Drapetomania
Tres de la mañana marcaban las manecillas del reloj y yo me acababa de despertar muy sedienta, así que decidí ir al comedor por un vaso de agua helada. Era increíble como todo estaba tan ordenado, los utensilios encasillados, todos en orden, del más pequeño al más grande, la mesa desocupada y limpia, casi que podía ver mi rostro reflejado en el, la nevera se encontraba repleta, al parecer Clark se había encargado de las compras, y de todo lo demás.
La noche estaba horroríficamente fría, y yo solo llevaba puesto un vestido suelto y unas pantuflas de peluche, ya de regreso a mi habitación , abro la puerta lentamente tratando de no hacer ruido cuando de repente quedo petrificada observando una silueta, era él, lo podía sentir, se encontraba parado, de espaldas, enfrente de mi ventana.
Las cortinas de mi ventana se balanceaban con la fuerte corriente del viento, las ventanas se encontraban completamente abiertas, pero, ¿Cómo era eso posible si me había asegurado que todo estuviera cerrado antes de ir a dormir?
Él llevaba un traje elegante. Una camisa y unos pantalones negros, tan oscuros como el ébano, y un saco tan largo que lograba cubrir casi toda su silueta.
- Tú... - Trago saliva- ¿Qué haces aquí?
- Luces pálida, no temas, no te haré daño - Levantando su mirada hacia mí, comienza a dar pasos lentos.
- ¡No, no te acerques! ¡Aléjate de mi! - Con voz temblorosa, comienzo a retroceder.
- ¿De qué huyes? ¿Por qué me tienes tanto miedo? - Dando otro paso, se acerca cada vez más.
- ¡Sólo vete o gritaré! - Comienzo a sollozar de miedo.
No tenía la más mínima idea de qué hacer, no tenía nada a la mano, solo quería llorar y gritar del miedo, Clark se encontraba dormido en su habitación, no podía despertarlo, no quería causarle más problemas, solo quería desaparecer en ese momento.
Cerré mis ojos y quise imaginar que todo era una maldita pesadilla otra vez, estaba a punto de gritar, no quise despegar mis ojos por nada del mundo, pero tenía que hacerlo, esta era la puta realidad, y tenía que afrontarlo, pero cuando lo hice, no había nadie, solo estaba yo parada frente a la ventana, mirando al vacío, cuando de pronto sentí que mi cuerpo perdió fuerza, hasta que terminé por desplomarme en el suelo.
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