CAPÍTULO 02
—¡Esto fue suficiente Emperador! —exclamó la Emperatriz Navier con enojo—. ¡Su concubina cometió una falta grave!
—No es para tanto Emperatriz —respondió Sovieshu con calma, mientras masajeaba sus sienes.
—¿¡Qué no es para tanto!? ¡Rashta pudo provocar una guerra con Khan!
—¿Y qué? No paso nada. La princesa está bien y la culpable de la agresión contra la madre de mi hijo esta en el calabozo.
Navier abrió los ojos con asombro. No podía creer lo que su esposo estaba diciendo. Restaba importancia a la agresión en contra de una princesa y dejaba impune a la culpable, solo porque llevaba a su hijo en su vientre.
Mientras tanto, Rashta sonreía triunfante.
Si bien se llevó una sorpresa al enterarse de que la recién llegada es una princesa, se sintió completamente satisfecha de ponerla en su lugar. La concubina no permitiría que otra mujer quisiera ocupar su lugar, no importa quien fuera, Rashta se defendería de cualquier amenaza.
“La discusión entre Sus Majestades se esta volviendo difícil, Rashta debe intervenir” pensó la peliplateada.
—Su Majestad La Emperatriz —habló la albina con fingida inocencia—. Es justo que esa mujer de nombre Marie este encarcelada, atacó a Rashta sin motivo. Llevo en mi vientre al príncipe o princesa, Rashta pudo perder al bebé.
Un silencio sepulcral lleno el recinto en donde estaban solos los Emperadores, la concubina y uno de los secretarios del Emperador, el Marqués Karl.
Navier soltó una risilla llena de burla y miro fijamente a su contraria y le dijo:
—¿Sovieshu no te ha explicado, verdad?
—¿Qué tiene que explicarle el Emperador a Rashta?
La Emperatriz mido fijamente a su esposo y este le regreso una mirada llena de reproche.
“Te conozco muy bien, sé que no quieres que hable” pensó Navier.
La mujer rubia se paró y con paso lento se alejo de su trono para acercarse a la que muchos creían "su rival".
—Los hijos de las concubinas no pueden ser príncipes o princesas. Esos títulos solo están reservados para los hijos de la Emperatriz. —Navier palmeó suavemente el hombro de Rashta y salió del recinto con rumbo al Palacio del Oeste.
Rashta apretó sus puños con fuerza, mientras que Sovieshu negaba repetidamente.
∞∞∞∞∞∞∞∞
—¿Qué paso? —preguntó Mihrimah apenas abrió los ojos—. Solo recuerdo a mujer empujandome y de ahí ya nada.
—¡Por Alah! Por fin despiertas Mihrimah —dijo Lady Fatma, una de las damas de compañía de Mihrimah e hija de un barón de Khan.
—Mucho ha pasado Princesa —señaló Nurhan—. La Condesa Marie fue encarcelada injustamente por el Emperador Sovieshu, se justifico diciendo que esa mujer esta esperando a su primogénito.
—Pero ni siquiera lo sabíamos —respondió Mihrimah, tomando té de la taza que le ofreció Fatma—. Eso sí es injusticia.
—Eso fue lo que le dijo Marie, pero ese necio Emperador dijo que era su responsabilidad saber lo que pasa en cada reino e imperio.
—¡Y eso no es todo! —gritó emocionada otra dama de nombre Isabel—. He escuchado el rumor de que esa mujer es una esclava fugitiva. Este incidente solo daño aún más su imagen.
—¿Esclava fugitiva?
—¡Si princesa!
Los esclavos tampoco eran ajenos en el Imperio de Khan, aunque si había ligeras diferencias.
Si bien esas personas caían en la esclavitud, se les permitía conservar parte de sus derechos. Podían acceder a una educación muy básica (en el caso de los niños), recibían un salario de acuerdo a lo que hacían, hacían los mandados de sus amos sin ningún tipo de discriminación (en la mayoría de los casos) y si las mujeres eran afortunadas, eran notadas por la gente que trabaja para la Familia Imperial.
Se las llevaban al Palacio y eran educadas en las artes del canto, la poesía y la danza. Usaban sus encantos a su favor para hacer caer al Emperador reinante o al Príncipe Consorte. Sin embargo, cuando Ana Tudor subió al trono, no fueron mujeres las que llegaron al Palacio, sino hombres.
Mihrimah suspiró y acaricio la sábana de seda de su cama.
“¿Cuántas noches no lloró mi padre sin consuelo? ¿Cuántas veces tuvo que tragarse su dolor y sonreír feliz a lado de su esposa? ¿Cómo pudo estar con ella a pesar de que otros la tocaban?” pensó la princesa con pequeñas lágrimas en sus ojos.
—Iré a ver al Emperador —anunció Mihrimah, quitándose con coraje las lágrimas de los ojos—, debe liberar a Marie por las buenas o por las malas.
—¿Y cómo sería «a las malas»? —cuestionó una voz grave y gélida.
—¡Sovieshu! —exclamó Mihrimah totalmente sorprendida.
—Te hice una pregunta Mihrimah.
Mihrimah mordió sus labios y su mente comenzó a trabajar a pasos veloces para encontrar una excusa rápida y creíble.
—¿Y bien? —Volvió a cuestionar Sovieshu con los brazos cruzados a la altura de su pecho.
—«A las malas» sería lo que está sucediendo en estos momentos —respondió la joven princesa.
—¿Y qué está sucediendo en estos momentos?
—Mi padre esta recibiendo en sus manos una carta escrita por Lady Nurhan, mi primera dama. En ella se relata todo lo que pasó desde mi llegada y como bien sabes, mi padre no se toca el corazón a la hora de castigar a aquellos que dañan a su preciada hija —contestó la joven con una sonrisa triunfante.
El color rojo subió por el cuello de Sovieshu hasta llegar a su mejillas y con los puños a cada costado de su cuerpo, salio de los aposentos de Mihrimah no sin antes dar la orden de que liberarán a Marie.
Mihrimah soltó una gran carcajada cuando Sovieshu salió de su habitación y duró un rato hasta que su abdomen empezó a doler.
∞∞∞∞∞∞∞
—¿¡Cómo!? ¿¡Cómo es posible que liberarán a la mujer que atacó a Rashta!? —gritó con furia la mujer de cabello blanco.
—Fue una orden del Emperador, no se puede hacer mucho —respondió la Vizcondesa Verdi.
—¿¡Pero por qué!? Esa mujer representa un peligro para el bebé de Rashta.
—Tiene razón Señorita Rashta, pero esa mujer es dama de Su Alteza Real. Insultar a la Dama Lovelace, es insultar a la Princesa Mihrimah.
—¡No me importa! ¡La princesa humilló a Rashta! Debe pagar por eso. —La albina comenzó a morder sus uñas con desesperación sin percatarse de la mirada de miedo de la Vizcondesa.
Verdi se levantó con pesar y brindó un masaje a los hombros de Rashta y le aseguro que debería estar tranquila por el bien del bebé.
Una vez que la mujer logró calmar sus nervios, la Vizcondesa Verdi le dio una taza de té de rosas con un calmante no nocivo para el bebé. Le preocupaba que la muchacha pudiera hacer una tontería que dañará al hijo de Su Majestad El Emperador.
—Vizcondesa Verdi —llamó Rashta a su dama de compañía.
—¿Si, Lady Rashta?
—¿Quién es esa princesa? Cuéntame de esa tal Mihrimah. Rashta no entiende porque le dan tanta importancia.
La Vizcondesa suspiró.
—No sé mucho sobre la princesa, pero si hay un rumor muy fuerte entre la nobleza —dijo la dama, captando la total atención de Rashta.
—¿Y cuál es ese rumor?
—Se dice que la Princesa Mihrimah es la primera en la línea de sucesión al trono de Oriente —respondió la Vizcondesa—. Sin embargo, nunca ha habido una Emperatriz reinante en este imperio.
—¿Qué dices? Rashta no entiende nada.
—Mihrimah es la prima del Emperador Sovieshu. Por lo tanto, también es miembro de la familia real del Imperio Oriental.
Rashta abrió los ojos con sorpresa.
—Lo que dices es mentira Vizcondesa Verdi. Solo lo dices para asustar a Rashta.
—Es verdad mi Lady, cada palabra que le dije es cierta.
—¡Fuera de aquí! ¡Lárgate! ¡Solo quieres asustar al bebé de Rashta!
La Vizcondesa agachó sus cabeza y salió rápidamente de la habitación de la muchacha.
Rashta se dejó caer en su cama con los brazos abiertos, pero sin dejar de lado el sentimiento de amargura e irá que se instaló rápidamente en su corazón.
—Rashta te cuidará bebé —dijo la albina, acariciando su vientre—, Rashta no permitirá que la princesa extranjera te haga daño. Tú serás el sucesor de Su Majestad, no importa que me deba manchar las manos con sangre.
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Otros personajes
Lady Nurhan
Lady Fatma
Lady Isabel
Condesa Marie Lovelace
Duque Elgy Claude
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