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• CAPITULO 13

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THE BLACK SISTERS
IMPERIO
XIII. Golpe seco.
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Las vacaciones de navidad estaban por terminar y la familia Black disfrutaba del cuantioso almuerzo reunidos alrededor de la extensa mesa de caoba negra que decoraba el comedor.

Todos comían de manera elegante, nadie emitía un sonido, nadie hablaba mientras masticaba; resumiendo, todo era perfecto.

La navidad ya era cosa del pasado y el año nuevo había pasado recientemente, todos habían pensando en sus deseos de forma secreta esperando que se materializaran de una u otra manera.

La cara de Cygnus se iluminó por una sonrisa auténtica. Él no solía sonreír y si bien el motivo que provocaba aquel gesto no sería recibido de buena manera, no le interesaba; después de todo saldría beneficiado de cualquier forma aunque eso significare que una de sus hijas estuviera involucrada.

En el caso del señor Black, su deseo se cumplió demasiado rápido y eso lo hacía feliz. Observó a sus hijas con deleite pensando en el gran provecho que podría sacarles. Sí,  podría conseguir tanto para él con la belleza cautivante de Narcissa, la mente astuta de Bellatrix y la dulzura innegable de Andrómeda.

Se aclaró la garganta antes de hablar y Druella captó de inmediato lo que su esposo quería mencionar, por lo que se limpió con una servilleta y aguardó atenta a intervenir cuando su esposo le diera la palabra, sabía que tendría que hacerlo pues el tema sacaría ronchas en sus hijas.

—Niñas, quiero hablarles de algo que nos afecta como familia; pero sobre todo a mi hija mayor —puntualizó —Andromeda.

La aludida cogió la servilleta y luego de eso observó con algo de ansiedad y extrañeza a su padre. Cygnus había hablado en tono serio, pero se percibía alegre; debido a eso la chica sentía que el mensaje era algo ambiguo porque su padre jamás sonreía.

—Bien, ustedes saben lo importante que es para mí que siempre se mantengan en el estatus que les corresponde —comentó —Siempre deben representar el apellido que portan, así que nosotros como sus padres también debemos velar porque reciban lo mejor.

Druella observó a sus niñas con atención, las tres no entendían bien a qué se refería su padre; pero no dejaban de observarle con atención y algo de sumisión. En ese momento Cygnus dirigió su mirada directamente a Andrómeda y pensó en la manera indicada de soltar la bomba que lo tenía totalmente de buen humor.

—Verán, hemos hecho un muy buen negocio de piedras preciosas para amuletos mágicos — hizo una pausa —Los Warrington están muy felices de haberse enlazado con nuestra familia, pero a veces los negocios pueden terminarse y necesitábamos de algo duradero que nos uniera por años indeterminados.

En ese momento una leve punzada en el estómago le indicó a la mayor de las Black que algo no andaba bien y que tenía que ver con ella. Por algo sus padres se estaban comportando así, algo escondían y ahora no sabían cómo explicarlo y se colocaban en esta postura para probar sus reacciones.

—Los Warrington son como nosotros y tienen nuestras mismas creencias e ideales, también confiamos en que el negocio prospere y podamos sacar de esto muchos recursos para nuestra familia y para poder posicionarnos mucho más arriba en el poder del mundo mágico.

Bella había comenzado a desesperarse.

—Padre —habló, era a una de las pocas personas que le hablaba con respeto —¿No crees que te estás dando muchas vueltas? Estamos ansiosas de saber qué sucede ¿Qué más sucede con los Warrington?

Cygnus enfrentó la mirada de Andrómeda quién no había dicho ninguna palabra hasta ese momento, estaba esperando la ocasión para hacerlo si es que eso llegaba a suceder.

—Para fortalecer la alianza con la familia hemos decidido que Andrómeda se comprometa con Edmund—declaró, dejando detrás de sus palabras una estela de asombro y de incertidumbre.

Hubieron unos segundos de silencio que se hicieron eternos hasta que Cissy fue quien los cortó.

—¡Espero que consigas un partido así de bueno para mí, padre! ¿O acaso porque Andy es la mayor siempre debe tener lo mejor?

Druella hizo callar a su hija en ese momento pues no era tiempo de berrinches infantiles y de celos ridículos. Miró con el ceño fruncido a su primogénita que seguía muda y con una expresión imperturbable.

—Andrómeda, hija ¿Acaso no dirás nada? Estamos hablando de tu compromiso.

La aludida estaba en shock, no era capaz de formular palabra pero su cerebro estaba trabajando a un nivel que jamás había hecho. Estaban pasando por su mente un montón de pensamientos que iban desde la desdicha hasta la ira.

Edmund Warrington

El chico que se había encargado de dejarla mal con la mitad de Hogwarts después de haberle derramado un frasco en pociones ahora se convertiría en su esposo o al menos era en ese momento su prometido.

De todos tenía que ser él.

De todos los chicos con los que podrían haberla comprometido habían elegido al idiota más irritante de la escuela a su parecer.

—Dí algo, deberías estar agradecida —mencionó Bella que ya estaba hartándose, no soportaba cuando Andy comenzaba con sus sentimentalismos.

Andrómeda cruzó mirada con su madre y luego con su padre.

—¿Cuando pensaban decirme esto? ¿Por qué los Warrington no están aquí?

—Pues lo estamos haciendo ahora porque no queríamos que estuvieras más abrumada de lo que estás ahora, creo que no te habría gustado hacerlo en la ceremonia de Yule —declaró su madre tratando de mantener el tono conciliador.

La chica inspiró y dejó escapar el aire con pesar.

—Edmund  Warrington me odia —declaró —Dudo que el esté feliz con esta noticia.

—¿Por qué dices eso? Si fue el mismo el que propuso el compromiso, está totalmente cautivado por tí.

—¡Eso no es verdad, sólo quiere burlarse de mí!

Cygnus dió un golpe seco en la mesa y alteró a todo el ambiente que hace segundos atrás era de completa paz.

—¿Cuál es el maldito problema? ¿Por qué demonios tratas de hacerme perder la paciencia, Andrómeda? ¿Acaso casarse no es lo que quieres todas las chicas?

Claramente Andrómeda no era como el común de las chicas y ella no deseaba para nada hacerlo con alguien a quien le impusieran. Ella era sensible, soñadora y romántica; jamás querría casarse con alguien del que no estuviera enamorada.

—No quiero casarme con él.

Eso era algo que nadie esperaba, la chica que todos conocían siempre aceptaba las instrucciones y solía agachar la cabeza ante las órdenes de sus padres, no cuestionaba ni objetan a algo.

—No seas irrespetuosa, Andy —reprochó Bella —Deberías darte con una piedra en el pecho de que alguien quiera casarse contigo —declaró dejando aquella frase en el aire que provocó que su hermana se colocara de los nervios.

—¿Qué insinúas? ¿Que nadie querría tenerme por esposa? ¡Pues si nadie lo quiere no me importa, no me interesa casarme con ningún hombre que no me ame en realidad!

—¿Desde cuándo piensas esas tonterías ? —interrogó su padre y se volvió a Druella —Mira lo que tú hija está diciendo, no tienes nada que hacer ; sólo preocuparte de ellas.

—No me culpes a mí, esa es la enseñanza que le dan en la escuela ¿O quieres que también intervenga en eso? Si las hubiéramos enviado a Beauxbatons esto no estaría pasando.

—¿Si Andy no quiere casarse con él puedo hacerlo yo? —interrumpió Cissy tratando de distender el ambiente, sin embargo ocurrió todo lo contrario.

—¡Basta! —bramó Cygnus —No puedo creer que montes todo este escándalo por un simple compromiso —dijo dirigiéndose directamente a su hija mayor —No quiero volver a oír nada más sobre este asunto, te casará porque yo lo digo y porque eso lo decido yo —declaró de manera altanera.

—Pero. .  .

—Basta, Andromeda —intervino su madre —Ya oíste a tu padre, tu compromiso está arreglado y con un hombre de buena familia y posición que es lo que importa —comentó con frialdad —Si te gusta bien y si no pues sabes cuáles son las consecuencias de tus actos.

Exilio, deshonra y ser prácticamente tratada como una paria.

Rechazar ese tipo de compromiso o propuesta la ponía en la desagradable situación de convertirse en una traidora a la sangre, algo que en su familia detestaba tanto como ser un sangre sucia o un muggle; por ende no era opción par ella denegar de aquella situación, no le quedaba nada más que aceptarlo y así evitar que su familia la apartara como había hecho con otros miembros años atrás.

La Andrómeda de años atrás habría aceptado sin chistar, habría mirado hacia abajo y hubiera ido al altar con Edmund Warrington resignada a vivir una vida de desdicha en un matrimonio falso y sin amor; sin embargo esa muchacha había comenzado a desaparecer poco a poco, habían empezado a suceder acontecimientos que cambiaron su mente y su visión del mundo y la flamante heredera de los Black ya no llevaba el apellido con tanto orgullo como había hecho años atrás.

Con rapidez se levantó de la mesa y empujó la silla sin preocuparse ni pedir autorización para levantarse, estaba siendo conducida por emociones que antes había reprimido y que ahora habían fluido sin ningún freno, no quería estar cerca de sus padres, no quería estar cerca de sus hermanas que no habían pronunciado palabra para defenderla –es más – había visto el desinterés de Bellatrix y una chispa de envidia en los de Narcissa.

—No te he dado la autorización para que te levantes —habló su padre de manera autoritaria, sin embargo no consiguió hacer que ella retornara.

—Si ya escogieron al hombre con el que me voy a casar, no esperen que esté contenta; pues no lo estoy—señaló —Así que creo que lo mínimo que me deben es el poder irme a mi habitación y que no me molesten más.

Había fuego en el interior de la chica.

Enojo, frustración, miedo y rabia.

Y todos esos sentimientos no llevaban a nada más que al sufrimiento.

Lamentablemente Andrómeda se había convertido en la desafortunada heredera de los Black, algo que jamás había querido, algo que no había pedido;  en ese momento lo único que deseaba era ser parte de otra familia, dejar de ser quien era.

Necesitaba salir de allí, necesitaba huír y la única persona en la que pensó también estaba siendo afectada con su rabia y con el desprecio que sentía hacia el mundo en ese momento. Cogió un poco de polvos flu  y entró en la chimenea, quizás no era la decisión más sensata pero no podía quedarse con todo guardado.

No tardó en llegar a la mansión Parkinson y en salir de la chimenea en la habitación de Aiden, hace unos años ambos habían vinculado las chimeneas de sus cuartos para llegar de inmediato en caso de emergencias, esta era una de esas ocasiones; aunque lamentablemente nada favorable.

Aiden estaba fumándose un cigarrillo en su cuarto, tendido en su cama cuando un ruido salió de la chimenea y resultó ser su mejor amiga. Se levantó de inmediato y apagó el cigarro en el cenicero de cristal.

—¡Por Salazar, Andrómeda! ¿Qué hubiera sucedido si la chimenea estuviera encendida? ¿Por qué no avisaste que ibas a venir, maldita sea?

—Quizás si hubiera estado encendida habría acabado el sufrimiento que tengo en este momento.

Aiden iba a sonreír por el tono melodramático con el que habló su amiga de no ser porque una bofetada quedó plasmada en su mejilla derecha, todo sucedió tan rápido que él no tuvo tiempo de reaccionar y mucho menos de impedirlo. El golpe impactó y provocó un ardor inmediato en la cara del mago que la observó con enojo y con desconcierto.

—¡¿Qué mierda te pasa, Black!? ¿Por qué me golpeas, acaso estás loca?

—¡Me traicionaste, Parkinson! —chilló —¡Lo sabías, sabías todo y no fuiste capaz de decírmelo! —gritó y trató de volver a golpearlo pues intentó manotear, sin embargo él la cogió por los brazos.

—¿De qué hablas, Andy?

— No te hagas el imbécil, sabes de lo que hablo.

—¡Mierda, Andrómeda! Dí de una vez lo que está pasando.

—¡Sabías que mis padres me iban a comprometer! Estoy segura que tú lo sabías y no fuiste capaz de decírmelo en el expreso, de lo contrario no hubieras sacado el tema —le acusó —¡Atrévete a negarlo!

Aiden Parkinson sintió cómo su estómago se contrajo al notar la reacción de su amiga, no era capaz de mirarle, pues habían muchas cosas que no sabía cómo explicar.

Claro que lo sabía, no podía negarlo; si sus propios padres habían estado conversando con los Black para hacer que ambos se comprometieran, él sabía que sus padres le estaban buscando un arreglo, sólo que Aiden no conocía quien había sido el escogido.

—Sabías que mis padres me prometerían a Warrington y no hiciste nada por advertime ¡Mierda, debí verme como una estúpida cuando me lo dijeron! Y tú. .  .

Warrington.  .  . — susurró amargamente.

No era lo que Aiden esperaba claramente.

Sus padres no había conversado con los Black porque sí, había sido el mismo el que lo había propuesto.

En ese momento sintió que la ira hacía presa de él, no sabía por cuál situación en particular.

Si porque creyó que ella estaba molesta porque tal vez sus padres la habían compremetido con él.

Si porque ilusamente creyó que eso sucedería en algún momento cuando Andrómeda jamás le dió una señal de aprobación.

O porque quería estar en los zapatos de Warrington y no tenía el coraje de decírselo a Andrómeda.

Tal vez por las tres, porque la verdad de las cosas y lo único certero en ese momento eran las sentimientos que Aiden tenía por Andrómeda y ahora no había lugar para ellos.

No ahora con ella comprometida y odiándole por no haberle advertido.


Este bello banner fue uno de mis premios por el primer lugar en los Pink Awards 2020 de la EditorialPink1

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