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Capítulo 2

Gian

En mi mundo la lealtad era más importante que el amor. Mi padre me había enseñado por las malas que era indispensable conocer a las personas que te rodeaban porque nunca sabías cuando podrían apuñalarte. Era irónico darle la razón a un hombre que había traicionado a su familia por interés, pero el día que ella decidió darme la espalda supe que nadie te amaba realmente por devoción.

La lealtad era frágil y dependía de cuánto te entregabas.

Te mataban a quemarropa una vez que ya no eras útil.

—Tenemos una mesa de reservación—sonrió Liana—. Llegaremos tarde si no te das prisa.

Tironeó de mi mano y la insté a detenerse. Había estado actuando raro estos días. Era más fría y distante. Le di su espacio porque entendía su malestar. Las discusiones en nuestra relación eran frecuentes y no sabía cómo arreglarlo. Si abría la boca empeoraba la situación. Me hubiera gustado regresar a los viejos tiempos. Esos donde maldecíamos y gritábamos, pero siempre terminábamos follando y al día siguiente nos olvidábamos de los problemas.

Pero todo era diferente.

Liana era diferente.

Ya no era la misma chica de antes.

Ahora tomaba distancia para evitar cualquier tipo de confrontación y regresaba cuando estaba segura de que había desaparecido la tensión. Era pacifista, como si nada de mí valiera gastar su energía. La amaba, a mi manera lo hacía, pero sentía que ya no éramos compatibles juntos. Esa chispa salvaje que nos definía se había apagado.

—No hablamos mucho hoy, pero te preocupa más la reservación—dije en tono seco y tajante—. Grandes prioridades, Liana.

Las hojas de otoño se sacudieron y revolvieron su cabello castaño. Sus ojos verdes no tenían su brillo habitual. Me mataba por dentro pensar que yo había provocado esto. Mi falta de interés, esos meses que pasó sola porque estaba muy ocupado en los negocios como para prestarle atención. Padre me advirtió que ser Don implicaba perder lo que más amaba a cambio del título. Dolía vivir esa cruda experiencia, pero fue mi elección. Tenía una constante necesidad de sangre y violencia. No renunciaría a mi adicción por nada en el mundo. ¿Qué me quedaba si lo hacía?

—¿Qué quieres de mí, Gian? —preguntó. Sus labios temblaron y soltó un sollozo que me rompió el corazón. Retrocedió para que pudiéramos vernos y entrecerró los ojos—. Porque te encanta exigir y eres incapaz de darme algo a cambio.

Una risa histérica brotó de mis labios y sacudí la cabeza. Me creía tan tonto, maldición.

—¿Te estás escuchando? —resoplé—. Te he dado todo y no respondiste con la misma lealtad.

El cielo oscuro se asemejaba a cómo me sentía y dio paso a un aguacero. Nos quedamos allí, bajo la lluvia, con nuestras emociones a flor de piel. Traté de justificarla. Me repetí una y otra vez que yo la había orillado a esto e intenté convencerme de que ella reflexionaría y volvería a ser la misma mujer que amaba.

Fui tan estúpido.

Nuestra relación había empezado siendo abierta, luego me di cuenta de que la amaba como un lunático y me negaba a compartirla de nuevo. Creí que Liana sería la mujer con quién pasaría el resto de mi vida. Mi opinión sobre el matrimonio era restrictiva, ¿pero quién necesitaba un papel cuando éramos capaces de matar por el otro? Liana me daba todo. Era mi ángel y mi soporte en los momentos más oportunos. Mi compañera de crimen, mi mujer y mi mejor amiga.

Pero algo se había roto entre nosotros y ese algo no tenía reparación.

—Creo que yo me perdí desde que dejaste claro que no me querías para algo más que sexo—susurró y se le quebró la voz—. No me ves digna de tu tiempo, no me ves digna de tu apellido.

La observé con una mezcla de sorpresa e incredulidad. Indignado incluso de que hiciera ese comentario cuando le había demostrado con mis acciones que era mi mundo entero. Iría al infierno por esta mujer. Desataría una guerra si me lo pidiera...

—Adelante—La animé con una sonrisa fría—. Dime que buscaste lo que quieres en la cama de otro hombre.

No lo negó. El dolor y el remordimiento peleando por reflejarse en su rostro. Su garganta tembló cuando tragó saliva y se abrazó a sí misma. La lluvia cayó más fuerte, pero aun así ninguno se movió. Esta conversación terminaba aquí. Quizás sería la última vez que la vería.

—¡Olvidaste cada una de tus promesas! —gritó—. ¡Prometiste que pondrías el mundo a mis pies cuando asumieras como Don y todo lo que has hecho fue hacerme a un lado! ¿Es tan terrible hacerte sentir la mitad de mi sufrimiento?

La agarré por la muñeca y la acerqué bruscamente a mi pecho.

—Yo nunca te lastimaría así, Liana. Nunca me acostaría con un enemigo para demostrar un punto. Nunca te sería infiel.

Sus rodillas se debilitaron y la sostuve entre mis brazos. Las pocas personas que pasaban nos miraban desconcertados, preguntándose porque esta mujer lloraba como si la hubieran desgarrado. Era el llanto de un alma afligida que se llevó todo de mí. El llanto de la culpa.

—Tú me empujaste a esto—sollozó—. Es tu culpa.

—Sí—acepté—. Y por esa misma razón no te mataré como la traidora que eres. Te dejaré el camino libre para reunirte con él y te dé lo que tanto buscas. Sabes, llegué a creer que me esperarías. ¿Qué demonios ha cambiado? ¿Tu lealtad y tu amor por mí eran muy frágiles?

—Aún te amo. Siempre lo haré.

Mi boca se redujo en una sonrisa irónica.

—Sin embargo, lo elegiste a él sobre mí. Follabas con ese tipo y luego venías a mi cama. ¿Qué esperabas, Liana? ¿Mi eterna comprensión y gratitud? Tu traición empezó por un estúpido anillo.

—No es estúpido para mí.

—Es jodidamente estúpido porque tiraste por la borda años de relación—La solté y esta vez cayó de rodillas. Su rímel negro manchaba sus pálidas mejillas—. Era abierto sobre compartirte, habría cedido si eso es lo que querías—mascullé con rabia y asco—. Pero lo elegiste a él.

—Las cosas no sucedieron así. Lo juro...

Ya no quería escuchar. Nada justificaba lo bajo que había caído. Busqué en la chaqueta de mi traje y saqué la cajita de terciopelo negro. Liana se cubrió la boca con las manos y sacudió la cabeza una y otra vez.

—¿Ves? Es muy fácil comprar un anillo y dárselo a una persona para que se sienta especial. Cualquiera puede llevarte al altar y hacer miles de promesas—dije con dolor—. ¿Pero sabes lo que no puedes comprar? La lealtad ni la confianza.

—Gian...

Agarré su mano y coloqué la cajita de terciopelo en su palma.

—Que seas muy feliz con él, Liana. Adiós.

La dejé ahí, de rodillas, temblando y llorando. Nunca volví a mirar atrás. Liana Marino estaba muerta para mí.

🌸

Ajusté la bufanda negra alrededor de mi cuello y le di una larga calada al cigarro mientras observaba como sacaban el cadáver del agua. Esta era la parte que más me aburría de mi trabajo: Lidiar con los malditos policías y ofrecer mis servicios en algunos casos. Cuando Luca estaba al mando no se veía en la obligación de tratar con ellos, pero yo prefería tener el control en todos los aspectos y conocer a mis aliados o posibles enemigos de cerca.

—Ferraro no está feliz con tantos errores—comentó el oficial Baraldi.

Miré sin emoción la escena desagradable. Dos hombres subían en un pequeño bote el cuerpo en estado de descomposición. Probablemente estuvo ahí varias semanas. No tenía ni idea. ¿El problema? Había sucedido en mi territorio.

—Somos dos.

—¿Quién crees que está detrás de esto?

Solo había un posible sospechoso y el pensamiento me hizo rechinar los dientes. Hacía dos años nos habíamos reunido en mi club para una posible alianza. Stepanov tenía intenciones de expandir su negocio en Italia y quería empezar en Palermo como le había prometido Fernando Rossi, pero llegar a un acuerdo fue imposible. No coincidimos en muchos términos y me consideraba un niño inexperto. Estaba expuesto a los mismos prejuicios que Luca.

—Ya sabes la respuesta—murmuré.

—El ruso—escupió con desdén.

Me reí y apagué la colilla del cigarro con la punta de mi zapato. Le dije a Andrei Stepanov que se fuera a la mierda con sus pretensiones. Cuando Fernando había muerto cualquier trato con él quedó descartado, pero el ruso no aceptaba una negativa. ¿Y yo? No iba a quedarme de brazos cruzados mientras ensuciaba mi ciudad por culpa de sus caprichos. Le había permitido quedarse con ella y acepté la humillación.

¿Pero Palermo? Era mi punto más débil. No dejaría que él destruyera todo lo que había construido. Este era mi futuro. El legado de mi familia.

—Lo mío con Stepanov es personal—dije—. Enviaré un mensaje lo antes posible.

El oficial enarcó una ceja.

—Estamos tratando de mantener al margen a los medios de comunicación. La imagen de Adriano está siendo juzgada y necesitamos calmar a las críticas. ¿Tienes idea de lo que sucederá si la prensa se entera de esto? —señaló el cuerpo que era envuelto en una bolsa de consorcio—. Su liderazgo será cuestionado de nuevo y afectará de manera negativa a las próximas reelecciones.

El gobernador siempre acudía a mí cuando no podía controlar ciertos conflictos en la ciudad. Gracias a mi equipo algunos delitos habían disminuido, pero luchar contra un líder ruso que estaba empeñado en perjudicarme era una historia diferente. Andrei me atacaba por un fuerte motivo y no tenía nada que ver con los negocios.

—Dame un par de días y pondré en orden la ciudad.

—¿Cuándo?

Me encogí de hombros.

—Lo sabrás cuando sea el momento.

🌸

Cuando cumplí quince años y fui expuesto al crimen organizado me volví adicto a muchas distracciones: el sexo, las peleas, las drogas, la matanza, la adrenalina que me generaba tener en mi poder la vida de otros hombres. Mi padre sabía que estaba lejos de ser un adolescente normal y nada podía mantenerme a raya. Así que empezó a involucrarme en sus negocios. Me dio herramientas, contrató a los mejores instructores y pronto me convertí en un arma letal. No solo por mi fuerza. También debido a mi inteligencia. Siempre pensó que era el indicado para ser Don y desde que Luca me había cedido el puesto no paraba de repetirme lo orgulloso que se sentía.

Acepté el cargo porque necesitaba darle un nuevo rumbo a mi vida. Quería demostrar que yo podía ser mejor que mis antepasados. Nuestra fortuna había incrementado. Mi apellido era codiciado, muchos se preguntaban cómo un joven de veinticinco años había logrado construir un imperio. Sabía que mi nombre era mencionado sitios de renombre. Aquellos que aspiraban a lo mismo deseaba formar parte de mi equipo, pero yo era restrictivo. No confiaba en nadie. Ya no desde que había experimentado la traición más dolorosa de mi vida.

La infidelidad de Liana me había cambiado. Cuando pensaba en mi pasado recordaba al joven sarcástico, humorista, torpe y despreocupado. Ahora era un hombre indiferente. Ya nada me emocionaba ni me provocaba el mismo interés. Ella se había robado una parte de mí.

—¿No planeas unirte?—preguntó Danilo—. Luciano y Kiara acaban de llegar.

Me bebí lo que quedaba del whisky, observando a la multitud a través de la zona VIP. La única razón por la que había autorizado esta fiesta era por la fecha peculiar. Halloween y sus disfraces dejaban mucho dinero. ¿Y por qué no organizarlo en el club más prestigioso de la ciudad? Vitale Club era conocido por sus extravagantes eventos. Si dejaba ir esto le daría oportunidad a la competencia y no podía permitirlo.

—¿Solo ellos?

Danilo sonrió y centró su atención en el ordenador en su regazo. Era cinco años menor que yo, pero su edad no era un impedimento para ser uno de mis aliados. Lo saqué de las calles y lo convertí en mi pequeño experimento. Hoy era mi hacker personal. Dispuesto a llegar a dónde sea si yo se lo ordenaba. No conocía ningún límite. Tal vez por eso éramos tan buenos amigos.

—Luca y Alayna rechazaron la invitación.

No me molestó escuchar eso. Mi primo era un hombre de familia y cuando me advirtió que estaba dejando atrás su antigua vida también se refería a las fiestas descontroladas. Prefería pasar sus días en casa con su esposa y sus hijos. Se había tomado muy en serio el papel de hombre casado y padre responsable. Lo admiraba por arriesgarse. Yo nunca podría ser lo suficientemente valiente para tomar ese paso.

Estaba condenado a la soledad.

—Dile a Luca que recibirá más invitaciones a mis próximos eventos.

Danilo asintió con una leve carcajada y empezó a escribir un correo. Mis visitas en Florencia eran frecuentes porque me encantaba pasar tiempo con Thiago. Cada vez que miraba a ese niño, por alguna razón, veía a mi viejo yo. No era mi hijo, pero era un Vitale y eso lo convertía en mi protegido. Luca hizo todo lo posible para evitar esta vida. Era irónico pensar que Thiago se convertiría en su más grande karma.

—¿No les darás la bienvenida a tus invitados? —inquirió Danilo—. Muchos están ansiosos de verte.

Recosté mi cadera contra la barandilla.

—Me uniré a ellos en unos minutos—mascullé—. ¿Hiciste el anuncio?

—Por supuesto, hay cientos de solicitudes esperando a ser aceptados.

—Asegúrate de que cumplan cada uno de los requisitos. Quiero a una secretaria discreta y profesional. No te dejes llevar por las caras bonitas o grandes tetas. Te conozco, idiota.

Levantó las manos en señal de disculpa sin lamentarlo realmente.

—Prometo que encontraré a la indicada—dijo y continuó con su labor.

No soltaba el ordenador, ni siquiera en su tiempo libre. Era su manera para callar todas las inseguridades de su cabeza. Danilo nunca se había sentido bueno en nada hasta que nos conocimos. Era un niño huérfano que había crecido en un orfanato. No tenía interés en conocer a sus padres y yo respetaba su decisión. No era sano regresar al pasado cuando el presente prometía un futuro sin dolor. Lo entendía. Lo entendía tanto.

—Te veo luego—Salí de la zona VIP para unirme con los invitados.

Hoy no quería soportar preguntas ni conversaciones banales. La idea era olvidarme de mi rutina y ser por un momento el viejo Gian que era el alma de las fiestas. De pie en las escaleras, pude apreciar la decoración del club. No había reparado en gastos porque quería que fuera perfecto y llamativo.

Las luces eran tenues, las velas brillaban dentro de las calabazas y estaban ubicadas en las esquinas. Las telas de araña y enredaderas colgaban del techo. Toda la decoración era elegante y se ajustaba a la ocasión. La multitud disfrazada se divertía en la pista mientras cantaban y bailaban con la banda de rock que había contratado. El vocalista principal tenía el cuerpo cubierto de tatuajes y sudor. Se encontraba sin camisa para el deleite del público.

Miré la hora en el reloj que adornaba mi muñeca, deseando que la noche terminara rápido. Tal vez podía encontrar algo que valiera la pena y sacarle provecho a la ocasión. ¿Pero qué? La mayoría de los invitados eran los mismos interesados de siempre. Quería a alguien que me desafiara y empujara mis límites. Quería a alguien complicado. Últimamente todo era tan fácil en mi vida que me aburría.

—¡Gian! —Los gritos de Kiara me sacó de mis pensamientos.

Fruncí el ceño mientras miraba su estado acalorado. Sus grandes ojos grises brillaban con preocupación y sus labios pintados de rojo temblaban. Iba disfrazada de Cruella, pero una versión más sexy. Me resultaba extraño que Luciano no estuviera cerca. Ese bastardo era como un imán cuando se trataba de su chica.

—Déjenla pasar—ordené. Los soldados apartaron la cinta que llevaban a la zona VIP y Kiara se apresuró a mi lado. Se derrumbó en mis brazos con un sollozo—. ¿Qué ha sucedido, Kiara?

—Sabes lo mucho que odio cuando se pone así...

Le acaricié la espalda con los ojos apretados. Habíamos cambiado con el transcurso de los años, pero Luciano estaba lejos de ser el hombre civilizado. Se había vuelto un bastardo trastornado.

—Tranquilízate y dime qué anda mal.

—Alguien metió la mano bajo mi falda y Luciano lo arrastró hasta el baño—Kiara me miró asustada y con la voz jadeante—. Lo matará. Oh, dios, tal vez ya lo hizo...

Solté un suspiro. Ah. Era eso. Pensé que se trataba de algo mucho peor.

—Te faltó el respeto, princesa—hice una mueca—. ¿Qué esperabas que hiciera?

—Me prometió que trataría de controlar su temperamento. Se suponía que esta noche sería especial—Agitó las pestañas y las primeras lágrimas cayeron—. Quería una noche tranquila, Gian.

Su relación con mi hermano había tenido muchos altibajos. Luciano había cometido un error muy grande y casi perdió a Kiara por culpa de su estupidez. El bastardo suplicó por su perdón durante un año. Incluso fue a terapia para ser el hombre que su chica merecía.

—Sabes que me pondré de su lado, ¿verdad?—La abracé más fuerte para darle consuelo—. Haría lo mismo en su posición y Luca también.

Kiara se echó hacia atrás con una risita nerviosa.

—No puede solucionar los problemas matando o amenazando al primer hombre que respire en mi dirección.

Me encogí de hombros.

—Un Vitale protege a su mujer—La llevé al sillón más cercano y le serví una copa de vino—. Relájate un minuto. Iré por él.

—Gracias.

Chasqueé los dedos y Danilo se acercó de inmediato a hacerle compañía. Luego me dirigí al baño de caballeros. Había al menos diez hombres formando una fila para entrar. Le pedí a una de las camareras que los llevara al sanitario del segundo piso. Sabía que éste estaría sucio por culpa de Luciano. Una cosa era apoyarlo, pero la otra era permitir que hiciera sus estupideces en unos de mis negocios más importantes. Si había un testigo del crimen otra vez tenía que sobornar a la policía y mi lista de favores aumentaría. Nunca terminaría mis deudas.

—Abre la maldita puerta—bramé.

La puerta fue desbloqueada y me recibió Luciano con un cuchillo ensangrentado en la mano. Su pecho subía y bajaba con brusquedad. Sus ojos azules lucían llenos de ira y los tendones en su cuello sobresalieron. Si no fuéramos hermanos sería su próxima víctima.

Ajusté mi corbata gris y lo hice a un lado para entrar. Había un cadáver tendido en el suelo y bañado en sangre. La mano cortada estaba en una esquina. Sonreí ante la imagen. Solían decir que yo era el psicópata más peligroso de la familia, pero Luciano estaba cerca de quitarme el puesto.

—Bueno... esto es divertido—comenté con una sonrisa burlona—. No todos logran meterse bajo tu piel.

Cerró la puerta y se limpió el sudor de la frente.

—Tocó a mi mujer.

—Sí—chasqueé la lengua—. Kiara me contó la historia.

Limpió el cuchillo en su pantalón de vestir y se acercó al lavabo para lavarse las manos. Al igual que yo llevaba un sencillo cubrebocas de calavera en blanco y negro y dejaba visible el resto de su rostro. Ninguno se había esmerado en el atuendo.

—¿Está enfadada? —preguntó preocupado.

Mi sonrisa se amplió y negué con la cabeza. Era increíble que estuviera tan obsesionado con Kiara. No podía culparlo. Le costó tenerla y trabajó muy duro para conservarla. Peleó contra Luca, enfrentó a criminales y desafió a nuestro padre. Se convertía en un monstruo por su esposa.

—Mucho.

—Maldición—soltó una bocanada de aire y miró su reflejo en el espejo. Se veía cansado y estresado—. Le prometí que sería la noche perfecta.

—Lo que hiciste fue muy romántico—bromeé.

Se le escapó una carcajada que alivió las líneas de tensión en su rostro.

—No todas lo apreciarán como Alayna o Liana—La mención de su nombre borró mi sonrisa y sentí el familiar tirón en mi pecho cada vez que alguien hablaba de ella—. Mierda, hombre, lo siento...

—Está bien. No es como si estuviera prohibido hablar de ella—dije con voz áspera—. Aprendí a ser indiferente.

Luciano levantó una ceja.

—¿Seguro? Porque no has follado con nadie en dos años desde la ruptura y es mucho viniendo de ti.

—No sabía que mi vida sexual te importara tanto.

—Gian... —Hizo una leve pausa—. Tu personalidad ha cambiado desde que Liana se fue y echo de menos al hombre que solías ser. Me pregunto si ir a Rusia y matar a ese hijo de puta por ti hará una diferencia.

Mi mandíbula se apretó.

—¿Crees que no he considerado esa posibilidad? No cambiará nada. Nuestra relación estaba desgastada y no tenía sentido otra oportunidad.

—Lo que hizo es imperdonable—Luciano habló con resentimiento y hostilidad. Era triste. Adoraba a Liana, pero ese afecto había muerto—. Le vendió información al enemigo porque no fue capaz de aceptar lo que le ofrecías. Ella quería un apellido de renombre, pero como no se lo diste fue tras el pakhan de la mafia rusa. Solo es una ramera interesada...

Mi puño se movió antes de que pudiera detenerme y golpeó su boca. Luciano se alejó con los ojos bien amplios mientras la sangre se escurría de su labio. No soportaba que hablara mal de ella. No importaba lo mucho que me habían lastimado sus acciones. Liana merecía respeto.

—Cuida tu lengua—escupí.

—Ella ya no forma parte de nuestra familia y no le debo nada—Se limpió la boca con la manga de su camisa negra—. Perdió mis respetos cuando puso en riesgo tu vida. Es una puta traidora.

Exhalé y me incliné sobre el lavabo mientras observaba mi reflejo en el brillante espejo. Me costó asumir que ella me había traicionado de la manera más vil. Podía aceptar que me abandonara por un hombre decente, ¿pero Andrei Stepanov?

—No vuelvas a mencionarla—dije más centrado y medí mi respiración—. Tú mismo lo dijiste: no le debemos nada. Ni siquiera un pensamiento.

—Lo lamento, no soy como tú. No puedo olvidar lo que ha hecho.

Me quité el tapabocas y refresqué mi rostro.

—Ella era mía, Luciano.

Contuvo el aliento y apartó la mirada. Se reservó cualquier comentario porque sabía que mi reacción sería violenta. La habíamos compartido, sí, pero fue un acuerdo mutuo. Cuando Luciano formalizó con Kiara dejó atrás sus viejos hábitos. Liana significaba mucho para él. La amábamos de formas distintas. Ella era valiosa.

—Regresa con Kiara y manda a alguien para que limpie este desastre —señalé el piso sangriento.

Asintió y se retiró sin pronunciar ninguna palabra. El peso de su traición todavía dolía como el infierno, pero estaba aprendiendo a dejarla ir. Liana pronto sería un simple recuerdo en mi memoria. Nada más.

🌸

Regresé a la fiesta cuando logré tranquilizarme y pedí la bebida más fuerte. Estaba obligado a soportar el resto de la noche y pronto tenía que encargarme de algunos clientes. La mayoría eran hombres poderosos interesados en invertir. No lo echaría a perder. Triunfar en mis negocios me hacía sentir satisfecho con mi vacía vida.

Las camareras se pavoneaban a mi alrededor mientras se aseguraban de que estuviera cómodo y bien atendido. Les agradecí a todas con una sonrisa y propinas generosas. Era indispensable ser agradable con mis empleados si quería tener de mi lado a las personas correctas. Saboreé el vodka en mi lengua. Mis ojos vagaban hacia la multitud alborotada. Parecía que muchos se estaban divirtiendo a excepción de una figura que llamó mi atención inmediatamente.

Se trataba de una mujer.

Ella no bailaba. No bebía. No sonreía. Parecía desinteresada en la fiesta. Algo más la entretenía y era la pequeña agenda en su mano. Tomaba notas rápidas mientras examinaba mi club con cierto interés. Sonreí incrédulo porque esto tenía que tratarse de una broma. Podía hacer tantas cosas, pero en su lugar, estaba escribiendo.

Me lamí los labios y eché un vistazo a su disfraz. Un sencillo vestido rosa, pero las orejas de conejita le daban un toque sensual. ¿Quién era esa chica? Me encontré a mí mismo flotando en su órbita. Ella emanaba un tipo de luz que me atraía. Quería saber qué pensaba. Quería escuchar sus opiniones. Quería responder a sus preguntas. Quería conocerla tanto. Tomé un último trago y dejé el vaso en la barra antes de acechar en su dirección.

Su apariencia era más impresionante de cerca. Piernas perfectas y largas, cabello castaño espeso hasta su cintura, piel pálida y hermosos pechos pequeños. Ella apenas notó mi presencia cuando me aclaré la garganta. Al principio no obtuve ninguna reacción, pero el bolígrafo en su mano dejó de escribir y levantó la mirada a mis ojos. Se quedó boquiabierta con las mejillas ruborizadas y el pecho subiendo y bajando. Preciosa.

—La mayoría de las personas que asisten a mi fiesta no quedan indiferentes—comenté—. ¿Qué tiene de interesante las paredes?

Su rostro era de un rojo escarlata y sus ojos rasgados parpadearon en shock, como si no pudiera creer que yo le estuviera hablando.

—La decoración es muy bonita—dijo y cuadró los hombros. Su voz era suave, pero ella intentaba sonar intimidante. Eso me hizo sonreír—. Aunque yo hubiera agregado otros detalles...

—¿De verdad? —me crucé de brazos—. ¿Cómo cuáles?

—Alguna imitación de sangre...

El tipo muerto en el baño era más que suficiente, pero ella no tenía que saberlo.

—Puede que en otra ocasión acepte tu sugerencia—Le tendí mi mano y ella la tomó—. Soy Gian Vitale. Es un placer conocerte.

—Nara —respondió un poco jadeante y aturdida—. Mi nombre es Nara Lombardi. El placer es mío, señor Vitale.

🌸

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