37||Reunión
11 de febrero, 1658
Durante años las Hatun's han luchado para mantenerse fuertes frente a su más grande adversaria: Mihriban.
Algunas de ellas lo han podido manejar bien mientras otras no tanto.
Mucho se ha hablado de Raziye Hatun pero no por sus hijos sino por los matrimonios de sus hijas que la han valido de poder y riquezas.
El carruaje paró dando por hecho que se había llegado al destino deseado. Sin demora alguna salió sonriente una melena rubia de ojos verdes con el afán de ver a su amada hija que hace años no veía.
Raziye Hatun, ese era su nombre.
Caminó con la cabeza en alto viendo cómo se reverenciaban ante su presencia y disfrutó de su momento hasta que se encontró en su camino con Mihriban.
—Haseki Sultan —habló haciendo reverencia.
—Hatun —habló con sequedad.
—No creí que esperara mi llegada.
—Siempre me entero de todo, cariño.
— ¿Puedo saber dónde está mi hija?
— ¿Cuál de las dos?
— ¿Perdón?
De pronto otro carruaje apareció en la entrada del palacio. Raziye sonrió contenta porque al fin vería a su preciada hija, sin embargo, grande fue su sorpresa al ver a Defne salir de él. La Sultana caminó a donde se encontraba su madre.
—Hola, madre —sonrió la rubia con hipocresía —. Hola, Haseki Sultan.
—Es un gusto tenerte de vuelta en tu hogar.
—También me alegra verle.
— ¿Qué haces aquí? —interrogó la Hatun.
— ¿No puedo estar presente durante la estancia de mi hermana?
—No creí que quisieras conocerla.
— ¿Quién dice que sí?
Unos hermosos caballos blancos con un lujoso carruaje azul aparecieron frente a las Sultanas y Hatun. Tan pronto como paró salieron dos criadas y dos eunucos que ayudaron a bajar a una rubia de piel de porcelana. Su belleza era deslumbrante que casi parecía una muñeca, no obstante, nadie podía opacar a la querida del gobernante de nombre Gevherhan.
Häshämärshä que tenía muchos años fuera de su hogar se dirigió con las mujeres que esperaban su llegada.
—Bienvenida seas, Häshämärshä Sultan —sonrió Mihriban.
—El gusto es mío —sonrió.
—Soy Mihriban Sultan.
—He escuchado mucho de usted durante este tiempo, Haseki. Lamento la pérdida del şehzade Selim.
—No te preocupes, querida.
—Hija mía —le sonrió Raziye.
— ¿Madre? —preguntó dudosa.
—Soy yo, tu mamá.
Häshämärshä abrazó a su mamá que correspondió sin dudar y ambas soltaron en un pequeño llanto que hizo irritar a Defne.
—Häshämärshä —habló Mihriban — ¿Gustarías pasar ya? Hay personas que desean conocerte.
Madre e hija se separaron y limpiaron las lágrimas.
—Sí, Sultana.
Mihriban le sonrió con hipocresía y posteriormente se adentró al palacio junto a las invitadas.
Al llegar a la puerta del harem la mayor de Raziye miró confundida a las mujeres frente a ella.
—Ellas son mis hijas, Sultana.
—Son muy bellas.
—Gracias, Häshämärshä Sultan —hablaron todas al mismo tiempo.
—Permítame entregarle un presente de parte de todas —dijo Mahienver señalando a unas odaliscas que traían consigo un hermoso vestido rojo con dorado que le podía hacer un buen conjunto con su hermosa piel.
—Gracias, Sultanas —dijo haciéndole unas señas a sus sirvientes para que aceptaran el regalo —. Es muy hermoso que no sabría cuándo podría utilizarlo.
—Podrás usarlo en unos días cuando todos nuestros hermanos vengan al palacio para celebrar el embarazo de Kamerşah Hanimsultan —habló Gevherhan.
— ¿Conoceré a mis hermanos? —preguntó sonriente.
—Por supuesto.
— ¡Qué agradable noticia!
— ¿Vendrán Hüseyin y Süleyman? —preguntó la Hatun.
—Todos —repitió la luz de los ojos del Sultan.
— ¡Atención! —gritó un guardia — ¡Nuestra Majestad El Sultan Cihangir!
Todos los presentes hicieron reverencia.
—Es bueno verte —le dijo el hombre a su hija.
—Lo mismo digo, majestad.
—Veo que ya conociste a tus hermanas.
—Sí, han sido muy amables conmigo.
—Son hijas de mi Haseki. Ella las educó con grandes valores.
—Ya veo que así fue.
—Tengo que ir a atender algunos asuntos de estado. Me alegra volver a tenerte entre nosotros.
La rubia asintió.
El Sultan se marchó mientras todos le hacían reverencia.
Que empiece el juego, padre.
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En la vida siempre habrá momentos en los que te sentirás en el fondo de un pozo pero de ti depende si luchas por flotar y salvar tu vida o rendirte antes de poder intentarlo.
Unos fuertes gritos de emoción se escuchaban desde las calles de Afyon puesto que su querido şehzade los había ido a visitar para saber las necesidades de sus habitantes.
Cihan caminó con tranquilidad por esas bellas calles que habían sido su hogar durante casi 16 años y con las cuales se comprometió a cuidar en memoria de su hermano Ahmed.
—Şehzade —le llamó un anciano.
— ¿Qué sucede, buen hombre?
—No quiero molestarlo mucho pero soy carpintero y mi taller fue dañado por las revueltas de otoño. ¿No habrá algún trabajo que pueda darme?
—Usted ya no está en edad para trabajar. ¿Dónde están sus hijos?
—Murieron de viruela hace unos años. Mis nietos dependen de mí.
—Azad —llamó el mayor de Cihangir a su mejor amigo —. Encárgate de que este hombre reciba una pensión de por vida y que todos sus nietos sean hombres o mujeres vayan a la escuela.
—Como ordene, şehzade.
—Allah lo tenga en su santa gloria —dijo el señor.
Cihan le sonrió para posteriormente seguir su camino mientras a lo lejos Rabia Hatun miraba a su hijo, complacida.
— ¿En qué tanto piensa, Hatun? —le preguntó Sümbül, su fiel sirviente.
—Debemos de actuar rápido, Sümbül. El tiempo pasa como cruel y traicionero amigo.
— ¿Qué planea hacer?
Rabia sonrió.
—Es momento de terminar con los şehzadesi.
— ¿Desea comenzar con...?
—Sí —lo interrumpió sonriente —. Es mi objetivo mayor.
— ¿Veneno?
—No, quiero una muerte distinta. Una de la que nadie podrá sospechar.
—La escucho.
Rabia lo regresó a ver contenta.
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El lindo atardecer desde Balıkesir era muy hermoso a tal punto que hasta la servidumbre dejaba de lado sus deberes para poder contemplarlo y nadie se los impedía.
Tal como si el hermoso espectáculo no fuera suficiente en ese instante se hizo presente un hermoso carruaje con seis caballos cafés que se detuvieron frente a la residencia del şehzade Mustafa y de la asombrosa carroza bajó aquella mujer de luz solar: Fatma Sultan.
La mujer de cabello color miel y tez bronceada sonrió al pisar el suelo donde creció como hombre su hermano.
La Sultana caminó con elegancia hasta dirigirse tranquilamente a los aposentos de su madre y esperando poder darle una grata sorpresa.
Şahihuban leía una carta enviada desde Inglaterra que tenía como remitente a una mujer apegada a la corte del rey de Inglaterra, Escocia e Irlanda. En dicha carta le informaban que el Rey había vuelvo a tener una hija bastarda con Lady Green y varios asuntos de política no tan importantes por el momento.
Unos golpes sonaron a su puerta y sin dudar aceptó la entrada.
—Buen día, Infanta Catalina —saludó Fatma a su madre.
La mujer dejó de lado la carta y la volteó a ver.
— ¿Qué haces aquí? —preguntó con seriedad.
La Sultana borró la sonrisa en su rostro y bajó la mirada.
—Perdón, creí que te alegrarías si te visitaba de sorpresa.
—Sabes perfectamente que debes avisarme de todos tus pasos.
—Sí, perdón madre.
— ¿Qué te trae hasta acá? Creí que todo estaba bien en la corte.
—Lo está, sólo quería ver a mi hermano.
—El amor te hace débil, Fatma.
—No le veo nada de malo ser débil por mi hermano.
—No seas tonta. Tu hermano no se salvará de la muerte debido a tu amor.
— ¿Dónde está Mustafa?
—Şehzade Mustafa —la corrigió —. Está en sus aposentos disfrutando de su harem. Podrás verlo cuando yo lo crea apropiado.
—De acuerdo, Şahihuban Hatun.
—Retírate a tus aposentos —ordenó.
La Sultana asintió para después salir decaída.
No me quiere, siempre es lo mismo.
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16 de febrero, 1658
La música había comenzado en el patio principal del palacio de Topkapi, esperando a sus invitados que yacían en sus aposentos acompañados de sus más fieles amigos, todos excepto el que querían las Sultanas en el lugar.
— ¿Por qué aún no llega Mehmed? —le preguntó Mahienver a su hermana Turhan desde la entrada del lugar —. Se supone que Gevherhan habló con el Sultan.
—Probablemente hubo un percance en el camino —intentó tranquilizar a la mayor.
— ¿Cuál sería ese percance? Es nuestra única oportunidad para traerlo de vuelta y hacerlo persistir de no tener un harem. No podemos darle uno sino se mantiene en un solo lugar.
—Sabes bien que no todo depende de Gevherhan o de nuestro padre.
—Sí, pero...
— ¿Tan rápido discutiendo? —preguntó una voz masculina llegando al lugar.
Las mujeres regresaron a ver de dónde provenía la voz.
—Hermano —le sonrió Mahienver, corriendo a abrazarlo.
—Hola, hermana —dijo Mehmed, correspondiéndole.
—Creíamos que no vendrías —confesó Turhan.
Los medios hermanos se separaron para después los hermanos unirse en un fuerte abrazo.
—Ya sabes que me gusta hacer una entrada triunfal —habló deshaciendo su abrazo.
—Es bueno verte también, Korkut —saludó la mayor.
—Es un gusto poder verlas, Sultanas.
—Escuchamos que el Sultan te envió a una misión —dijo la primera de Mihriban.
— ¡Qué raro que te enteres de cosas!
Turhan rió y seguidamente observó a unos ojos azules amarrada de sus manos al final de la fila de eunucos que se habían pegado con el şehzade cuando ingresó al palacio.
— ¿Quién es esa bella dama? —preguntó con curiosidad.
—La capturé después de completar la misión del Sultan.
— ¿Qué harás con ella? —preguntó Mahienver.
Mehmed miró a la mujer y después regresó la mirada a su hermana.
—Iré a cambiarme para ir a la celebración.
El Şehzade siguió su camino con la frente en alto hasta que logró desaparecer de la vista de sus hermanas.
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Burak era un león que acababa de hacerse notar y debía mantenerse así para lograr mantener con vida la memoria de su hermano. Aquel hermano que los libros de historia intentarían borrar ya que quedaría escrito que la Haseki nunca tuvo gemelos sino que Burak y Selim eran una sola persona.
El león a pesar de la celebración ya había dejado sus aposentos y se encontraba entrenando con su fiel amigo de nombre Alaaddin y su más reciente allegado, Hasab, amigo de su difunto gemelo.
Burak esquivaba los golpes de los hombres con gran facilidad y los lograba golpear sin piedad alguna hasta el punto de hacerlos sangrar.
—Veo que no has perdido la práctica —le habló una melena ondulada.
Burak paró en seco al igual que sus acompañantes. Ellos bajaron la mirada e hicieron una corta reverencia mientras el şehzade le sonrió a la mujer.
—Kamerşah —saludó sonriente.
Ella sonrió, observándolo detenidamente.
— ¿Sería tonto llorar frente a ti después de perder a Selim?
—Sería tonto no hacerlo, no por algo éramos gemelos.
La Hanimsultan sollozó cabizbaja.
—Lo extraño tanto.
—Dio su vida por sus hijos y por ti. Él sabía lo que implicaba ir al campo de batalla.
—Lo que más duele es que no verá el rostro de su hijo.
—La vida es cruel, Kamerşah.
—No es justo. ¿Por qué el Şehzade Ahmed sí pudo ver a su hija y Selim no?
—Kamerşah, te quiero porque eras importante en la vida de mi hermano pero no intentes compararlo con Ahmed porque al menos Selim vió crecer a un hijo.
—Es cierto, perdón.
— ¡Atención! —gritó un guardia, llamando la atención de la Hanimsultan y el Şehzade — ¡Bezmiâlem Sultan está aquí!
Los sirvientes hicieron reverencia ante la mención de la favorita de la Haseki mientras la Hanimsultan permaneció inmóvil al igual que el şehzade. La pequeña mujer entró al patio con su elegante porte que cautivaba a cualquier persona. Digna hija del príncipe de oro.
—Hanimsultan —saludó llegando con la mencionada.
—Hola, Sultana —habló indiferente.
—Hola, Şehzade.
—Querida sobrina —le sonrió, tocando la mejilla de la mujer de ojos avellana.
—Me da alegría verle.
—A mí igual. No sabía que vendrías.
—Gevherhan Sultan nos invitó.
— ¿Nos? —preguntó la embarazada.
Antes de que Bezmiâlem pudiera hablar entró al patio Adirah Hanimhatun con la cabeza en alto.
Habían pasado años desde que la esposa del difunto Ahmed estuvo en el palacio por lo cual solamente los más viejos sirvientes la reconocieron y pudieron notar el gran cambio en ella.
Adirah ya no brillaba como antes, su brillo se apagó para darle paso a una mirada fría que sólo su hija podía encender ya que era su único amor con vida.
—Kamerşah —saludó la Hanimhatun —. Şehzade —habló haciéndole reverencia.
—Eres una Hanimhatun, Adirah. Deberías hacerme reverencia —dijo con arrogancia.
—Mi madre no tiene porque hacerte reverencia, Hanimsultan porque a comparación de ti, ella sí se casó con un şehzade y no tuvo que meterse a la cama de uno con engaños.
—Silencio, Bezmiâlem.
La Sultana obedeció, permaneciendo con la cabeza en alto, mirando a la mujer embarazada con inferioridad.
—Felicidades por su embarazo, Hanimsultan —habló para después retirarse a otro lado junto a su hija.
—No sé porque la Haseki Sultan les permite tantas cosas. Lo que hicieron fue una gran falta de respeto. ¡Yo soy hija de una Sultana y Adirah no! —se quejó con el şehzade.
—Sí, pero su abuela era una mujer libre y la tuya no —habló para después volver al combate.
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Guiándonos hacia los pasillos del palacio se encontraba un león de nombre Bayaceto caminado por aquel lugar mientras recordaba los buenos momentos que vivió junto a Cihan y Ahmed. Sintió un pequeño punzón en su pecho conforme avanzaba puesto que el simple recuerdo de aquel difunto lo aquejaba y más fue su dolor al momento de doblar uno de los pasillos y encontrarse con un muchacho con ciertas características físicas a Ahmed como sus ojos, tez y su increíble forma de caminar. Le parecía un vivo retrato de su querido hermano y casi podía jurar que ese joven eran hijo de su difunto hermano Ahmed.
Bayaceto no pudo evitar mirarlo con sorpresa con forme avanzaba hacia él a lo cual el joven se sorprendió.
— ¿Nos conocemos? —se atrevió a preguntar, deteniendo su caminata.
— ¿Quién eres?
—Soy Alemşah.
—Me es familiar ese nombre.
— ¿Quién eres tú?
—Más respeto, hombre —pidió Osman, un eunuco fiel a Beyhan que acompañó al şehzade por petición de la Hatun —. No estás hablando con cualquier persona.
Alemşah sonrió por la arrogancia del eunuco.
—Soy el şehzade Bayaceto, hijo de Beyhan Hatun.
—Ahora entiendo el comportamiento del eunuco —rió —. Soy el şehzade Alemşah, hijo de la Haseki Sultan.
—Y ahora yo entiendo porque te pareces tanto a él.
— ¿Hablas de Ahmed?
Bayaceto asintió.
—Muchos me lo han dicho. Dicen que tengo características física de él pero no por nada tenemos los mismos padres.
—Es verdad, perdón si te incomodo.
—No te preocupes, al contrario, es un halago puesto que él era muy querido.
—En definitiva lo era.
Sin nada más que esperar el menor siguió su caminata mientras el otro lo miraba aún con sorpresa.
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En otro lugar del palacio se hallaba una melena castaña llamada Lera siendo revisada de pies a cabeza por una kalfa para comprobar su castidad cosa que fue denegada de parte de ella.
—Eres muy hermosa, por desgracia ya no le sirves a ningún şehzade —habló la Kalfa.
— ¿De qué hablas?
—Ya no eres casta y por lo tanto serás una sirvienta.
— ¿Disculpa?
—Comenzarás tu nueva rutina. Atenderás a los invitados de hoy en el patio. Debes cubrirte por completo y obedecer a lo que se te indique o de lo contrario recibirás un castigo.
—Yo no soy sirvienta de nadie —habló molesta.
La Kalfa rió.
—Bienvenida a Topkapi, niña.
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La tarde se había hecho presente y consigo la celebración llegó a su climax después de que hizo su aparición el şehzade Cihan quien había sido el último en dejar su aposento para unirse a la fiesta y fue entonces que después de muchos años los hijos del Sultan se reunieron. Para algunos fue la primera vez que se veían como los hijos más pequeños de Mihriban que no conocían a sus hermanos mayores puesto que eran apenas unos niños cuando los otros se fueron a sus provincias y al igual que Bayaceto, Cihan posó su mirada en Alemşah quien hablaba muy animadamente con Mehmed.
— ¿Por qué aquel te mira de esa manera? —le preguntó Mehmed a su hermano.
—No lo sé. Nunca lo había visto.
Mehmed lo inspeccionó hasta que logró recordar.
—Creo que es Cihan, hijo de Rabia Hatun.
— ¿La famosa pelirroja?
—Sí.
— ¡Oh!
—Él junto a Bayaceto eran muy unidos a Ahmed.
—Creo que todo mundo debería entender que yo no soy Ahmed. Ahmed tenía a Cihan y a Bayaceto pero yo tengo a Mehmed y a Cihangir.
—Se siente raro que hable en tercera persona, şehzade —se burló.
El menor rió.
Y así fue sin querer que Bayaceto y Cihan crearon cierta envidia por Mehmed quien era muy apegado a lo más cercano que tenían de Ahmed.
—Perdón, şehzade de las mil espadas.
—Odio ese apodo.
—Entonces deberías de dejar de ir a la guerra.
—Primero mataré a los griegos rebeldes.
—Eso déjaselo a Burak.
—Burak irá la próxima semana, no te preocupes.
—Burak acabará con ellos.
—Sin dudar pero ya sabes cómo es él.
—Sí —suspiró —. Él prefiere ir lento y esperar el momento oportuno.
—Elige la opción más letal.
—Cuando Burak tarda es porque será letal.
—Si fuera el enemigo, temería por mi vida.
— ¿Quién diría que aquel estúpido de ojos azules que a penas podía sostener una espada se convirtió en todo un león?
— ¿Deberíamos de hacerle una broma?
— ¿Estás consciente que ambos tenemos más de veinte y queremos hacerle una broma a nuestro hermano de 30?
—Sí —dijo dándole igual.
—Cuenta conmigo —le sonrió para después beber de su jugo de uva.
๛
La hija mayor de Raziye hizo su presencia en el patio con aquel elegante vestido que le habían regalado las hijas de Mihriban. Los şehzadesi la miraron impactados por su belleza no obstante su fascinación no duró mucho ya que Turhan entró al lugar y se llevó por completo la atención no sólo por su belleza e increíble vestido color azul marino sino por su aura de poder y seguridad.
— ¿Te robaron el espectáculo? —preguntó Defne, llegando con su hermana.
— ¿De qué hablas?
—Sabes bien a lo que me refiero.
—Poco te conozco, ¿sabes?, pero algo me dice que te desagrado.
— ¡Vaya! Piensas.
—Merezco una explicación ¿No crees?
— ¿En verdad quieres una explicación? ¿Te parece menos ser poco inteligente? Mi madre te extrañó pero yo no, mientras tú estabas siendo castigada yo hacía todo lo posible para que mis hermanos sobresalieran de entre todos los demás y así protegerlos de un muerte evidente cuando el Sultan muera. ¡Yo he hecho todo por ellos! ¿Y tú, qué has hecho?
—Yo no soy tu enemiga, Defne. Yo quiero lo mismo que tú, quiero a un hermano mío en el trono y sabes perfectamente que para lograrlo debemos mantenernos unidas.
— ¿Tú qué sabes de alianzas?
—Sé mucho y te aseguro que te seré más útil que Ocrazam, la fiel esposa y sin chispa alguna.
—No te quieras meter con mi hermana, Häshämärshä.
—Yo también soy tu hermana.
—Tú sólo eres una desconocida para mí.
—No sé qué no entiendes. Quiero lo mismo que tú.
— ¿Haciendo qué? No tienes nada, vivías controlada por Mihriban y su aliada.
—Haré lo que tú quieras si así lo deseas pero quiero a un hermano mío en el trono.
— ¡Hola! —saludó Süleyman, llegando con sus hermanas — ¡Hasta que tengo el honor de conocer a mi hermana mayor!
—Hermano —le sonrió Häshämärshä al mellizo.
—Eres más hermosa de cerca —la halagó Hüseyin, llegando con ellos.
—Me alegra al fin conocerlos. Eran a penas unos bebés cuando los ví por última vez. Recuerdo haberlos cargado entre mis brazos y prometerles que algún día regresaría y los protegería de todo mal —habló melancólica.
—Mamá nos contaba muchas cosas sobre ti, ella te extraña.
—Tuve la oportunidad de verla hace poco. Sigue igual de hermosa como la última vez que la ví.
—Ahora que todos los hijos de Raziye nos conocemos creo que será buen momento para convivir más —sugirió Süleyman.
—Y formar alianzas.
—Dudo que Häshämärshä pueda. A penas salió del nido.
—Puedo hacerlo. Lo demostraré.
—Cuando quieras, querida.
๛
Mehmed y Alemşah reían ante la pequeña broma jugada a su hermano mayor que consistió en ponerle sal a su jugo a lo cual Burak escupió con asco.
— ¿Quién fue el estúpido que hizo esto? —gritó enojado.
Mehmed y su hermano rieron sin consuelo alguno como dos pequeños niños, indicándole a los culpables. Burak se rió ante el infantil juego para posteriormente ir con ellos.
— ¿Qué hicieron, niños? —preguntó teniéndolos enfrente.
— ¿Nosotros? ¿Al gran león Burak? —preguntó con sarcasmo Alemşah.
—Nada —respondió el otro de igual modo —. Nadie se atrevería a jugar con el león de nuestra majestad.
Burak bufó, intentando no caer en su juego así que se dio vuelta para irse.
—Sí somos unos niños —reconoció el menor.
—Al menos sólo fue eso, recuerda que al pobre de Murad le fue peor.
— ¿De qué tanto hablan, par de buitres? —preguntó el mencionado, llegando con ellos.
— ¿Quién tenemos aquí? Al mellizo de Gevherhan Sultan, la Sultana más hermosa de todo el imperio. Me pregunto ¿Dónde quedó tu belleza? Al parecer nuestra hermana se apoderó de ella al momento de nacer —se burló el mayor.
—Veo que aún sigues haciendo malos chistes.
—Nuestra madre tuvo dos partos de gemelos y otros dos de mellizos —dijo Alemşah.
Los hermanos de éste lo regresaron a ver extrañados.
— ¿Y? —preguntó Murad.
—Oh, nada. Sólo lo recordé.
Mehmed y Murad se regresaron a ver con seriedad, aguantándose la risa por dentro.
—Toma agua, mejor —le sugirió el mediano.
—Ñeñeñeñeñe.
—Mehmed —habló Mahienver, llegando con sus hermanos.
— ¿Qué ocurre, hermosa Sultana?
Mahienver le sonrió.
—Mamá quiere verte.
—Dime que no es debido a mi falta de harem, por favor.
La Sultana sonrió.
—Por Allah —bufó—. Ahora vuelvo —le dijo a sus hermanos.
La Sultana y su hermano caminaron por el enorme patio hasta llegar debajo de un toldo donde se encontraban todas sus hermanas, la festejada, su sobrina, la Hanimhatun y su mamá.
Mehmed hizo reverencia ante su madre.
—Kamerşah, ve a dar un paseo, escuché que hay nuevos peces en la fuente.
La Hanimsultan se paró, hizo reverencia y se fue.
—Hola, Hanimhatun —saludó el şehzade.
—Hola, şehzade —le sonrió Adirah —. Bezmiâlem, hay que acompañar a la Hanimsultan a ver a los peces.
—No hace falta, Adirah. Tú eres parte de la familia más de lo que imaginas, quédate.
La mujer de cabello blanco asintió.
— ¿De qué quieres hablar, mamá?
—Sabes perfectamente la razón.
—No.
— ¿Por qué no?
—No veo la necesidad de traer hijos al mundo cuando uno de mis hermanos tomará el trono y me matará junto a todo varón.
—Eso no sucederá.
— ¿Cómo estás tan segura? Después de todo hay cinco leones compitiendo por el trono y nada me asegura que Burak sea el próximo Sultan.
—Tonterías. Debes tener un harem, no quiero que crean que eres débil.
—Quiero ser reconocido por mis logros, no por mis vástagos.
—Sólo piénsalo, podrás enamorarte de una bella mujer y ella podrá ser bien entrenada para hacerte ver fuerte.
—Soy lo demasiado orgulloso como para vivir bajo la sombra de alguien.
—No te irás sin un harem, Mehmed.
—No lo aceptaré.
—Tendrás que hacerlo, sólo es cuestión de abrir tu corazón a otra persona.
El joven şehzade volteó a ver a otro lado, harto de la situación cuando justo en ese momento unos ojos azules cubierta de pies a cabeza pasó a lo lejos siendo regañada por un eunuco por el mal trabajo que estaba haciendo y fue entonces que a Mehmed se le ocurrió una brillante idea.
—No quiero un harem, pero sí a una mujer en especial —habló mirando directamente a la Haseki.
— ¿Qué? —preguntó desconcertada.
—Lo que oyó, Haseki Sultan.
Mihriban alzó una ceja, disgustada.
—Quiero a aquella mujer en mi harem, la única que habrá en él, mejor dicho —señaló a Lera.
Mihriban le dio una señal a Ömer para que trajera a la mujer junto a la Kalfa. Poco tiempo transcurrió cuando las mujeres estuvieron frente a la pequeña multitud.
Lera hizo reverencia ante el regaño de la Kalfa.
—Sila Kalfa ¿Qué me puedes decir de esta mujer? ¿Por qué la mandaste con las odaliscas.
—Lo hice porque ya no es casta, Sultana.
—Claro que no, yo me encargué de ello —mintió el castaño.
— ¿Ah, sí? Y entonces ¿Por qué los kapikulu dicen que la capturaron cuando iban a acampar?
Maldición.
—Es ella o nadie —sentenció.
Mihriban lo pensó unos segundos. Era lo más cercano que había logrado llegar con su hijo y no lo iba a desaprovechar.
—Tú ganas esta vez.
Mehmed sonrió mientras Lera no entendía lo que sucedía.
—Acompáñame, Lera —pidió el hijo de Mihriban, haciéndole una reverencia a su madre.
Lera imitó la acción del şehzade para después obedecerlo.
— ¿Qué ocurrió? —preguntó la mujer cuando se alejaron.
—Lo que pasa es que formarás parte de mi harem.
— ¿Qué? —preguntó parándose en seco.
—Tranquila, no te tocaré. Sólo velo como un trato. Yo finjo estar enamorado de ti para no tener un harem y si alguien pregunta porque no hemos tenido hijos diremos que eres estéril.
— ¿Qué gano a cambio?
—Joyas, dinero, prestigio.
— ¿De qué me serviría sino tengo a mi familia a mi lado?
—Recuerdo que me dijiste que tu hermana huyó, nada asegura que está muerta, podrás buscarla manteniendo alianzas por ser mi única consorte.
— ¿Cómo podría hacerlo de esa manera?
—Formando alianzas —repitió.
Lera bufó.
—Bien, es un trato.
๛
Por otro lado, junto a una de las muchas fuentes del palacio se encontraba Gevherhan, admirando el atardecer, deseando una buena vida para sus hermanos cuando un hombre alto con barba de tez blanca, cabello algo largo y cuerpo robusto pasó por un lado caminando pero se detuvo a hacerle reverencia. Él estaba dispuesto a seguir su caminata pero observó mejor a la mujer y quedó hipnotizado ante la belleza de ojos azules.
— ¿Quién eres? —preguntó ella al ver al hombre que quedó petrificado.
Fue en ese momento que el hombre sintió algo que nunca había sentido antes. Ese algo podía en un futuro ser su mayor fortaleza o su más grande arrepentimiento.
—Soy Korkut, Sultana —respondió bajando la mirada al recordar las reglas.
—Oh, el famoso amigo del şehzade Mehmed.
—No me considero famoso pero sí soy amigo de nuestra alteza.
La mujer sonrió.
—Soy Gevherhan.
—La famosa Gevherhan.
— ¿Famosa? ¿Qué tanto dicen de mí?
—Con todo respeto... hablan de su belleza e inteligencia.
— ¿Y es verdad? ¿Es verdad que soy bella?
—No quiero parecer insolente —respondió nervioso.
—Para nada —le sonrió.
—Es usted una mujer muy bella y no dudo de su increíble inteligencia.
Gevherhan le sonrió complacida.
—Espero verte más seguido por el lugar.
—Gracias, Sultana.
En ese momento ellos no lo notaron pero una nueva historia de amor se estaba escribiendo.
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Se aceptan teorías locas aquí.
¿Quién será el próximo muerto?
¿Qué esperan de Häshämärshä?
¿Qué tal la relación de Fatma con su madre?
Nos leemos.
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