Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 13

Nara

El resto de la noche fue una tortura. Di vueltas en la cama pensando que fue una mala idea enviar esa foto. No era obscena, pero no se sentía correcto. Gian era mi jefe y rompí mi propia promesa de mantenerlo profesional. ¿Cómo encontraría el valor de mirarlo a la cara después de haber cometido ese atrevimiento?

Anoche me sentí valiente para demostrarle que tenía una imagen equivocada de mí. Yo no era la chica buena ni pura que él creía. Pero ahora esa fanfarronería había desaparecido y la vergüenza quedó en su lugar. Quería esconderme desesperadamente. Sin embargo, estaba obligada a enfrentarlo y hacerme responsable de mis acciones.

—Respira, Nara—dije mirándome en el espejo y forcé una sonrisa.

Actuaría como si nada hubiera ocurrido. Éramos dos adultos por el amor de Dios y sabíamos lo que estábamos haciendo. No era una simple broma. Era coquetería. ¿Lo peor? Quería enviarle algo más que una foto de mi muslo con el liguero. Quería volverlo loco de deseo.

Mi uniforme de tenis lo confirmaba. La pequeña falda blanca era demasiado corta, pero cómoda combinado con la camiseta sin mangas. Me ajusté la gorra y me agaché para atar las agujetas de mis zapatillas. Seguía nerviosa por lo que vendría. Gian me aseguró que conocería a su padre. Por las cosas que me había dicho asumí que era un hombre desagradable arraigado por sus viejas costumbres. Esperaba causarle una buena impresión excepto que no me importaba tener la aprobación de ningún idiota que quería obligar a su hijo a casarse.

Aparté los pensamientos negativos y salí de mi habitación con mi mochila en el hombro. Me quedé suspendida en los escalones al oír la risita de mi nonna junto a la voz de Gian. Mis mejillas se acaloraron hasta mi cuello. Ni siquiera me había dado cuenta de que había llegado temprano a recogerme. Estaba concentrada arreglándome.

Tomé aire y encontré la valentía para saludarlo. Estaba sentado en el sofá de la sala con Cleo en su regazo. Su cabello rubio alborotado y la piel bronceada. Vestido con una camiseta de polo blanca noté tatuajes en sus musculosos brazos que no había visto antes. La gata le ronroneó y le acarició el pecho con la cabeza. Gian sonrió con afecto. Le gustaba los animales. ¿Cómo podría ser tan perfecto?

—Hola —musité, tocando la correa de mi mochila.

Mi nonna me miró atentamente con una ceja alzada antes de sonreír. Esa mujer sabía lo que su nieta estaba haciendo. El calor me recorrió el cuerpo bajo el peso de su mirada gris. Podía sentirlo en cada centímetro de la piel, pero él era bueno disimulando su deseo.

—Nara.

—Viniste temprano —sonreí y me mordí el interior de la mejilla.

Mi nonna le tendió otro cannoli a Gian que aceptó con gusto.

—Estuve esperando ansioso este día —admitió Gian y masticó la masa dulce—. Quiero ver qué sorpresas tienes preparado para el campo de tenis. Tu nonna afirma que eres excelente.

—¡Lo es! —Me alentó nonna. Agradecía que Aurelio estuviera ausente esa mañana. Salió temprano para ir al mecánico. Su viejo amigo era el único que podía reparar el pedazo de chatarra oxidada que tenía como camioneta—. Se llevó los primeros puestos en las competencias de secundaria.

—Daré lo mejor de mí—Puse las manos en mis caderas. Cleo intentó ganar la atención de Gian nuevamente, rodeándole una pierna con la cola. Al parecer alguien tenía un enamoramiento con mi jefe.

—Soy un hombre competitivo—dijo Gian—. Estoy lejos de ser piadoso en la cancha de tenis.

—No esperaba que me regalaras ningún punto —resoplé ofendida y sonrió más ampliamente.

Mi nonna nos miró divertida.

—Disfruten su día, muchachos. Y Gian... —Le tocó el hombro—. Eres bienvenido para la cena.

—Espero asistir si no tengo nada pendiente. Gracias, Nao.

—Siempre será un placer, cariño. Siéntete como en casa.

Le rascó la cabeza a Cleo y me siguió a la salida. Sabía que me estaba observando el trasero y el fuego se elevó a nuevos niveles. Lo escuché respirar profundamente. Afuera, la temperatura era perfecta con el sol reluciente. Su lujoso auto estaba estacionado en la acera.

—Mi padre ya está ahí —comentó Gian, masticando el último pedazo de cannoli—. Asiste dos veces por semana. Es su sitio favorito para cerrar nuevos acuerdos.

Me crucé de brazos.

—Acuerdos como tu matrimonio.

—Exactamente —Sonaba exasperado—. Hoy arruinaré su fantasía de verme casado con la heredera Bellucci cuando le presente a mi novia.

Novia... La palabra revoloteó a las mariposas en mi estómago.

—Falsa novia —Lo corregí mientras me abría la puerta.

Intenté entrar al auto, pero él me acorraló en un movimiento que no predije.

—La foto que me enviaste anoche era muy real.

Levanté la barbilla para mirarlo fijamente a pesar del sonrojo que me recorría hasta el último centímetro del cuerpo. Dios, odiaba ser tan obvia y transparente. No podía ocultar lo mucho que me afectaba.

—No hablaremos de eso.

—¿No? —preguntó.

—No.

—¿Por qué no?

—Es poco profesional.

Su lengua pasó por su labio inferior.

—Lo último que quiero contigo es ser profesional, Nara.

Varios mechones rubios cayeron sobre su frente y tuve la necesidad de apartarlo con mis manos. Me encantaba que estuviera así de desordenado y ondulado. Lucía despreocupado y más joven.

—Ninguno de los dos hemos sido profesional —murmuré—. Estamos más allá de eso después de anoche.

—Exacto. A ninguno de los dos se nos da bien ser profesional —Me miró con una mezcla de deseo y posesión—. Pero me complace saber que estamos en la misma página.

Estaba indefensa ante su escrutinio y me perdí en las profundidades de sus ojos grises mientras intentaba encontrar las palabras adecuadas sin sonar como una idiota. Fracasé inmediatamente.

—Me contrataste porque quieres una secretaria.

—Tú y yo sabemos que esa no es la verdadera razón.

—¿Entonces cuál es? —Me hice la inocente de nuevo.

—¿En serio, Nara? —El corazón me dio un vuelco en el pecho cuando acunó mi mejilla con una de sus manos y se inclinó ligeramente—. ¿No he sido lo suficientemente sincero? Tal vez necesites una demostración de mi parte.

Me eché la coleta del pelo hacia atrás y retrocedí hasta que mi cadera chocó contra el capó de su auto.

—Tal vez sí —concordé.

Me sentía como otra persona ahora mismo. Una que rara vez sacaba a relucir. A su lado era una chica que se relajaba y que coqueteaba. Que sabía lo que quería y cómo lo quería.

El sonido de un claxon atronador y una capa de humo hizo que tomáramos distancia. La vieja camioneta de mi nonno estacionó a pocos centímetros. Era una cosa obsoleta a diferencia de la Bugatti de Gian. Vergonzoso incluso, pero Aurelio bajó orgulloso de su chatarra y se acomodó el sombrero fedora en su cabeza de escaso cabello. Nos observó con el ceño fruncido sin mostrarse culpable por habernos interrumpido. Oh, Dios. Era la segunda vez que evitaba el casi beso. Supuse que la tercera era la vencida, ¿no?

—Aurelio, buenos días —Lo saludó Gian con su característica sonrisa de chico de oro—. Pensé que me recibiría con Gregoria.

Aurelio refunfuñó y hurgó en el asiento de su camioneta. Acto seguido, sacó a una reluciente escopeta. Negué con la cabeza y me cubrí el rostro con las manos. Ese anciano no aprendía. ¿Qué haría si la policía lo detenía?

—Parece que no conoces lo que significa espacio personal —dijo Aurelio y señaló entre los dos—. Apártate de ella, muchacho. No está respirando.

Trágame, tierra. Gian se quedó dónde estaba. Sus ojos resplandecieron juguetones y entretenidos.

—La estaba ayudando a abrir la puerta.

—Sí, ya veo que sí —Aurelio relajó el ceño fruncido y tocó a Gregoria con cariño—. Gracias por devolverme a mi fiel compañera. Nara estará a salvo de los idiotas que la rondan con frecuencia.

Ay, Dios. Ya empezamos.

—Espero no estar incluido en esa lista de idiotas —bromeó Gian.

Mi nonno se puso serio de nuevo.

—Por ahora lo estoy descubriendo. Ya el tiempo me dirá si mereces estar ahí o no.

Eso era un buen comienzo para sus estándares. El viejo odiaba a todo el mundo.

—Se está haciendo tarde —dije—. Tenemos que irnos.

Gian se acercó a mi nonno y le palmeó el hombro.

—Contrario a lo que usted piensa estoy a sus servicios, Aurelio.

Mi nonno asintió con la postura recta a pesar de que le costaba mantenerse enderezado.

—Cuídala o habrá consecuencias.

Suspiré con fastidio.

—Ten un buen día, nonno. Te adoro —Agarré el brazo de Gian y lo alejé de la amenaza—. Vámonos de una vez o el anciano te dará clases sobre diez maneras de matar a alguien —Bajé la voz.

Aurelio rió a carcajadas.

—¡Cien maneras, querida! —exclamó—. ¡Conozco cien maneras de matar a alguien!

Viejo loco.

🌸

El día estaba siendo particularmente soleado así que agradecí haber traído mi protector solar en el bolso. Destapé la botella de agua mientras Gian me llevaba a través de la cancha de tenis. Las vallas metálicas rodeaban la amplia pista verde y tenía una red resistente. No había muchos asistentes en esta parte del club.

—¿Quién lanzará el primer tiro? —pregunté cuando nos ubicamos en el centro de la cancha. Me incliné hacia la red con una sonrisa—. ¿Tienes una moneda para decidirlo?

—No uso monedas. Solo tarjetas.

Puse los ojos en blanco.

—Entonces piedra, papel o tijera. Me niego a ser la primera tiradora por cortesía o caridad. Si gano no quiero escuchar que tuve ventajas de tu parte.

Alargó la mano y me colocó un mechón de pelo suelto detrás de la oreja. Mi corazón tartamudeó por el delicado toque. No era la primera vez que hacía eso. Sonrió al ver mi expresión y dio marcha atrás. Pero todavía podía sentirlo en otras partes de mi cuerpo, calentándome.

—No soy un mal perdedor, pero no te daré ninguna ventaja por cortesía ni caridad. Quiero ganar —recalcó, saltando de un pie a otro—. No será un simple juego para entretener. El ganador obtendrá algo.

Troté para colocar mi mochila en una esquina de la cancha y volví a mi posición.

—Eres un jugador en todos los aspectos, ¿eh?

—Sería muy aburrido si no fuese así —dijo Gian—. Ahora piedra, papel o tijera.

Cerramos los puños detrás de nuestras espaldas mientras una chica se acercaba a entregarnos las raquetas y encendía la máquina de lanza pelotas.

—Uno, dos, tres... —instruí.

Ambos sacamos tijeras. Nos reímos.

—Otra vez —ordenó Gian.

Empate de nuevo.

Perdí en el tercer intento. Gian sacó una piedra y yo una tijera. Genial.

—Mal comienzo, preciosa—Se burló y se dirigió en la línea de tiro mientras agarraba una pelota.

Miré la complexión atlética de su cuerpo sin evitar preguntarme cuánto entrenaba. Era obvio que el hombre pasaba mucho tiempo en el gimnasio y la cancha de tenis. Se mantuvo relativamente centrado mientras yo era un manojo de nervios. Mi confianza se tambaleaba ante su mirada maliciosa. Bastardo. Él sabía que ganaría. Esperaba que no fuera tan humillante.

—¿Cuál será el premio?

Gian chasqueó la lengua.

—Ya lo sabrás —Levantó la raqueta e hizo revotar la pelota—. ¿Lista, amor?

Si quería distraerme estaba funcionando. No podía pensar en otra cosa que no fuera él llamándome así. Asentí insegura y vi como su sonrisa se extendía hasta formar un hoyuelo en su mejilla. Le pidió a la chica que trajo agua fría y las toallas que se retirara. Éramos los únicos en la pista.

Gian se paró en la línea de saque. Levantó la raqueta y lanzó la pelota por encima de la red. No esperaba que fuera tan potente hasta el punto de que tuve que correr para devolverla. Seguimos jugando hasta que consiguió sus primeros quince puntos. Sin sonrisas. Sin bromas. Sin celebración.

Me recuperé en el siguiente set y solo fuimos él y yo, intercambiando saques ganadores. Terminamos empatados en dos set. Ambos estábamos tomando esto demasiado en serio. Respiré profundamente y fue mi turno de lanzar.

—¿Quieres saber cuál será el premio? —preguntó Gian con la frente llena de sudor. Su camiseta blanca se pegaba a su piel y sus abdominales se tensaron.

—Es una trampa —asumí—. No voy a caer.

—¿Tienes miedo? —me provocó.

—Nunca.

—Entonces acepta el trato.

—¿Qué está tramando, señor Vitale?

Su expresión cambió, al igual que su tono, ambos llenos de autoridad.

—Si gano el siguiente set... —Hizo una pausa y se lamió los labios—. Habrá lengua en los besos.

Quise protestar y proponer otra cosa, pero la idea no me parecía mala. De hecho, me emocionaba. Mi mente retorcida quería perder con muchas ganas. Él me dio una excelente motivación. Contrólate, Nara.

—De acuerdo—dije.

Hice revotar la pelota varias veces antes de ponerme de puntillas y aventarla por los aires. Atravesó la red, pero Gian fue tan rápido en devolverla con un slice que no llegué a tiempo y fallé. Esta vez sí celebró con una sonrisa brillante. Se quitó el gorra de la cabeza y sacudió el sudor de su cabello rubio. Yo estaba acalorada pensando en los próximos besos qué vendrían. Perder no se sintió tan mal.

—Ahora la cuestión es... —Gian dio un paso hacia mí y sus ojos vagaron por mi cuerpo—. ¿Cuándo debería reclamar mi premio?

Coloqué una mano en su pecho y batí mis pestañas.

—Eso voy a decidirlo yo.

—¡¡Hola, chicos!!—El timbre de una voz femenina llenó el espacio silencioso.

Me crucé de brazos para ocultar mis pezones rígidos y miré a Luciano que venía acompañado de Kiara. Ella se veía fenomenal. Su largo cabello castaño estaba atado en una coleta y su cuerpo cubierto por un pequeño vestido blanco.

—¿Llegamos tarde? —preguntó ella con un mohín—. Estaba emocionada de jugar tenis en equipo —Me besó la mejilla —. Hola, Nara. Es un placer verte de nuevo. ¿Me recuerdas?

—Por supuesto—sonreí mientras Gian le daba un abrazo a su hermano—. Me encantará hacer equipo contigo. Creo que juntas podríamos darle una gran revancha a Gian.

Luciano ocultó su risa detrás de su puño.

—Lamento decirte que eso no sucederá, menos con Kiara.

Gian murmuró "idiota" y Luciano se encogió un poco. Alguien metió la pata.

—¿Qué significa eso? —inquirió Kiara mirándolo fríamente.

—Vamos, cariño. No eres tan dura en la cancha —Se acercó a abrazarla, pero ella se apartó—. Nada que un poco de práctica no pueda solucionarlo.

—¿Me estás diciendo que no soy buena? —preguntó ofendida y me observó—. Nara, tú y yo vamos a darles clases de humildad a estos chicos.

Asentí y choqué mi mano con el de ella.

—Será un honor. Estoy cansada de los egocéntricos —resoplé.

Kiara soltó una risita mientras ponía una mano en mi hombro y me alejaba de los hermanos.

—Solo hay una forma de ganar esta guerra y lo haremos jugando muy sucio. Nosotras tenemos ciertos encantos que ellos no pueden resistir.

Ya sabía a qué se refería y mi rostro ardió.

—No creo que sea prudente. Gian es mi jefe...

—Cualquiera puede darse cuenta por la forma en que te mira. Solo sígueme la corriente. ¿Está bien? Le daremos una gran lección y aprenderán a no subestimar a una chica.

—Me encanta como suena eso. Cuenta conmigo.

Kiara se dirigió a los hermanos.

—Aquí usaremos la carta de primero las damas. Pásame la pelota, Luciano—Le ordenó a su esposo y él obedeció de inmediato.

Gian y yo compartimos miradas divertidas. Era evidente quién tenía más poder en la relación.

—¿Listas? —preguntó Gian—. No esperen que seamos amables.

Mi boca se abrió con indignación. De acuerdo, usaría el mismo truco que Kiara. Estos egocéntricos no merecían consideración.

—Esa victoria será nuestra, Vitale.

Sacudí el pelo fuera de mis hombros y me uní a Kiara. Gian y Luciano soltaron silbidos mientras me preparaba para lanzar el saque. Y cuando empezó el juego, definitivamente nadie fue suave. Kiara tomaba pausas antes de lanzar la pelota, estirando los brazos y acentuando sus pechos. Su esposo la miraba boquiabierto.

—Sé lo que estás haciendo—gritó Luciano.

—No sé de qué hablas, cariño —respondió ella con la misma energía y le aventó la pelota con una velocidad sorprendente.

Luciano devolvió el golpe y me apresuré con la raqueta extendida para golpearla al otro lado de la red. Gian corrió a recibirla. Era un juego realmente agotador, pero entretenido y divertido. Los dos equipos estábamos dispuestos a todo con tal de ganar. Cuando la pelota paró al otro lado de la cancha fue mi turno ir a recogerla. Usé el mismo truco de Kiara, agachándome inocentemente. Pude sentir los ojos de Gian en mi trasero.

Kiara y yo teníamos mucho tiempo para tomar ventajas y demostrar que algunos hombres eran débiles cuando se trataba del sexo opuesto.

🌸

Ganamos todos los sets. Gian aceptó con humor la derrota mientras Luciano se excusaba diciendo que su esposa había jugado sucio. Me reí y tomé un trago de agua. Nadie lo obligó a distraerse con los encantos de Kiara.

—Deberíamos repetir este encuentro —comentó Kiara, estirando las piernas para aliviar el dolor de haber corrido tanto en la cancha.

Tapé mi botella de agua y suspiré.

—Fue gratificante aplastar el ego de ciertos hombres.

Esbozó una sonrisa y me rodeó el hombro con el brazo.

—Hace tiempo que no me divertía tanto como hoy. Quiero ser tu amiga, Nara. ¿Te molestaría?

—Dios, no. Me halaga mucho que quieras serlo. No tengo amigas desde la secundaria.

—Me siento identificada en ese aspecto —Desvió la mirada—. Preferí mantener las distancias con algunas personas porque estaban muy ocupadas juzgándome en vez de apoyar mi felicidad.

Tuve la sensación de que se refería a su relación con Luciano. La diferencia de edad entre ambos era notable, aunque eso no cambiaba que se veían perfectos juntos y que se amaban. Cualquiera podría verlo.

—Dame tu teléfono —musité y Kiara me entregó el iPhone. Rápidamente anoté su número y le devolví el aparato—. Llámame en cualquier momento. Tenemos que ir de compras juntas o tomar algo.

Me dio un breve abrazo.

—¡Amo ir de compras!

Los chicos regresaron con un hombre y pude notar la tensión. Al instante supe de quién se trataba. Tenía los mismos rasgos que Gian, pero en una versión más madura. Cabello rubio con algunas canas, ojos grises y aspecto intimidante. Nos observó detenidamente antes de centrarse en su hijo.

—No me dijiste que traerías a una invitada—masculló. Me evaluó detenidamente y traté de no acobardarme ante su escrutinio. No me haría sentir insignificante.

Gian me agarró de la mano y entrelazó nuestros dedos. El calor se agitó en mi vientre y fingí que no me importaba la reacción de Kiara y Luciano. Ellos lucían confundidos, pero ocultaron la sorpresa detrás de sus sonrisas.

—Padre, ella es Nara —dijo Gian y mi corazón empezó a acelerarse cuando añadió—: Mi novia.

La postura del señor Vitale se puso rígida y miró entre los dos, con los ojos entrecerrados como si no pudiera creerlo.

—Vaya, te lo tenías muy guardado, hijo. Mucho gusto, señorita...

—Nara Lombardi —respondí y alcé el mentón. Mi sonrisa era brillante y genuina—. El gusto es mío, señor Vitale.

—¿Lombardi? —repitió consternado—. He oído ese apellido antes...

Mi sonrisa seguía intacta.

—Lo dudo. Mi familia es bastante discreta.

Asintió inseguro y observó a su hijo.

—¿Cuándo se conocieron?

Gian trazó círculos en mi cintura y los escalofríos recorrieron mi espina dorsal.

—Durante una entrevista que solicitó Nara. Es periodista—sonrió Gian.

—Tú no aceptas entrevistas.

Gian me guiñó un ojo.

—Nara es la excepción a todo.

—Hubo química desde el primer momento—intervine—. Gian es interesante.

Mi falso novio se echó a reír y depositó un cálido beso en mi frente. Oh, Dios. ¿Cómo podría mantenerlo profesional si los gestos más simples de su parte me derretían? Era imposible resistirme a ese hombre.

—¿Puedo tener un momento, Gian? —El señor Vitale no parecía muy convencido—. Necesitamos discutir algo importante.

—Por supuesto—respondió Gian, aunque se veía poco dispuesto. Me soltó y de inmediato sufrí su ausencia—. Ya vuelvo.

Lo vi retirarse con su padre y mis hombros se hundieron. No quería juzgar con la primera impresión, pero ese hombre me provocaba una mala sensación. A diferencia de Gian era más frío, cruel...

—¿Novia? —chilló Kiara con los ojos bien abiertos—. ¿De qué me perdí? ¿Cómo sucedió tan rápido? Pensé que solo eras su secretaria. ¡Tienes que contarme todos los detalles!

Luciano permaneció en silencio, dándome una mirada llena de sospecha. Él conocía la verdad detrás de esa farsa.

—En realidad, no es... —Cerré la boca y lo pensé de nuevo—. Podríamos hablar mejor en esa salida pendiente.

—Nunca imaginé que este día llegaría—continuó Kiara—. Gian ha sufrido mucho por culpa de Liana y creí que no la superaría después de su ruptura. Ella lo ha destrozado por completo.

—Kiara... —La reprendió Luciano.

Ella se sonrojó.

—Lo siento. No debí decir eso—Se disculpó—. Pero estoy feliz por ambos. De mi parte estás más que aprobada.

Rememoré la conversación que tuve con las empleadas de la Corporación. Ellas mencionaron que Gian se veía perfecto con su exnovia, pero que habían terminado a causa de una infidelidad por parte de él. Por la forma en la que habló Kiara era obvio que la amó mucho. La cuestión era... ¿Todavía lo hacía? El ácido quemó mi garganta ante esa resolución y carraspeé. Imposible. No sacaría suposiciones precipitadas. Eran chismes. Nada más.

Gian regresó con el rostro contraído y se pasó una mano por el pelo. A poca distancia distinguí a su padre charlando con Mercedes. Ella miraba en mi dirección con puro resentimiento. Oh, mierda. Alguien no se había tomado bien la noticia.

—¿Está todo en orden? —pregunté, acercándome a darle consuelo.

—Claro. No hay de qué preocuparse —contestó—. Supongo que estás cansada después de esos sets. Te daré el día libre por hoy. Mañana terminaremos de discutir sobre el viaje a Francia.

—De acuerdo. Como prefieras.

Se dirigió a Kiara y Luciano.

—Los veré luego. Esa revancha debe llevarse a cabo pronto y sin trampas.

Kiara resopló.

—Ustedes, los hombres, no piensan con la cabeza correcta. Ese es el problema.

Tosí por el comentario, Luciano abrazó a su pequeña esposa y la levantó. Ella le rodeó el cuello con los brazos y sonrió dulcemente.

—El problema, cariño, es que no pensamos cuando la mujer adecuada está cerca—Luciano la besó despacio e ignoró nuestra existencia.

Gian suspiró con fastidio.

—Vámonos antes de que se pongan peor.

La feliz pareja ni siquiera notó que nos estábamos alejando. Aparté la mirada cuando Luciano arrastró la mano bajo el vestido de Kiara.

—¿Siempre son así?

—No has visto nada—dijo Gian con humor—. Pero no se comparan a la relación que mantiene mi primo Luca con su esposa Alayna. Ellos son jodidamente intensos. Están obsesionados con el otro.

—Suena... lindo.

—Luca y Alayna pueden definirse de muchas maneras—sacudió la cabeza—. ¿Cuál es tu tipo de relación?

Me encogí de hombros y pensé antes de responder.

—Divertida, pasional y devota. La misma relación que mantienen mis abuelos —contesté con cariño—. Están juntos desde hace más de cincuenta años y se siguen amando como el primer día. Pienso que es de admirar, sabes. Nunca se han aburrido del otro. Disfrutan la vida como si no existiera un mañana.

Gian me miró atentamente.

—¿Qué hay de tus padres? ¿Te han dado alguna lección sobre el amor?

Mi sonrisa desapareció.

—Era solo una niña cuando mi madre murió, pero sé que mi padre la amaba con locura. Él murió con ella. Su cuerpo sigue en la tierra, aunque su corazón se fue con ella.

Jugueteé con la botella de agua mientras mi mente se trasladó al pasado. Yo era la princesa de papá. La luz de sus ojos. Me prometió que me daría el mundo, pero su amor por mí murió cuando mi madre hizo ese sacrificio. Me consideraba la culpable de su asesinato. La niña tonta que le arrebató a la mujer que amaba.

—¿Dónde está él?

—En Japón.

—¿Lo echas de menos?

—No, realmente. Ya ni siquiera recuerdo como es.

—Wow... ¿En cuanto tiempo no lo has visto?

—Tenía trece años la última vez que compartimos una palabra —Empezaba a sentirme acorralada así que cambié de tema rápidamente—. ¿Y tu madre? No me hablaste de ella.

Su tono se volvió nostálgico.

—Tenemos algo más en común. Murió cuando yo era muy joven. Ya no la recuerdo, aunque he visto los vídeos caseros que conserva mi padre de ella. Tal vez por esa razón no lo considero un monstruo. Él también murió con ella.

—Siento escuchar eso, Gian. Ningún niño debería crecer sin el amor de su madre.

—A veces pienso que quizás hubiera sido un mejor hombre si ella estuviera viva.

—Quiero entender por qué estás tan empeñado en hacerme creer que no eres una buena persona.

—Vas a descubrirlo pronto y saldrás corriendo. Una mujer inteligente lo haría.

—Una mujer inteligente se quedaría —dije sin pensarlo.

Se detuvo y bajó la mirada hacia mí. Sus ojos grises se iluminaron en algo que no pude distinguir y me sentí orgullosa de mí misma por mantener la compostura. Él era tan bueno derribando mis defensas. Gian Vitale significaba problemas, pero no quería alejarme.

—Te subestimé—murmuró—. Tal vez no querrás huir. Tal vez no eres la chica buena que creía.

—Nunca he sido buena ni pura. Nunca he sido correcta.

Me agarró de la cintura y me atrajo con fuerza hacia él, inclinándose a mi altura para rodearme por completo y susurrar:

—Nara Lombardi, fuiste enviada para volverme loco. De eso no tengo ninguna duda.

🌸

Instagram: JessiR17

Facebook: Jessica Rivas

X: JessiRivas17

Tiktok: Jessica_Rivas17

Pinterest: JessiRBooks

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro