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Capítulo 14


🌸

Gian

Después de la partida de tenis, dejé a Nara en su casa y decidí tomarme el día libre para disfrutar el resto de la tarde con mis mascotas. El lunes tomaría un vuelo a París y no los vería. Uma y Rocco eran muy cercanos a mí. Me echarían de menos y quería compensar mi ausencia con un paseo en la plaza.

Tomé un trago de Gatorade y los miré jugar con la pelota, peleando por quién lo tendría. Yo era todo lo que tenían. Luciano se había hecho cargo de ellos cuando estuve en el centro de rehabilitación y a veces los llevaba para que me animaran. Los perros eran mejores que muchas personas. Leales, incondicionales y cariñosos.

Uma dejó la pelota a mis pies. Me agaché y agarré la pequeña bola para lanzarlo por los aires. Ella y Rocco lucharon para recogerla. Era una tarde deslumbrante y calurosa. Navidad estaba a la vuelta de la esquina. Alayna me había dicho que podría pasar las fiestas en su casa. Lo mismo Kiara, pero tenía otros planes. Yo solo en mi habitación viendo alguna película patética.

Hacía tres años me deprimiría porque era la fecha favorita de Liana. Ella amaba armar el bendito árbol y comprar muchos regalos. Su ausencia antes dolía. Ahora era tan diferente. Ya no sentía nada. Solo paz conmigo mismo desde que la dejé ir.

Pensé en la sonrisa de Nara, el sonido de su risa y como sus mejillas se sonrojaban cuando coqueteaba con ella. No creí que volvería a suceder. No tenía fe de que volvería a sentirme así por alguien desde la traición de Liana. Pero me di cuenta de que quería otra oportunidad y nadie mejor que la pequeña Lombardi para este nuevo comienzo.

Me gustaba todo de Nara. Su optimismo, su dulzura, su amabilidad, su simpatía. Incluso su familia. Su abuelo me agradaba a pesar de su pasado. Sospechaba que Aurelio había llevado una vida delictiva. Él admitió que conocía a Stefano Vitale. Y hoy mi padre lo confirmó.

Aurelio Lombardi había sido un ejecutor de la Cosa Nostra. Un hombre temido y letal en los años 70. Era la mano derecha de mi abuelo hasta que decidió alejarse de todo lo relacionado a la mafia. Ahora entendía por qué no me quería cerca de su nieta. Él era igual a mí. Podría apostar que fue mucho peor.

―Puse en pausa mi juego favorito para venir a verte ―dijo Danilo, acercándose sin aliento y con una carpeta en la mano―. Oh, hombre. Esto es demasiado.

Arqueé una ceja mientras me sentaba en el banco más cercano y tomé otro sorbo del refresco. Danilo se ubicó a mi lado, su rostro lleno de emoción. No me dio buena espina. Tenía que tratarse de algo grande.

―Existen los correos electrónicos. Te hubieras evitado el viaje y seguirías sentado en tu viejo sofá mientras comías tus apestosos chetos ―Le palmeé el estómago―. Es razonable que no respires cuando empieces a correr.

Apartó mi mano de un manotazo y me reí, extendiendo las piernas. Rocco fue el primero en rendirse. Se tiró cerca de mis pies en el pasto con la lengua afuera y babeando. Uma se unió a él con la pelota en la boca.

―Mira, no todos tenemos la misma energía que tú para pasar tanto tiempo en el gimnasio y lucir así ―Puso los ojos en blanco―. Pero no vine aquí a hablar sobre mi sedentarismo.

Me burlé.

―Empieza porque estoy muerto de intriga―dije―. Hoy hablé con mi padre y le presenté a Nara. Cuando ella mencionó su apellido pensé que tendría un ataque al corazón. Estaba realmente impresionado.

―Aurelio Lombardi resultó ser una especie de John Wick retirado, ¿eh?

―Esa es la definición que estaba buscando ―señalé su carpeta.

Danilo leyó las primeras páginas.

―No volví a hallar nada relacionado al padre de Nara, pero sí encontré información de su difunta madre. Allegra Lombardi ―continuó―. Su trágica muerte sacudió a todo Tokio por la gravedad del crimen.

―Crimen... ―repetí frunciendo el ceño.

―Fue asesinada por un clan yakuza hace trece años. Dicen que fue por ajustes de cuentas ―Me quedé helado por la información―. Ella fue destrozada, Gian.

Me entregó la carpeta y abrí la primera página que enseñaba fotos de Allegra Lombardi. Era una hermosa mujer italiana. Largo cabello lacio y castaño con los mismos ojos marrones de Nara. Me recordaba mucho a su hija.

Leí atentamente, absorbiendo cada letra. Los primeros años de su juventud trabajó como maestra de matemáticas en Palermo hasta que encontró nuevas oportunidades en Tokio. Allí la relacionaron con el director general de la empresa multinacional Ozaki. Hiro Ozaki. Miré la fotografía en blanco y negro de ambos compartiendo una cena en un restaurante.

Se casaron a principios de los años noventa y fruto de la relación nació el heredero Ozaki. Cato Ozaki. Nara fue concebida siete años después. ¿Qué demonios hacía mi chica en Palermo? Ella mencionó que ya ni siquiera recordaba a su padre.

Pero esto no era lo que más me conmocionaba. Yo trataría con los Ozaki la próxima semana y sabía perfectamente que Hiro no era un simple empresario exitoso. Era un jodido Oyabun que controlaba el contrabando más grande de Asia.

Y Nara era su hija.

Me reí por la ironía de todo esto. Sus palabras de repente empezaron a cobrar sentido.

"No te tengo miedo"

"Nunca he sido buena ni pura. Nunca he sido correcta"

Cerré la carpeta y sacudí la cabeza con una sonrisa reprimida. Vaya, mi chica era toda una caja de sorpresas, ¿eh? Estaba involucrada con la maldita yakuza. El crimen organizado más peligroso de Asia. Su abuelo era un ejecutor retirado, su padre un Oyabun y su hermano un psicópata suelto con quién cerraría tratos muy pronto. Que su familia estuviera tan manchada no significaba que ella también. Fue enviada a Palermo por una razón. Su apellido ni siquiera era Ozaki.

―Si fuera tú daría marcha atrás ―dijo Danilo, sacando una goma de mascar de su chaqueta―. No quieres involucrarte con los yakuza.

Chasqueé la lengua.

―No soy un cachorro asustado, Danilo ―sonreí―. Esto solo la hace mucho más interesante y cautivadora. Encontré a la mujer perfecta.

🌸

Nara

El sábado llegó demasiado pronto. Anudé el pañuelo rojo alrededor de mi cuello y tiré hacia abajo la falda de mi vestido blanco. Desayunaría con Thomas como en los viejos tiempos. Ya no podía evitarlo ni postergar una salida con él. Era mi mejor amigo y no merecía mis desplantes.

Tomé mi pequeño bolso y salí de la habitación. La casa estaba particularmente silenciosa. Mi nonna tenía una cita con el médico y mi nonno la acompañó como el increíble esposo que era. Esperaba que todo marchara bien respecto a su salud. La quería a mi lado muchos años. Mi nonna era una de las personas más importantes de mi vida. Nunca me recuperaría si la perdía.

Me reprimí a mí misma por tantos pensamientos negativos. Ella no nos abandonaría pronto. Era una mujer resiliente y no se daría por vencida. Salí de la casa y le puse el seguro a la puerta. En cuanto avancé hacia la calle me quedé en shock cuando vi a Gian a poca distancia recostado contra su auto. La vista de él siempre me quitaría el aliento. El negro le favorecía. Lucía espectacular con su pantalón y chaqueta de cuero combinados con las botas de combate. Mi parte favorita sin dudas era su cabello: ondulado, un poco despeinado. Brillaba como el oro bajo el sol.

Me crucé de brazos y lo miré con reproche.

―¿Qué estás haciendo aquí? ¿Me perdí de algo? ―inquirí, acercándome―. Es sábado, mi día libre.

La sonrisa de Gian solo se amplió. Se rio y el sonido envió escalofríos por mi espalda.

―Te llamé más temprano y no respondiste. Tú y yo tenemos planes como pareja.

Un suave resoplido salió de mis labios.

―No puedes disponer de mi tiempo durante mis días libres. Además... ―Me aclaré la garganta―. Thomas me está esperando y ya le dije que iba en camino pronto. Lo siento.

Su rostro se puso serio inmediatamente.

―¿Qué puede ofrecerte Thomas un sábado que yo no? Dudo que sea más divertido que disfrutar un poco de natación en un club privado.

―Suena tentador, pero amo los desayunos ―Le di una sonrisita―. Podemos vernos en la noche si no te importa.

Gian echó la cabeza hacia atrás con un suspiro antes de acortar la distancia entre nosotros.

―Sabes que él está perdidamente enamorado de ti, ¿verdad?

Traté de mantener una expresión neutral, pero fallé y aparté la mirada. Lo sabía desde que nos conocimos. Thomas se aseguró de ser muy obvio al respecto. Me vio salir con otros hombres y jamás tuvo el valor de decirme que me quería. Tal vez por eso no me sentía atraída por él. Su cobardía lo hacía poco atractivo ante mis ojos.

―No es mutuo ―Me limité a responder―. Siempre fui clara con él.

Ni siquiera sabía por qué le estaba dando explicaciones. No éramos nada.

―¿De verdad?

―No me digas que estás celoso ―musité en un intento de bromear, pero Gian seguía serio y frío.

―¿Y si dijera que sí? ―respondió―. ¿Qué me molesta la idea de que me rechaces para irte con él?

Solté una risita nerviosa. Nunca había visto a nadie como él antes, nadie me hablaba como él. Nadie había sido tan directo como Gian Vitale. Era lo opuesto a Thomas. Me gustaba los hombres que luchaban por lo que querían.

―No te estoy rechazando. Si me hubieras avisado con antelación que vendrías cancelaría la cita ―No sabía de dónde saqué el valor, pero me acerqué de nuevo y puse una mano en su fuerte pecho. Sus latidos aumentaron por el contacto―. Solo una hora. No más.

―Una hora ―asintió.

―Sí ―sonreí, mordiéndome el labio.

Gian me devolvió la sonrisa antes de atraerme más hacia él. Y Dios, era tan pequeña entre sus brazos. La diferencia de altura solo me hacía consciente lo grande que era en todos los aspectos.

―El lunes no tendré que competir con nadie por tu tiempo―murmuró―. Estaremos solos en París.

―Pensé que Luciano nos acompañaría―Intenté dar marcha atrás, pero Gian no me lo permitió.

―Hubo un cambio de última hora. Tiene sus propios problemas que resolver.

Levanté mis cejas.

―¿Ah sí? Eso suena muy conveniente.

Pasó la lengua por sus dientes y no parecía culpable. Idiota. Era evidente que me quería a su entera disposición y a mí no me molestaba.

―¿Te asusta? ―preguntó, inclinándose―. Tú y yo solos.

―Para nada. Iremos por cuestiones de trabajo.

―Ajá.

―Ajá―repetí, alejándome y esta vez sí me dio algo de espacio―. Hablamos después. Estoy llegando tarde.

Gian examinó nuestro entorno con curiosidad.

―¿No vendrá a recogerte? ―Sonaba disgustado.

Me sonrojé.

―Puedo caminar. La cafetería se encuentra a pocas cuadras, no es para tanto.

―Maldición, es más imbécil de lo que creía―masculló y me abrió la puerta de su lujoso auto―. Vamos, no dejaré que camines un par de cuadras con esos tacones ―señaló mis zapatos.

Puse los ojos en blanco.

―Quiero caminar. Me hará bien ejercitar las piernas.

―Tonterías. Sube al auto, Nara.

La determinación en su rostro me dijo que no aceptaba una negativa. Lo creía capaz de seguirme si me alejaba ahora. Refunfuñando, seguí la orden y Gian me cerró la puerta como un caballero. Acto seguido, puso el auto en marcha y encendió los estéreos.

―¿Cómo están tus nonnos? ―inquirió con las manos en el volante.

―Bien. Salieron temprano para ir al hospital. Mi nonna se hará algunos estudios.

―No sabía que estaba enferma―dijo Gian.

―Tiene leucemia―susurré con pesar.

Me dio una mirada suave.

―Lamento escuchar eso, preciosa.

Su voz inquietó a mi tonto corazón.

―Es una mujer fuerte. Está respondiendo bien a sus tratamientos y sus medicinas. Tendrá una larga vida si continúa cuidándose así ―forcé una sonrisa y recosté mi cabeza contra el asiento de cuero―. Cuando recibimos el diagnóstico lloré el resto del día. Solo pensaba en lo peor, pero entonces mi nonna me tomó de la mano y me dijo que no se irá de este mundo sin verme llegar hasta el altar.

―Eso suena motivador.

Negué con la cabeza.

―La adoro, pero no me veo casándome en un futuro.

Gian escuchaba con atención.

―¿Por qué?

―Simplemente no es lo que espero y considero que una boda no es esencial en una relación.

Soltó un suspiro.

―Me asusta lo mucho que tenemos en común ―Movió la mano derecha del volante y la puso sobre mi muslo. Mi respiración salió en un pequeño jadeo.

―Sí ―tragué saliva y coloqué mi mano sobre la suya. Mi corazón cayó y voló al mismo tiempo. Su toque trajo una ola de fuego a mi piel.

Pensé en la foto del liguero que le había enviado y me imaginé que se sentiría si Gian me lo sacara en un contexto más explícito. El calor me enrojeció las mejillas y casi grité de alivio cuando vislumbré el cartel de la cafetería Juliana.

―Justo aquí ―Ajusté el bolso contra mi hombro y toqué la manija de la puerta.

Gian frenó el auto en una esquina. Observé su rostro solo para encontrar su mirada gris fija en mí. Esos hermosos ojos me perseguirían el resto de la noche.

―Llámame si necesitas algo.

―De acuerdo, puedes irte―dije en un tono más relajado―. No te atrevas a esperarme.

La boca de Gian se estiró en una breve sonrisa.

―Sería incapaz de hacer algo así.

―Eso espero ―Abrí el auto. Estaba a punto de marcharme, pero me incliné hacia él y besé su mejilla―. Gracias por traerme. Hablamos después.

―Bien. Disfruta tu aburrido café.

Me reí ante su tono tajante.

―Lo haré ―Finalmente encontré el valor de bajar e imité un saludo militar―. Tenga un buen día, señor Vitale.

Esperé a que el semáforo se pusiera en rojo y crucé la calle. Gian solo arrancó una vez que entré a la cafetería. Todavía sonreía como una tonta cuando me reuní con Thomas en su mesa. Él ya había desayunado sin mí. Su taza de café estaba vacía y había restos de migaja en su plato.

―Hola ―saludé un poco decepcionada de que no me esperara.

Se puso de pie y me dio un abrazo. Casi me asfixié por el aroma de su fuerte colonia.

―Nara, qué bueno verte. Pensé que no llegarías por eso encargué antes. ¿No te molesta?

―Descuida, debes tener hambre. No te preocupes―sacudí la mano y me senté en la silla frente a él―. Pasó un tiempo desde que salimos.

―No tienes idea de cuánto te extrañé―murmuró y le hizo un gesto a la camarera para que se acercara―. ¿Cómo va todo en tu nuevo trabajo? Supongo que es mucho mejor que Diurno.

―Todavía me estoy acostumbrando. Todos han sido más que amables conmigo―La camarera llegó y anotó mi pedido. Le di las gracias con una sonrisa―. La paga es buena y el horario no es tan agotador. Me gusta, pero no renunciaré al periodismo. Esto será temporal hasta que encuentre algo que se adapte a mi profesión.

Thomas asintió.

―¿Qué hay de tu jefe?

Entrecerré los ojos.

―¿Mi jefe?

―Actuó territorial contigo la noche anterior ―Se echó a reír nerviosamente―. Tengo la sensación de que quiere golpearme cada vez que me ve cerca de ti.

Escuchar eso era más gracioso después de mi encuentro con Gian hacía minutos. El hombre se sentía amenazado por mi amigo. Era tierno y ridículo.

―Gian sabe que De Rosa y su amante me trataron mal. Solo intenta protegerme de los empleados de Diurno.

―Actúa como si fuera tu novio, Nara.

No podía soportar más de esto. Me molestaba darle explicaciones. La camarera todavía no preparaba mi desayuno y eso aumentó mi irritación. Quería comer algo para mantener la boca ocupada.

―No vine aquí a hablar de mi jefe―musité y Thomas me apretó la mano a modo de disculpa.

―Lo siento. Estoy un poco estresado y no he dormido bien ―bostezó―. Ayer tuve que pelear con algunos policías para conservar una foto de una reciente investigación. Casi me arrestaron.

―Debiste quedarte en casa y descansar. Podemos vernos otro día.

―¿Para que me sigas dando largas? No―Me soltó la mano y hurgó en su mochila―. Conseguí una primicia porque una mujer me llamó antes de que llegara las pericias. Encontraron un maldito cadáver cerca del muelle.

Bonita manera de empezar una conversación.

―Oh... ¿Te vendió la foto de un cadáver? ―Soné asqueada.

Sacó la cámara de su mochila y me enseñó sin pudor la imagen. Era un cuerpo envuelto en una bolsa negra flotando en el agua. Los ojos de Thomas se iluminaron con emoción. Yo quería vomitar. Me parecía tan inhumano, pero entendía que vender fotografías exclusivas era parte de su trabajo.

―El viejo De Rosa me pagó una suma generosa por esta foto trágica. Le vendí algunas copias a otras revistas locales―Me guiñó un ojo―. Te preguntarás por qué es tan importante este dato, ¿verdad? La prensa se está volviendo loco porque el difunto estaba relacionado con la compañía Vitale. Trabajaba en el área de derechos.

Los nervios se instalaron en mi estómago y mi sangre se volvió fría. De repente ya no quería desayunar.

―¿Cómo se llamaba? ―Aparté mis ojos de la cámara.

―Filippo Spinelli ―contestó Thomas―. Era abogado de tu jefe.

Algo retorcido y horrible se movió a través de mí. Envolví mis brazos alrededor de mi pecho frío como si pudiera mantener mi pánico dentro. No funcionó. Lo había visto apenas hacía un par de horas entrando a la oficina de Gian. Pero eso no significaba nada.

―Su cabeza fue destrozada ―Thomas chifló―. La policía señaló que sufrió antes de morir.

Me puse de pie, ignorando a la camarera que se acercaba a nuestra mesa.

―¿Estás bien, Nara? ―cuestionó Thomas, dispuesto a seguirme.

―Sí. Necesito ir al baño un segundo ―Me obligué a sonreír―. Quédate aquí. Ya vuelvo.

Caminé precipitadamente hacia los pasillos mientras buscaba mi celular en mi bolso. Entré al baño y pasé al cubículo. Escribí el nombre completo de Filippo en el navegador. El hombre era famoso por representar a los criminales más viles de Palermo en la corte. Un exitoso abogado penal que ganó la mayoría de sus demandas. Quizás por eso Gian lo conservaba en su empresa. Había muchos otros resultados de búsqueda. Noticias recientes que hablaban sobre las denuncias que recibió Filippo los últimos años. Lo acusaron de abuso sexual, abuso de poder y maltrato laboral. Era un monstruo. Él se buscó ese final. No sentiría lástima por un depredador.

Un clic sonó y mi chat de Messenger se abrió. Parte de mi tensión desapareció al ver un mensaje de Gian acompañado de una foto de él en la piscina. Sus músculos estaban a la vista. Gotas de agua recorrían su abdomen y su cabello mojado se pegaba a su frente.

¿Qué tal tu café?

Idiota arrogante. Respondí con una sonrisa.

Pedí frapuccino. Prefiero el frío.

Estarías aquí si ese fuera el caso.

Dios, no lo superaría. Una parte de mí se arrepintió por haber venido a la cafetería. Mi relación con Thomas ya no era la misma de antes y sospeché que se debía a mi rechazo. No acepté sus avances e ignoraba sus mensajes. Era hora de ser clara con él.

¿Si te dijera que quiero estar ahí? ―Pulsé enviar y cerré los ojos un segundo.

Su siguiente respuesta me dejó sin aliento.

Estoy en camino.

🌸

Buenaass. Un poco tarde, pero acá estamos. Seguimos disfrutando la previa antes de que llegue el verdadero capítulo. Ese viaje a París lo será todo porque sucederán cositas.

P R E G U N T A S.

¿Momento favorito?

¿Cómo creen que reaccionará Nara cuando sepa quién es realmente Gian?

¿Opiniones sobre la familia yakuza de Nara? ¿Aceptarán a Gian?

¿Ansiosas de leer nuevamente a Cato?

¿Thomas es amigo o enemigo?

Por cierto, ya pueden encontrar el libro de Liana en mi perfil de booknet para añadirlo a sus bibliotecas. Y no, no la publicaré en Wattpad. Solo estará disponible allá. Mi usuario es Jessica Rivas y el libro se llama Imperio de Mentiras.

En mis redes sociales estaré dejando adelantos y spoilers.

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