema.

Y fue una de las cosas que ella no entendió ¿Qué la hacía tan distinta a esa niña? Claramente era una bruja y tenía poderes mágicos, pero aparte de eso estaban creadas de la misma forma, no había nada que los diferenciase aparte de la magia, ellos también eran de carne y hueso.

Un día se le ocurrió preguntárselo a su madrina –su tía Walburga–.

— Querida Andrómeda, aún eres una niña para que lo comprendas del todo, pero en la sociedad existe una jerarquía. — comentó su tía. — Imagina una escalera.

La niña asintió a la explicación de la bruja.

— Los muggles están en el piso, no alcanzan a subir al primer escalón, nosotros estamos en el balcón, subimos todos los escalones y a todos les toca admirarnos desde más abajo. — relató la mujer. — la magia es la que nos diferencia de ellos, no cualquier ser es capaz de tener magia corriendo en sus venas.

— ¿Por qué no todos tienen magia? Todos somos humanos ¿O no tía? ¿Qué significa ser sangre sucia? Es algo que no logro comprender.

Walburga suspiró, ella era mucho más cariñosa que su madre. Pero en altivez y orgullo eran iguales.

— Mira, cariño. — se aclaró la garganta. — Sólo los privilegiados por Merlín desarrollaron el don de ma magia, no todos son dignos. — puntualizó. — Y un sangre sucia es una combinación de padres, donde uno es muggle y el otro mago, o tal vez de dos muggles que han tenido un hijo con magia.

— ¿Pero eso también es ser mago?¡También tiene magia!

— La magia es algo demasiado importante como para querer compartirla y desperdiciarla con los muggles Andrómeda. — dijo algo severa. — Por eso nuestra familia es tan importante, jamás ha habido rastros de muggles o traidores en nuestro árbol genealógico, siempre hemos sido sangre pura y así debe ser por el resto de los tiempos.

La explicación de su tía fue clara.

Nada de muggles, nada de impuros, nada de traidores.

Los Black tenían una supremacía de pureza y de riqueza que los hacía intocables. Tenían tanto prestigio y dinero que se creían parte del firmamento. De lo contrario ¿Por qué usar nombres de estrellas o constelaciones en sus hijos?

Andrómeda Aquaria.

A ella le gustaba su primer nombre, más el segundo lo hallaba horrendo y estúpido, era como si se hubieran esmerado en encontrarle un nombre que nadie más tuviera y que la hiciera destacar entre todo el resto de personas.

Su infancia pasó de clases de ballet a clases de piano, de pruebas de vestidos costosos a elección de joyas que no necesitaba. Y cuando tenía un tiempo para ella sola, corría a la biblioteca que había en su Mansión. Ese era el único lugar del que se sentía parte. De pequeña sintió que ese era el único lugar en el que se le intentaba enseñar algo con contenido, porque ni siquiera Helena, la institutriz que tendría hasta cumplir los once y comenzar su educación mágica, le enseñaba cosas que ella realmente sentía que le sirvieran de algo.

Los libros se convirtieron en sus amigos en esa casa gigantezca, llena de superficialidad y sin afecto. Los libros fueron sus compañeros, así podía encerrarse y hacer que pertenecía a un mundo de fantasía, que no era parte de esa sociedad caótica, rica y prejuiciosa.

Andrómeda recibió su carta de Hogwarts a los once años, también llegó una carta de Beauxbatons. Los Black eran tan conocidos en todo el mundo que incluso desde Francia habían querido recibir a Andrómeda. Druella hubiera querido enviarla allí de no ser porque Cygnus no estuvo de acuerdo, a su esposo los franceses no le caían bien, por ende no hubo chance.

Las modistas más exclusivas fueron a su casa para tomarle las medidad y confeccionar así sus uniformes. Ella era Andrómeda Black, no podía si quiera respirar el mismo aire que respiraba la simple gente del callejón Diagon.

A pesar de todo, la niña estaba emocionada, ya que comenzaría su formación mágica. Ya había denotado con mucha fuerza sus dotes mágicos, y sus padres estaban conformes con eso.

No podía decir felices, ellos jamás mostraban sus emociones.

Apenas llegó su aceptación su padre comenzó a hablar como si de un autómata se tratase.

— Debes saber Andrómeda, que en Hogwarts hay un montón de personas indeseables, no debes estar cerca de ellos — comentó su padre con su tono autoritario. — nada de sangre sucias, nada de traidores a la sangre, conoces a los hijos de nuestros amigos debes amistar con ellos.

— Sí padre. — murmuró.

— No quiero que te metas en problemas, eres mi primogénita y debes dejar en alto el nombre de la familia. — dijo siguiendo con su discurso. — en Slytherin estarás con la clase de personas que debes estar.

Slytherin.

Sí, desde antes de que entrara en la escuela Andrómeda había sido sentenciada. Desde antes de que siquiera pusiera un pie en el expreso ya se le había enviado a la casa a la que debía ir. Ya que por siglos los Black habían asistido a la casa de las serpientes y ella no podía ser menos.

Slytherin era lo mejor para ella y su familia –decía su madre– La bruja había leído historia de Hogwarts durante sus vacaciones, allí se describía a los Slytherin como personas ambiciosas, arrogantes y astutas. Que hacían todo para conseguir lo que querían.

Personas muy como sus padres.

Pero nada más alejado a lo que ella era.

Ella era amable y sensible, le agradaban los elfos domésticos y desde niña sintió que los muggles no eran como sus padres los describían. Pero si sus padres decían que Slytherin era lo mejor para ella acataría.

El gran día llegó y en el momento que Andrómeda se sentó ante todo el Gran Comedor para ser seleccionada estaba sumamente nerviosa. Durante todo el verano había estado inquieta pensando en lo que sucedería en ese momento, todos los ojos estaban sobre la hija de Druella y Cygnus. Todos pendientes en la heredera de la fortuna Black.

Cuando McGonagall puso el sombrero sobre su cabeza ella cerró los ojos.

Oh, miren a quien tenemos por aquí, una nueva Black. — murmuró el sombrero en su cabeza. — Pero noto algo difetente, tú no eres como todos ellos.

Por favor no, debes enviarme a Slytherin, por favor.

Percibo valentía, sensibilidad y un noble corazón ¿Estás segura de que no te gustaría estar en Gryffindor? ¿Tal vez en Hufflepuff? — mencionó el objeto.

¿Estar en Gryffindor o en Hufflepuff?

Esa hubiera sido su sufrimiento desde ese momento.

La deshonra de sus padres.

— Te lo imploro, debes enviarme a Slytherin. — pensó con todas sus fuerzas.

Pudo relajar sus músculos solamente cuando oyó que el sombrero gritó Slytherin. Aunque estaba muerta de vergüenza, el sombrero había deliberado durante unos dos minutos que para ella se le hicieron eternos a diferencia de los hijos de los amigos de sus padres, quienes inmediatamente eran enviados a Slytherin.

Se acomodó en la mesa y pudo ver que era la primera chica de su generación en ser enviada allí, se dió cuenta de que las otras chicas de su casa la miraban com recelo, con envidia, ninguna le dió un saludo amable. Todas codiciaban ser Andrómeda, todas anhelaban ser una Black.

Y desde ese momento, ella se dió cuenta de que jamás encajaría en Slytherin, de que jamás encajaría en el mundo de los sangre pura.

Que jamás encajaría con los ideales de los Black.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro