UNO||Hatun
Siete mujeres habían llegado a Topkapi y una ya residía desde muy pequeña, sin embargo, sólo una estaba destinada a ser la futura Valide Sultan y si es que no moría antes de tiempo.
Lesya tenía veintitrés años, un par de años menor que el Sultan, su cabello rojizo la haría destacar de entre todas en el harem.
Rosella contaba con veinticuatro años, su piel de porcelana la hizo obtener el apodo de Rosseta que significa flor bella.
Yllka contaba con una extraordinaria belleza a su edad de veintidós años, sus ojos esmeralda cautivaban hasta a los más nobles.
Dafne era una líder nata, podía contra todo y era muy competitiva a su edad de veintitrés años.
Tasya tenía casi la edad del nuevo Sultan, se llevaban por un año. Ella no era tan hermosa como Yllka pero sí era más inteligente, cosa que la haría distinguirse.
Amalia contaba con diecinueve años, su inocencia y amabilidad la hizo de grandes compañías en el trayecto de su destino. Amalia tenía algo que las demás no y que al Sultan le agradaría.
Nerea era fuerte y decidida, lo que se proponía siempre lo lograba, al igual que se propondría llegar a la cima, muy normal para alguien de sangre griega y rusa. Además, aparentaba tener menos edad y eso que sólo contaba con veinticuatro años.
Gizem fue capturada a la edad de seis años y ofrecida al harem por lo que no recordaba su nombre o lugar de origen, era un misterio al igual que su nombre. A penas contaba con diecisiete y ya tenía el carácter de alguien que tuvo que pelear para sobrevivir en un mundo de artimañas.
Todas jóvenes y hermosas. Lástima que la belleza no sirve de nada en el palacio.
Las nuevas mujeres habían sido introducidas a los baños después de comprobarse que eran vírgenes. Todas tenían un poco de miedo pero sabían que ya estaban perdidas.
Ellas ni siquiera debieron pertenecer al harem de no ser por la petición del nuevo Sultan: no aceptaré a mujeres menores de veinte años.
¿La razón? Vio como sus cuatro hermanas sufrían a temprana edad al casarse para poder asegurarle la vida a su único hermano. Le resultaba incómodo el imaginar tener intimidad con mujeres menores a la edad de su hermana menor.
Al terminar de bañarse se dirigieron al harem donde comenzaron a trabajar. Era medio día, tenían mucho tiempo para terminar sus deberes.
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Ya casi era hora de comer y las mujeres aún no terminaban por lo que les resultaba algo odioso debido a que no habían comido desde hace dos días.
—¡Atención! —gritó un eunuco. —¡Valide Nurbanu Sultan!
Todas las mujeres hicieron una fila mientras las nuevas las imitaban. Al ingresar la joven Valide, las mujeres mantenían la mirada baja ya que las otras les habían avisado qué no hacer, una de esas cosas era mirarla.
La Valide miraba con detenimiento a las mujeres, su hijo tenía dos días de ser Sultan y aún no tenía favorita ya que a la mujer que él amaba, había muerto hace un mes junto a su hijo en el vientre. Además, no tenía herederos por la simple razón de que todos sus hijos morían, si no era por una epidemia, era envenenado. Nunca se supo el porqué de eso, sin embargo, la Valide Sultan se lo atribuyó a su antigua rival, Nurhan Hatun.
—Tú —dijo deteniéndose enfrente de una de las nuevas concubinas. —¿Cómo te llamas?
—Dafne —respondió.
—¡Oh! Sabes el idioma.
La peli-negra asintió.
—Serás la primera en ser favorita —avisó.
La mujer la miró confundida.
—Dale un hijo varón a mi hijo y prometo que serás la única en su vida.
Todas las miraban expectantes.
—Lo que ordene —le sonrió.
—Mientras... mi león tendrá más visitas.
—¿A quién más elegirá, Valide? —le preguntó una Kalfa.
—A ella —dijo señalando con la mirada a Nerea. —¿De dónde es?
—Grecia —respondió la misma Kalfa.
—Tú serás la segunda —le avisó en griego. —Complácelo y prometo llenarte de joyas.
Nerea sonrió. Su ambición era más grande que su propia vida.
—Lo haré.
La Valide sonrió, complacida.
—El Sultan no me dejará de llamar, lo juro.
—Siempre dicen que debemos tener una tercera opción, por si algo sale mal.
—¿A quién más elegirá, Sultana? —preguntó otra Kalfa.
La Valide Sultan miró con detenimiento a las mujeres.
—Enséñale a bailar a la pelirroja y que le baile al Sultan en su fiesta —ordenó.
—Así será —aseguró el Kizlar agâ. —¿Cuándo las comienzo a enviar?
—Cuando estén bien educadas, mi hijo sigue triste por la muerte de Atike y su hijo así que no tocará a otra mujer por lo que te dará tiempo.
—De acuerdo, Valide.
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Tres meses ya habían pasado y tal como lo dijo la Valide, el Sultan no había tocado a otra mujer. Las concubinas ansiaban volver a ver a su nuevo Sultan. La última vez que lo vieron, él a penas tenía quince años, diez años desde esa ocasión. Luego se notaba que no era el favorito de su padre debido a que fue el único de sus hermanos al que envió a una provincia siendo muy joven.
El anterior Sultan, Bayaceto, sólo tenía ojos para las guerras y debido a eso nunca tuvo una favorita pero, Nurbanu se encargó de mover las cosas a su favor y de deshacerse de todas las esposas del Sultan: Nurhan, Mihrimah, Mihrünissa y Gülbahar. Esas mujeres le hicieron la vida imposible y la dejaron en el rango más bajo debido a que ella sólo tenía un hijo, sin embargo, ahora ellas estaban abajo y ella arriba.
—¡Es injusto! —se quejó Yllka. —¡Yo soy más hermosa que esas tres! Yo debí ir con el Sultan.
—Veo que eres una mujer ambiciosa, quieres el poder —le dijo Gizem, sentándose a su lado.
—Eso no debería importarte, Hatun.
—Cállate —ordenó.
—¿Cómo te atreves a hablarme así? Soy mayor que tú, puedo tirarte de un sólo golpe.
Gizem rió.
—Yllka, cuida tus palabras —le dijo entre dientes. —Llevo más tiempo que tú y tengo fuertes aliados, me puedo deshacer de ti con facilidad.
La hermosa mujer quedó impactada ante esas palabras, Gizem era menor que ella y sus amenazas sí daban miedo. No le cabía en la cabeza como esa niña podía dar tanto miedo.
—Aquí no sólo importa la belleza si no que tan inteligente eres. Si eres inteligente te harás destacar y así podrás cumplir tu objetivo.
—¿Por qué me ayudas?
Gizem rió.
—No me agradas —confesó. —Por eso te ayudo.
—No comprendo.
—Ser esposa del Sultan es muy complicado, no sólo tu vida está en peligro, también la vida de tus hijos varones. Ya deberías saber porque.
—La ley de fratricidio ¿No?
—Sí —asintió. —Además, no conoces al Sultan ¿Qué tal si no es de tu agrado?
—¿Ya lo haz visto?
—No, hace unos días fue coronado Sultan y la última vez que él estuvo aquí, yo tenía siete años.
—Aún así eso no importa, lo importante es no quedar en la miseria.
Gizem volvió a reír.
—Suerte, Sultana —se burló y después se fue.
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La noche cayó y consigo el futuro de Dafne. Ella había sido bien aseada, perfumada, peinada y vestida. Parecía un ángel. Nada podía salir mal.
—Suerte, Hatun —le dijo la Kalfa encargada de ella.
—Gracias...
—Ayşe.
—Gracias, Ayşe Kalfa.
—Recuerda, ten al Sultan a tus pies y obtendrás el mundo en la palma de tu mano.
—Le daré muchos hijos al Sultan y todos serán varones.
—Allah mediante así será.
—Amén.
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El Sultan Cihangir se encontraba preparándose para su noche con aquella desconocida. Su mamá lo había animado a estar con otras mujeres y él aceptó, no tenía opción, ya era Sultan.
Unos golpes en su puerta indicaron que la mujer había llegado por lo que a los pocos segundos la puerta se abrió y dejó ver a una hermosa mujer. Ella era perfecta pero no lo que él buscaba.
Defne se arrodilló y después trepó por su ropa hasta llegar a la altura del que sería su esposo. Cihangir tomó aire y posteriormente la besó. No quería hacerlo por su amada Atike pero era lo que se debía hacer. No tenía opción.
¡Hola!
Por el momento ¿Quién les agrada?
¿Les cae bien Cihangir?
¡Nos leemos!
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