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• CAPÍTULO 11

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THE BLACK SISTERS
IMPERIO
XI. Regalos anticipados
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Las niñas decentes y de buena familia pasaban la navidad en casa junto a los suyos. Por ende en la época de festividades las hermanas Black debían de volver a su hogar, nada de pasar las fiestas en Hogwarts como si fueran unas huérfanas de las que nadie se preocupaba, ellas tenían una Mansión que las esperaba.

La navidad era la época favorita del año de muchas personas; la nieve, las luces, el árbol, el cálido ambiente y el cariño fraterno que se percibía en cada familia. Algunos la celebraban por motivos religiosos, otros por costumbre y otros por las antiguas tradiciones.

En el caso de la familia Black era la última.

Las antiguas familias de magos de sangre pura, celebraban Yule.

Yule fue el origen pagano de la navidad, traído desde las tierras nórdicas y luego esas tradiciones se fueron expandiendo por toda Europa en los siglos pasados. Claramente los puristas celebraban de esa manera y no la clásica fiesta que los muggles habían degenerado hasta convertirla en una sátira de lo que realmente era.

Antiguamente la fiesta de Yule era celebrada por los vikingos, sajones y otros pueblos mágicos antiguos en la época del solsticio de invierno, agradeciendo el triunfo de la vida sobre la muerte, dejando ir en paz a los que habían quedado en el camino. En el caso de las brujas y magos; estos le agradecían a Merlín que los hubiera revestido con la magia y que siguiera haciéndolos poderosos.

Ya que esas tradiciones no eran llevadas a cabo en Hogwarts, las chicas volverían a casa y lo más probable es que las realizaran con toda la familia Black, como la tradición lo demandaba. Este año Druella les había avisado que la fiesta se llevaría a cabo en su Mansión, por lo que todo debía ser realizado con sumo cuidado.

Allí iban, Andrómeda y Bellatrix junto a algunos de sus compañeros de casa en el mismo vagón del expreso hacia la estación de Kings Cross, donde un elfo doméstico las recogería para llevarlas a su casa.

Bella no dejaba de parlotear junto a Alecto, Ludovica y Saoirse; siendo el centro de atención, su plática sobre el nuevo juego de tiro que había pedido como regalo parecía ser el tema más fascinante del vagón de Slytherin.

Sin embargo Andrómeda iba junto a Aiden, ensimismada en sus pensamientos; con la vista fija en el verdor de los valles ingleses que le ofrecía el paisaje.

¿Era normal sentirse totalmente fastidiada por tener que volver a su hogar?

Se supone que todos extrañaban a sus padres y a su familia y estas eran las fechas ideales para volver a encontrarse, no obstante Andrómeda sentía que volvía nuevamente a un cuartel militar donde tenía que medir sus palabras, sus acciones y hasta sus pensamientos; por lo que la respuesta era clara, ella deseaba internamente pasar alguna navidad en el castillo, o quizás en cualquier otro lugar que no fuera la ostentosa Mansión de la siempre pura familia Black. Tampoco tenía idea desde cuando esas ideas pasaban por su mente, ella no tenía malos pensamientos o cuestionamientos rebeldes, pero últimamente algo en ella al parecer había cambiado.

— ¿Qué está pasando en la mente indescifrable de Andrómeda Black? —preguntó su amigo, con voz misteriosa sacándola absolutamente de sus ideas.

Ella le sonrió y negó con la cabeza.

— Es sólo que tengo sueño, no dormí bien anoche—mintió. Su amigo podía ser muy cercano a ella, pero no dejaba de ser un sangre pura que lo más probable la juzgaría por tener ese tipo de cuestionamientos internos.

Él frunció el ceño y puso una mueca de sarcasmo.

—Hey ¿Por qué imbécil me tomas? Te conozco Black, sé que algo está rondando por tu mente ¿Acaso no puedes reprimir tus pensamientos impuros y tienes que colocar cara de nada para no ser descubierta?

Ella rodó los ojos y cerró el libro que desde el inicio del viaje había tratado de comenzar, sin mayor éxito.

—No es nada Aiden, por mi mente no atraviesan las perversiones que pasan por la tuya, es sólo cansancio —reafirmó.

— En mi defensa, es mi deber preguntar; es sabido que cuando las mujeres dicen «nada» es porque ocurre todo— se defendió —Además ¿Perversiones, en mi mente? Infamias.

Andrómeda lanzó una carcajada luego de mucha seriedad y cogió un muffin de chocolate que había comprado hace un rato a la señora del carrito. Aiden la observó y antes de que ella pudiera darle una mordida, se acercó y comió del pastelillo.

— ¡Hey! —se quejó Andrómeda, dándole un golpe con su puño en el hombro.

— Te demoraste mucho —dijo el Slytherin, sonriendo y lanzando una carcajada.

En ese instante, aquel momento de amistad fue interrumpido.

Parkinson —la voz seca de Bellatrix se hizo notar en medio de todas las conversaciones del vagón — ¿Quién te crees? ¿Por qué te tomas esas confianzas con mi hermana?

El chico bufó por lo bajo y rodó los ojos, a él, Bellatrix no le agradaba en nada, era como un grano en el trasero y detestaba que fuera tan insidiosa y entrometida.

— Por si no te has dado cuenta no estamos hablando contigo.

La mencionada le enfrentó dándole una mirada que congelaría a cualquier persona y provocaría que saliera huyendo, pero Aiden era tan tenebroso como ella cuando se lo proponía; él no bajó la mirada y antes de volver a decir algo ella observó a Andrómeda.

— Tú — puntualizó hacia su hermana— ¿Por qué le das tantas confianzas a este? —le preguntó, siendo bastante grosera al referirse a su compañero — ¿Que yo sepa no es tu novio, ni tu prometido ni nada?

Andrómeda tragó saliva, no quería comenzar un enfrentamiento con Bella frente a todos.

—Sabes que es solamente mi amigo ¿No entiendo porqué te desagrada tanto?

— No deberías permitirlo y lo sabes, mi madre no estaría contenta.

Al oír esa frase algo se removió en el interior se Andrómeda.

¿Por qué tenía que aguantar que su hermana la avergonzara de esa manera?

Ella no estaba haciendo nada malo.

Y estaba harta.

Harta de ella y de su actitud de abeja reina.

Se puso de pie y le encaró.

— Pero tú no eres mi madre —replicó, con un tono frívolo que nunca antes nadie le había escuchado —Y no permitiré que me digas qué o cómo comportarme.

—Ni creas que esto no lo sabrán nuestros padres.

—Pues ellos tienen derecho a decirme lo que sea, no tú —explicó — ¿Qué te hace pensar que puedes darme órdenes, Bellatrix?

Ambas hermanas se mantuvieron la mirada.

—Esto no se quedará así —murmuró Bella y volvió a sentarse de manera relajada y a la plática que tenía con sus amigas.

Todos habían visto aquello, todos observaban a las hermanas con curiosidad, sobre todo a la dulce Andy.

— ¿Quieres que vayamos a por un café? —mencionó Aiden en su oído, él conocía a su amiga y sabía perfectamente que eso le afectaría —Además quiero hablarte de algo y debe ser en privado.

Ella asintió y ambos se pusieron de pie para ir al vagón comedor del expreso.

— ¿A dónde vas? —Bella no se quedaría tan tranquila, no toleraría que la hubiera desafiando frente a todos y aunque fuera infantil la molestaría para hacerla pagar por ese bochornoso momento.

— ¡Bella, basta! —le observó Andrómeda, a punto de perder la paciencia.

Aiden decidió que era momento de intervenir.

— No te preocupes Black, voy a llevarme a tu hermana al sanitario; debo llevar algún sacrificio para Yule y no tengo nada —el sarcasmo en ese momento era lo mejor para alivianar el ambiente —No creo que te importe mucho ¿O, sí?

Bella los miró con recelo, eso no saldría de su mente tan fácil, pero ya tendría tiempo para conversarlo con su hermana una vez que llegaran a casa.

Mientras tanto, ambos estudiantes se dirigieron en silencio hacia aquella determinada parte del tren. El muchacho se acercó a un mesón para pedir los cafés y ella se sentó en una mesa alejada de las demás personas que allí estaban.

¿Desde cuándo su hermana lograba sacarla de los nervios?

— Siento decirte que realmente siento lástima por tí—comentó Aiden llegando a la mesa, sentándose frente a ella y dándole una de las tazas —Me refiero a que tengas que pasar las fiestas con tu hermana, realmente es insoportable.

—Ni lo menciones, ya lo sé.

Él sonrió con ironía.

—Vaya, jamás te había oído decir nada en contra de tu hermana; creo que desde que te conozco nunca escuché que te quejaras de su constante carácter que hace parecer que está todo el mes con síndrome premenstrual.

Andrómeda no pudo evitar reír.

—Que comentario tan poco caballero, Parkinson.

—Sabes que eso no es lo mío, Black—rebatió y enarcó una de sus cejas — Yo que tú, la lanzaría por las escaleras, podría pasar como un desafortunado accidente.

Andrómeda no dijo nada al respecto y dejó que la sustancia saborizada con chocolate entibiara su cuerpo y le relajara.

Era definitivo, no le gustaba pasar la navidad en su hogar.

¿Qué era lo que querías hablar conmigo? —le preguntó después de unos minutos en silencio.

El chico frunció los labios y chasqueó la lengua.

—Bien, este año he querido hacer algo distinto para estas fechas.

La chica lo escuchó y frunció sus cejas con curiosidad.

— ¿Ya? ¿Cómo así?

—Pues he querido hacerte un presente—declaró y de pronto se puso a rebuscar en su chaqueta, sacando un paquete alargado envuelto en papel verde con una cinta mal pegada y lo colocó en la mesa frente a ella.

— ¡Aiden! —exclamó con sorpresa y una sonrisa se asomó en su rostro. Su amigo no era para nada expresivo y nunca en la vida le había regalado nada por su cuenta — ¿Esto es enserio? ¿Tu madre te ha obligado?

Él hizo una mueca divertida.

— ¿Qué? No idiota, sólo lo ví y pensé que te gustaría.

— ¿Puedo abrirlo? —preguntó ansiosa.

—Claro que no, debes esperar —farfulló —¿Acaso no sabes las tradiciones?

—Lo que pasa es que esto sale totalmente de las tradiciones, de hecho es hasta injusto —se quejó —Jamás dejaste que te hiciera ningún regalo ¿No podíamos ponernos de acuerdo?

Aiden suspiró con fastidio.

—Por Merlín ¿Por qué las mujeres siempre quieren complicarlo todo? ¿Por qué le buscan un pero a todo? Quise hacerte un regalo y punto.

Ella sonrió y observó el papel, claramente lo había envuelto él con algo de rapidez y torpeza.

—Vaya, vaya —jugó —Aiden Parkinson, esto es nuevo ¿Tu rudeza se va a ver comprometida con algo como esto? —le interrogó con ironía —Tus seguidoras podrían ponerse celosas.

—Claro —mencionó siguiéndole el juego —Mi reputación de cretino –como sueles decirme– podría verse afectada y sabes que debo mantener una imagen, te pediría que lo mantuvieras en silencio y que no te acostumbres, pues esto no sucederá seguido.

—No te preocupes, créeme que ahora ignoraré totalmente cualquier queja tuya y podré hacerte regalos cuando se me plazca —sonrió — ¡Al fin tenemos una amistad normal!

Aiden le observó, jamás la había visto sonreír así y de cierta forma eso lo colocaba feliz.

—No creas que esto es gratis Black, ya que te he hecho este regalo, deberás ayudarme con todos los deberes a la vuelta de las vacaciones —concluyó, dándole el último sorbo a su taza.

Ella abrió los labios con indignación.

Cretino.

— Eso ya lo sabías preciosa, no sé de qué te quejas —le miró para luego guiñarle un ojo.

La chica miró por la ventana satisfecha, ya no se sentía tan mal o tan consternada como hacía algunos momentos atrás.

— ¿Harán algo en especial? —preguntó con interés.

—Ya sabes, lo mismo de siempre —farfulló con algo de queja —Este año madre invitó a sus parientes lejanos de Versalles y quiere que todo salga como se debe. —Sabes que no me gusta toda la exposición, las chicas me gastan al mirarme tanto y pues llega a ser agotador, espero que no hayan tantos invitados.

Andrómeda sabía que Aiden amaba ser el centro de atención entre las chicas y eso era simple ironía.

—En casa será lo mismo, este año toda la familia Black irá a casa.

A diferencia de su amigo, ella no lo disfrutaba para nada, ella detestaba las fiestas y las celebraciones donde habían cientos de ojos atentos a cada paso que daba.

Cientos de ojos como los de su hermana Bellatrix.

— Podrías venir conmigo algún día, las vacaciones son largas.

—Sabes que no me lo permitirían.

—Pues escápate —dijo encogiéndose de hombros —Ya le echaste en cara cosas a la loca de tu hermana, a partir de hoy te creo capaz de todo Andy.

Esas palabras quedaron rondando por su cabeza y sonrió.

Las tuvo en su mente durante todo el resto del viaje.

Hasta llegar a casa.

Lo único que pudo sacarle aquella frase fue que al entrar a casa algo más importante ocupó sus pensamientos.

Su hermana yacía allí, esperándoles a ambas.

— ¡Sorpresa, hermanitas! ¿Me extrañaron?

Narcissa había regresado y Andrómeda iluminó toda la Mansión con la sonrisa que se formó en su rostro.

— ¡Cissy! ¡Volviste! —chilló y se tiró en sus brazos.

Ese momento fue perfecto.

Porque para sorpresa de ambas, Bella también se unió.

Andrómeda no recordaba cuando fue la última vez que Bellatrix las había abrazado y sintió calidez en su corazón.

Por un momento imaginó una navidad distinta, después de mucho tiempo.

—Bienvenida a casa, hermana.

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