Fake sacrifice
Esa misma noche en aquella silenciosa sala, todos esperaban que suceda lo que toda su vida habían estado anhelando, la muerte de esa bebé, de Honey.
Se trataba de entes malditos, súcubos e íncubos esperando por su última salvación, ella, aquella bebé que yacía sobre la fría mesa, esperando a ser atravesada por una daga.
- Mátala, ¿Qué esperas? - Me grita aquel hombre.
Se trataba de Abbadón, uno de los demonios que cayó hacia el inframundo tras la traición de Lucifer, jefe destructor quien tiene a su poder las llaves del infierno.
Todos los seres malditos que se encontraban en aquel lugar en ese momento comenzaron a aplaudir diciendo en coro: MÁTALA, MÁTALA, MÁTALA ...
Mi mano comenzó a temblar.
- ¿Cómo no eres capaz de hacer algo tan sencillo? - Dice Clark a lo lejos - ¿Acaso te has humanizado? - Comienza a reír a carcajadas en modo de burla.
No supe que hacer en ese momento, no pensé que mi primer ritual se tratara sobre sacrificar a una recién nacida, no pude pensar con claridad pero decidí hacer lo que mi corazón me dictó en ese momento.
Tomé la daga y le propine un pequeño corte, diminuto, la bebé comenzó a llorar con mucho dolor, lloró tanto que su garganta terminó por secarse y se desmayó, sabía que no estaba muerta, había tratado de que el corte sea superficial para así no dañar vasos sanguíneos vitales para ella, todos creyeron que su pesadilla había terminado cuando ella dejó de sollozar, pero esto recién era el comienzo.
Una vez terminado el ritual, Abaddón ordenó que complete el sacrificio quemando los restos de la bebé, así que asentí mientras él y su ejército de almas demoniacas desaparecían festejando por el largo camino infernal.
Esa misma noche tomé mi daga y me adentré entre los temidos boques del infierno, tenía que buscar algún tipo de evidencia por si regresaban; a lo lejos pude ver como un pequeño demonio corría entre los arbustos, tenía un aspecto de un animal terrestre, unas manos largas con unas uñas prominentes, pequeñas patas y una cola enorme que arrastraba conforme iba caminando, al parecer había quedado desamparado, o perdido de su grupo, era una gran oportunidad que no pude dejar pasar, así que inmediatamente di pasos sigilosos y cuando menos se dio cuenta aquel demonio se encontraba bajo mi poder, no dudé y atravesé su corazón con la filosa daga.
Sentí alivio, pero eso no era todo, tenía que hacer lo que me habían ordenado, tenía que arroparlo con la misma ropa de aquella bebé y ponerlo en la fría canasta; Abaddón y su ejército se encontraban esperándome para festejar con ellos, pero por obvias razones tenía que escapar, y era la oportunidad perfecta para hacerlo, así que dejé todo listo y me dirigí al pozo de los lamentos, donde salía lava hirviendo, tomé la canasta y la aventé rápidamente.
Vi como el fuego salpicaba ante mis ojos, me sentí victorioso pero aún no había culminado con mi plan.
El ambiente se encontraba tenso y frío, pero de alguna manera tenía que hacerlo funcionar, tenía que encontrar a alguien quien pudiera cuidar de Honey, no aquí, sino en otro lugar, muy lejos de los ojos del infierno.
Alyssa, eso es Alyssa sería una gran opción. Años atrás había conocido a una hermosa súcubo de la cual caí atrapado por su belleza, esos ojos rojos habían terminado por atraparme por completo, nos habíamos cuidado las espaldas por mucho tiempo, habíamos escapado de muchos problemas juntos, siempre que uno caía el otro iba al rescate, pero hubo un día que ese sentimiento se esfumó, dejé de sentir, dije que siempre estaría para ella, hasta que el tiempo terminó por alejarnos día tras día, pero habíamos hecho una promesa, así como una vez le salvé la vida, ella me prometió que estaría siempre para mí, nunca había cobrado esa promesa hasta este día.
Ella se encontraba en una misión en la tierra de los mundanos, se trataba de una súcuba que actuaba como vampiro, agotaba a los hombres hasta que los llevaba al suicidio. Pasaron varias semanas para poderla ubicar ya que mudaba de ubicación constantemente. Hasta que un día di con su paradero, ella se encontraba a punto de introducir sus filosas muelas a un joven al final de un gran parque, ya casi amanecía cuando la interrumpí.
- Alyssa – Dije tomándola por la espalda - ¿Me recuerdas? – Pregunté sonriente.
- ¿Cómo podría olvidarte? – Responde con una triste expresión – Pero no es momento de hablar – Suspira retirando mi mano de su hombro.
- Necesito de tu ayuda – Dije tratando de seducirla proyectando otra sonrisa.
- No Azael, no esta vez – Responde luego de unos segundos.
- Solo escúchame, es de vida o muerte, si descubren que hice esto estaré muerto – Me exalté llevando la mirada hacia aquella bebé que se encontraba tras mío envuelta en una pequeña manta.
- ¿De qué estás hablando? – Dice mirando a la pequeña que comenzaba a llorar - ¿Qué demonios acabas de hacer Azael?- Dijo sorprendida.
- Larga historia, debo de irme o comenzarán a sospechar, por favor prométeme que la tendrás a salvo, hasta que yo esté de regreso, lo haré pronto, te lo prometo – Respondí desapareciendo a lo lejos dejándola con la palabra en la boca.
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